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El poder de la lectura: cómo la alfabetización cambió el mundo del libro

El poder de la lectura: cómo la alfabetización cambió el mundo del libro

La alfabetización y la expansión de la escuela en Europa en el siglo XIX fueron un momento clave en la Historia de la lectura. En este período, la educación formal comenzó a expandirse y se hicieron esfuerzos para enseñar a la población a leer y escribir. Esto tuvo un gran impacto en la forma en que la gente consumía información y cómo se desarrollaba la cultura.

Antes del siglo XIX, la educación formal era principalmente una preocupación de la élite. La mayoría de la población europea no tenía acceso a la educación y muchos/as no sabían ni leer ni escribir. En algunos casos, la iglesia católica o las instituciones religiosas proporcionaban educación básica, pero esto era raro y limitado. Así pues, la alfabetización era vista como algo al acceso de unos pocos y no como un derecho universal. Sin embargo, a medida que la Revolución Industrial comenzó a transformar la sociedad europea, se hizo evidente que se necesitaba una fuerza laboral educada para satisfacer las demandas de la industria. Además, los movimientos de reforma social comenzaron a exigir una mayor igualdad de oportunidades educativas para todos los ciudadanos/as. Esto llevó a una serie de reformas educativas en toda Europa y América del Norte, que culminaron en la creación de los sistemas escolares públicos en muchos países. Estos sistemas educativos se centraron en la enseñanza de habilidades básicas como la lectura y la escritura, así como en la educación cívica y moral de los más pequeños/as. Asimismo, la creciente necesidad de material de lectura y libros de texto para las escuelas y el público en general llevó a innovaciones importantes en la producción de libros y a una mayor accesibilidad para la población.

En 1836, el profesor William Holmes McGuffey publicó el primer libro de su serie de lectores, que se convirtió en un éxito inmediato en todo el país. Estos libros de lectura graduados, que incluían lecturas bíblicas y textos clásicos, se utilizaron ampliamente en las escuelas y hogares estadounidenses durante más de un siglo. La serie de McGuffey Readers reflejaba la idea de que la educación debería estar disponible para todos los ciudadanos/as, y que los libros de texto eran una forma importante de difundir el conocimiento y la educación. Los libros fueron diseñados para ser asequibles, con precios bajos y un formato compacto y fácil de transportar. Además, fomentaban la moralidad y el patriotismo, valores que se consideraban importantes para el desarrollo de la sociedad estadounidense del momento.

Por lo tanto, la serie de McGuffey Readers ejemplifica muy bien cómo la expansión de la educación y la alfabetización pública y de masas en el siglo XIX impulsó la producción y la accesibilidad de los libros, y cómo los libros de texto se convirtieron en una parte importante de la instrucción y la cultura populares en todo el mundo.

Leire Pascual Huarte

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (séptima parte)

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (séptima parte)

La cámara deja de hacer zoom cuando Pablo toma la palabra. Eneas acaba de explicar que lo último que recuerda es despedirse de su madre para regresar al barco antes de sumergirse en un angustioso vacío y ser escupido aquí, dondequiera que eso sea, cuando el presentador decide que ha llegado el momento de contarle al héroe sobre el mundo real.

— Lo justo es que también tú sepas un poco de nosotros. Sabemos que te han explicado que estás en un futuro bastante lejano, y todo lo que te rodea es una ciencia maravillosa. Nos ha dicho un pajarito que admiras la vida cómoda que llevamos, pero no todo lo que reluce es oro aquí. —Mira al frente, hacia el público—. Por eso, esta noche, nuestros dos acompañantes van a jugar a un juego muy especial. Se llama “Tú tienes, yo tengo”. ¿Cómo se dice en latín? Tu habes, ego habeo. De acuerdo, queda bien y todo. Por turnos, una vez cada uno, debéis nombrar una de las dificultades a las que os hayáis enfrentado, para ver si son equiparables o no. —Se gira hacia el historiador—. A ti te pido que intentes no llevarlo a lo personal; hablas en nombre de la población española. Bien: ¿estáis preparados? Empieza nuestro invitado de honor, Eneas.

Eneas menciona la peste.

— Esa es fácil —dice el historiador, y cita al archiconocido COVID-19.

— Una pandemia que dura ya más de dos años —asiente el presentador cuando el público se serena—. Se transmite por el aire, lo que nos ha obligado a estar encerrados en casa, a guardar las distancias y a pasar mucho tiempo con la mitad de la cara cubierta, ¿no es así?

Eneas lanza una exclamación de comprensión, y comenta algo que arranca una carcajada tanto del escolta como del historiador.

— Pregunta que si por eso llevamos tapaculos en la boca —dice el historiador entre lágrimas de risa. Su turno es el siguiente—. La guerra de Ucrania.

Eneas hace un gesto despectivo con la mano; se está divirtiendo una barbaridad.

— Guerra de Troya. Mmmm… Ah, la harpía Celeno.

El historiador duda. Se toma su tiempo.

— ¿La caída del SEPE? —dice al fin, y Pablo lo da por bueno.

— ¡Escila y Caribdis! —se adelanta el héroe.

— Pues a ver, no me queda otra que mencionar a Filomena.

A Eneas le encanta la idea de imaginar Madrid cubierta de nieve.

— La erupción del volcán Cumbre Vieja —continúa el historiador.

— El Averno —replica el de la Eneida con voz ronca.

— ¿La ley Celaá? —aventura el experto.

Cuando a Eneas le explican lo que es, responde:

— La manzana de la discordia.

Una vez el público deja de reír, el presentador proclama al héroe vencedor de la mini competición. A modo de agradecimiento, el troyano asiente, y, ni corto ni perezoso, dice que los problemas del siglo XXI le dan dolor de cabeza, aunque parecen cuentos de niños.

Entonces la música cambia, y entra trotando en el plató un hombre risueño de gesto expresivo. Es Marron, el encargado de la sección de ciencias del programa. En esta ocasión no aparece con nada especial, solo con un discreto libro que lleva bajo el sobaco para poder agitar la mano en dirección a las cámaras y al público. Ese libro es, ni más ni menos, que la Eneida.

Continuará en el próximo post...

Leyre I. Avilés Canalejo

El movimiento Riot Grrl y los fanzines

El movimiento Riot Grrl y los fanzines

El movimiento Riot Grrl nace en la década de los 90. Es un movimiento feminista, punk y anticapitalista que surge gracias a varias jóvenes feministas en Estados Unidos.

Aunque el punk había nacido en los años 70, la música punk rock todavía estaba en pleno auge en los 90. El punk fue y es un movimiento contracultural que se caracteriza por su actitud desafiante ante distintos aspectos de la sociedad. Lucha por la igualdad y por la abolición de las jerarquías; es la identidad de la ira y la rebelión. Sin embargo, hay un tema que los cantantes y grupos punks, mayoritariamente formados por hombres, no se atrevieron a cuestionar: la desigualdad de género. Podría pensarse que, ya que la esencia de la filosofía punk es rebelarse contra el orden establecido, este iría de la mano del feminismo. No obstante, si hablamos de la escena musical, apenas se hacía mención de esta lucha, y tampoco se observaba gran esfuerzo por parte de los hombres para incluir a las mujeres que, como siempre, eran vistas como meras espectadoras.

Es en este contexto cuando, en los años 90, grupos de chicas jóvenes comienzan a organizarse para generar conciencia feminista, y son ellas mismas las que forman sus propios grupos de música punk para transmitir su mensaje. Toda esta actividad tuvo lugar gracias a un sentimiento de comunidad fuertemente vinculado al mundo de la cultura, pues actuaban desde la filosofía del DIY, una de sus principales señas de identidad (Do It Yourself = Hazlo tú mismo). Entre otras cosas, se creaban exposiciones de arte, clubs de lectura, reuniones de militancia política…Pero lo más importante para nosotras hoy es la relevancia que los fanzines tuvieron en este movimiento.

Un fanzine es una autopublicación de tema libre, en la que no existen la censura ni la presión de tener que apegarse a criterios específicos de las editoriales comerciales. Suelen ser revistas con tiraje limitado, a menudo publicadas con métodos de impresión económicos y rudimentarios, y son los/as creadores/as de los fanzines quiénes trabajan en todos los aspectos de la publicación: tanto en el diseño como en la distribución. El término “fanzine” proviene de los términos “fan” y “magazine” y está asociado a creaciones realizadas por entusiastas del arte, la música, la cultura… y a impresiones realizadas con el objetivo de difundir ideas políticas. Aunque el género de los fanzines apareció muchas décadas antes, a partir de los años sesenta comenzó a adoptar temas políticos y de protesta.

Los fanzines desempeñaron un papel fundamental en el movimiento Riot Grrl, pues es el medio que las chicas usaron para dejar por escrito sus ideas y difundirlas. Si reflexionamos sobre lo que hemos estudiado este año, creo que hay temas muy relevantes que podemos conectar con todo esto. Por ejemplo, sabemos que durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la lectura de las mujeres estaba prohibida o controlada, ya que existía el miedo de que aprendiesen a pensar por sí mismas o de que la información del exterior generase ideas en ellas que fuesen en contra de los roles que se les habían asignado. También me parece importante el tema de la censura en la lectura, que ocurre desde los tiempos de Augusto y que sigue ocurriendo hoy en día. La existencia de la censura es una muestra de la conciencia del poder que tiene la palabra escrita, pues si surge la necesidad de censurar obras que desafían las ideologías establecidas, es porque se sabe que pueden generar y difundir pensamientos diferentes, de manera que los libros se convierten en armas peligrosas.

