Blogia

AEDO

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (segunda parte)

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (segunda parte)

Desde el otro lado del escenario la gente se ve incapaz de procesar la información. Se escucha una carcajada solitaria, pero nada indica que todo sea un montaje. Pablo asiente, y, con tal de aligerar los ánimos, se pone en pie para introducir al personaje causante de tal desconcierto. De fondo comienza a sonar la música de la película producida en su honor, pero pocos la reconocen, y los que lo hacen no captan la ironía. El panorama general es incierto. Pronto se genera un silencio de suspense: nadie aparece en plató. El historiador carraspea.

— Si no te importa ponernos en contexto histórico… —le pide Pablo, contrariado, sentándose de nuevo.

— Eh, sí, bien. La historia de este apasionante hombre se cuenta en la Eneida, que fue escrita por Virgilio ¡hace más de veinte siglos! Son doce cantos (ahora trece, supongo), dedicados a los viajes que realizó el héroe por mar tras la caída de Troya, antes de fundar Roma…

De súbito se escucha un alboroto procedente de un lateral del set, voces alarmadas y pasos apresurados. Y entonces, aparece.

Es imponente. Viste los ropajes característicos de su época, aunque no lleva armas ni casco, y su actitud es defensiva y atónita, más propia de un lunático que de un héroe. Lo observa todo con una curiosidad casi absurda: sus movimientos bruscos y certeros delatan que es un diestro guerrero, o, al menos, rápido, e increíblemente ágil. Lo acompaña un escolta de mirada intimidante y semblante serio. Por algún motivo desconocido, el visitante de la Antigüedad parece respetarlo, como si encontrara en él el ancla que necesita para evitar perderse en las profundidades de un mundo que no reconoce como suyo.

Al punto, el historiador pierde la capacidad del habla y comienza a balbucear. Se le agrandan los ojos y se inclina sobre la mesa, como si así pudiera observar mejor, asimilar lo que está viviendo. El propio Pablo traga saliva con fuerza. Es el público quien sigue sin comprender, aunque aguarda en silencio una explicación coherente que, desde luego, nunca llega.

Eneas se sitúa bajo los focos. Frunce el ceño y se tapa el rostro haciendo de visor con la mano. Le pregunta algo a media voz a su escolta, que resulta indescifrable. Ha hablado en latín. Un latín de acento marcado, pronunciado con soltura por una voz grave, autoritaria. Transcurren los segundos: en un momento dado, cuando deja de sentirse expuesto al verse rodeado por tanta gente, Eneas repara en una de las cámaras, y, en un par de zancadas, se coloca delante, la agarra con sus manazas y la zarandea con violencia, acercando tanto su rostro que su nariz deja una huella en el cristal. El técnico suelta una exclamación de sorpresa, y en seguida varios brazos intentan apartarlo de allí. Él se resiste, alterado, y empuja a una persona con tal ímpetu que la lanza al suelo. Entonces interviene el escolta, y le habla en su idioma con parsimonia. Eneas gruñe, pero obedece, y se aleja para sentarse junto al historiador, que lo contempla boquiabierto.

— ¿Qué le ha dicho? —pregunta Pablo una vez repuesto de la impresión. Al ver que el escolta no responde, se dirige al historiador—: ¿Qué le ha contado para que pare?

El pobre hombre abre y cierra la boca un par de veces antes de articular palabra.

— Le-le-le-le ha explicado que la cámara es un invento de los dioses, y que Juno observa el mundo de los mortales desde allí…

— Ha sido intenso, desde luego. En casa habrán tenido una introducción en primer plano, si me permitís el chiste.

La risa de la audiencia es forzada, pero, de hecho, en todas las televisiones donde se reproduce el programa, en el faldón informativo al pie de la pantalla se puede leer: Eneas se desvía a nuestro tiempo y espacio “sin querer” en otro más de sus viajes.

La historia es real.

Continuará en el próximo post...

Leyre I. Avilés Canalejo

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (primera parte)

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (primera parte)

Madrid, jueves por la noche. Mediados de un mes cualquiera. En uno de los platós más importantes de la capital española destellan las luces. El público rompe a aplaudir. Aparece el presentador; un hombre de mediana edad, barba caoba y cabello cano que saluda a la cámara y se aproxima al centro de la estancia. Sus pequeños ojos brillan detrás de las gafas y su sonrisa es cercana. El suyo es uno de los rostros más conocidos de España. La cámara enfoca a la audiencia para regresar en seguida a él, que no duda en tomar la palabra.

— ¡Buenas noches! Hola, hola, ¿qué tal? ¡Bienvenidos al Hormiguero! —Contempla al público, inseguro de pronto—. Estoy nervioso, que lo sepáis. Me da bastante vértigo decir que nuestro invitado de hoy…

Vuelve a dudar. Los espectadores comienzan a mostrarse inquietos: a diferencia de otras veces, ha habido un cambio de planes y se ha mantenido el anonimato de la persona que va a ser entrevistada en escasos minutos por el famoso Pablo Motos. La tensión se condensa en el ambiente.

— En fin, no importa cómo lo diga, la verdad os va a dejar locos, así que sentaos bien, no vaya a ser que os caigáis del susto. —La música cambia repentinamente, y comienza a escucharse de fondo una melodía de suspense—. Señoras y señores, niñas y niños, tengo el extraordinario placer de presentaros a… —Se interrumpe de golpe; el público se queja—. Bueno, claro, qué despistado estoy (y no me extraña), primero hay otra persona que nos ha hecho el inmenso favor de aceptar participar en el programa para ayudarnos con la… eh, entrevista. Él es un experto en el campo de la mitología clásica, el latín y un verdadero erudito del mundo romano, ¡demos un fuerte aplauso a…!

Y, en efecto, la acogida es tan calurosa que el nombre del historiador se pierde entre el clamor del público. Cuando el bullicio disminuye, la escena se centra en un anciano de complexión enjuta y barba y cabellos blancos pulcramente recortados que estrecha con firmeza la mano que le tiende el presentador. Bajo las indicaciones de Pablo, ambos se dirigen a la mesa que hay al fondo del set y toman asiento.

— Bueno, menuda noche, esta noche. ¿Cómo estás? ¿Cuáles son tus impresiones? Ah, antes de nada, muchas gracias por aceptar la invitación, es todo un placer tenerte aquí con nosotros. Tú sí estás enterado de lo que está pasando.

El hombrecillo sonríe.

— Sí, Pablo, saber quién está ahí fuera me está matando.

— El público está igual o peor que tú, pero en unos minutos lo sabremos.

— No veo el momento. Y entiendo tu incertidumbre al presentarlo, yo tampoco sé muy bien cómo hablar de un hombre que no debería ser real…

Se forma un repentino silencio cuando el público trata de descifrar estas palabras. Al percatarse de la situación que él mismo ha generado, el historiador se lleva las manos a la boca, a la par sorprendido y asustado.

— Vaya, creo que he hablado de más —acierta a decir.

Pero el presentador le resta importancia con un ademán.

— Ni yo mismo habría podido hacerlo mejor, es que no hay forma de describirlo. A ver, para que quede claro: lo que vamos a vivir esta noche es histórico, por lo que os pedimos paciencia y discreción. Esto va en serio. Hace unas pocas semanas apareció aquí, en España ni más ni menos, una de las estrellas más destacadas de la literatura latina… Vamos a hacer una cosa—y se dirige a la audiencia—, levantad la mano: ¿a cuántos de vosotros os suena el nombre de Eneas?

El público reacciona. Tanto a Pablo como al historiador les sorprende comprobar el número de manos que se han alzado.

— Bueno, pues ése es. El mismo Eneas, en carne y hueso, es nuestro invitado especial.

Continuará en el próximo post...

Leyre I. Avilés Canalejo

Despertar

Despertar

Me sorprendo a mí misma conteniendo las lágrimas sobre las páginas de un libro que acabo de abrir. No es por la emoción que expresan las palabras impresas en estas hojas, sino por la emoción que despierta en mi interior al darme cuenta de varias cosas.

