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AEDO

SUBRAYADO EN AMARILLO FOSFORITO

SUBRAYADO EN AMARILLO FOSFORITO

Era un día de verano como cualquier otro. Sin nadie con quien quedar y muerto de aburrimiento en mi habitación, decidí que era buena idea limpiar y tirar algunas cosas que ya no usaba mientras escuchaba algo de música.

Tras una hora recogiendo y jugando con los objetos antiguos que me iba encontrando, mientras bailaba al ritmo de canciones pop estadounidenses, encontré mi viejo diario, un cuaderno de tamaño A5 con las tapas negras decoradas con detalles blancos y cerrado “herméticamente” por una endeble goma.

Pensé en si debería de abrirlo o no. “¿Las cosas que vería me traerían buenos recuerdos? ¿O sufriría al revivir mis vivencias pasadas? Supongo que vale la pena descubrirlo...”

Pasé la polvorienta portada y me encontré con unas notas escritas con muy mala letra. El diario abarcaba desde el momento en el que empecé a escribir esporádicamente cuando tenía 8 años hasta los 13 a 14, cuando dejé de tener tiempo libre, por lo que era normal que las primeras páginas no tuvieran la mejor caligrafía.

Fui hojeando rápidamente frases del diario: “10/11/2012. Hoy jugué solo en el patio, sigo sin conseguir amigos”, “14/3/2013. Ha sido mi cumpleaños, pero solo lo he celebrado con papá y mamá en casa…”. “25/9/2013. He conseguido una amiga, voy a estar con Carol siempre ahora”. “19/2/2014. Carol no me habla y se junta con otras personas. Creo que le dije algo que le sentó mal”. “9/9/2014. Vuelvo a empezar solo el colegio tras un verano como los demás”.

Era increíblemente triste. Además, había subrayado todas las palabras que me hacían sentir mal, no sé muy bien por qué. “Sabía que no tendría que haberlo abierto…pero…, creo que mejoraba…”. Algo encendió una luz en mí durante esa época.  

18/4/2015. Ayer conocí a Marcos. Me ha caído muy bien. Ojalá podamos ser amigos”. “23/4/2015. Marcos me presentó a sus amigos, por fin me siento feliz”.  “3/8/2015. Me encanta pasar tiempo con Marcos y la forma en la que me trata, hace mucho que no me siento así”. “23/12/2015. Hoy he ido a esquiar por primera vez. La madre de Marcos nos invitó a los dos. Ojalá todos los días fueran como este”. “15/3/2016. Ha sido mi cumple, y Marcos me ha regalado un juego de mesa. Hace 5 años que no me regalan nada, me he sentido especial”.7/10/2016. Hoy le he invitado a mi casa para jugar a con mi Wii U, creo que nunca se me había pasado el tiempo tan rápido”. “28/2/2017. Cada vez tengo más claro que solo me lo paso bien con él, quizás pueda pensar que soy suficiente para él”. “17/4/2017. Hoy le dije a Marcos lo que sentía por él. Me rechazó por ser yo mismo”. “24/6/2017. Sigo pensando en él y me he vuelto a aislar en casa… Creo que lo mejor será dejar de escribir”.

Esta sensación de nuevo… Un nudo en la garganta al cerrar el diario. Algún día dejará de dolerme que me pase lo mismo una y otra vez. Igualmente, dejaré el cuaderno en el cajón, no quiero despedirme de ese sentimiento y sus recuerdos todavía.

Conseguí a alguien que me hacía estar feliz. Pero lo perdí…, como siempre, por intenso.

Roberto Simón Guillén Coto

AQUELLO QUE NO SE DICE AL INSTANTE

AQUELLO QUE NO SE DICE AL INSTANTE

Vivimos en la era de la inmediatez. Recibimos mensajes antes de tiempo, respuestas vacías que se escriben sin pensar, palabras automatizadas… ¿Qué lugar queda para la palabra consciente, para la intención real detrás de lo que decimos? Entre toda esta marea de mensajes instantáneos, escribir una carta casi parece anacrónico.

La escritura epistolar implica silencio, hacer una pausa consciente, reflexionar acerca de qué quieres transmitir al otro y elegir con cuidado las palabras. Las cartas permanecen y nos acompañan; podemos acudir a ellas, como quien regresa a una conversación que no se ha perdido con el paso del tiempo. No hay prisa en su escritura, nos ofrecen espacio. Un diálogo interno en el que llegas a conocer partes de ti que no conocías. En muchas ocasiones suponen una revelación. ¿Cuántas veces no has escrito algo que rondaba tu mente sin ser consciente de ello hasta que apareció sobre el papel? Sin duda, requiere de un acto de vulnerabilidad que muchas personas no están dispuestas a asumir, porque supone exponerse ante uno mismo y al lector.

A diferencia de los mensajes digitales, la escritura manual refleja nuestra personalidad. Todo en ella comunica, desde el trazo de la letra, a la elección del papel o el modo de entregar la carta. No hay correcciones instantáneas, dejamos constancia de todo lo que pensamos y no se pueden replicar. La carta es un recordatorio de que no todo tiene que decirse en tiempo real. La propia espera, tanto de quien escribe como de quien recibe la carta, le aportan significado. No se trata de decir todo al instante, sino de sentir de verdad lo que decimos.

Laura Padilla Pizarro

LA CENSURA

LA CENSURA

¿Qué se puede leer y qué no? ¿Y quién lo decide?

A lo largo de la historia, la lectura ha sido vigilada, controlada y, en muchos casos, prohibida. Desde siempre han existido personas, gobiernos, religiones o instituciones que han intentado decidir qué se puede leer y qué no, qué libros son “seguros” y cuáles son “peligrosos”. Aunque hoy no se quemen libros como en otros tiempos, la censura no ha desaparecido: simplemente se ha conseguido disimular. Ahora viene en forma de etiquetas de edad, de “recomendaciones” institucionales, de vetos en bibliotecas o de silenciamientos disfrazados bajo el nombre de “corrección”.

