¿CRECEMOS PARA LEER O LEEMOS PARA CRECER?

Leer implica descubrirse a uno mismo, descubrir el mundo que nos rodea a través de la lectura. Leer, casi tanto como respirar, es nuestra función esencial. Desde la antigüedad, la lectura y la escritura han sido fundamentales para la vida. En el Antiguo Egipto, solo una minoría de la población tenía acceso a la alfabetización y los escribas pasaban por un proceso de formación especializado. Así como los escribas egipcios dedicaban años al estudio para dominar la lectura y la escritura, nosotros también crecemos a través de los libros. Desde que somos pequeños, aprendemos a leer para comunicarnos, para entender el mundo que nos rodea y para cumplir con las exigencias de la sociedad.
Sin embargo, hay una pregunta que va más allá de la simple adquisición de esta capacidad: ¿leemos solo porque crecemos y nos vemos en la necesidad de hacerlo, o es la lectura la que nos permite evolucionar, expandir nuestra mente y crecer? Leer no es solo descodificar palabras; es adentrarse en mundos nuevos, cuestionar ideas, conocer otras perspectivas y, sobre todo, desafiar nuestra propia forma de pensar. Los libros nos permiten viajar en el tiempo, explorar universos inalcanzables y comprender realidades distintas a la nuestra.
Cada libro que leemos deja una huella en nuestra mente y en nuestro corazón, moldeando nuestra forma de ver el mundo y de interactuar con él. En la infancia, la lectura suele ser una actividad obligatoria, parte del proceso de aprendizaje escolar. Sin embargo, conforme crecemos, descubrimos que la lectura también puede ser un acto de placer y crecimiento personal. Hay quienes ven los libros como simples herramientas académicas y quienes los consideran puertas a nuevas dimensiones del conocimiento. Leer es como viajar a mundos desconocidos sin necesidad de moverte de tu asiento.
Hemos podido observar que, en los últimos años, ha surgido una tendencia a romantizar la lectura, presentándola como una actividad casi mágica, asociada a imágenes idílicas de lectores con tazas de café, estanterías repletas de libros y momentos de absoluta tranquilidad. Esto hace que quienes no ven la lectura como algo especial se sientan motivados y la disfruten, dejando de verla como una tarea aburrida para convertirla en un momento de aprendizaje y entretenimiento. Hay lectores que, al igual que sus precedentes humanistas, organizan su propio studiolo, un espacio de lectura donde se pueden seleccionar obras o explorar lecturas placenteras, entre otras tareas, y en el que el silencio y la soledad adquieren un valor esencial.
Algo en lo que rara vez nos paramos a pensar, pero que nos define al leer, son las emociones que la lectura nos despierta, como cuando los personajes nos hacen reír o nos transmiten sus deseos sintiéndonos identificados, o cuando nos conmovemos por una trágica historia ante un final inesperado o, simplemente, la satisfacción, o a veces nostalgia, de cerrar las últimas páginas de un libro que anhelabas terminar.
A todos los que me estáis leyendo desde este maravilloso blog, os animo a seguir descubriendo el inmenso poder que tiene la lectura y dejaros descubrir por ella. Que cada libro os inspire, os enseñe y os haga crecer, no solo en el tiempo, sino también en conocimiento. Leer, casi como respirar, es algo natural, esencial y lleno de vida.
Leyla Akalay Acdhi