Soy capaz de sentir el tacto de las páginas en mis dedos, una textura rugosa, el papel es viejo. El libro huele bien, tiene unos cuántos años, debe poner la fecha en la primera página (en esta casa se acostumbra uno a escribir la fecha en la que se compró el libro, para acordarse siempre, es casi una tradición que habré de pasar a la siguiente generación de pequeños lectores...). 2008, se lee en la primera hoja, en tinta azul; la tinta de un boli Bic que parece que se ha desteñido un poco con el paso de los años.

Las tapas duras se sienten firmes, algo pesadas entre mis manos, pero me encantan. Las tapas duras son un lujo, me digo, sobre todo ahora que estos libros se están volviendo a poner tan caros...

Estoy leyendo La Sombra del Viento, y me doy cuenta de que presto atención a lo que Zafón intenta contarme en cada frase, en cada breve párrafo. Leo, atenta, devorando páginas, un hambre voraz que me hace querer saber qué pasará en la página siguiente, y en la siguiente, y en la que sigue a ésta... 

Y lo que me hace llorar es sentir. La simple sensación, el poder ser consciente de lo que mis manos están tocando y de lo que mis ojos están leyendo, que se procesa en mi cabeza sin divagar, sin empezar a soñar con otros mundos ajenos a este, ajenos al libro, soñar con mundos fantásticos que ojalá existieran más allá de mi imaginación sobredesarrollada.

Acostumbrada a que mis sentidos se hayan adormecido con los años, que mi vida se haya convertido en El Día de la Marmota y que mi único color haya sido el de sueños que me han robado la vida (o salvado, según se mire), darme cuenta de algo tan simple como estar presente se vuelve un regalo que seguramente no olvidaré, y que, desde ahora, tendré que relacionar con las palabras de un gran escritor y las vivencias de un joven Daniel Sempere. Tal vez este sea el nacimiento de un nuevo libro favorito… aún no puedo decirlo.

La capacidad de estar despierta, de atender, es algo que nunca creí que me devolvería mi mente. Parece que todo está volviendo a su sitio, aunque tal vez las piezas nunca vuelvan a encajar del todo, pero será suficiente mientras pueda leer sin perderme nunca más.

Naiara Lorente Merino

Entrevista a un profesional en Artes Gráficas tras la visita al Museo de Artes Gráficas de la Universidad de Alcalá

Entrevista a un profesional en Artes Gráficas tras la visita al Museo de Artes Gráficas de la Universidad de Alcalá

Tras la visita al museo de Artes Gráficas de Alcalá de Henares que realizamos con nuestros compañeros/as en el marco de la asignatura “Historia de la Lectura”, pensé que podría ser interesante entrevistar a mi padre, Felipe Monroy Márquez, ya que antes de su actual trabajo en el Boletín Oficial del Estado, había trabajado en algunos periódicos, en la sección de rotativas, en las que se utilizan imprentas como las que pudimos conocer durante nuestra visita.

Pregunta (P): Buenas tardes, Felipe, para este trabajo nos gustaría que nos contases algunas cosas sobre ti y tu experiencia con la imprenta. ¿En qué imprentas has trabajado? ¿Qué máquinas utilizabais?

Respuesta (R): Mientras cursaba los estudios de Artes Gráficas trabajé varios veranos haciendo suplencias por vacaciones en dos periódicos. El primero de ellos era el Diario Ya, que hoy ya no existe, y también en El País, uno de los periódicos más prestigiosos e importantes de España. Usábamos la rotativa de Koenig & Bauer que tenía tres pisos. (La de la foto de la entrada del blog).

P: ¿En qué consistía tu trabajo?

R: Para poder trabajar en estos periódicos se exigía tener la titulación o al menos tener conocimientos del mundo de las Artes Gráfica y como ya he dicho, yo estaba estudiando, por lo que no tuve problemas para entrar. Aún así, las labores que yo realizaba eran tareas auxiliares y muy básicas que no requerían de grandes conocimientos ni experiencia. Mis labores consistían en asistir a los oficiales y técnicos que se encargaban de que el periódico se reprodujera con calidad en cuanto a igual las cabezas –así se llama a los márgenes en imprenta–, igual el color de una máquina a otra y en función de la prueba de color de los anuncios aportada por el anunciante, etcétera.

Algunas tareas que tenía encomendadas eran: subir algunos ejemplares de los periódicos una vez que el jefe de rotativa les había dado el visto bueno y dejarlos en los despachos del jefe de redacción y del jefe de producción; en los cambios de edición recoger las planchas y llevarlas a rotativas para que se montarán en la rotativa; revisar que los bidones de tinta estuvieran llenos y hacer pedido al almacén si se estaban acabando; encargarme de preparar la limpieza para cuando se acabara la tirada del día…

P: ¿Cómo era trabajar con la imprenta?

R: Como ya he comentado, mis labores eran muy básicas. Aún así en los dos periódicos en los que trabajé todos y cada uno de los días no dejaba de sorprenderme de cómo una máquina de casi tres pisos de altura estaba perfectamente sincronizada para realizar un producto acabado como es un periódico. Para mí no era solo realizar un «producto más» pues considero que un periódico es un producto muy importante e imprescindible para las sociedades adelantadas y para el avance de las democracias y, en consecuencia, de la ciudadanía. Aunque mi trabajo estaba alejado de la parte intelectual de la redacción y del periodismo, me gustaba formar parte de ese proceso y que se materializase en un producto físico.

P: ¿Hubo alguna vez algún incidente?

R: Afortunadamente la tecnología ha avanzado mucho y la maquinaria que se utiliza en los talleres cuenta con sistemas de prevención de accidentes que evita que se produzcan accidentes o lesiones en los trabadores. Antes era muy común que las guillotinas que se utilizan para cortar el papel se llevasen por delante dos o tres falanges de los dedos de quienes trabajaban con ellas. Ahora la maquinaria es mucho más segura.

Aparte de esto, no como incidente, pero sí como anécdota, recuerdo que me tocó trabajar en El País la noche que lamentablemente Lady Di falleció en un accidente de coche. Fue un momento memorable de esos de «¡¡Paren las rotativas!!». Estuvimos varias horas parados hasta que la redacción recabó información y se pudo sacar un periódico actualizado. Ese día hubo varias ediciones y esto con los periódicos impresos es algo que sucede solo cuando una noticia es muy importante.

P: ¿Qué crees que supuso o qué ventajas tuvo la invención de la imprenta y de su uso en el siglo XX y XXI?

R: Para mí las Artes Gráficas no son un oficio más. Me parecen muy importantes porque tienen la capacidad de darle forma física y materializar el conocimiento humano. Además, tienen como valores fundamentales los conceptos de «reproducción» y «copia» que nos llevan al concepto de «divulgación». Gracias a esta divulgación las sociedades se hacen más ricas intelectualmente hablando.

P: ¿Qué evolución ha tenido la imprenta desde que has trabajado con ella? ¿Cuáles creen que has sido los cambios más importantes?

R: En cuanto a la parte tecnológica, la evolución ha sido muy grande. No solo en cuestiones de seguridad para los trabajadores, si no también en capacidad productiva: tiradas más rápidas, productos que salen de máquina prácticamente acabados…

Pero sí que hay dos cambios importantes que me gustaría mencionar. El primero de ellos es que hoy día las impresiones que se realizan son de tiradas más pequeñas, ya que impera el concepto de «impresión bajo demanda» y se realizan con tecnología digital ya que preparar una máquina es muy caro y solo sale rentable si es para realizar un elevado número de ejemplares. El otro cambio que me gustaría comentar, también ligado al primero, es el de la «inmediatez»: no para un libro u otro producto editorial, pero sí para la información, este concepto adquiere una gran relevancia, puesto que en este sentido, y más en la sociedad tan acelerada en la que vivimos, un periódico puede nacer ya anticuado cuando se produce su venta en los kioscos. En este sentido la imprenta no puede competir con la inmediatez de internet.