El argumento más común es la “protección”. Se dice que hay que proteger a los niños y adolescentes de ciertos contenidos que pueden ser “demasiado duros”, “confusos” o “inadecuados”. Pero habría que preguntarse: ¿protegerlos de qué exactamente? ¿De la realidad? ¿De las emociones fuertes? ¿O, tal vez, de las ideas incómodas? En nombre de esa protección, hay libros que no se leen en clase, que se retiran de las estanterías o que se etiquetan como no aptos para menores de cierta edad. ¿Eso no es, en esencia, censura? ¿Es realmente por proteger a los niños o es por temor a que desarrollen un pensamiento crítico alejado del pensamiento global?

La historia está llena de libros que han sido perseguidos por su capacidad de hacer pensar. Durante siglos, la Iglesia Católica elaboró un Índice de libros prohibidos, con obras que podían “dañar el alma” por su contenido ideológico, científico o literario. En el siglo XX, regímenes autoritarios como el nazismo o el franquismo prohibieron libros por considerarlos una amenaza a su poder, a su régimen. Y hoy, en pleno siglo XXI, aunque parezca increíble, seguimos viendo cómo en países como Estados Unidos se censuran libros en escuelas por hablar de racismo, de sexualidad o simplemente por mostrar puntos de vista que incomodan. Algunos de esos libros son: El cuento de la criada, Matar a un ruiseñor, o incluso la famosa saga de Harry Potter, que al menos en el ámbito cinematográfico es considerada apto para menores, incluso siendo los menores el público mayoritario de esta saga.

Pero no hace falta prohibir un libro para limitarlo. Las edades recomendadas, si bien pueden orientar, también pueden convertirse en un muro. ¿Por qué El diario de Ana Frank es “solo” para mayores de 14 años? ¿No es precisamente un libro que puede abrir los ojos, enseñar empatía y generar preguntas necesarias en lectores más jóvenes? A veces da la sensación de que el problema no está en lo que los libros dicen, sino en lo que los lectores pueden llegar a pensar después de leerlos.

Vivimos en una sociedad que habla mucho de libertad, pero que en la práctica pone muchas barreras a esa libertad cuando se trata de pensar por uno mismo y de cuestionar el pensamiento común. Se habla de fomentar el pensamiento crítico en las aulas, pero se nos dan textos ya filtrados, “seguros”, sin riesgo. Como si leer no fuera también enfrentarse a lo desconocido, a lo contradictorio, a lo que incomoda. La lectura, cuando es auténtica, no siempre es cómoda. Pero precisamente por eso es necesaria.

Leer no debería ser un privilegio, ni algo condicionado por la edad, el contexto o el miedo de otros. Debería ser un derecho libre, acompañado, sí, pero no limitado. Cada lector es distinto, y lo que a unos puede parecerles excesivo, a otros les puede dar herramientas para entender, para crecer, para resistir o incluso para desarrollar su propio pensamiento alejado del pensamiento común, global e incluso el llamado “correcto”. Al final, la verdadera pregunta no es si un libro es adecuado para ti, sino: “¿por qué alguien no quiere que lo leas?” Y, sinceramente, a veces esa es la mejor razón para leerlo.

Natalia Martínez Martínez

EL CÍRCULO DE SAFO

EL CÍRCULO DE SAFO

Normalmente se dice que la lectura evoca a los sentimientos. Aunque yo pienso que los sentimientos también pueden evocar a la lectura ya que puedes seleccionar tus lecturas según tus experiencias y vivencias. Cada lectura y sentimiento es personalizado, único y diferente al resto. No es igual leer, por ejemplo, La Educación Sentimental de Flaubert si estás viviendo un amor imposible o leer Fahrenheit 451 de Ray Bradbury en un contexto como el actual, con el creciente número de obras que están siendo censuradas.

Yo considero por ello que la escritura es un método para que estos sentimientos no mueran y perduren a través del tiempo. Que fluye hacia otras personas, acercando cada vez más el significado de sentimiento y lectura, convirtiéndolo en historia. Por ello siempre suelo recordar este poema de la poetisa Safo de Lesbos, ya que, aunque esta vivió hace más de 2700 años, puedes sentir sus mismas emociones e incluso continuar sus versos, entrelazando el pasado con el presente, inspirando de nuevo una y otra vez, siendo un círculo que no se rompe al igual que el círculo de la lectura que se influencia de la historia de esta misma.

Me parece igual a los dioses ese

hombre que ahora está frente a ti sentado,

y tu dulce voz a tu lado escucha

mientras le hablas

y tu amable risa; l cual, te juro,

en mi pecho el alma saltar ha hecho:

pues te miro apenas y mis palabras

ya no me salen

se me queda rota la lengua y, suave,

por la piel un fuego me corre al punto,

por mis ojos ya nada veo, y oigo

solo un zumbido,

me destila un frío sudor y entera

un temblor me apresa, y cual la paja

amarilla estoy y mi muerte siento

poco alejada.

Pero todo habrá que sufrirlo,

incluso si mis cartas no llegan,

si lees los fragmentos de otros poemas

y aún te llega mi colonia.

Se me queda rota la pluma tras cada palabra

y creo que aún te veo en la novela romántica,

ante mis ojos hay una historia mil veces repetida

aún si intento parecer antigua.

En las censuras, en el creer saber,

en las páginas rasgadas,

en la muerte de lo que destruyeron,

o por esa joven Heloisa que todos ansiaban.

En las quemas o en el miedo,

en tablillas de arcilla, o en algún silencioso misterio,

en las reuniones, aún si son clandestinas,

en todos los rincones de la literatura,

en la oratoria o en internet si se revoluciona.

En lo que leo o en lo que todavía no está sobre el papel

en lo que siento o en lo que ya no veo,

creo que te encuentro, pero siempre tendré que sufrirlo,

incluso si todavía queda perdido o destruido,

incluso si aún es perseguido,

aún si mis versos evocan.

 

Aún si tu imagen se difumina con la de otros

aún si dedican de nuevo este poema,

no siempre será el mismo.

 

Aleia

LA CENSURA DE LIBROS EN EL SIGLO XXI: ¿QUIÉN DECIDE LO QUE PODEMOS LEER?

LA CENSURA DE LIBROS EN EL SIGLO XXI: ¿QUIÉN DECIDE LO QUE PODEMOS LEER?