Creo que es esencial relacionar todo esto con el surgimiento de los nuevos lectores del siglo XIX y con la lectura militante de los proletarios, que crearon su propia cultura lectora e hicieron de la lectura una vía de formación para conseguir la emancipación de la ignorancia y de la dependencia. El punk feminista tuvo lugar en una época y en un contexto en que las mujeres tenían acceso a la palabra escrita y les fue posible propagar sus ideas y pensamientos. Es por todo esto que considero fundamental el papel de los fanzines en la historia del feminismo y de la lectura.

Laura Muñoz Félix

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (sexta parte)

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (sexta parte)

Pero Eneas se mantiene críptico a la hora de hablar de la soberana de los cartagineses, aunque no logra ocultar el dolor que encierran sus misteriosas palabras. Cuando narra su abandono, explica que fue el principio de mil desgracias (“y la justificación a las guerras púnicas”, replica el historiador con sorna). La pérdida de la mujer; un tormento en sus entrañas. Ella no puede ser descrita con palabras. La quería, sí, por los dioses que la quería, al menos hasta que ella apagó la llama de su propia vida (y aquí deja escapar una corta risa amarga, consciente de la ironía en su relato). Pero el destino es Italia, y a Italia se dirige. Eneas no vuelve a ver a Dido hasta obtener la rama de oro que le abre las puertas del Inframundo.

A Pablo le intriga sobremanera el concepto que tiene el héroe del Averno, los dioses y distintos espíritus que van apareciendo en la historia.

— ¿Los fantasmas son transparentes? ¿Se ve a través de ellos? ¿Te roban la energía vital si los tocas? —se interesa también Barrancas. El historiador le hace el favor a Eneas de no transmitir esa parte.

De su estancia en el mundo de los difuntos habla con horror; la voz ronca. Lo único que le da esperanza en ese periodo es la presencia de su padre y su promesa de un futuro próspero. Esta vez es una puerta de marfil la que lo lleva a cumplir su sueño, que comienza al poco tiempo, cuando los suyos se asientan en la ribera del Tíber y se alían con el rey Latino. Describe a Lavinia con prudencia y decoro, lo que da a entender que, curiosamente, el matrimonio tiene pinta de no haberse consumado. Eneas relata de la diosa Juno que envía su furia en forma de bestia a perseguirlo, y del rey Turno —previamente prometido con Lavinia—, cómo se gana su eterna enemistad. Sin embargo, solo cuando el hijo del héroe, Ascanio, en una cacería, mata a un ciervo que bien parece sagrado, se enervan todos, y así da comienzo la guerra del Lacio.

Llegados a este punto, le devuelven a Eneas su escudo, confiscado de forma temporal. Es un regalo de su divina madre, mandado realizar al dios Vulcano, y en él se ilustran innumerables viñetas. Eneas las señala con orgullo, mientras describe las que considera más importantes, en especial aquellas que muestran la estirpe de su hijo, incluyendo reyes y emperadores de renombre.

Continuará en el próximo post...

Leyre I. Avilés Canalejo

Dudas

Dudas

Crecí sin televisión, sin contacto con el mundo digital y alejada de las series de las que mis amigas de la infancia hablaban. Recuerdo salir a la hora del recreo y escuchar a mis compañeras de clase hablar sobre si el protagonista de la serie del momento había conseguido derrotar a su archienemigo. Yo no me enteraba de nada. Miento. Llegó un punto en el que sabía perfectamente qué ocurría en el capítulo de cada semana de tanto escuchar hablar de él. Pero la realidad es que en mi casa el único dispositivo electrónico que había era un ordenador lleno de virus que tardaba quince minutos en iniciar sesión.

Así, pasé los primeros años de mi vida sin más remedio que sumergirme en el mundo de la lectura. Poco a poco se convirtió en todo mi mundo, en mi refugio. Volvía cada día de clase con ganas de leer el libro que había dejado a medias mientras desayunaba y por la noche soñaba con los personajes que protagonizaban mis libros. Cada libro me removía por completo y, al terminarlo, quedaba en mí una sensación de vacío que tardaba semanas en marcharse. Había convertido la lectura en una parte de mí.

En cambio, ahora, cada vez que sostengo un libro en mis manos, me invade el cuerpo una nostalgia que me paraliza. A veces, me sorprendo a mí misma buscando un rato para abrir un libro y sumergirme en la lectura. Pero lo cierto es que a los cinco minutos encuentro una actividad que, por casualidad, era más urgente que el libro que me disponía a leer. Tengo miedo de no volver a vivir esa sensación de no poder parar de leer, de querer que las páginas del libro se multipliquen para no terminarlo nunca. Ahora, cada vez que abro un libro, tengo miedo de no poder disfrutarlo. Tengo miedo de no poder sentir la lectura. Todo son excusas para no sentarme a leer una novela, un ensayo, un artículo... Que si tengo un examen la semana siguiente, que si tengo que preparar la cena, que si me tengo que irme a dormir pronto porque mañana madrugo, que si ya leeré en verano cuando tenga más tiempo… Y cada vez que esas excusas se vuelven obsoletas, surgen nuevas. ¿Acaso se puede denominar amante de la lectura alguien que lleva más de un año sin ser capaz de terminar un libro? Si es cierto que para lo que queremos siempre encontramos tiempo, me pregunto si la lectura no me gusta lo suficiente.

Sin embargo, creo que el problema no es ese. Pienso que leer supone reencontrarse con el silencio. Implica parar el frenesí del día a día. Dejar la inercia y reunirme conmigo misma. Escuchar lo que mi cabeza me tiene que decir. Atender mis palabras, lo que mi mente imagina, llegar a los lugares más recónditos de mi cerebro y experimentar lo que el libro me evoca. Quizás leer supone reencontrarse con viejas heridas y abrir nuevas. Ponerme a prueba. Exponerme a sentirme mal, a llorar, a decepcionarme… a redescubrir emociones que no sabía que estaban ahí. Y puede que no esté tan preparada para ello como yo creía. Quizás lo que de verdad me aterra no es no volver a disfrutar de la lectura, sino que mis emociones me invadan y no sepa cómo pararlas. Me da miedo que leer me lleve a descubrir cosas de mí misma que no quiero saber. Que ese proceso de inmersión lectora pueda conmigo y termine sin ser, ni siquiera, capaz de leer.

Claro que sé que los bloqueos lectores existen, que hay momentos en los que no tenemos fuerzas, o tiempo, o ganas… Pero me aterra no volver a tenerlas; que en este mundo lleno de consumismo, inmediatez, y sobre estímulos, haya perdido la capacidad de sentarme a la luz de la lámpara y abstraerme en una lectura lenta y aburrida. ¿Habré acaso perdido la capacidad del aburrimiento? Yo, que he reivindicado siempre que este sistema capitalista nos hace creer en la gran mentira de que el trabajo dignifica, de que no somos seres útiles si no producimos, de que nuestra valía se mide según cuánto capital generamos… Yo, que he querido siempre alejarme de todo eso, ¿Habré perdido la capacidad de no hacer nada productivo?

Haizea García Villanueva

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (quinta parte)

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (quinta parte)

—En cualquier caso—interviene el presentador—, no importa el origen: Eneas sí se ha llevado un buen soponcio, y nosotros también. —Se gira hacia el historiador—. ¿Te importaría traducir? —Luego mira a los asistentes, en parte para conectar con ellos, pero también para averiguar cómo se lo están tomando—. No me quiero ni imaginar lo que estará sintiendo, menudo choque cultural. Y temporal.

— Es un hombre acostumbrado a lo mitológico —salta el historiador—, ¡por favor, él ni siquiera tendría que estar aquí! Somos nosotros quienes debemos hacer el esfuerzo de entenderlo: Eneas, quae est ultima memoria tua?

Y se dirige a él con una delicadeza exagerada, lo que despierta la burla de las hormigas.

— Es un gladiador, no se va a romper —dice Barrancas.

— ¡Gladiador! —se indigna Trancas—, ¡qué dices!

— Es-es un héroe de guerra, hormiga —explica el historiador.

— Eso, a ver si te enteras, hormiga —sigue Trancas.

— Qué —dice Barrancas con sorna, ignorándolos y dirigiéndose al héroe—, te peleaste a saco con los griegos y luego a viajar hasta encontrar tu casa, o más bien crearla de cero. Me parece un timo, la verdad.

— No —dice de pronto el héroe con voz profunda. Todos se vuelven hacia él, que le indica al escolta que lo ha entendido, y se acoda sobre la mesa.

Entonces habla.