P: Muchas gracias por tu tiempo.

R: Para mí ha sido un placer.

 

María Monroy Márquez

Un verano de finales de los 80

Un verano de finales de los 80

Verano de finales de los 80.

Él era un chico de ciudad, con una conciencia revoltosa que lo llevaba a viajar entre las páginas de los libros de historia, los grandes filósofos y las más bellas poesías.

Ella, que siempre había vivido en el campo, buscaba allá dónde iba un amor de verano como el de Beatriz y Pancho en Verano Azul.

Él escuchaba Bobby Jean, mientras, aún sin saberlo; ya pensaba en ella.

Te quiero de Hombres G sonaba en el radiocasete cuando ella le imaginaba a él.

Pero entonces, ella y él se encontraron en ese pequeño pueblo en el que ella pasaba inviernos de heladas, y veranos de solana; y al que él solo regresaba cuando el calor de la ciudad se le hacía insoportable.

Ella siempre había estado ahí iluminándolo todo, y él siempre había revoloteado alrededor del halo de luz que ella desprendía, sin un rumbo fijo. Se habían visto, pero nunca se habían mirado. Pero el día que lo hicieron… desde entonces no pudieron mirar a otro lado.

Besos en los bancos del parque, rutas en bicicleta y noches de confidencias en algún poyete. Encontraron en el otro aquello que cantaban sus artistas favoritos, ese amor que habían anhelado siendo aún desconocido.

Sin embargo, tan rápido como llegó, ese verano se fue. Él volvió al ruido y al asfalto, y ella se quedó, a esperar el estío una vez más.

Comenzaron entonces las cartas, las llamadas en las cabinas telefónicas, las cintas dedicadas y fue entonces también cuando entraron los libros.

Él, un chico de letras, quería trasmitirle a ella todo lo que sentía con los libros. Ella quería conocer todo lo que al otro le gustaba. “Ojalá poder llevarte yo mismo una rosa con tu nombre. Con amor, M.A”, decía la dedicatoria del primer libro que él le regaló, El nombre de la rosa.

Así fue como la pila de libros que se acumulaba en la estantería de él fue disminuyendo conforme el papel y la tinta que le escribía a ella aumentaba. Fue así también, como la mesa de estudio que a ella no le habían dejado usar, fue llenándose de historias gracias a él.

Los años pasaron, Mecano dejó paso a Eros Ramazzotti y las llamadas en las cabinas se convirtieron en conversaciones a los pies de la cama. Las noches ahora consistían en leer la historia que el uno le había recomendado al otro el día anterior; las tardes, en ordenar esa estantería con la que tanto soñaban y darse cuenta de que no les cabían todos los libros que tenían en una sola.

Pero, de repente, se despertaron de este sueño de verano para soñar juntos unas nuevas noches, unas en las que ya no se acostaban a las tantas leyendo el nuevo libro de Almudena Grandes, sino que se metían a las nueve en dos pequeñas camas a leer cuentos de princesas y dragones, y a inventar historias de hadas que se escondían por cada rincón. Fue entonces cuando la estantería se llenó de libros de colores, el frigorífico de poesías y la biblioteca en el mejor plan para un sábado por la tarde.

Cada día, la casa se llenaba de nuevas historias, tanto reales como ficticias. Las pequeñas crecieron y se llevaron con ellas cada una de estas, dándose cuenta de que siempre que las tuvieran no estarían solas, que solo tendrían que volver a las páginas o a los recuerdos para encontrarlos a ellos.

“El amor es compartir aquello que amas y tu padre me dio el mejor regalo al mostrarme cómo podía conocer el mundo sin necesidad de moverme si quiera de sus brazos”.

Beatriz Lara Patiño

Luna nueva, amor Shakesperiano contemporáneo

Luna nueva, amor Shakesperiano contemporáneo

A lo largo del tiempo, hemos visto cómo la lectura se ha ido extendiendo y abriéndose camino hacia nuevos públicos. Pero fue a partir del siglo XIX cuando la lectura experimentó una extensión social sin precedentes que afectó, especialmente, entre sus lectores a tres nuevos colectivos: las mujeres, los obreros y los niños/as. Este gran cambio fue posible gracias a diversos factores que facilitaron el acceso a los libros y a la lectura a nuevos públicos hasta ahora marginados entre los que quiero destacar la mecanización del arte de imprimir y el desarrollo de nuevas formas de comercializar libros.

Con la llegada del siglo XX, el libro se convirtió en un artículo cotidiano y accesible para todos. La popularización de la lectura vino de la mano, entre otras cosas, de la unión del libro con el cine y la televisión, donde podemos ver clásicos en sus versiones más actuales. Es por ello que hoy me gustaría hablaros de la relación que existe entre el libro llevado a la gran pantalla Luna Nueva, frente a la aclamada obra de Shakespeare Romeo y Julieta.

En primer lugar, en Romeo y Julieta el autor presenta el conflicto entre sus respectivas familias, los Montesco y los Capuleto, mientras que en ‘’Luna Nueva’’ se nos presenta un conflicto entre dos realidades; la humana, realidad de Bella, y la vampira, realidad de Edward. En ambas obras, los protagonistas rompen las reglas y se encuentran pese a que esté prohíbo. Otra similitud es el hecho de que se enamoran prácticamente a primera vista, de una manera casi incontrolable. Romeo y Julieta lo hacen en un baile organizado por la familia Capuleto, mientras que Bella y Edward lo hacen en el instituto, hecho que en realidad tiene lugar en la primera entrega de la saga, Crepúsculo.

Sin embargo, yo creo que paralelismo más evidente entre las dos historias es la voluntad de morir por el otro si este lo hiciera y, en el caso de Bella, llegar a morir por el otro con tal de que este no lo haga. Como leemos en la obra teatral Julieta, ante la oposición de su familia de casarse con Romeo, con la ayuda de Fray Lorenzo decide tomar una poción para fingir su muerte induciéndola en una especie de coma. Romeo, que no llegó a ser avisado de este plan, se suicidó ingiriendo veneno para morir a su lado. Al despertar del coma y ver la escena, Julieta termina con su vida atravesándose el corazón comuna daga.

Aunque esta trama no llega a ser del todo igual, pues en Luna Nueva los protagonistas no mueren, Edward, al creer que Bella se suicida -algo que vio su hermana Alice en una visión-, va ante los Vulturi (la monarquía que domina la sociedad de los vampiros en la saga) para que le dejen morir. Ante la negativa de su petición, Edward, incapaz de vivir sin Bella como Romeo sin su Julieta, piensa en exponerse ante los humanos, algo que haría que los Vulturi terminaran con su vida. Aunque finalmente esto no llega a suceder porque Bella aparece impidiendo que Edward se exponga, la incapacidad de vivir sin su amor está igualmente presente en las dos obras. Edward, ante el desconocimiento de que Bella sigue con vida y ante la idea de tener que vivir sin ella, prefiere poner fin a su vida. Como nuestro Romeo.

Por otro lado, tras su casi exposición ante los humanos, los Vulturi piensan en acabar con Edward por lo ocurrido y por haber contado su secreto a Bella (una humana), pero es en el momento que se va a producir su ejecución cuando Bella suplica que la maten a ella en lugar de a él. Vemos así que Bella daría literalmente su vida porque Edward conservara la suya. Como Romeo también sería capaz de morir por su amada.

Como podemos ver, aparte de que los clásicos no pasan de moda, tampoco paran de reinventarse.

Marina Pérez Calvo

La lectura de la vida a través de la poesía

La lectura de la vida a través de la poesía

Primera parte

¿Qué es leer? ¿Qué es poesía?

Leer es la interpretación de ese espacio en blanco que hay entre lo escrito y la percepción del lector/a. Más que comprender al autor/a, se trata de lo que entiende cada uno del texto. En la poesía, el verso tiene la insólita habilidad de formar imágenes. Por lo tanto, el poema es un ejercicio de contemplación entre poeta y lector.