Aunque solemos asociar la censura con tiempos pasados, a día de hoy, en pleno siglo XXI aún se prohíben libros. Y esto no ocurre solo en dictaduras, sino en países democráticos. En Estados Unidos, por ejemplo, más de 10.000 libros han sido vetados recientemente en escuelas y bibliotecas. Muchas veces por razones absurdas como temas considerados incómodos, como el racismo, la identidad de género o la sexualidad. Obras como To Kill a Mockingbird de Harper Lee, Maus de Art Spiegelman o Gender Queer de Maia Kobabe están en la llamada lista negra. Llevándolo a España, en municipios como Burriana, se han producido intentos de retirar libros de educación sexual y revistas en catalán de las bibliotecas públicas, alegando que su contenido era inapropiado o incluso pornográfico.

¿Nos están protegiendo o limitando? Quienes defienden la censura suelen decir que es por el bien de los jóvenes, para evitar que accedan a contenidos inapropiados. Pero nos da que pensar, ¿qué es realmente inapropiado?, ¿hablar de racismo, diversidad o sexualidad? En muchos casos, estas restricciones son más miedos o intereses ideológicos y políticos que una verdadera preocupación educativa.

Entonces, ¿cuál es el papel de los lectores y los docentes? En primer lugar, los profesores juegan un papel esencial, ya que al final son los encargados de educar a los futuros lectores y los que tienen la responsabilidad de formar personas capaces de entender los textos, debatirlos y sacar sus propias conclusiones. Y los lectores, por su parte, deben ejercer su libertad crítica, buscando siempre ampliar sus horizontes.

Por otra parte, personalmente creo que sí que debe existir una forma de regularizar lo que se lee en el colegio a temprana edad. Pero estamos hablando de regular, que no significa censurar. Es lógico que exista una selección de lecturas adecuada a la edad, y el desarrollo del niño. No todo libro es apropiado para cualquier momento, y ahí entra el criterio pedagógico. Pero esto no debe confundirse con imponer ideologías o evitar ciertos temas por incomodidad.

En conclusión, estos casos demuestran que, aunque la censura en España no es generalizada, sigue existiendo de forma puntual y a veces silenciosa. Es fundamental que lectores, docentes y bibliotecarios defiendan el acceso libre a la literatura. Porque leer también es un acto de libertad.

Aitana Flores Soriano

EL REFUGIO DE LOS LIBROS

EL REFUGIO DE LOS LIBROS

En una casa en la ciudad de Berlín, Noa se arrodillaba en la ventana de su pequeño ático. Los últimos rayos de sol de ese día se filtraban a través de las persianas, iluminando los bordes ya desgastados y amarillentos de su libro favorito. Aún recuerda cuando se lo regalaron, antes de que toda esa barbaridad hubiese empezado. Se lo había leído más veces de las que podía contar con los dedos de sus pequeñas manos; era su tesoro más preciado.

Noa tenía nueve años. El mundo en el que ahora vivía se había convertido en un lugar horrible. Todos los rostros alegres que antes veía habían desaparecido, la calle que cruzaba feliz todos los días para ir al colegio ahora le aterraba y el canto de los pájaros que escuchaba por las mañanas se había transformado en el sonido de las bombas. La guerra lo había cambiado todo.

El parche amarillo en forma de estrella, bordado en su abrigo, era un recordatorio de que ya no era una niña como las demás. Ahora sus amigos y amigas la ignoraban, como Greta y Hans, con los que en el patio del colegio jugaba a saltar a la comba. Sin embargo, ahora cuando los veía en la calle, Greta bajaba la mirada y Hans se daba la vuelta como si no la conociera. En la escuela los profesores la trataban con desprecio, pero lo que más le dolía eran los gritos de los soldados que al verla le gritaban: “¡Judía!”, como si esa palabra fuese la única que la definía.

Pero cuando la noche caía sobre Berlín, Noa se refugiaba en su rincón del ático. Con su libro entre las manos, las palabras se convertían en su único refugio, el único lugar donde podía escapar de la horrible realidad que la rodeaba.

Hoy, como cada noche, abría las páginas de aquel libro. La historia de una princesa que vivía en un castillo lejano la envolvió en un abrazo. En su mente, todos aquellos gritos de los soldados se convirtieron en las risas de los niños y niñas que habitaban en su palacio, y la oscuridad de la guerra desapareció en los jardines de aquel reino lejano. Era en aquellos instantes cuando Noa se olvidaba de su estrella amarilla y del miedo que vivía cada día.

Sus padres la miraban desde el piso de abajo, y, aunque no se unieran a ella, la entendían. Intuían que los libros tienen un poder que la oscuridad de aquella guerra no podía tocar. Aunque el mundo fuese cruel y su futuro cada vez más incierto, Noa sabía que dentro de esas páginas nada podría alcanzarla. Así, en el mundo de su libro favorito, Noa era quien quería ser: una pequeña princesa que no tenía miedo y que era muy feliz en su reino.

Lucía Díez Castillo

LAS HUELLAS DE MI BIBLIOTECA

LAS HUELLAS DE MI BIBLIOTECA

Una biblioteca es algo muy personal, es un reflejo de nuestra identidad, de nuestros intereses, experiencias y aspiraciones. A través de los libros que poseemos en ella, dejamos huellas de nuestras preocupaciones y momentos vitales. Si en un futuro alguien encontrara mi biblioteca seguramente podría intuir varios aspectos de mi vida.

En mis estanterías algunos géneros destacan de manera evidente, mostrando lo que es de especial interés para mí. Encontramos libros como Ana Karenina de Lev Tolstói, Cumbres borrascosas de Emily Brontë u Orgullo y prejuicio de Jane Austen, que manifiestan mi apreciación hacia los grandes clásicos de la literatura.

Desde la perspectiva profesional, mi biblioteca refleja un interés por la educación y la enseñanza, lo que confirma mi formación en el Doble Grado de Humanidades y Magisterio de Educación Primaria. Novelas como Nada de Carmen Laforet o La ladrona de libros de Markus Zusak, muestran un trasfondo educativo y social, así como mi firme creencia en la literatura como herramienta esencial para la enseñanza y reflexión en el aula. Además, títulos como Una habitación propia de Virginia Woolf, entre otros, manifiestan mi sensibilidad hacia cuestiones de género y mi cierta preocupación por que se realce la importancia de la voz femenina en la literatura, pero sobre todo en la sociedad.