Y procede a narrar, con la voz cadenciosa de los oradores y la delicadeza lírica de los poetas, cómo fue la caída de Troya; la traición tallada en madera (“¡El caballo!” exclama al punto Trancas, en cuanto le llega la traducción), el desolador color de la muerte, las ruinas de la ciudad más hermosa. Y los gritos. Chillidos agónicos, lamentos atormentados, los soldados troyanos mutilados, masacrados. La visión esperpéntica de un Héctor derrotado que se le aparece en sueños, y, luego, la de su mujer en la distancia, envuelta en cenizas y humo, estando despierto. Abandona su hogar con el alma en vilo, su padre a cuestas y su hijo aferrado al brazo (“la alegoría de la vida”, explicará luego el historiador: “el ser humano lleva el pasado a la espalda y el futuro de la mano”), para dejarse conducir por el destino, primero a las montañas, y después, lejos, mucho más lejos.

De sus peripecias por mar hace un resumen, y nadie se lo reprocha. A su espalda una televisión se enciende para mostrar un mapa con el recorrido completo dibujado. Al descubrirlo, Eneas queda maravillado, y prosigue con más entusiasmo: de Tracia al oráculo de Delfos. En Creta los vuelve a sorprender la muerte, esta vez en forma de plaga. Huyen despavoridos hasta desembarcar en las islas Estrófades y, ¡oh, sorpresa!, las crueles harpías les hacen una visita: una de ellas, Celeno, lo ataca con una nueva profecía. En las costas de Epiro encuentran amigos, en las de Sicilia enemigos vencidos. Tras sobrevivir valientemente a los monstruos Escila y Caribdis, de oca en oca y tiro porque me toca, llegan al puerto de Drépano, donde, por vez tercera, la muerte se cobra su precio y le roba la vida a Anquises. Aún en duelo por la pérdida de su padre, Eneas se ve incapaz de esquivar la inmensa tormenta que lo arrastra hasta África; hasta los brazos de la reina Dido.

— ¡Oh, aquí viene el amor! —se emociona Trancas, y Pablo y Barrancas se ponen de acuerdo para mandarlo callar con un “shhh” de lo más impaciente. El público también contiene la respiración.

Continuará en el próximo post...

Leyre I. Avilés Canalejo

¿Por qué leemos lo que leemos?

¿Por qué leemos lo que leemos?

Al disponerme a realizar mi publicación para el blog AEDO me di cuenta de que estaba bastante perdido en lo que a elegir un tema para desarrollar se refiere. Mientras mi mente divagaba entre todos los posibles aspectos sobre los que podría trabajar, observé que mi madre se tumbaba en el sofá y empezaba a leer uno de los libros policiacos que tanto le gustan. En ese momento me vino a la cabeza la pregunta de por qué mi madre leía tantos libros policiacos y ninguno, por ejemplo, de poesía, por lo que dispuesto a resolver esta duda que me acababa de surgir, me dirigí a mi madre y le pregunté porque leía tantos libros del mismo género y nunca cambiaba sus lecturas. La respuesta de mi madre me dejó asombrado, puesto que se limitó a decirme que eran los libros policiacos los que más le hacían sentir. Al escuchar esto, mis dudas no solo no se resolvieron, si no que aumentaron, por lo que seguí preguntando a mi madre el porqué de esto y si otros géneros no le hacían sentir nada. La respuesta de mi madre volvió a ser de poca ayuda para resolver mi duda, “simplemente se debe a que es el género que siempre me ha gustado y así no fallo nunca al elegir a qué historia dedicarle mi tiempo”. 

Tras escuchar esto dejé de preguntar a mi madre y me quedé pensando sus palabras. No comprendía porqué para mí los libros policiacos resultaban una pérdida de tiempo mientras que para mi madre eran una gran opción con la que siempre salía satisfecha. Tras pensar durante un tiempo y hablar con mi padre del tema, llegué a la conclusión de que elegimos libros que nos hagan sentir identificados y que debido a esto nos hagan sentir emociones de una manera más potente. Es por este motivo que, en mi caso, los libros que suelo leer y con los que más disfruto son los libros de fantasía, porque desde pequeño siempre me fascinaron mundos nuevos e imposibles en los que dar rienda suelta a mi imaginación y en los que me sinto identificado, pues los protagonistas de estos libros suelen ser niños o adolescentes. Quizás por eso mi madre lea tantos libros sobre detectives y misterios sin resolver, pues en el fondo su sueño de convertirse en un detective de éxito sigue vivo dentro de ella. Quizás elegimos los libros que elegimos porque vemos reflejado en sus páginas todas las vidas que nos hubiera gustado vivir, pero que por diversas circunstancias no hemos podido alcanzar. Quizás y solo quizás, por eso es por lo que leemos lo que leemos.

Juan García González

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (cuarta parte)

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (cuarta parte)

— Eneas es el hijo del mortal Anquises y la diosa Venus, claro está —dice el historiador.

El aludido, que hasta el momento estaba enfrascado en la contemplación de una de las tazas con el logo del Hormiguero que hay sobre la mesa, clava sus ojos en él al reconocer los nombres claves. Incapaz de mantener el contacto visual, el historiador parpadea, azorado.

— Esa es la diosa del amor y la belleza, ¿no? —sigue Trancas, y se gira hacia Eneas—. Caray, pues claro, con esa madre no me extraña su apariencia.

— Sí, pero yo soy más guapo —dice la otra hormiga—. Oye, hay una cosa que no entiendo: si Eneas fundó… funda, no, fundará (jo, qué lío) Roma, siendo un semidiós, ¿significa eso que los romanos son “divinos”?

El historiador se rasca la barba, pensativo.

— Eso nos quería hacer creer Virgilio… No lo sé, la verdad, es todo tan insólito que aún no me lo creo.  Lo que suponíamos hasta ahora es que el autor escribe la Eneida como propaganda política a favor del emperador Augusto, que se considera descendiente de Iulo o Ascanio, hijo de ese señor de ahí… Uff... La historia de la Eneida lo legitimaría como emperador… ¿Qué pasa?

Las cámaras dejan de enfocarlo para centrarse en Pablo y Eneas, que de disputarse la taza han pasado a jugar a una especie de calienta-manos bastante divertido que ha dejado de serlo cuando Pablo no ha tenido los suficientes reflejos para apartarse a tiempo del brazo de la justicia de Eneas. Le lagrimean los ojos por el dolor y se masajea la mano antes de decir:

— Perdón, perdón, hemos tenido un pequeño encontronazo aquí, nada serio. Esto es fascinante, ¡qué fuerza la suya, señor Eneas! —mira al escolta—. ¿Cómo se dice en latín? ¿Brutus totalus? —Al escucharlo, el historiador esboza una mueca que solo captan las cámaras. Pablo se dirige a él—. Entonces, ¿qué piensan los romanos de descender de un exiliado político que huye de la guerra?

— Pues curiosamente mucho orgullo, porque para ellos no es una desgracia; es el supuesto fundador de la gloriosa ciudad de Roma...

— Pero —interviene Barrancas—, este Eneas, ¿ha fundado la ciudad o la va a fundar?

— ¡Podemos pedirle al propio Eneas que nos cuente su historia! —exclama súbitamente Pablo, como si hasta entonces no se hubiera percatado de que esa es la razón por la que están allí. Por primera vez, el público ríe con ganas.

— Eso ya lo hizo Dido —masculla el historiador, pero nadie le hace caso.

— Eso sí, a ver cómo nos hacemos entender… Tú no hablas español, ¿verdad? —le dice el presentador al escolta—, solo lo entiendes.

El guardaespaldas le dedica una sonrisa que no compromete a nada.

— Si lo viera Virgilio se caería tieso al suelo del susto, seguro —reflexiona en alto Trancas, observando cómo el héroe analiza minuciosamente la taza, a partir de ahora de su propiedad, porque Pablo no piensa seguir arriesgando su integridad física por ella.

— Ese hombre lleva siglos criando malvas —apunta Barrancas—. Como también él aparezca por la puerta soy yo quien acaba bajo tierra, ya verás.

— Nos da un soponcio a todos —confirma el presentador.

— Que, por cierto —sigue Trancas—, no sé si lo sabéis, pero la palabra soponcio viene del latín; sopio, que significa según la RAE—coge aire, y recita sin pausas—: órgano-masculino-que-comparten-el-hombre-y-algunos-animales-que-sirve-para-miccionar-y-copular.

— Vamos —sigue la otra hormiga—, la minga, la manguera, el garrote, el pajarito, la anaconda, la pilil…

— Bueno, vale ya las dos, ¿no?

— En fin —concluye Trancas—, que los romanos hacían dibujitos de ese estilo y dicen las malas lenguas que las señoritas al verlo se asustaban tanto que hasta se desmayaban.

— Esa es solo una teoría —interviene el historiador—. La palabra soponcio viene de la mezcla entre subitus y responsio. De la primera acaba evolucionando sopetón, y respecto a la segunda, se refiere a la reacción del cuerpo frente a algo morboso. Otra explicación posible es que se origine con la expresión sub Poncio Pilato mucho más adelante, cuando el juez se lavaba las manos y el reo se desmayaba porque se entendía que lo iban a condenar.

— Pues que yo sepa hay un grafiti de un sopio en Pompeya —sigue la primera hormiga, un poco molesta.