Otros autores/as, muchos de renombre, se aventuran definiendo al poeta como el artista “póstumo [que] comienza a vivir después de la muerte y, cuando está vivo, camina con un pie en la tumba. Eso le produce una especie de cojera que da a su aspecto cierto encanto” (Jean Cocteau). Para Federico García Lorca, en cambio, “es muy difícil ser poeta, es mejor ser farmacéutico”. Y es que, “un falso poeta es un castigo demasiado duro”, al menos para el gusto de Albert Camus. Sin embargo, “ningún sentimiento, ningún concepto universal está agotado mientras viva un poeta”, reflexiona Daniel Alango. Porque, en efecto, “es preciso no estar en sus cabales para que el hombre aspire a ser poeta”, asume Ricardo Palma.

 

 

Segunda parte

Otro tipo de poesía.

El madrileñísimo Ramón Gómez de la Serna, pintoresco escritor humorista, llevó estos conceptos hasta el extremo: creó un estilo único a través de experimentos de vanguardia para explicar, igual que la poesía, los tropiezos del hombre con la vida. Las greguerías, según su autor, nacieron del “atrevimiento a definir lo indefinible, a capturar lo pasajero, a aceptar lo que puede no estar en nadie o puede estar en todos”. En mi opinión, las greguerías son las picaduras de la curiosidad, unos pellizcos alegres en el cerebro. Son palabras que te piden jugar con ellas como acertijos que necesitan ser resueltos. Veamos un par de ejemplos:

Tipos de greguerías:

  1. Son interjecciones del subconsciente en forma de aforismos. Así, La lógica es el pulverizador de la razón (Ramón Gómez de la Serna).
  2. Son metáforas espontáneas e inventadas: La poesía es como un codazo en las costillas (Jaime Jaramillo Escobar).
  3. Surgen del asombro, la acción y la sorpresa interrelacionadas, por ejemplo, cuando el fotógrafo nos coloca en la postura más difícil con la pretensión de que salgamos más naturales (Ramón Gómez de la Serna).
  4. A menudo crean escenas visuales, por eso el sueño es un depósito de objetos extraviados (Ramón Gómez de la Serna).
  5. Otras veces son, juegos de palabras y sonidos: Monólogo significa el mono que habla solo.
  6. También son observaciones mundanas de detalles a través de razonamientos universales. Un ejemplo: Diccionario quiere decir millonario en palabras (Ramón Gómez de la Serna).
  7. Y, además, ocurre como con los chistes y la poesía: si se explican, pierden su gracia. —Tráigame una botella de agua con agujeritos. —¡Ah! —dijo el mozo—. Ya sé… De ese agua con calambre que sabe a pie dormido. (Ramón Gómez de la Serna).

Y tú, ¿te animas a hacer tu propia lectura de la vida en forma de greguería?

Leyre I. Avilés Canalejo

¿Qué es un libro?

¿Qué es un libro?

¿Qué es un libro? Al leer esto más de uno pensará que la pregunta es una estupidez. La RAE lo define en su primera acepción como “Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen”. Me imagino que tú, lector/a, que continúas leyendo esto, habrás pensado más o menos algo similar.

Sin embargo, con esta explicación nos quedamos únicamente en lo superficial, en lo de fuera, como si al hablar de una persona importante para nosotros/as, hiciéramos referencia exclusivamente a su físico. Porque, reconozcámoslo, los libros son importantes en nuestra vida y están muy presentes en ella, más de lo que alguno/a pueda llegar a imaginar.  

Para seguir desentrañando el significado de ese objeto que puebla los salones de las casas, las bibliotecas o las aulas, creo que es necesario reformular la pregunta inicial. En ocasiones, para obtener mejores respuestas es necesario cambiar las preguntas, así que me pregunto qué significan los libros para aquellas personas que los leemos, qué son para nosotros/as esos objetos que nos rodean. Creo que hay tantas respuestas posibles como personas en el mundo y todas ellas serían correctas, por lo que, humildemente, procedo a ofrecer la mía.

Pienso en los libros como un medio de transporte con el que poder viajar a otros lugares. A veces nos llevan a sitios que nos son próximos físicamente, mientras que otras nos llevan a espacios remotos que nos parecen inalcanzables. Puede que ya hayamos estado en ellos o que por el contrario nos gustaría visitarlos por primera vez. Los libros nos  permiten viajar a lugares reales o dar rienda suelta a la imaginación y entrar en nuevas dimensiones, en nuevos mundos que solo existen porque alguien los imaginó una vez y ahora tú también los imaginas. Cuántas veces hemos anhelado escapar y transportarnos a esas realidades carentes de verdad.

Y es que poder viajar con ellos también nos permite vivir otras vidas ajenas y diferentes a la nuestra. Los personajes nos llevan a experimentar situaciones de todo tipo: tristes, sorprendentes, agradables, extrañas… Situaciones, algunas de ellas extraordinarias, que vivimos a través de otras personas y que de otra manera no podríamos experimentar. Porque cuando leemos un libro podemos ser lo que nosotros queramos: policía, espía, ladrón,  cantante o poeta. Somos nosotros los que decimos quiénes queremos ser, en quién nos queremos convertir. De alguna manera es como soñar despiertos, pero pudiendo controlar aquello que soñamos.

Los libros son objetos que provocan emociones porque las palabras son tan poderosas que tienen la capacidad de remover todo lo que llevamos dentro. Pueden hacer que sea imposible contener las lágrimas; pueden provocar una risa que resuene en todas partes, que sea contagiosa, o resucitar sentimientos que creíamos exterminados; pueden convertirnos en niños de nuevo o hacer que perdamos la cabeza; pueden poner nuestro mundo patas arriba o hacer que volvamos a la casilla de salida.

Creo que los libros tienen un componente humano que nos hace tratarlos como personas. A veces los juzgamos por el exterior en lugar de detenernos a mirar adentro. Algunos nos gustan, otros simplemente no; algunos nos sorprenden, otros nos decepcionan. Con unos sentimos un flechazo nada más verlos, con otros nos lleva más tiempo establecer una conexión. En ocasiones nos cambian la vida, mientras que en otras pasan por nuestras manos sin dejar huella. Los libros forman parte de nuestra existencia al igual que las personas. Y como sucede con ellas, estos tienen un timing, un momento para aparecer en nuestra vida que a veces no es el adecuado. Pueden surgir en el momento justo y ser la cura que necesitamos o llegar en un instante equivocado, que nos hace tratarlos de una manera que no merecen.  

Esa parte humana se hace mucho más evidente cuando relacionamos ambas partes: libros y personas. Al igual que asociamos determinados momentos de nuestra vida con la gente que nos acompañó, cuando evocamos una lectura también recordamos a aquellos que nos rodeaban mientras la leíamos. Nos acordamos de aquel que nos recomendó el libro, la persona que nos acompañó a comprarlo, quien nos lo regaló; nos acordamos de quienes nos enseñaron a leer, los que con paciencia estuvieron a nuestro lado durante todo el proceso; nos acordamos de quienes nos empujaron a leer, de aquellos que nos hicieron amar la lectura.

A pesar de todo lo que provocan los libros en nosotros, creo que uno de los aspectos más importantes es que en sí mismos son un instrumento para alcanzar la libertad. Porque los libros  nos dan acceso al conocimiento y a su vez nos abren la puerta de la opinión, del pensamiento crítico, ese que nos impide ser fácilmente manipulables. Libertad y libros siempre han ido de la mano. Hace más de cuatro siglos Cervantes ya hablaba de ello a través de su querido don Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.” Así que sigamos leyendo, sigamos siendo libres.  

Ya sabes qué son los libros para mí. ¿Y para ti?