Un género que también me apasiona es el thriller y el misterio; de hecho, ocupa un espacio muy importante en mi biblioteca, destacando a Jöel Dicker, uno de mis escritores favoritos del momento, con libros como La verdad sobre el caso Harry Quebert. Además, encontramos otras obras de misterio como Los renglones torcidos de Dios de Torcuato Luca de Tena, que muestran un gusto por el suspense y la complejidad de la naturaleza humana a través de los giros inesperados y las historias bien construidas.

Por último, la novela histórica también tiene un lugar relevante en mi biblioteca, como se puede observar en títulos como Sin novedad en el frente de Erich Maria Remarque y La enfermera de Auschwitz de Mario Escobar. Estos manifiestan mi curiosidad hacia los acontecimientos del pasado y su impacto trascendental en la humanidad, así como una sensibilidad hacia los relatos de lucha y resiliencia.

En resumen, mi biblioteca personal no muestra simplemente mis gustos literarios, sino que también es un reflejo de mi identidad. A través de sus páginas, se puede distinguir a una estudiante que será futura docente, con inquietudes intelectuales y sus propios valores, los cuales han guiado su vida, y su manera de comprender el mundo. A pesar de que cada persona vive la lectura de una forma distinta, para mí, los libros son mucho más que una simple distracción, son una huella de mi recorrido personal.

Mercedes San Miguel González

¿CRECEMOS PARA LEER O LEEMOS PARA CRECER?

¿CRECEMOS PARA LEER O LEEMOS PARA CRECER?

Leer implica descubrirse a uno mismo, descubrir el mundo que nos rodea a través de la lectura. Leer, casi tanto como respirar, es nuestra función esencial. Desde la antigüedad, la lectura y la escritura han sido fundamentales para la vida. En el Antiguo Egipto, solo una minoría de la población tenía acceso a la alfabetización y los escribas pasaban por un proceso de formación especializado. Así como los escribas egipcios dedicaban años al estudio para dominar la lectura y la escritura, nosotros también crecemos a través de los libros. Desde que somos pequeños, aprendemos a leer para comunicarnos, para entender el mundo que nos rodea y para cumplir con las exigencias de la sociedad.

Sin embargo, hay una pregunta que va más allá de la simple adquisición de esta capacidad: ¿leemos solo porque crecemos y nos vemos en la necesidad de hacerlo, o es la lectura la que nos permite evolucionar, expandir nuestra mente y crecer? Leer no es solo descodificar palabras; es adentrarse en mundos nuevos, cuestionar ideas, conocer otras perspectivas y, sobre todo, desafiar nuestra propia forma de pensar. Los libros nos permiten viajar en el tiempo, explorar universos inalcanzables y comprender realidades distintas a la nuestra.

Cada libro que leemos deja una huella en nuestra mente y en nuestro corazón, moldeando nuestra forma de ver el mundo y de interactuar con él. En la infancia, la lectura suele ser una actividad obligatoria, parte del proceso de aprendizaje escolar. Sin embargo, conforme crecemos, descubrimos que la lectura también puede ser un acto de placer y crecimiento personal. Hay quienes ven los libros como simples herramientas académicas y quienes los consideran puertas a nuevas dimensiones del conocimiento. Leer es como viajar a mundos desconocidos sin necesidad de moverte de tu asiento.

Hemos podido observar que, en los últimos años, ha surgido una tendencia a romantizar la lectura, presentándola como una actividad casi mágica, asociada a imágenes idílicas de lectores con tazas de café, estanterías repletas de libros y momentos de absoluta tranquilidad. Esto hace que quienes no ven la lectura como algo especial se sientan motivados y la disfruten, dejando de verla como una tarea aburrida para convertirla en un momento de aprendizaje y entretenimiento. Hay lectores que, al igual que sus precedentes humanistas, organizan su propio studiolo, un espacio de lectura donde se pueden seleccionar obras o explorar lecturas placenteras, entre otras tareas, y en el que el silencio y la soledad adquieren un valor esencial.

Algo en lo que rara vez nos paramos a pensar, pero que nos define al leer, son las emociones que la lectura nos despierta, como cuando los personajes nos hacen reír o nos transmiten sus deseos sintiéndonos identificados, o cuando nos conmovemos por una trágica historia ante un final inesperado o, simplemente, la satisfacción, o a veces nostalgia, de cerrar las últimas páginas de un libro que anhelabas terminar.

A todos los que me estáis leyendo desde este maravilloso blog, os animo a seguir descubriendo el inmenso poder que tiene la lectura y dejaros descubrir por ella. Que cada libro os inspire, os enseñe y os haga crecer, no solo en el tiempo, sino también en conocimiento. Leer, casi como respirar, es algo natural, esencial y lleno de vida.

Leyla Akalay Acdhi

ENTRE EL JUICIO Y LA LECTURA

ENTRE EL JUICIO Y LA LECTURA

Estimada Milena Busquets,

Mi nombre es Laura Padilla Pizarro, estudiante de la Universidad de Alcalá. Recientemente leí su novela También esto pasará, y siento la necesidad de expresarle mi admiración y cómo esta conmovedora historia me ha hecho reflexionar y cuestionarme en ciertos aspectos.

Si pasas de puntillas por este libro, el camino fácil es juzgar a Blanca, su comportamiento y sus decisiones, dejándote llevar por tus propias experiencias. Eso mismo hice yo inconscientemente en algún punto del libro. No obstante, al adentrarme en sus inseguridades y miedos, comprendí que Blanca es una mujer que tuvo que crecer rápidamente en un mundo que exigía mucho de ella, desde niña. No solo es hija y madre, es una mujer aún en la búsqueda de su identidad. El mayor reto de Blanca en su vida fue lograr tener el respeto y la admiración de su madre, una validación que no llegó a ser del todo tangible. De modo que, tras la muerte de esta se encuentra desorientada. A las mujeres nos educan para complacer a los demás, pero ¿qué sucede cuando tratamos de vivir por y para nosotras mismas? A menudo nos sentimos perdidas.

Otro aspecto que me ha llamado la atención ha sido la forma en la que la protagonista encuentra paz en la naturaleza. Un refugio que no hace preguntas ni espera nada de ella. Allí solo es parte del paisaje, no es una pieza fundamental en él. No depende de ella su supervivencia. Seguirá ahí, con o sin su presencia.