Continuará en el próximo post...

Leyre I. Avilés Canalejo

Top 3 libros que recomiendo para niños de Primaria, ESO y más allá (desde el punto de vista de una futura docente)

Top 3 libros que recomiendo para niños de Primaria, ESO y más allá (desde el punto de vista de una futura docente)

Este post está destinado a aquellos/as interesados en la labor docente y en la lectura infantil. Los libros son una herramienta pedagógica muy importante para la educación, con ella los niños/as (y no tan niños) desarrollan su imaginación, aprenden vocabulario, conocen el mundo que les rodea, les ayuda a su concentración y aumentan sus conocimientos y su cultura. Por todo ello, os voy a recomendar libros adecuados a distintas etapas del desarrollo infantil y que nos van a permitir acercar a los niños/as al maravilloso mundo de la lectura.

 

El principito, de Antoine de Saint-Exupéry

¿De qué trata El Principito?

Esta historia trata de un aviador que, durante un trayecto, sufre una avería y cae en un desierto, donde conoce a un niño, El principito, que dice ser de un planeta muy diminuto, el asteroide B-612. Poco a poco el niño narra diversas aventuras que ha ido viviendo a lo largo del universo, en las que conoce a personajes tan peculiares como el rey vanidoso, el hombre de negocios, el bebedor, el farolero y el geógrafo, pero en ninguno de esos planetas encuentra amigos como en la tierra.

¿Por qué recomiendo esta obra?

Es una obra que reflexiona acerca de valores como la amistad, el amor, la inocencia, la empatía… y además, es una obra que cuenta con distintas ilustraciones del propio autor que pueden llamar la atención de los más pequeños/as. Asimismo, fomenta la imaginación infantil y les enseña a valorar tanto las pequeñas cosas, como el gran mundo que les rodea. Por tanto, es una obra cargada de valores positivos, que no solo puede ser disfrutada por los niños/as, sino también por el resto de la familia.

¿A quién está destinada?

Esta obra está destinada a niños/as de a partir de los 10 años hasta la edad adulta, puesto que es una obra en la que hay algunas ideas que requieren de un cierto grado de madurez y de capacidad de reflexión.

 

Las venas de la Montaña Negra, de Alfredo Gómez Cerdá

¿De qué trata Las venas de la Montaña Negra?

Nuestros dos protagonistas, Nico y Marga, están en Machu Picchu cumpliendo uno de sus viajes soñados. Allí, encuentran a un niño aparentemente vagabundo llamado Eric Modesto recogiendo algunas monedas de los turistas. Poco a poco la pareja de amigos se interesa por la vida de este joven, lo que les llevará hasta una mafia que utiliza a niños para que trabajen en la mina.

¿Por qué recomiendo esta obra?

Es una obra que va a permitir a los niños/as descubrir y reflexionar acerca de las distintas realidades de nuestro mundo. Con él van a ver que no todos los niños/as están en su misma situación acomodada, por lo que van a ser más empáticos y valorarán en mayor medida su entorno.

¿A quién está destinada?

Es una obra sencilla de leer, aunque no se caracteriza especialmente por sus ilustraciones, debido a que cuenta más bien con pocas. He de añadir que es una obra que en cierta parte les va a acercar a la lectura más adulta, por tanto, la recomiendo a partir de los 11 o 13 años.

 

La cala del muerto, de Lauren St John

¿De qué trata La cala del muerto?

Laura, que es una adolescente huérfana que recibe la noticia de que por fin va a poder abandonar el orfanato e irse a vivir con su tío a Cornualles. Allí, dado que es una amante de los libros de espías, descubre que un niño del condado no tiene una situación fácil y que su tío realmente oculta algo.

¿Por qué recomiendo esta obra?

Es una obra cargada de valores como la amistad, aventura, protección de los derechos infantiles… Además, al igual que la anterior, esta obra va a permitir a los niños/as descubrir, desde el punto de vista de una niña muy curiosa, que no todos los niños/as están en la misma situación que ellos, y que los misterios no esconden siempre algo positivo.

¿A quién está destinada?

Esta obra está destinada a niños de entre 8 y 9 años, puesto que aún no es extremadamente adulta, pero se aleja poco a poco del género más infantil.

Espero que este post te haya gustado, y que valores estos libros como futuras opciones de lectura para tus pequeños y pequeñas.

Lucía Barrajón Cabrera

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (tercera parte)

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (tercera parte)

A continuación, Pablo procede a contar el contexto detrás de la aparición de Eneas: que llegó sin previo aviso una noche de tormenta a la costa barcelonesa —nadie sabe cómo, por qué, ni de dónde exactamente—, y las difíciles pruebas por las que tuvo que pasar para que pudieran verificar su identidad, objetivo que solo alcanzaron las autoridades italianas, que procedieron a considerarlo protección de la República. Sin embargo, al haber sido encontrado en territorio español, se movieron hilos hasta conseguir que la entrevista tuviera lugar.

— La pregunta es: ¿y ahora qué? —comenta el historiador sin apartar la vista de su héroe—. ¿Qué va a pasar? ¿Piensan deportarlo a su lugar de origen? Y lo que es aún más inquietante, ¿cómo se hace eso? ¿Se viaja en el tiempo o se lo intenta introducir en un libro?

— Menudo panorama, sí. —Pablo mira de refilón a Eneas, que susurra confidencialmente con su escolta, antes de añadir—: Se me ocurre, y tal vez sea un poco precipitado, pero bueno, de perdidos al río, ¡que es hora de que Trancas y Barrancas se nos unan a esta extraña tertulia! —El público aplaude por inercia. Aparecen las hormigas moradas por el hueco de la mesa—. ¡Hola! Bueno, os quejaréis de la visita de hoy.

Pero a los insectos no les da tiempo ni de abrir la boca (metafóricamente hablando, claro). Nada más descubrirlos, Eneas pega un brinco en el sitio, suelta una maldición y acto seguido intenta aplastar con furia a las hormigas, que se esconden lo más rápido que pueden. Por desgracia, una de ellas es alcanzada: se escucha un alarido seguido de una blasfemia, y su cabeza se deforma con el golpe antes de recuperar su forma original. Cunde el pánico: Eneas se encarama a la mesa y se asoma al agujero, mostrándole al historiador una panorámica magistral de sus posaderas. Hacen falta hasta cuatro personas sin contar a Pablo y al escolta para bajarlo de ahí. Airado, Eneas está convencido de que esos “seres malignos” son otro enemigo más disfrazado, y exige una explicación. El escolta lo tranquiliza; solo entonces pide disculpas el héroe.

Trancas y Barrancas asoman la cabeza tímidamente.

— Hola, señor Eneas. Sentimos el susto —dice Trancas.

— Sí, mi cabeza lo siente mucho —añade Barrancas.

Tras escuchar las palabras del escolta, Eneas inclina el mentón en señal de aceptación. Esta vez las observa casi embelesado, con una curiosidad que roza lo rayano, pero en seguida acepta su presencia. Es alguien que cree en los dioses e incluso ha viajado en el tiempo, ¿qué son un par de insectos caricaturescos de ojos saltones y antenas gigantes en la vida de un hombre mitológico? La conversación sigue por otros derroteros hasta que las hormigas se interesan por la biografía del héroe.

Continuará en el próximo post...

Leyre I. Avilés Canalejo

El desarrollo de la enseñanza de la lectura

El desarrollo de la enseñanza de la lectura

La historia de la lectura ha presentado cambios a lo largo de los siglos, evolucionando a la par que lo hacían los sistemas educativos y el aprendizaje de la lectura y de la escritura. En el pasado, la enseñanza en general, y en especial la de la lectura, se basaba en la repetición. Principalmente se enseñaba a memorizar palabras y su respectivo significado en lugar de diseccionarlas y enseñar a comprender. Hoy en día, se emplea para la alfabetización infantil el llamado método fonético, un sistema que permite que los/as estudiantes reconozcan los sonidos de las letras y sus posibles combinaciones. Para poder leer con fluidez es necesario que primero se comprenda lo que están leyendo, por lo que tener una base fonética es fundamental. De igual manera, la enseñanza de la lectura actualmente es explícita, por lo que se proporciona una instrucción clara y estructurada que se enfoca en los componentes críticos del lenguaje. Dentro de esto, incluimos la enseñanza de las habilidades necesarias para leer y comprender, como la identificación de palabras o la identificación y la comprensión del significado y de las estructuras de las oraciones y párrafos.

Hoy en día, la comprensión es fundamental, por lo que la enseñanza de la lectura se enfoca en ella. En el pasado, la lectura se basaba en la identificación de palabras, pero no es solo eso, sino que hay que comprender lo que estamos leyendo. Por lo que los maestros enfatizan en la importancia de enseñar estrategias de comprensión, como hacer inferencias, hacer conexiones entre lo que se lee y la experiencia del lector/a e identificar la estructura de un texto. Además, a través de esta comprensión estamos enseñando a tener criterio propio sobre lo que se está leyendo.