Ángela Tradacete Torresano

La lectura en la cotidianeidad

La lectura en la cotidianeidad

En la sociedad actual, llena de frenesí y ritmos vertiginosos, la lectura se devalúa. A pesar de las últimas estadísticas, que afirman un aumento de lectores, realmente no reflejan esa culturización social. El libro y el hábito de leer se ha convertido en un elemento más al servicio del puro consumismo, de nuestra sociedad capitalista. Las editoriales publican libros tras libros, edición tras edición, sin parar a analizar el qué se publica. El último best-seller, libros de recetas culinarias, libros de autoayuda… se cae en ese consumismo voraz y sistemático a los modos de vida del ser humano, en el que buscamos en la lectura las respuestas a nuestro modo de vida. Incluso se está volviendo a reinterpretar el estoicismo como consecuencia de la vida frenética en la que nos encontramos, dando falsas esperanzas al ser humano de adaptarse a estos tiempos. Pon tu mejor cara, sé indiferente a las condiciones humanas en las que estás sometido.

La lectura como actividad secundaria aumenta. Mientras vamos en el autobús, mientras esperamos en la sala de espera del médico, mientras descansamos y desconectamos del día tras llegar del trabajo… Pero la comunión con la lectura se ha perdido. El ser humano no tiene tiempo para dedicarse a la lectura. El cine, la prensa, la música… se ven abocadas a este mismo sistema de vida humana. La última superproducción de la industria cinematográfica, el último sencillo del artista de turno, el último artículo publicado por el periodista oportuno; todo está supeditado a las características de nuestras vidas. La película medida en los minutos necesarios, el artículo con las palabras justas, la canción con la duración exacta; todo forma parte de un círculo de consumismo sistemático.

Aporto este fragmento del libro que estoy leyendo actualmente, El arte de amar, del filósofo y psicólogo Erich Fromm, que analizaba esta misma situación allá por 1959. Poco, o más bien nada, ha cambiado:

“Además de la conformidad como forma de aliviar la angustia que surge de la separatidad, debemos considerar otro factor de la vida contemporánea: el papel de la rutina en el trabajo y en el placer. El hombre se convierte en “ocho horas de trabajo”, forma parte de la fuerza laboral, de la fuerza burocrática de empleados y empresarios. Tiene muy poca iniciativa, sus tareas están prescritas por la organización del trabajo; incluso hay muy poca diferencia entre los que están en los peldaños inferiores de la escala y los que han llegado más arriba. Aun los sentimientos están prescritos: alegría, tolerancia, responsabilidad, ambición y habilidad para llevarse bien con todo el mundo sin inconvenientes. Las diversiones están rutinizadas de forma similar, aunque no tan drástica. Los clubs del libro seleccionan el material de lectura; los dueños de cinematógrafos y salas de espectáculos, las películas, y pagan, además, la propaganda respectiva; el resto también es uniforme: el paseo en auto del domingo, la sesión de televisión, la partida de naipes, las reuniones sociales. Desde el nacimiento hasta la muerte, de lunes a lunes, de la mañana a la noche: todas las actividades están rutinizadas y prefabricadas. ¿Cómo puede un hombre preso en esa red de actividades rutinarias recordar que es un hombre, un individuo único, al que sólo le ha sido otorgada una única oportunidad de vivir, con esperanzas y desilusiones, con dolor y temor, con el anhelo de amar y el miedo a la nada y a la separatidad? [...] “Todo el mundo es feliz hoy en día”. La felicidad del hombre moderno consiste en “divertirse”. Divertirse significa la satisfacción de consumir y asimilar artículos, espectáculos, comida, bebidas, cigarrillos, gente, conferencias, libros, películas; todo se consume, se traga. [..] Nuestro carácter está equipado para intercambiar y recibir, para traficar y consumir; todo, tanto los objetos materiales como los espirituales, se convierten en objeto de intercambio y de consumo.”

Diego Sánchez-Horneros Pérez

Ensayo nocturno de un humano herido: 3:38 a.m.

Ensayo nocturno de un humano herido: 3:38 a.m.

Todavía no entiendo, no comprendo cómo podemos estar así. El ser humano ha sabido adaptarse al medio y al cambio durante miles de millares de generaciones, nunca estancándose más allá de sus limitaciones tecnológicas y físicas. Supimos vivir y aprovechar la oportunidad que la gracia de lo que hoy llamamos ciencia nos ha otorgado. Aquellas miradas y sonrisas que los afables ancianos que no habían leído un libro me ofrecían cuando era muy pequeño, querían trasmitirme que veían en esa personita, una emergente y efímera oportunidad de vivir, sentir y crear, que con envidia sana les hacía rememorar los últimos recuerdos de los que se acordaban. Me atrevo a afirmar, que esas mismas facciones las han visto todas las generaciones que han pasado por esta nuestra historia, ya que es parte del ser humano ver crecer a las generaciones venideras, y aceptar la realidad de que el “κύκλος” (circulo/ ciclo) se acaba completando, en ese rasgo que la tecnología todavía no ha alcanzado.

Fuimos capaces de en vez de querer ver progresar al siguiente humano y ofrecerle todo el aprendizaje que una persona podía almacenar mental y manualmente, crear un sistema de reproducción de conceptos, a través de grafías, y mediante diferentes soportes. Llegamos a entenderlo, utilizarlo y prosperar como nunca. Realizamos las progresiones que jamás se habían podido hacer, gracias al descubrimiento de la escritura y el desciframiento de la misma llamado lectura pudimos perpetuar los aprendizajes de todos para todos.

Sin embargo, los diferentes tipos de gobernantes a lo largo de la historia han tenido en común que, si querían someter a una población, era más fácil y eficaz el calcinar su identidad, historia escrita y últimos avances como sociedad, mediante algo tan paradójicamente prehistórico como el fuego. La misma herramienta que nos dio cobijo, se ha llevado consigo la biblioteca de Alejandría, centenares de libros “herejes”, la biblioteca de Bagdad, manuscritos nazarís, códices mayas, vidas ilustres y anónimas, vidas y saberes ahora inenarrables.

Tras la última gran democratización del libro en el siglo pasado, por fin, se acercó todo el saber conocido a nuestras palmas de las manos, pero no hemos sabido aprovecharlo, en parte, por las dichosas revoluciones digitales dirigidas a la cultura del “fast food”. En un mundo cada vez más globalizado donde la cultura ya no reina, creemos que por tener un contenido extensivo, somos capaces de sintetizarlo y comprenderlo correctamente. Nos han hecho creer que lo tenemos todo, cuando en realidad, ¿sí lo tenemos? Al parecer sí, sin embargo, es mejor para las élites hacer promoción del ruido aturdidor de masas, que del silencio para la lectura reflexiva.

A día de hoy, no somos capaces de despertar esa capacidad de resiliencia que habita en cada uno de nosotros/as, y, aunque siempre hay excepciones, sigue gobernando El Arte de la Guerra. De esta manera, los diferentes regentes miran con curiosidad cómo estamos siendo quemados lentamente, nosotros/as y nuestros libros.

Es por este motivo es por lo que tenemos que querer salir de la norma monótona impuesta y progresar, sentir, curiosear, preguntar, crear, escribir, pensar, amar, sonreír, y en un futuro, cuando estemos conformes con nuestros actos en vida, mirar con envidia sana y orgullo a las generaciones venideras. Sin embargo, gracias a la oportunidad que poseemos de vivir en este siglo y estar alfabetizados en gran medida, tenemos que inculcar El Arte de la Lectura, sabiendo que ahí comienza el verdadero desarrollo de la Humanidad.