Por último, agradecerle una reflexión que forma parte de mí desde que Blanca dijo: “Siempre he pensado que los que dicen «te quiero mucho», en realidad te quieren poco, o tal vez añaden el «mucho», que en este caso significa «poco», por timidez o por miedo a la contundencia de «te quiero», que es la única manera verdadera de decir «te quiero». El «mucho» hace que el «te quiero» se convierta en algo apto para todos los públicos, cuando, en realidad, casi nunca lo es.”

Con ella, invita a reflexionar sobre cómo damos por hecho el significado de las palabras y, en ocasiones, matizamos lo que queremos decir. Creemos que así ganan valor cuando lo cierto es que decir «te quiero» es una declaración tan pura que no necesita ser cuantificada.

Ojalá haya podido transmitirle con esta carta mi respeto y admiración por su novela.

Atentamente,

Laura Padilla Pizarro

EL IDIOMA QUE SÉ GRACIAS A TI

EL IDIOMA QUE SÉ GRACIAS A TI

Querido Julio Cortázar:

No sé si esta carta llegara tarde o si, en algún rincón del tiempo, sigues desordenando palabras y jugando con realidades como solo tú sabes hacerlo. Pero no importa. Quiero escribirte como si fueras a leerme, como si en algún momento de este extraño tablero llamado existencia nuestras líneas pudieran cruzarse.

Te descubrí en un instante en el que necesitaba aprender a mirar el mundo de otra forma. No sé si lo sabías, pero tus palabras tienen la manía de meterse en la piel, hacer cosquillas en el pensamiento y abrir puertas que uno no sabía que existían. Fuiste pona mi más que un escritor; fuiste un cómplice, un maestro en el arte de romper estructuras y demostrar que la literatura no es solo contar historias, sino vivirlas de una forma nueva.

Con Rayuela aprendí que la vida puede leerse en desorden y seguir teniendo sentido.

Can tus cuentos, entendí que la magia se esconde en los rincones más cotidianos, en un axolotl atrapado en un armario o en una autopista que no tiene fin.

Me enseñaste que la realidad y la fantasía no son opuestas, sino amantes que se encuentran en cada página.

Tu escritura me ha acompañado en días luminosos y en noches de dudas. Gracias por cada palabra, cada historia, por cada universo que creaste y que sigue vibrando en quienes te leemos.

Dondequiera que estes, espero que sigas jugando.

Can gratitud y admiración,

Lucía García-Blanco Mansilla

LAS RAZONES DE MI PADRE

LAS RAZONES DE MI PADRE

Tenía unos diez años cuando le pregunté a mi padre por qué le gustaba tanto leer. Le veía a todas horas con un libro en las manos, perdiéndose en sus páginas como si el mundo real quedara en pausa. Cuando nosotros descansábamos viendo la tele, saliendo al parque o jugando a videojuegos, él se sentaba en su típico sillón con su libro y desconectaba de todo. Me intrigaba saber qué había en esos textos que le hacían sonreír, fruncir el ceño o soltar un suspiro.

—Leer, Diego, es viajar sin moverte del sitio. Es como abrir una ventana a otros mundos, conocer personas que nunca existirán y vivir experiencias que de otra forma jamás tendrías —me respondió aquella vez.

No lo entendí del todo en ese momento. Para mí, los libros eran solo una obligación del colegio o una fuente de conocimiento sobre temas que me gustaban como los dinosaurios o la mitología. Pero él continuó:

—Los libros te enseñan, te hacen pensar, te permiten entender a los demás. A veces te muestran cosas que nunca habías imaginado, y otras veces te hacen sentir acompañado, como si alguien más en el mundo hubiera pensado o sentido lo mismo que tú. Te dan la oportunidad de crear todo un nuevo mundo a partir de unas palabras. ¿Qué hay más bonito que imaginarse cualquier historia a tu gusto?

Pasaron los años, y aquella conversación quedó guardada en algún rincón de mi memoria. No fue hasta hace poco que he vuelto a pensar en ella. Ahora, cuando me sumerjo en un libro, comprendo lo que mi padre quiso decir. He viajado a tierras desconocidas sin salir de mi cuarto, he sentido emociones que parecían mías y he aprendido lecciones que ningún maestro me enseñó.

Ahora sé por qué le gustaba tanto leer. Ahora, también me gusta a mí.

Diego Alonso del Amo

¿POR QUÉ NO ENCUENTRAS EL LIBRO PERFECTO?

¿POR QUÉ NO ENCUENTRAS EL LIBRO PERFECTO?

A pesar de que en los tiempos actuales Internet se ha convertido en el medio más popular para adquirir los productos de interés, las tiendas físicas aún tienen una gran presencia en nuestra vida. De igual forma, si hablamos de libros, no podemos olvidarnos de las librerías, los templos de los lectores donde pueden perderse durante horas y horas buscando las que serán sus próximas lecturas. Sin embargo, en estas últimas su búsqueda se ve amenazada por un grave problema: la incorrecta clasificación de los libros en las librerías. 

Todas las obras que están en una librería tienen una clasificación que determina cómo están ordenadas y dispuestas en las estanterías. El objetivo de esta ordenación es facilitar al cliente su búsqueda y compra basada en sus gustos e intereses. Sin embargo, cabe preguntarnos, ¿es esta clasificación correcta? Está claro que, en algunas ocasiones, no lo es. Como lectora con experiencia, puedo asegurar que en las librerías hoy en día se ven auténticas barbaridades en la colocación de los libros. Desde ver obras de fantasía como el famoso Juego de Tronos, de George R. R. Martin, en la sección juvenil; hasta hallar novela erótica para adultos en la sección de +15 años.

Los libros deben estar en sus secciones correspondientes, pues si se encuentran en las equivocadas, no llegarán al mismo público y esto afectará negativamente a sus ventas: nadie se esperaría encontrar Juego de Tronos en la categoría juvenil.