En este sentido, uno de los grandes avances de este proceso es la enseñanza diferenciada. Actualmente, la enseñanza de la lectura se adapta a las necesidades individuales de los/as estudiantes, de modo que los maestros/as están formados para disponer de estrategias que les habiliten a ajustar el contenido que deben impartir en función de su alumnado, para satisfacer así las necesidades específicas de cada uno/a de ellos/as. Dentro de estos recursos se puede incluir la proporción de instrucción adicional a los alumnos/as que lo necesiten o desafíos adicionales para motivarles.

En suma, considero que la enseñanza de la lectura ha evolucionado positivamente en los últimos años, destacando el desarrollo del método fonético, la comprensión, la enseñanza explícita y la diferenciada. Estos nuevos enfoques ayudan a los alumnos/as a desarrollar y mejorar sus bases para tener una capacidad lectora basada en la comprensión y no en la mera repetición.

Algunos recursos bibliográficos sobre el tema:

Gallego, M.: «Evolución de los métodos lecto-escritores (1970-2013)», Riuma: https://riuma.uma.es/xmlui/handle/10630/11555

«La enseñanza de la lectura. Cursos de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación», INEE: https://www.inee.edu.mx/wp-content/uploads/2019/01/P1C710.pdf

«El problema de la enseñanza de la lectura en educación primaria», Redalyc: https://www.redalyc.org/pdf/356/35631103015.pdf

 

Candela Pérez Rot

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (segunda parte)

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (segunda parte)

Desde el otro lado del escenario la gente se ve incapaz de procesar la información. Se escucha una carcajada solitaria, pero nada indica que todo sea un montaje. Pablo asiente, y, con tal de aligerar los ánimos, se pone en pie para introducir al personaje causante de tal desconcierto. De fondo comienza a sonar la música de la película producida en su honor, pero pocos la reconocen, y los que lo hacen no captan la ironía. El panorama general es incierto. Pronto se genera un silencio de suspense: nadie aparece en plató. El historiador carraspea.

— Si no te importa ponernos en contexto histórico… —le pide Pablo, contrariado, sentándose de nuevo.

— Eh, sí, bien. La historia de este apasionante hombre se cuenta en la Eneida, que fue escrita por Virgilio ¡hace más de veinte siglos! Son doce cantos (ahora trece, supongo), dedicados a los viajes que realizó el héroe por mar tras la caída de Troya, antes de fundar Roma…

De súbito se escucha un alboroto procedente de un lateral del set, voces alarmadas y pasos apresurados. Y entonces, aparece.

Es imponente. Viste los ropajes característicos de su época, aunque no lleva armas ni casco, y su actitud es defensiva y atónita, más propia de un lunático que de un héroe. Lo observa todo con una curiosidad casi absurda: sus movimientos bruscos y certeros delatan que es un diestro guerrero, o, al menos, rápido, e increíblemente ágil. Lo acompaña un escolta de mirada intimidante y semblante serio. Por algún motivo desconocido, el visitante de la Antigüedad parece respetarlo, como si encontrara en él el ancla que necesita para evitar perderse en las profundidades de un mundo que no reconoce como suyo.

Al punto, el historiador pierde la capacidad del habla y comienza a balbucear. Se le agrandan los ojos y se inclina sobre la mesa, como si así pudiera observar mejor, asimilar lo que está viviendo. El propio Pablo traga saliva con fuerza. Es el público quien sigue sin comprender, aunque aguarda en silencio una explicación coherente que, desde luego, nunca llega.

Eneas se sitúa bajo los focos. Frunce el ceño y se tapa el rostro haciendo de visor con la mano. Le pregunta algo a media voz a su escolta, que resulta indescifrable. Ha hablado en latín. Un latín de acento marcado, pronunciado con soltura por una voz grave, autoritaria. Transcurren los segundos: en un momento dado, cuando deja de sentirse expuesto al verse rodeado por tanta gente, Eneas repara en una de las cámaras, y, en un par de zancadas, se coloca delante, la agarra con sus manazas y la zarandea con violencia, acercando tanto su rostro que su nariz deja una huella en el cristal. El técnico suelta una exclamación de sorpresa, y en seguida varios brazos intentan apartarlo de allí. Él se resiste, alterado, y empuja a una persona con tal ímpetu que la lanza al suelo. Entonces interviene el escolta, y le habla en su idioma con parsimonia. Eneas gruñe, pero obedece, y se aleja para sentarse junto al historiador, que lo contempla boquiabierto.

— ¿Qué le ha dicho? —pregunta Pablo una vez repuesto de la impresión. Al ver que el escolta no responde, se dirige al historiador—: ¿Qué le ha contado para que pare?

El pobre hombre abre y cierra la boca un par de veces antes de articular palabra.

— Le-le-le-le ha explicado que la cámara es un invento de los dioses, y que Juno observa el mundo de los mortales desde allí…

— Ha sido intenso, desde luego. En casa habrán tenido una introducción en primer plano, si me permitís el chiste.

La risa de la audiencia es forzada, pero, de hecho, en todas las televisiones donde se reproduce el programa, en el faldón informativo al pie de la pantalla se puede leer: Eneas se desvía a nuestro tiempo y espacio “sin querer” en otro más de sus viajes.

La historia es real.

Continuará en el próximo post...

Leyre I. Avilés Canalejo

Entrevista a un profesional en Artes Gráficas tras la visita al Museo de Artes Gráficas de la Universidad de Alcalá

Entrevista a un profesional en Artes Gráficas tras la visita al Museo de Artes Gráficas de la Universidad de Alcalá

Tras la visita al museo de Artes Gráficas de Alcalá de Henares que realizamos con nuestros compañeros/as en el marco de la asignatura “Historia de la Lectura”, pensé que podría ser interesante entrevistar a mi padre, Felipe Monroy Márquez, ya que antes de su actual trabajo en el Boletín Oficial del Estado, había trabajado en algunos periódicos, en la sección de rotativas, en las que se utilizan imprentas como las que pudimos conocer durante nuestra visita.

Pregunta (P): Buenas tardes, Felipe, para este trabajo nos gustaría que nos contases algunas cosas sobre ti y tu experiencia con la imprenta. ¿En qué imprentas has trabajado? ¿Qué máquinas utilizabais?

Respuesta (R): Mientras cursaba los estudios de Artes Gráficas trabajé varios veranos haciendo suplencias por vacaciones en dos periódicos. El primero de ellos era el Diario Ya, que hoy ya no existe, y también en El País, uno de los periódicos más prestigiosos e importantes de España. Usábamos la rotativa de Koenig & Bauer que tenía tres pisos. (La de la foto de la entrada del blog).

P: ¿En qué consistía tu trabajo?

R: Para poder trabajar en estos periódicos se exigía tener la titulación o al menos tener conocimientos del mundo de las Artes Gráfica y como ya he dicho, yo estaba estudiando, por lo que no tuve problemas para entrar. Aún así, las labores que yo realizaba eran tareas auxiliares y muy básicas que no requerían de grandes conocimientos ni experiencia. Mis labores consistían en asistir a los oficiales y técnicos que se encargaban de que el periódico se reprodujera con calidad en cuanto a igual las cabezas –así se llama a los márgenes en imprenta–, igual el color de una máquina a otra y en función de la prueba de color de los anuncios aportada por el anunciante, etcétera.

Algunas tareas que tenía encomendadas eran: subir algunos ejemplares de los periódicos una vez que el jefe de rotativa les había dado el visto bueno y dejarlos en los despachos del jefe de redacción y del jefe de producción; en los cambios de edición recoger las planchas y llevarlas a rotativas para que se montarán en la rotativa; revisar que los bidones de tinta estuvieran llenos y hacer pedido al almacén si se estaban acabando; encargarme de preparar la limpieza para cuando se acabara la tirada del día…

P: ¿Cómo era trabajar con la imprenta?

R: Como ya he comentado, mis labores eran muy básicas. Aún así en los dos periódicos en los que trabajé todos y cada uno de los días no dejaba de sorprenderme de cómo una máquina de casi tres pisos de altura estaba perfectamente sincronizada para realizar un producto acabado como es un periódico. Para mí no era solo realizar un «producto más» pues considero que un periódico es un producto muy importante e imprescindible para las sociedades adelantadas y para el avance de las democracias y, en consecuencia, de la ciudadanía. Aunque mi trabajo estaba alejado de la parte intelectual de la redacción y del periodismo, me gustaba formar parte de ese proceso y que se materializase en un producto físico.

P: ¿Hubo alguna vez algún incidente?

R: Afortunadamente la tecnología ha avanzado mucho y la maquinaria que se utiliza en los talleres cuenta con sistemas de prevención de accidentes que evita que se produzcan accidentes o lesiones en los trabadores. Antes era muy común que las guillotinas que se utilizan para cortar el papel se llevasen por delante dos o tres falanges de los dedos de quienes trabajaban con ellas. Ahora la maquinaria es mucho más segura.

Aparte de esto, no como incidente, pero sí como anécdota, recuerdo que me tocó trabajar en El País la noche que lamentablemente Lady Di falleció en un accidente de coche. Fue un momento memorable de esos de «¡¡Paren las rotativas!!». Estuvimos varias horas parados hasta que la redacción recabó información y se pudo sacar un periódico actualizado. Ese día hubo varias ediciones y esto con los periódicos impresos es algo que sucede solo cuando una noticia es muy importante.