Aarón López Cuevas

Los libros de Vanessa

Los libros de Vanessa

El día 7 de abril el Diario.es publicó una noticia que me pareció bastante llamativa: el poeta urbano de Carabanchel, Vanessa Neorrabioso, regalaba 12.000 libros por una mudanza. Tras leer el titular, mi curiosidad me empujó a conocer algo más acercar del protagonista de tan curiosa información. Vanessa Neorrabioso es de origen vizcaíno, reside desde hace 16 años en un piso alquilado en Madrid, concretamente en una cuarta planta sin ascensor, vive solo con la compañía de sus libros y sus gatos y trabaja de conserje nocturno, lo que le permite leer toda la noche (asegura leer unos 300 libros al año). Por un lado, es un escritor que publica una mezcla de pensamientos, poesía y política en las redes sociales, y por otro se le conoce sobre todo por utilizar como soporte de sus textos las fachadas y contenedores de basura de la ciudad de Madrid. Cuando llegó a la capital, Vanessa acudía regularmente a la calle de Claudio Moyano, popularmente conocida como la cuesta Moyano. a comprar e intercambiar libros. De esa manera, encontró una forma de relacionarse con amantes de la lectura como él. Aquella simple afición se convirtió en una pasión, admiración y amor a la lectura que terminó en una colección de 12.000 ejemplares.

Vanessa vivía feliz hasta que, lamentablemente, recibió un comunicado de su casero con la desagradable noticia de una subida bastante sustanciosa del alquiler. Este imprevisto le ha supuesto la necesidad de arrendar una vivienda más pequeña, lo más cerca posible de una biblioteca y con unas condiciones económicas asumibles para él. Por esta razón, el autor se ha visto en la obligación de reducir su biblioteca a solo 40 libros, por lo que ha tenido que encontrar un destino digno para todos sus ejemplares. Pero este problema, aparentemente complicado en inicio, se ha solucionado sin embargo de manera feliz en tan solo tres horas gracias a la ayuda de las redes sociales. Un librero de obras de segunda mano será el nuevo depositario de los 12.000 ejemplares de Vanessa, de modo que sus estanterías quedarán vacías y los libros salvados volverán a entusiasmar a otros lectores. Vanessa ha dado una segunda oportunidad a sus libros y, a la vez, ha colaborado generosamente apoyando a un pequeño comercio, en este caso una humilde librería de segunda mano.

De este amistoso acuerdo podemos extraer muchas cosas positivas. En primer lugar, el librero se ganará la vida con la venta de los libros en una época en la que se está produciendo el avance del libro electrónico. Además, en estos tiempos donde la sostenibilidad del planeta es un problema bastante grave, la adquisición de ejemplares de segunda mano es una buena solución para ayudar al medio ambiente, así como una forma agradable de ahorrar dinero. Pero las ventajas son mayores cuando reparamos en el lector/a que entra en el maravilloso mundo del libro descatalogado, aquel que ya no se sigue imprimiendo pero que sigue vivo y esperando a que alguien le dé una segunda oportunidad. Dentro de este universo, no solo nos encontramos con escritores desconocidos, pensemos que rebuscando nos podemos topar casualmente a nuestro escritor o escritora favorita y, por qué no, con aquella obra que nos resultaba imposible encontrar. Las temáticas son muy amplias: libros de la infancia, libros firmados por su autor/a, etcétera.

Salvo raras excepciones la vida de los libros es muy corta. La industria del libro lleva años arrastrando graves incidencias debido al exceso de publicaciones, lo que provoca que el tiempo de los libros en las estanterías de las librerías no supere el mes y medio. Por lo tanto, los libros que no generan las ventas esperadas desaparecen de los anaqueles, que son surtidos por nuevos títulos. Este sistema provoca un impacto ambiental inadmisible. Por lo tanto, es necesario bajar el ritmo de producción, potenciando la calidad de los textos frente a la cantidad, para ello sería necesario un pacto en el sector de la industria del libro.

Mientras tanto Vanessa se llevará a su nueva casa los 40 libros escogidos, pero seguramente volverá en cuanto pueda a la cuesta de Moyano a comprar alguno más.

María del Pilar Javier Idiáquez

¿Libros impresos o digitales? El tira y afloja de la lectura en el siglo XXI

¿Libros impresos o digitales? El tira y afloja de la lectura en el siglo XXI

Con la llegada de la tecnología a nuestro día a día, muchos aspectos de nuestras vidas han cambiado de la noche a la mañana. Una de esas transformaciones es de la que me gustaría hablar hoy: la confrontación que tenemos entre qué tipos de libros queremos leer, ¿digitales o impresos? Hay gente que tiene clara su postura, otra que se muestra más indecisa, mientras que otros/as, con tal de poder leer, ya son felices, sin importar qué método empleen para ello. Es por ello que este artículo vamos a presentar distintas razones para ayudar al lector/a actual a que escoja cuál es el soporte de lectura que mejor se adecúa a sus preferencias.

El libro digital está de moda entre las nuevas generaciones, ya que, según la mayoría de sus usuarios, es un soporte más práctico y cómodo, además de ser popularmente conocido como el método de lectura más adecuado a nuestros tiempos. Las ventajas más destacables de la lectura digital son las siguientes:

- Es un soporte más cómodo y fácil de transportar.

- Es más accesible, muchas lecturas se encuentran en internet y son gratuitas.

- Son más fáciles de encontrar, si un libro goza de exclusividad, en algunas librerías no estará disponible, en cambio en internet siempre existirán unidades.

- Compartir estos libros es mucho más fácil, ya que solo basta con un botón para recomendarlo a toda la gente que quieras.

Frente al nuevo libro digital, el libro impreso, el de toda la vida, acompaña a varias generaciones de la familia, nunca pierde su magia y nos permite tener entre nuestras manos algo que nuestros antepasados también tenían. A pesar de no ser la elección principal de muchos de los lectores modernos, el libro impreso sigue generando mucho impacto en la sociedad y es preferido por otra gran parte de los lectores. A continuación, os dejo algunas de sus principales ventajas:

- Son más visuales y atractivos. A la hora de elegir qué hacer en nuestros ratos libres o qué libro leer, los libros impresos nos llaman fácilmente la atención y consiguen atraparnos más fácilmente, mientras que el libro digital hay que buscarlo por Internet.

- Se pueden conservar mejor, ya que siempre es mejor lugar una estantería que un disco duro, además de que así podemos apreciar con la vista todo lo que hemos leído.

- Cansa menos a la vista. Para leer un libro físico, basta con la luz natural o artificial para poder leerlo pero, en cambio, con un libro digital no debemos pasar horas y horas leyendo ya que cansa la vista y puede ocasionar problemas en nuestra visión.

- Conectamos mejor con la lectura y a veces nos enteramos mejor, ya que en un dispositivo en el que se lean libros digitales nos pueden llegar otro tipo de notificaciones que nos distraigan en nuestra lectura.

En el debate que genera esta difícil elección, hay algunos argumentos que pesan más que otros, pero en realidad hay uno que prima por encima de todos: la opinión del lector/a. Esta elección recae en cada uno de nosotros quienes deberemos decidir si seguir la tradición, o subirnos al tren de la innovación.

Rafael Fernández Valdepeñas

La historia de la imprenta y su evolución

La historia de la imprenta y su evolución

Mis compañeros/as de clase y yo pudimos realizar una visita al Museo de Artes Gráficas de la Universidad de Alcalá, donde pudimos apreciar algunas de las diferentes máquinas que se han ido usando a lo largo de los años para la impresión de documentos. Es por esto que voy a realizar un breve recorrido sobre la evolución de la imprenta, ya que ha sido uno de los inventos más revolucionarios de la Historia del libro y de la lectura, marcando un antes y un después y cambiando por completo la forma de producción de los libros.

Antes de que existieran las imprentas, los libros se copiaban a mano, lo que dificultaba la tarea de crear varios ejemplares de un mismo libro, ya que esta era una tarea costosa y laboriosa, por lo que el acceso a la cultura escrita estaba restringido a una escasa proporción de la población. Los primeros síntomas de impresión llegaron de China en torno al siglo VI d.C., gracias a la llegada de la xilografía. Con el paso del tiempo, esta técnica de impresión se fue perfeccionando hasta que, en el año 1040, se empezaron a desarrollar las primeras técnicas tipográficas, surgiendo así la impresión con tipos móviles realizada, en un primer momento, con moldes de arcillas. Pero estos tipos de arcilla eran muy frágiles, por lo que años más tarde se comenzaron a hacer de madera para mejorar la calidad de la impresión.