Es cierto que el encasillamiento de los libros en un género es una cuestión difícil de abordar. Sin duda, un solo libro puede contener varios géneros, por lo que existiría conflicto a la hora de colocarlo en una única sección. El problema está cuando un ejemplar se ubica en una sección que no tiene nada que ver con el libro. Esto crea confusión en los lectores, que tienen intereses concretos y pueden comprar libros que no desean a raíz de estos fallos.

En conclusión, hoy en día uno no puede fiarse ciegamente de la clasificación que encuentra en las librerías, puesto que, ya sea por estrategias de venta (fallidas, en ocasiones) o por desconocimiento del responsable de esta colocación, estas pueden resultar erróneas. En mi opinión, y basándome en mi experiencia, a la hora de seleccionar un libro para leer, antes de ir a comprarlo en una librería, debemos consultar todos los medios posibles para asegurarnos de que ese libro es lo que queremos. De esta forma, no quedará en nuestras estanterías cogiendo polvo cuando nos demos cuenta de que no era lo que buscábamos, porque eso sí que es una pena.

Lucía Madero Marañón

DISCORDIA POR EL ESPECIAL

DISCORDIA POR EL ESPECIAL

Hoy en día vivimos en una sociedad capitalista en la que el postureo puede más que el interés genuino. Cuando era pequeña era muy ingenua y pensaba que solo había un par de ediciones diferentes de cada libro. Evidentemente, al crecer me di cuenta de que no era así y me chocó mucho que se hicieran tantas ediciones diferentes de algunas obras en la misma editorial. Claro que esto, en su momento, tampoco me parecía un tema de tanta trascendencia.

Sin embargo, últimamente parece que leer se ha vuelto popular. Yo me acuerdo de que cuando estaba en el colegio y me quedaba leyendo en los recreos, el resto de niños me miraban fatal y me llamaban rara o friki. Ahora ya no es así, ahora todo el mundo lee. Y, por desgracia, cuando algo se pone de moda en España, hay gente de más que se sube al carro.

No puede ser que se haya vuelto tan frecuente que de cada libro popular se haga una edición especial. Plataformas como Instagram y TikTok fomentan el coleccionismo y la competencia. En el lanzamiento de un libro hay gente apostada frente a las tiendas horas antes de su apertura, lista para arrasar con las ediciones especiales (e ignorar las normales) en cuestión de horas. No puede ser que haya personas que, con toda la ilusión, hayan buscado la edición especial y no solo se encuentren con que está agotada, sino que, encima, vean cómo estas son revendidas en plataformas como Wallapop y Vinted a precios desorbitados.

Este fenómeno ocurre con infinidad de libros, entre ellos los que aparecen en la foto. Son los tres primeros tomos de la saga Empíreo de Rebecca Yarros, titulados Alas de Sangre, Alas de hierro y Alas de Ónix. Son ediciones especiales y la única diferencia entre estas y las ediciones normales de tapa dura son los cantos. Donde en una edición normal vemos el blanco de las hojas, en las ediciones especiales tenemos los cantos de colores y decorados con siluetas de dragones. Por este pequeño (aunque bonito) detalle, hay gente peleándose por el último ejemplar, o vendiendo una sola de estas ediciones por 50, 70 o 150 €. Las dinámicas de las ofertas no son ajenas al mundo del libro: en el caso de comprar dos, puedes encontrarlos por 200 €, mientras que, si deseas adquirir los tres, he llegado a verlos por más de 400 €.

Estos libros, cuyo precio de 25 € en la tienda yo ya consideraba caro, se vuelven totalmente inaccesibles en la reventa. Este fenómeno es muy curioso, porque solo pasa en España. En Italia, el mismo libro podría costar, en un formato caro, sobre 18 €, mientras que en nuestro país estos productos se encarecen por encima de la media de Europa, principalmente por la protección de los valores culturales del mercado del libro.

Personalmente creo es una lástima que para algunas personas las ediciones se hayan convertido únicamente en un producto de compraventa y que solo se valoren en función de cuánto dinero de ellas se pueda sacar. Es una pena, porque, para mí (y para muchos otros), relajarse y leer un buen libro es un grandísimo placer que, por los precios desorbitados de los últimos tiempos, no todo el mundo puede permitirse.

Carla Palacios

 

¿A QUIÉN NOS DIRIGIMOS CUANDO ESCRIBIMOS UN DIARIO?

¿A QUIÉN NOS DIRIGIMOS CUANDO ESCRIBIMOS UN DIARIO?

Hace un tiempo, mi familia y yo nos reunimos para celebrar el cumpleaños de mi primo. Le regalaron un cuaderno precioso, de tapa dura, con una portada decorada con motivos vintage, para que lo usara como diario. Él agradeció el obsequio, pues le encanta escribir (siempre dice que de mayor quiere publicar un libro), pero después de dar las gracias, dijo que el cuaderno era demasiado bonito: “total, en cuanto empiece a escribir en él, no voy a permitir que nadie lo vea”, añadió. 

Esto último se me quedó grabado en la cabeza toda la tarde. ¿Para qué escribe o para quién escribe mi primo en su diario? Al intentar dar respuesta a esta pregunta, una se encuentra primero reflexionando sobre sus propias experiencias. Por desgracia, esto no resultó fructífero en mi caso: a pesar de los múltiples intentos a lo largo de mi vida por empezar un diario, nunca he sido capaz de llevarlo a cabo durante más de tres días seguidos. Al comentarlo con más personas, me di cuenta de que esta es la experiencia general cuando se trata de redactar las propias memorias. Y es que, para la mayoría de la gente, escribir algo que nadie va a leer (a menudo, ni siquiera nosotros mismos) resulta un tanto absurdo.

Probablemente haya gente cuya opinión entre en conflicto con la afirmación anterior. Con ella, para nada se pretenden negar los beneficios terapéuticos que llevar un diario pueda tener. No obstante, para muchas personas, una característica intrínseca de lo escrito es su función última de ser leído. Si un texto no se lee, entonces carece de sentido.

Algo parecido se creía ya en la Antigüedad clásica, época en la que se tenía la concepción de que las producciones escritas cobraban vida únicamente cuando eran leídas. Esa lectura, además, se solía realizar en voz alta, pues la lectura en silencio se hacía complicada con un idioma como es el griego antiguo, escrito sin espacios ni pausas mediante la scriptio continua. Esta noción del texto otorgó al mismo un carácter “mágico”, en tanto en cuanto el propio objeto que contuviera el escrito debía “apoderarse” de quien lo leyera para convertirse así en algo, hasta cierto punto, animado (creencia de la que viene el concepto de los llamados objetos parlantes).