P: ¿Qué crees que supuso o qué ventajas tuvo la invención de la imprenta y de su uso en el siglo XX y XXI?

R: Para mí las Artes Gráficas no son un oficio más. Me parecen muy importantes porque tienen la capacidad de darle forma física y materializar el conocimiento humano. Además, tienen como valores fundamentales los conceptos de «reproducción» y «copia» que nos llevan al concepto de «divulgación». Gracias a esta divulgación las sociedades se hacen más ricas intelectualmente hablando.

P: ¿Qué evolución ha tenido la imprenta desde que has trabajado con ella? ¿Cuáles creen que has sido los cambios más importantes?

R: En cuanto a la parte tecnológica, la evolución ha sido muy grande. No solo en cuestiones de seguridad para los trabajadores, si no también en capacidad productiva: tiradas más rápidas, productos que salen de máquina prácticamente acabados…

Pero sí que hay dos cambios importantes que me gustaría mencionar. El primero de ellos es que hoy día las impresiones que se realizan son de tiradas más pequeñas, ya que impera el concepto de «impresión bajo demanda» y se realizan con tecnología digital ya que preparar una máquina es muy caro y solo sale rentable si es para realizar un elevado número de ejemplares. El otro cambio que me gustaría comentar, también ligado al primero, es el de la «inmediatez»: no para un libro u otro producto editorial, pero sí para la información, este concepto adquiere una gran relevancia, puesto que en este sentido, y más en la sociedad tan acelerada en la que vivimos, un periódico puede nacer ya anticuado cuando se produce su venta en los kioscos. En este sentido la imprenta no puede competir con la inmediatez de internet.

P: Muchas gracias por tu tiempo.

R: Para mí ha sido un placer.

 

María Monroy Márquez

Despertar

Despertar

Me sorprendo a mí misma conteniendo las lágrimas sobre las páginas de un libro que acabo de abrir. No es por la emoción que expresan las palabras impresas en estas hojas, sino por la emoción que despierta en mi interior al darme cuenta de varias cosas.

Soy capaz de sentir el tacto de las páginas en mis dedos, una textura rugosa, el papel es viejo. El libro huele bien, tiene unos cuántos años, debe poner la fecha en la primera página (en esta casa se acostumbra uno a escribir la fecha en la que se compró el libro, para acordarse siempre, es casi una tradición que habré de pasar a la siguiente generación de pequeños lectores...). 2008, se lee en la primera hoja, en tinta azul; la tinta de un boli Bic que parece que se ha desteñido un poco con el paso de los años.

Las tapas duras se sienten firmes, algo pesadas entre mis manos, pero me encantan. Las tapas duras son un lujo, me digo, sobre todo ahora que estos libros se están volviendo a poner tan caros...

Estoy leyendo La Sombra del Viento, y me doy cuenta de que presto atención a lo que Zafón intenta contarme en cada frase, en cada breve párrafo. Leo, atenta, devorando páginas, un hambre voraz que me hace querer saber qué pasará en la página siguiente, y en la siguiente, y en la que sigue a ésta... 

Y lo que me hace llorar es sentir. La simple sensación, el poder ser consciente de lo que mis manos están tocando y de lo que mis ojos están leyendo, que se procesa en mi cabeza sin divagar, sin empezar a soñar con otros mundos ajenos a este, ajenos al libro, soñar con mundos fantásticos que ojalá existieran más allá de mi imaginación sobredesarrollada.

Acostumbrada a que mis sentidos se hayan adormecido con los años, que mi vida se haya convertido en El Día de la Marmota y que mi único color haya sido el de sueños que me han robado la vida (o salvado, según se mire), darme cuenta de algo tan simple como estar presente se vuelve un regalo que seguramente no olvidaré, y que, desde ahora, tendré que relacionar con las palabras de un gran escritor y las vivencias de un joven Daniel Sempere. Tal vez este sea el nacimiento de un nuevo libro favorito… aún no puedo decirlo.

La capacidad de estar despierta, de atender, es algo que nunca creí que me devolvería mi mente. Parece que todo está volviendo a su sitio, aunque tal vez las piezas nunca vuelvan a encajar del todo, pero será suficiente mientras pueda leer sin perderme nunca más.

Naiara Lorente Merino

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (primera parte)

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (primera parte)

Madrid, jueves por la noche. Mediados de un mes cualquiera. En uno de los platós más importantes de la capital española destellan las luces. El público rompe a aplaudir. Aparece el presentador; un hombre de mediana edad, barba caoba y cabello cano que saluda a la cámara y se aproxima al centro de la estancia. Sus pequeños ojos brillan detrás de las gafas y su sonrisa es cercana. El suyo es uno de los rostros más conocidos de España. La cámara enfoca a la audiencia para regresar en seguida a él, que no duda en tomar la palabra.

— ¡Buenas noches! Hola, hola, ¿qué tal? ¡Bienvenidos al Hormiguero! —Contempla al público, inseguro de pronto—. Estoy nervioso, que lo sepáis. Me da bastante vértigo decir que nuestro invitado de hoy…

Vuelve a dudar. Los espectadores comienzan a mostrarse inquietos: a diferencia de otras veces, ha habido un cambio de planes y se ha mantenido el anonimato de la persona que va a ser entrevistada en escasos minutos por el famoso Pablo Motos. La tensión se condensa en el ambiente.

— En fin, no importa cómo lo diga, la verdad os va a dejar locos, así que sentaos bien, no vaya a ser que os caigáis del susto. —La música cambia repentinamente, y comienza a escucharse de fondo una melodía de suspense—. Señoras y señores, niñas y niños, tengo el extraordinario placer de presentaros a… —Se interrumpe de golpe; el público se queja—. Bueno, claro, qué despistado estoy (y no me extraña), primero hay otra persona que nos ha hecho el inmenso favor de aceptar participar en el programa para ayudarnos con la… eh, entrevista. Él es un experto en el campo de la mitología clásica, el latín y un verdadero erudito del mundo romano, ¡demos un fuerte aplauso a…!

Y, en efecto, la acogida es tan calurosa que el nombre del historiador se pierde entre el clamor del público. Cuando el bullicio disminuye, la escena se centra en un anciano de complexión enjuta y barba y cabellos blancos pulcramente recortados que estrecha con firmeza la mano que le tiende el presentador. Bajo las indicaciones de Pablo, ambos se dirigen a la mesa que hay al fondo del set y toman asiento.

— Bueno, menuda noche, esta noche. ¿Cómo estás? ¿Cuáles son tus impresiones? Ah, antes de nada, muchas gracias por aceptar la invitación, es todo un placer tenerte aquí con nosotros. Tú sí estás enterado de lo que está pasando.

El hombrecillo sonríe.

— Sí, Pablo, saber quién está ahí fuera me está matando.

— El público está igual o peor que tú, pero en unos minutos lo sabremos.

— No veo el momento. Y entiendo tu incertidumbre al presentarlo, yo tampoco sé muy bien cómo hablar de un hombre que no debería ser real…

Se forma un repentino silencio cuando el público trata de descifrar estas palabras. Al percatarse de la situación que él mismo ha generado, el historiador se lleva las manos a la boca, a la par sorprendido y asustado.

— Vaya, creo que he hablado de más —acierta a decir.

Pero el presentador le resta importancia con un ademán.

— Ni yo mismo habría podido hacerlo mejor, es que no hay forma de describirlo. A ver, para que quede claro: lo que vamos a vivir esta noche es histórico, por lo que os pedimos paciencia y discreción. Esto va en serio. Hace unas pocas semanas apareció aquí, en España ni más ni menos, una de las estrellas más destacadas de la literatura latina… Vamos a hacer una cosa—y se dirige a la audiencia—, levantad la mano: ¿a cuántos de vosotros os suena el nombre de Eneas?

El público reacciona. Tanto a Pablo como al historiador les sorprende comprobar el número de manos que se han alzado.

— Bueno, pues ése es. El mismo Eneas, en carne y hueso, es nuestro invitado especial.

Continuará en el próximo post...

Leyre I. Avilés Canalejo

Un verano de finales de los 80

Un verano de finales de los 80

Verano de finales de los 80.

Él era un chico de ciudad, con una conciencia revoltosa que lo llevaba a viajar entre las páginas de los libros de historia, los grandes filósofos y las más bellas poesías.

Ella, que siempre había vivido en el campo, buscaba allá dónde iba un amor de verano como el de Beatriz y Pancho en Verano Azul.

Él escuchaba Bobby Jean, mientras, aún sin saberlo; ya pensaba en ella.

Te quiero de Hombres G sonaba en el radiocasete cuando ella le imaginaba a él.

Pero entonces, ella y él se encontraron en ese pequeño pueblo en el que ella pasaba inviernos de heladas, y veranos de solana; y al que él solo regresaba cuando el calor de la ciudad se le hacía insoportable.

Ella siempre había estado ahí iluminándolo todo, y él siempre había revoloteado alrededor del halo de luz que ella desprendía, sin un rumbo fijo. Se habían visto, pero nunca se habían mirado. Pero el día que lo hicieron… desde entonces no pudieron mirar a otro lado.