Pero si tenemos que destacar un momento clave en la invención de la imprenta, tenemos que hablar del año 1440, momento considerado como el año de la invención de la imprenta a manos de Johannes Gutenberg, quien logró introducir la imprenta en Europa gracias a sus moldes móviles de letras hechas de plomo fundido. De este modo, el proceso de impresión fuese mucho más rápido y menos costoso, permitiendo reproducir textos en serie. El primer libro que imprimieron fue un ejemplar de la Biblia, conocido como “la Biblia de Gutenberg”.

Pero otro momento clave para la evolución de la imprenta fue la revolución industrial. Gracias a la mecanización del proceso, surgió la primera rotativa de la historia datada en el año 1847 en Estados Unidos. Las rotativas supusieron un gran avance a la hora de agilizar el proceso, ya que las máquinas contaban con unos grandes cilindros que permitían una alimentación continua de papel en la prensa, llegando a imprimir hasta ocho mil copias por hora.

Unos años más tarde, en 1875, apareció la impresión en offset, aunque su adaptación a papel no se dio hasta 1904. Esta impresión, que sigue utilizándose hoy en día, resultó un gran avance al permitir realizar grandes tiradas. Esta impresión se basa en un método de impresión y repulsión entre el agua y las sustancias grasas. En ella se transfiere la tinta mediante una placa a una goma y a la superficie de impresión. Diez años después del nacimiento de esta impresión surgió la linotipia, estas máquinas tenían un funcionamiento similar a las máquinas de escribir, ya que el texto se componía pulsando las diferentes teclas con las letras. Esta impresión ayudó a mecanizar el proceso, ya que los tipógrafos no tenían que escribir el texto a mano.

Por último, podemos destacar la impresión láser, que surgió en 1971 y que consiste que, en a partir de un láser y tinta en polvo, se transfiere la imagen al papel. Esta impresión supuso que se pudiesen imprimir 20.000 líneas por minuto y dio lugar a la impresión de forma autónoma. Esta derivó a la impresión digital, que surgió en 1991, pudiendo imprimir a partir de un archivo digital.

Por todo ello, la evolución de la imprenta nos habla del papel que esta ha jugado en nuestras vidas, siendo sin duda un invento de gran ayuda para aumentar la producción y mejorar la calidad de los libros y, con ello, la mayor, mejor y más rápida circulación de la cultura escrita entre todas las personas, sin distinciones de ningún tipo, dispuesta a seguir evolucionando y adaptarse a los nuevos métodos de impresión y nuevas máquinas que surjan para ayudarnos en nuestro día a día.

Carmen Donoso Santos

Las normas de las bibliotecas en la Guerra Civil: no dar libros deprimentes al herido y tampoco inmorales o antirreligiosos

Las normas de las bibliotecas en la Guerra Civil: no dar libros deprimentes al herido y tampoco inmorales o antirreligiosos

El Archivo Histórico Provincial de Huesca saca a la luz una curiosa documentación procedente de la Biblioteca Pública sobre el programa “Lecturas de soldado”. Este programa estaba basado en la importancia de no dar, durante la contienda bélica, libros deprimentes al herido, ni obras de medicina que tuvieran relación con sus dolencias, o que fueran inmorales o antirreligiosas, o de política contraria al régimen. Además, cada libro devuelto debía “someterse a los rayos de sol y el aire durante el tiempo posible, pues esto es el mejor sistema de desinfección”. Estas son las curiosas reglas que regían el programa “Lecturas de soldado” que desarrollaron las Bibliotecas de Frentes y Hospitales durante la Guerra Civil española y que ha querido sacar a la luz el Archivo Histórico Provincial de Huesca para conmemorar el Día Internacional de las Bibliotecas.

Según explican, durante el conflicto, en el bando franquista se estableció un sistema de préstamo de libros a soldados destinados en los frentes a heridos de guerra ingresados en hospitales que también se organizó en Huesca durante los dos años que duró el cerco.

Procedente del fondo de la Biblioteca Pública, el Archivo Histórico Provincial de la ciudad conserva la documentación de este programa y las normas por las que se regía. También se pueden conocer los títulos que se leían, gracias al “Registro general de obras de la Biblioteca circulante para hospitales”. Gracias a este registro, se sabe, además, que continuamente tenían que dar de baja libros por las constantes evacuaciones y por los ataques en el frente.

Dentro de este programa, se recolectaron libros mediante donaciones de ciudadanos con destino a “Nuestra gloriosa marina de guerra”, de los que también hay listados en el Histórico Provincial oscense. Se conservan las relaciones con los lotes de libros que se enviaban por la provincia -al hospital de Binéfar, al del Casino de Huesca, al de Ayerbe- y a las posiciones del mismo frente de Huesca a la “guarnición de la torre de la Catedral” o a la “posición del Manicomio”.

Se guardan, asimismo, las facturas por la compra de librerías y de libros, incluso de la colocación de cristales en los muebles de los hospitales que los almacenaban. Y, por último, se puede conocer también a través de las papeletas de pedido de estas bibliotecas, qué soldados los leyeron, a qué se dedicaban antes de serlo, y, en el caso de los heridos, el número de cama en la que convalecieron.

Aitana Márquez Pérez

¡Por fin libres!

¡Por fin libres!

Encerrados, y sin que pudiesen pedir ayuda a pesar de todas las palabras que sabían.

Pasaban las horas que se fueron convirtiendo en días, y a su vez en meses y años.

Habían perdido ya casi la esperanza de ser rescatados, se daban por olvidados, menos mal que estaban juntos unos con otros y eso les había mantenido fuertes y unidos.

Por fin un día, sin más, sintieron como el calor de unas manos y la voz llena de juventud les devolvía a la vida.

Habían abierto sus páginas y comenzaron a leerles en alto, la escuela estaba de nuevo abierta....

Beatriz Lizcano Piquer

De un escritor novel, a otro/a

De un escritor novel, a otro/a

Muchas personas se han planteado alguna vez empezar a escribir, aunque sea pequeños relatos o historias, pero no saben por dónde empezar. Con fin de ayudar a esos nóveles escritores/as, en este post intenté dar algunos pequeños consejos basándome en mi experiencia personal, de un escritor novel a otro/a.

Para responder a esta pregunta sobre cómo empezar a escribir nuestra propia historia, me gustaría que se tuviese en cuenta que no existe un único método para empezar a escribir, al igual que no todas las personas son iguales, pero una buena idea para comenzar a es hacer un esquema inicial de las ideas principales de desarrollo de los primeros capítulos de la historia y desarrollarlo de manera que nuestro esquema consiga tener una continuidad.

El segundo paso, a modo de recomendación personal, sería realizar un pequeño desarrollo de personalidad de los personajes que queremos incluir en la obra centrando la trama de la obra sobre la personalidad de los personajes y su evolución durante el transcurso de la historia, modificando la hoja de personalidades si fuese necesario por sucesos de la historia que estamos escribiendo.

El tercer paso, una vez escritas las primeras páginas, sería repartir a la gente de nuestro alrededor, personas de nuestra confianza, lo avanzado hasta el momento, para que nos den su opinión al respecto y nos aporten ideas y críticas constructivas ayudándonos a mejorar nuestra redacción, pues los lectores/as son el centro, el escritor/a no es nadie sin sus lectores/as y su feedback. No hay que olvidar que al ser personas externas a la obra que se está escribiendo, nos pueden proporcionar un punto de vista externo e ideas para mejorarla hacia una mejor redacción.