Hoy en día, hay algunos ejemplos que demuestran que esta concepción antigua no se ha perdido del todo. Uno de los más sonados, que seguro a más de un lector le viene a la cabeza, es el Diario de Tom Riddle, objeto clave en la famosa saga de literatura infantil Harry Potter, que consiste precisamente en un diario que adquiere vida a medida que es leído por otra persona. No es este, ni mucho menos, el único ejemplo. En la época contemporánea existen otros muchos diarios, tanto reales como ficticios, que demuestran que las memorias pueden tener un sentido más trascendental: el subversivo o político. Es el caso del famosísimo Diario de Ana Frank, o el cuaderno en el que hace sus anotaciones el protagonista de 1984, Winston. En esta obra, George Orwell expone de manera clara el poder que pueden tener los pensamientos y, por ende, los escritos que de ellos surgen (aunque sean, supuestamente, solo para nuestra vida privada). En este caso, en su diario el protagonista apela directamente a las personas del futuro que puedan llegar a leer lo que escribe, utilizándolo como una forma de comunicación con generaciones venideras.

Estos ejemplos demuestran que, quizás, no sea cierto que escribamos solo para el momento presente. Tal vez, cuando escribimos en nuestros diarios, tenemos, en el fondo, el anhelo de que nuestras historias sean descubiertas por alguien en el futuro o, incluso, por una versión mayor de nosotros mismos en un momento de reminiscencia. A lo mejor esperamos que, de algún modo, el paso del tiempo otorgue a nuestras memorias, que desde el presente nos parecen deslavazadas, una consistencia mayor. Pero, para ello, alguien tiene que leerlas.

Andrea Sánchez García

ÉRASE UNA VEZ UN LIBRO FELIZ

ÉRASE UNA VEZ UN LIBRO FELIZ

Yo era un libro feliz, como todos aquellos que descansaban en mis estanterías. Era un libro feliz, por “ser” y cumplir con mis funciones primigenias.

Era un libro leído, interpretado, apreciado. Ofrecía a mi dueño curioso una compañía muy especial, provocadora de placer. Si él en mí reposaba la mirada, el pensamiento meditaba y mi objetivo de existencia conseguía trascender. El grandísimo dislate de reducir a aquello que es, a “ser”.

Mi incontable familia –vecina de estanterías- me transmitía el sentido de existencia de mis ancestros, la manera y circunstancias en que se habían conformado y qué ojos y actitudes los habían de albergar. Cuán interés me suscitaba esa historia, esa relación tan pasiva y activa que unía a los de mi especie con los humanos.

Mis más cercanos libros mantenían procedencias sumamente distintas. Aquellos que, como yo, habían sido encontrados con incredulidad y sorpresa, o tras una incesante búsqueda de mi dueño. Aquellos que habían emigrado en forma de regalo hacia otros estantes y propietarios ajenos. Alguno que había cambiado de ostentador inintencionadamente, en los bancos tras esperar al tren... Claro está que el grueso de la familia aumentaba más que disminuía, por bienvenidos regalos, por acogidas temporales de amigos revestidos de sus correspondientes tejuelos.

Un libro abierto respira, se oxigena; ojos despiertos. Un libro cerrado, mente dormida.

Pensamientos librarios que me surgían al contemplar desde las maderas polvorientas a mi añorado dueño dando vueltas por la habitación, “estudiando” con el ordenador, leyendo noticias en su teléfono móvil, novelas fugaces y efímeras. ¿Pero es que no se daba cuenta?

Que leer así es un “visto y no visto”, que es volátil, que es insaciable (se diluye la emoción y la experiencia multisensorial emanantes de la actividad lectora); que es todo eso, pero, en el fondo, no es.

Yo permanezco en esencia igual, en apariencia quizás algo más viejo, e implorando la compasión de los pececillos de plata.

Soraya Nseir Rubio

EL PODER TERAPÉUTICO DE LOS LIBROS

EL PODER TERAPÉUTICO DE LOS LIBROS

En medio de los desafíos cotidianos, a menudo buscamos refugio en la lectura como un medio para encontrar consuelo y sanación. Sin embargo, ¿alguna vez has considerado que la lectura puede ser más que una simple distracción? Resulta que sumergirse en el mundo de las palabras puede tener beneficios significativos para la salud, especialmente cuando se trata de enfrentar enfermedades. En esta entrada, exploraremos cómo la lectura puede ser un recurso valioso en la lucha contra diversas condiciones médicas, desde el estrés hasta la depresión y más allá.

En un mundo lleno de distracciones y tensiones constantes, encontrar momentos de calma puede ser un desafío. Sin embargo, la lectura ofrece una vía de escape que ayuda a reducir el estrés y la ansiedad. Al sumergirse en una narrativa absorbente, la mente puede desconectarse del caos del entorno y encontrar una sensación de tranquilidad. Estudios han demostrado que dedicar tiempo a la lectura puede disminuir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y promover una sensación de bienestar.

Mantener la mente activa es esencial para preservar la salud cerebral a lo largo de la vida. La lectura regular puede proporcionar un entrenamiento cognitivo invaluable al estimular diversas áreas del cerebro, como la memoria, la concentración y la creatividad. Además, se ha descubierto que el hábito de la lectura está asociado con un menor riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y el Parkinson. Al desafiar constantemente al cerebro con nuevas ideas y conceptos, la lectura ayuda a mantenerlo ágil y resistente al deterioro asociado al envejecimiento.

Sumergirse en las historias de otros ofrece una perspectiva única sobre experiencias y emociones que de otro modo serían difíciles de comprender. La lectura de ficción, en particular, ha demostrado fortalecer la empatía y la inteligencia emocional al ayudar a ponerse en los zapatos de personajes muy diversos y ver el mundo desde su perspectiva. Esta capacidad para conectar con los demás a través de la lectura puede fomentar relaciones más profundas y satisfactorias, así como aumentar el bienestar emocional general de la persona.