Besos en los bancos del parque, rutas en bicicleta y noches de confidencias en algún poyete. Encontraron en el otro aquello que cantaban sus artistas favoritos, ese amor que habían anhelado siendo aún desconocido.

Sin embargo, tan rápido como llegó, ese verano se fue. Él volvió al ruido y al asfalto, y ella se quedó, a esperar el estío una vez más.

Comenzaron entonces las cartas, las llamadas en las cabinas telefónicas, las cintas dedicadas y fue entonces también cuando entraron los libros.

Él, un chico de letras, quería trasmitirle a ella todo lo que sentía con los libros. Ella quería conocer todo lo que al otro le gustaba. “Ojalá poder llevarte yo mismo una rosa con tu nombre. Con amor, M.A”, decía la dedicatoria del primer libro que él le regaló, El nombre de la rosa.

Así fue como la pila de libros que se acumulaba en la estantería de él fue disminuyendo conforme el papel y la tinta que le escribía a ella aumentaba. Fue así también, como la mesa de estudio que a ella no le habían dejado usar, fue llenándose de historias gracias a él.

Los años pasaron, Mecano dejó paso a Eros Ramazzotti y las llamadas en las cabinas se convirtieron en conversaciones a los pies de la cama. Las noches ahora consistían en leer la historia que el uno le había recomendado al otro el día anterior; las tardes, en ordenar esa estantería con la que tanto soñaban y darse cuenta de que no les cabían todos los libros que tenían en una sola.

Pero, de repente, se despertaron de este sueño de verano para soñar juntos unas nuevas noches, unas en las que ya no se acostaban a las tantas leyendo el nuevo libro de Almudena Grandes, sino que se metían a las nueve en dos pequeñas camas a leer cuentos de princesas y dragones, y a inventar historias de hadas que se escondían por cada rincón. Fue entonces cuando la estantería se llenó de libros de colores, el frigorífico de poesías y la biblioteca en el mejor plan para un sábado por la tarde.

Cada día, la casa se llenaba de nuevas historias, tanto reales como ficticias. Las pequeñas crecieron y se llevaron con ellas cada una de estas, dándose cuenta de que siempre que las tuvieran no estarían solas, que solo tendrían que volver a las páginas o a los recuerdos para encontrarlos a ellos.

“El amor es compartir aquello que amas y tu padre me dio el mejor regalo al mostrarme cómo podía conocer el mundo sin necesidad de moverme si quiera de sus brazos”.

Beatriz Lara Patiño

Luna nueva, amor Shakesperiano contemporáneo

Luna nueva, amor Shakesperiano contemporáneo

A lo largo del tiempo, hemos visto cómo la lectura se ha ido extendiendo y abriéndose camino hacia nuevos públicos. Pero fue a partir del siglo XIX cuando la lectura experimentó una extensión social sin precedentes que afectó, especialmente, entre sus lectores a tres nuevos colectivos: las mujeres, los obreros y los niños/as. Este gran cambio fue posible gracias a diversos factores que facilitaron el acceso a los libros y a la lectura a nuevos públicos hasta ahora marginados entre los que quiero destacar la mecanización del arte de imprimir y el desarrollo de nuevas formas de comercializar libros.

Con la llegada del siglo XX, el libro se convirtió en un artículo cotidiano y accesible para todos. La popularización de la lectura vino de la mano, entre otras cosas, de la unión del libro con el cine y la televisión, donde podemos ver clásicos en sus versiones más actuales. Es por ello que hoy me gustaría hablaros de la relación que existe entre el libro llevado a la gran pantalla Luna Nueva, frente a la aclamada obra de Shakespeare Romeo y Julieta.

En primer lugar, en Romeo y Julieta el autor presenta el conflicto entre sus respectivas familias, los Montesco y los Capuleto, mientras que en ‘’Luna Nueva’’ se nos presenta un conflicto entre dos realidades; la humana, realidad de Bella, y la vampira, realidad de Edward. En ambas obras, los protagonistas rompen las reglas y se encuentran pese a que esté prohíbo. Otra similitud es el hecho de que se enamoran prácticamente a primera vista, de una manera casi incontrolable. Romeo y Julieta lo hacen en un baile organizado por la familia Capuleto, mientras que Bella y Edward lo hacen en el instituto, hecho que en realidad tiene lugar en la primera entrega de la saga, Crepúsculo.

Sin embargo, yo creo que paralelismo más evidente entre las dos historias es la voluntad de morir por el otro si este lo hiciera y, en el caso de Bella, llegar a morir por el otro con tal de que este no lo haga. Como leemos en la obra teatral Julieta, ante la oposición de su familia de casarse con Romeo, con la ayuda de Fray Lorenzo decide tomar una poción para fingir su muerte induciéndola en una especie de coma. Romeo, que no llegó a ser avisado de este plan, se suicidó ingiriendo veneno para morir a su lado. Al despertar del coma y ver la escena, Julieta termina con su vida atravesándose el corazón comuna daga.

Aunque esta trama no llega a ser del todo igual, pues en Luna Nueva los protagonistas no mueren, Edward, al creer que Bella se suicida -algo que vio su hermana Alice en una visión-, va ante los Vulturi (la monarquía que domina la sociedad de los vampiros en la saga) para que le dejen morir. Ante la negativa de su petición, Edward, incapaz de vivir sin Bella como Romeo sin su Julieta, piensa en exponerse ante los humanos, algo que haría que los Vulturi terminaran con su vida. Aunque finalmente esto no llega a suceder porque Bella aparece impidiendo que Edward se exponga, la incapacidad de vivir sin su amor está igualmente presente en las dos obras. Edward, ante el desconocimiento de que Bella sigue con vida y ante la idea de tener que vivir sin ella, prefiere poner fin a su vida. Como nuestro Romeo.

Por otro lado, tras su casi exposición ante los humanos, los Vulturi piensan en acabar con Edward por lo ocurrido y por haber contado su secreto a Bella (una humana), pero es en el momento que se va a producir su ejecución cuando Bella suplica que la maten a ella en lugar de a él. Vemos así que Bella daría literalmente su vida porque Edward conservara la suya. Como Romeo también sería capaz de morir por su amada.

Como podemos ver, aparte de que los clásicos no pasan de moda, tampoco paran de reinventarse.

Marina Pérez Calvo

La lectura de la vida a través de la poesía

La lectura de la vida a través de la poesía

Primera parte

¿Qué es leer? ¿Qué es poesía?

Leer es la interpretación de ese espacio en blanco que hay entre lo escrito y la percepción del lector/a. Más que comprender al autor/a, se trata de lo que entiende cada uno del texto. En la poesía, el verso tiene la insólita habilidad de formar imágenes. Por lo tanto, el poema es un ejercicio de contemplación entre poeta y lector.

Otros autores/as, muchos de renombre, se aventuran definiendo al poeta como el artista “póstumo [que] comienza a vivir después de la muerte y, cuando está vivo, camina con un pie en la tumba. Eso le produce una especie de cojera que da a su aspecto cierto encanto” (Jean Cocteau). Para Federico García Lorca, en cambio, “es muy difícil ser poeta, es mejor ser farmacéutico”. Y es que, “un falso poeta es un castigo demasiado duro”, al menos para el gusto de Albert Camus. Sin embargo, “ningún sentimiento, ningún concepto universal está agotado mientras viva un poeta”, reflexiona Daniel Alango. Porque, en efecto, “es preciso no estar en sus cabales para que el hombre aspire a ser poeta”, asume Ricardo Palma.

 

 

Segunda parte

Otro tipo de poesía.

El madrileñísimo Ramón Gómez de la Serna, pintoresco escritor humorista, llevó estos conceptos hasta el extremo: creó un estilo único a través de experimentos de vanguardia para explicar, igual que la poesía, los tropiezos del hombre con la vida. Las greguerías, según su autor, nacieron del “atrevimiento a definir lo indefinible, a capturar lo pasajero, a aceptar lo que puede no estar en nadie o puede estar en todos”. En mi opinión, las greguerías son las picaduras de la curiosidad, unos pellizcos alegres en el cerebro. Son palabras que te piden jugar con ellas como acertijos que necesitan ser resueltos. Veamos un par de ejemplos:

Tipos de greguerías:

  1. Son interjecciones del subconsciente en forma de aforismos. Así, La lógica es el pulverizador de la razón (Ramón Gómez de la Serna).
  2. Son metáforas espontáneas e inventadas: La poesía es como un codazo en las costillas (Jaime Jaramillo Escobar).
  3. Surgen del asombro, la acción y la sorpresa interrelacionadas, por ejemplo, cuando el fotógrafo nos coloca en la postura más difícil con la pretensión de que salgamos más naturales (Ramón Gómez de la Serna).
  4. A menudo crean escenas visuales, por eso el sueño es un depósito de objetos extraviados (Ramón Gómez de la Serna).
  5. Otras veces son, juegos de palabras y sonidos: Monólogo significa el mono que habla solo.
  6. También son observaciones mundanas de detalles a través de razonamientos universales. Un ejemplo: Diccionario quiere decir millonario en palabras (Ramón Gómez de la Serna).
  7. Y, además, ocurre como con los chistes y la poesía: si se explican, pierden su gracia. —Tráigame una botella de agua con agujeritos. —¡Ah! —dijo el mozo—. Ya sé… De ese agua con calambre que sabe a pie dormido. (Ramón Gómez de la Serna).