El cuarto paso a seguir, aunque es de los más complejos, es muy importante para poder realizar una buena historia, pues al igual que las personas cambian a lo largo de su vida, los personajes de nuestra redacción han de evolucionar durante el desarrollo para hacer que se sientan reales y no sólo un producto de la imaginación del autor/a, es decir hay que darles sentimientos que sean acordes a la escena y no dejar un personaje plano con el mismo tipo de reacciones. Para ello, los autores/as noveles normalmente acudimos a las personas de nuestro círculo más cercano para buscar consejo; nadie está solo y nadie sabe todo, por eso buscar apoyos es siempre una buena opción.

Además, hay que tener en cuenta que siempre que se empieza a escribir una obra con un primer boceto no siempre se avanza como quisiéramos o como teníamos pensado en un principio, por lo que no se tiene que tener miedo a equivocarse, hasta los autores/as de más renombre tienen momentos de dificultad para continuar con la escritura de la obra e incluso se equivocan y se ven obligados/as a redactar nuevamente parte de la obra.

Para finalizar, un escritor/a novel debe conocer sus límites y no sobre excederse o quemarse en el proceso de escritura, ya que aunque parezca sencillo, nuestro cerebro está en continuo funcionamiento, buscando la manera de seguir con la redacción, con lo que debemos descansar para no escribir cualquier idea que nos venga a la mente y reflexionar sobre qué es más beneficioso para la continuidad y el sentido de la obra. Siguiendo todos estos pasos, seguro que tú también puedes escribir tu propia obra.

Rodrigo Díez Callejas

Puertas con sentimiento

Puertas con sentimiento

Un viaje, un camino intacto,

el tiempo.

Una escapatoria,

una puerta sin llave,

un cerco.

Un mundo paralelo,

un amor, una muerte, un sueño.

Un llanto, una risa, un grito,

un sentimiento.

Un te quiero, un ven,

un frena, un vuelve,

un se fue.

Un poema, un verso,

un párrafo, un texto.

Una vida, un universo.

Una prosa o una rosa,

una lluvia y un viento.

Con él vibro, me desequilibro

y vuelvo al ruido.

Simplemente, un libro.

 

Marta Montoya Sanmiguel

El legado de los libros

El legado de los libros

María era una niña curiosa y soñadora que pasaba horas y horas leyendo todo tipo de libros. Desde que aprendió a leer, se enamoró de las historias y los mundos que se abrían ante ella en cada página. Cada noche, se acurrucaba en su cama con un libro en las manos, dejando que las letras la transportaran a lugares mágicos y aventuras emocionantes.

Un día, mientras caminaba por la calle, vio una pequeña librería en la acera de enfrente Se acercó con curiosidad y encontró una nota pegada en la puerta que decía “Toma un libro, deja un libro”. María sonrió y entró en la biblioteca, donde descubrió una gran variedad de libros de todo tipo y género. Se quedó maravillada al ver tantos libros aguardando su lectura.

Desde ese día, María visitaba la biblioteca cada vez que podía, intercambiando libros y descubriendo nuevas historias que la hacían soñar despierta. A medida que crecía, su amor por los libros y la lectura crecía con ella. Los libros la habían llevado a mundos que nunca hubiera imaginado y a conocer personas que no pudiera haber conocido en el mundo real, y estaba agradecida por cada palabra que había visto en sus ojos.

Con el tiempo, María decidió que quería compartir su amor por los libros con otros. Abrió una pequeña librería en su ciudad natal, donde los amantes de la lectura podían reunirse y explorar nuevos títulos. Ahora, María se sentía más feliz que nunca, sabiendo que había encontrado su verdadera pasión gracias a esos libros.

Un día, decidió colgar en el escaparate de su librería un cartel como el que había visto cuando pequeña, hacía tanto tiempo. Al poco, un pequeño niño entró en el establecimiento con un libro en la mano y lo depositó en el mostrador sonriendo. María se preguntó si aquella sonrisa sería la misma que vieron en su propio rostro en aquella librería años atrás.

Jorge Navidad Espliego

Librería Berkana: un refugio para la diferencia

Librería Berkana: un refugio para la diferencia

Berkana es una librería española fundada por Mili Hernández y Mar de Griñó que se encuentra en la madrileña Calle de Hortaleza, 62. Fue creada en 1993 y se convirtió en la primera librería especializada en cultura LGTBIQ+ de España y de Latinoamérica.

Sus primeros años de historia fueron complicados, debido a la escasez de libros de temática LGTBIQ+ y a la falta de clientes, puesto que muchos/as no se atrevían a cruzar sus puertas (hacerlo, al fin y al cabo, debemos pensar que era una forma de significarse en un momento en el que las cosas no eran como son ahora). Sin embargo, hoy en día Berkana se ha convertido en una de las librerías de referencia especializadas en esta temática. Además, también cuenta con una editorial propia e independiente, la Editorial Egales, creada en 1995, donde se publican libros sobre LGTBIQ+ tanto de ficción como de no ficción.

Berkana, más allá de ser una librería, es un espacio de convivencia y de encuentro para el colectivo LGTBIQ+. En su local se realizan numerosas actividades, tales como presentaciones y firmas de libros con la presencia de los autores/as, coloquios e incluso celebraciones de días especiales para el colectivo, como el 1 de abril, el Día del Libro LGTBIQ+.

La existencia de librerías como Berkana, y de los libros que se venden en ellas, tiene una gran importancia para nuestro colectivo, sobre todo en estos tiempos en los que nuestros derechos y libertades se ven amenazados por la aparición de la extrema derecha. Por otro lado, estas librerías, a diferencia de los grandes almacenes, promueven el encuentro social, pues en el local de Berkana el lector/a se encuentra con otros lectores/as, con sus autores/as favoritos, e incluso con las dueñas de la librería, siempre dispuestas a realizar recomendaciones.

Y, por último, y lo más importante: conceder un lugar a este tipo de lecturas es de vital importancia a la hora de forjar identidades que se encuentran "fuera de la norma". A través de las historias o de los relatos de otros/as, los lectores/as nos sentimos acompañados, entendemos lo que nos pasa, podemos nombrarlo, normalizarlo y, a partir de ahí, construir nuestro yo, convirtiéndonos en aquellas personas que siempre hemos deseado ser. En definitiva, la lectura es un refugio y un rayo de luz para un colectivo como el nuestro, que ha tenido que vivir muchos años en la sombra.

Guillermo Sevillano Renedo

Escritura sobre lectura

Escritura sobre lectura

Leo mis emociones.
Leo habitaciones.
Leo desilusiones.
Te leo leyéndome.
A veces me canso de leer, de no encontrar mi libro.
A veces no leo, me pongo a correr.
A veces me pierdo de página.
A veces me cuesta volver.


Leo todos los días.
Pero no leo “todos los días”.
También leo ingredientes o libros de texto.
Leo y me encuentro.
Leo y me pierdo.
¿Dónde estoy? No sé, no lo recuerdo.


Leo y pasa el rato.
Leo y se detiene el tiempo.
Leo lo que escribo.
Escribo, y leo a la vez.
Leo mares de pena.
Lloro mares de pena.
Leo desde la ignorancia.
Leo sin concordancia.
Leo hasta la hora de cenar.
Entonces, me pongo a bailar.
No siempre que quiero leo.
Y, a veces, leo cuando no quiero.
Muchas veces me olvido de lo que leo.
Otras veces dibujo lo que leo.
También leo dibujos.
Los colores, los leo.
Las formas, las veo.
Leo pentagramas con notas y silencios. Leo silencios. Leo silenciosamente.


A veces leer me hace reír.
Leer, otras veces, me duele.
Pero rara vez me suelo arrepentir de leer.
Lo escrito es siempre más paciente que el que lee.
Nunca la página de un libro se ha enfadado conmigo.
Y lo agradezco. Se lo agradezco. Te lo agradezco.
El tiempo, ahora, también lo leo.
La lluvia borra lo que escribo.
El sol, en cambio, lo fija, aunque no tenga sentido.

A veces, echo de menos leer, como echo de menos al que quiero.
Leo lo que piensas mientras lees esto. Y no sé si lo estás leyendo. No lo doy por supuesto.

 

Elisa Mercedes López Canalejo