Y tú, ¿te animas a hacer tu propia lectura de la vida en forma de greguería?

Leyre I. Avilés Canalejo

¿Qué es un libro?

¿Qué es un libro?

¿Qué es un libro? Al leer esto más de uno pensará que la pregunta es una estupidez. La RAE lo define en su primera acepción como “Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen”. Me imagino que tú, lector/a, que continúas leyendo esto, habrás pensado más o menos algo similar.

Sin embargo, con esta explicación nos quedamos únicamente en lo superficial, en lo de fuera, como si al hablar de una persona importante para nosotros/as, hiciéramos referencia exclusivamente a su físico. Porque, reconozcámoslo, los libros son importantes en nuestra vida y están muy presentes en ella, más de lo que alguno/a pueda llegar a imaginar.  

Para seguir desentrañando el significado de ese objeto que puebla los salones de las casas, las bibliotecas o las aulas, creo que es necesario reformular la pregunta inicial. En ocasiones, para obtener mejores respuestas es necesario cambiar las preguntas, así que me pregunto qué significan los libros para aquellas personas que los leemos, qué son para nosotros/as esos objetos que nos rodean. Creo que hay tantas respuestas posibles como personas en el mundo y todas ellas serían correctas, por lo que, humildemente, procedo a ofrecer la mía.

Pienso en los libros como un medio de transporte con el que poder viajar a otros lugares. A veces nos llevan a sitios que nos son próximos físicamente, mientras que otras nos llevan a espacios remotos que nos parecen inalcanzables. Puede que ya hayamos estado en ellos o que por el contrario nos gustaría visitarlos por primera vez. Los libros nos  permiten viajar a lugares reales o dar rienda suelta a la imaginación y entrar en nuevas dimensiones, en nuevos mundos que solo existen porque alguien los imaginó una vez y ahora tú también los imaginas. Cuántas veces hemos anhelado escapar y transportarnos a esas realidades carentes de verdad.

Y es que poder viajar con ellos también nos permite vivir otras vidas ajenas y diferentes a la nuestra. Los personajes nos llevan a experimentar situaciones de todo tipo: tristes, sorprendentes, agradables, extrañas… Situaciones, algunas de ellas extraordinarias, que vivimos a través de otras personas y que de otra manera no podríamos experimentar. Porque cuando leemos un libro podemos ser lo que nosotros queramos: policía, espía, ladrón,  cantante o poeta. Somos nosotros los que decimos quiénes queremos ser, en quién nos queremos convertir. De alguna manera es como soñar despiertos, pero pudiendo controlar aquello que soñamos.

Los libros son objetos que provocan emociones porque las palabras son tan poderosas que tienen la capacidad de remover todo lo que llevamos dentro. Pueden hacer que sea imposible contener las lágrimas; pueden provocar una risa que resuene en todas partes, que sea contagiosa, o resucitar sentimientos que creíamos exterminados; pueden convertirnos en niños de nuevo o hacer que perdamos la cabeza; pueden poner nuestro mundo patas arriba o hacer que volvamos a la casilla de salida.

Creo que los libros tienen un componente humano que nos hace tratarlos como personas. A veces los juzgamos por el exterior en lugar de detenernos a mirar adentro. Algunos nos gustan, otros simplemente no; algunos nos sorprenden, otros nos decepcionan. Con unos sentimos un flechazo nada más verlos, con otros nos lleva más tiempo establecer una conexión. En ocasiones nos cambian la vida, mientras que en otras pasan por nuestras manos sin dejar huella. Los libros forman parte de nuestra existencia al igual que las personas. Y como sucede con ellas, estos tienen un timing, un momento para aparecer en nuestra vida que a veces no es el adecuado. Pueden surgir en el momento justo y ser la cura que necesitamos o llegar en un instante equivocado, que nos hace tratarlos de una manera que no merecen.  

Esa parte humana se hace mucho más evidente cuando relacionamos ambas partes: libros y personas. Al igual que asociamos determinados momentos de nuestra vida con la gente que nos acompañó, cuando evocamos una lectura también recordamos a aquellos que nos rodeaban mientras la leíamos. Nos acordamos de aquel que nos recomendó el libro, la persona que nos acompañó a comprarlo, quien nos lo regaló; nos acordamos de quienes nos enseñaron a leer, los que con paciencia estuvieron a nuestro lado durante todo el proceso; nos acordamos de quienes nos empujaron a leer, de aquellos que nos hicieron amar la lectura.

A pesar de todo lo que provocan los libros en nosotros, creo que uno de los aspectos más importantes es que en sí mismos son un instrumento para alcanzar la libertad. Porque los libros  nos dan acceso al conocimiento y a su vez nos abren la puerta de la opinión, del pensamiento crítico, ese que nos impide ser fácilmente manipulables. Libertad y libros siempre han ido de la mano. Hace más de cuatro siglos Cervantes ya hablaba de ello a través de su querido don Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.” Así que sigamos leyendo, sigamos siendo libres.  

Ya sabes qué son los libros para mí. ¿Y para ti?

Ángela Tradacete Torresano

Ensayo nocturno de un humano herido: 3:38 a.m.

Ensayo nocturno de un humano herido: 3:38 a.m.

Todavía no entiendo, no comprendo cómo podemos estar así. El ser humano ha sabido adaptarse al medio y al cambio durante miles de millares de generaciones, nunca estancándose más allá de sus limitaciones tecnológicas y físicas. Supimos vivir y aprovechar la oportunidad que la gracia de lo que hoy llamamos ciencia nos ha otorgado. Aquellas miradas y sonrisas que los afables ancianos que no habían leído un libro me ofrecían cuando era muy pequeño, querían trasmitirme que veían en esa personita, una emergente y efímera oportunidad de vivir, sentir y crear, que con envidia sana les hacía rememorar los últimos recuerdos de los que se acordaban. Me atrevo a afirmar, que esas mismas facciones las han visto todas las generaciones que han pasado por esta nuestra historia, ya que es parte del ser humano ver crecer a las generaciones venideras, y aceptar la realidad de que el “κύκλος” (circulo/ ciclo) se acaba completando, en ese rasgo que la tecnología todavía no ha alcanzado.

Fuimos capaces de en vez de querer ver progresar al siguiente humano y ofrecerle todo el aprendizaje que una persona podía almacenar mental y manualmente, crear un sistema de reproducción de conceptos, a través de grafías, y mediante diferentes soportes. Llegamos a entenderlo, utilizarlo y prosperar como nunca. Realizamos las progresiones que jamás se habían podido hacer, gracias al descubrimiento de la escritura y el desciframiento de la misma llamado lectura pudimos perpetuar los aprendizajes de todos para todos.

Sin embargo, los diferentes tipos de gobernantes a lo largo de la historia han tenido en común que, si querían someter a una población, era más fácil y eficaz el calcinar su identidad, historia escrita y últimos avances como sociedad, mediante algo tan paradójicamente prehistórico como el fuego. La misma herramienta que nos dio cobijo, se ha llevado consigo la biblioteca de Alejandría, centenares de libros “herejes”, la biblioteca de Bagdad, manuscritos nazarís, códices mayas, vidas ilustres y anónimas, vidas y saberes ahora inenarrables.

Tras la última gran democratización del libro en el siglo pasado, por fin, se acercó todo el saber conocido a nuestras palmas de las manos, pero no hemos sabido aprovecharlo, en parte, por las dichosas revoluciones digitales dirigidas a la cultura del “fast food”. En un mundo cada vez más globalizado donde la cultura ya no reina, creemos que por tener un contenido extensivo, somos capaces de sintetizarlo y comprenderlo correctamente. Nos han hecho creer que lo tenemos todo, cuando en realidad, ¿sí lo tenemos? Al parecer sí, sin embargo, es mejor para las élites hacer promoción del ruido aturdidor de masas, que del silencio para la lectura reflexiva.

A día de hoy, no somos capaces de despertar esa capacidad de resiliencia que habita en cada uno de nosotros/as, y, aunque siempre hay excepciones, sigue gobernando El Arte de la Guerra. De esta manera, los diferentes regentes miran con curiosidad cómo estamos siendo quemados lentamente, nosotros/as y nuestros libros.

Es por este motivo es por lo que tenemos que querer salir de la norma monótona impuesta y progresar, sentir, curiosear, preguntar, crear, escribir, pensar, amar, sonreír, y en un futuro, cuando estemos conformes con nuestros actos en vida, mirar con envidia sana y orgullo a las generaciones venideras. Sin embargo, gracias a la oportunidad que poseemos de vivir en este siglo y estar alfabetizados en gran medida, tenemos que inculcar El Arte de la Lectura, sabiendo que ahí comienza el verdadero desarrollo de la Humanidad.

Aarón López Cuevas