Por ello podemos decir que la lectura es mucho más que una simple actividad recreativa; es una herramienta poderosa que puede contribuir significativamente a nuestra salud y felicidad. Desde reducir el estrés y la ansiedad hasta preservar la salud cerebral y fomentar la empatía, los beneficios de sumergirse en las páginas de un libro son abundantes y transformadores. Así que la próxima vez que te sientas abrumado por la vida, considera refugiarte en el mundo reconfortante y enriquecedor de la lectura. Tu mente, tu cuerpo y tu alma te lo agradecerán.

Daniel Pejenaute

RECUERDOS A TAPA DURA

RECUERDOS A TAPA DURA

Por las noches, cuando el frio se apodera de su casa, tan parecido al frio de las paredes blancas del asilo donde vive su abuela, la imagen de su querida Señora ronda en su cabeza. Bissy intenta no pensar en ella más de la cuenta, metida en la habitación del asilo, con los pies hinchados apretando las venas de sus piernas, así como la demencia creyéndose protagonista de su vida y la soledad del lugar avivando el ego de la ausencia. Se le crea un nudo en la garganta de solo pensarlo.

Al día siguiente, Bissy se dirige al cuarto de su abuela en el asilo. Está decidida a seguir adelante. Al llegar, encuentra a Isabel sentada en su silla junto a la ventana, mirando hacia afuera con una expresión perdida pero tranquila. Bissy se acerca y, con una sonrisa en el rostro, se inclina para darle un beso en la frente.

—Abuela, he encontrado algo maravilloso — le dice, intentando captar su atención. Isabel gira lentamente la cabeza y, aunque sus ojos reflejan confusión, Bissy siente una chispa de reconocimiento.

Saca un libro de su bolso, uno que había sido especial en su infancia. Era un libro que habían leído juntas muchas veces, con páginas desgastadas y cubiertas arrugadas. Bissy abre el libro y comienza a leer en voz alta, con la esperanza de evocar algún recuerdo en su abuela.

A medida que pasan las páginas, Isabel cierra los ojos, dejándose llevar por la cadencia familiar de la voz de Bissy. Poco a poco, algo en su semblante cambia y una suave sonrisa se dibuja en su rostro, como si los recuerdos estuvieran encontrando su camino de vuelta.

Después de un par de capítulos, Bissy descubre una pequeña nota que sobresale de una de las páginas. La saca con cuidado y, al abrirla, reconoce la letra temblorosa de su abuela. Con el corazón latiendo acelerado, comienza a leer en voz alta:

Querida Bissy,

Sé que mi memoria me está fallando, y hay días en los que no recuerdo ni los momentos más preciosos que compartimos. Pero quiero que sepas que, en lo más profundo de mi corazón, siempre estás presente. Este libro es un pequeño tesoro de nuestra infancia juntas, y aunque mi mente olvide, mi corazón siempre recordará.

Quiero que te lleves este libro y lo guardes como un símbolo de nuestro amor y de los momentos felices que compartimos. No dejes que la tristeza nuble tu vida, porque siempre habrá un rayo de sol detrás de cada nube. Sé fuerte, mi querida, y sigue adelante con la misma valentía y determinación que siempre has mostrado.

Recuerda siempre que te amo, y que, aunque mi mente pueda olvidar, mi alma siempre estará contigo.

Con todo mi amor,

Nana Isabel.

Bissy siente que el peso de sus preocupaciones se aligera un poco mientras lee. Entre recuerdos de infancia y fantasías infantiles, se deja envolver por la historia que comparte con su abuela. En ese momento, comprende que no hay nada más hermoso que ser parte de la historia de aquellos a quienes amamos.

Camila Reyes Rodríguez

ADICTOS AL "TRUE CRIME"

ADICTOS AL "TRUE CRIME"

En esta era del entretenimiento digital nos encontramos con el auge imparable de las series de true crime, aquellas que nos sumergen en los entresijos de los delitos reales más espeluznantes. Desde documentales como Conversaciones con asesinosLas cintas de Ted Bundy, hasta la actual serie El caso Asunta, pasando por distintos podcasts, estas producciones han capturado la atención del gran público, generando debates, teorías y una imparable necesidad de conocer más sobre los oscuros recovecos de la mente criminal.

Pero ¿qué es lo que nos atrae tanto de estas narraciones? La respuesta podría encontrarse en nuestra propia historia como seres humanos. Antes de la era de Netflix y los podcasts de true crime, existían unos escritos de temática similar que cautivaban a las masas: las coplas de ciego, que, a su vez, formaban parte del género conocido como literatura de cordel.

Las coplas de ciego eran relatos populares impresos en pequeños folletos y vendidos en las calles, que narraban crímenes reales, tragedias y sucesos sensacionales. Así como las series de true crime nos sumergen en los detalles más íntimos de los crímenes contemporáneos, las coplas de ciego ofrecían una ventana al lado oscuro de la sociedad en épocas pasadas. Se llegó, incluso a hacer adaptaciones de algunos de estos textos. ¿Quién no conoce la obra Bodas de Sangre de Federico García Lorca inspirada en el crimen de Níjar de 1928?

Pero esto no es todo, la conexión entre las series de true crime y las coplas de ciego va más allá de la temática compartida. Ambas formas de narrativa exploran la psicología humana, examinando las motivaciones detrás de los actos más atroces y, en muchos casos, dando lecciones de moralidad al receptor. Además, este tipo de relatos satisfacen una necesidad innata en las personas de acceder a narrativas impactantes y emocionantes, incluso morbosas. Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos hemos buscado historias que nos hagan reflexionar sobre nuestra propia condición, que nos mantengan al borde del asiento y que nos dejen con un sinfín de preguntas sin respuesta. Compartimos el deseo de entender lo inexplicable, de adentrarnos en lo desconocido y de encontrar un sentido en el caos que nos rodea.

Así que, mientras nos sumergimos en la última temporada de nuestra serie de true crime favorita, o mientras hojeamos una antigua copla de ciego, recordemos que, en última instancia, somos aficionados a la exploración de la condición humana en todas sus facetas, incluso las más oscuras y perturbadoras. Y quizás, a través de estas historias, podamos arrojar un poco de luz sobre los rincones más sombríos de nuestra propia existencia.

Por último, pero no menos importante, para aquellos interesados en explorar más sobre las coplas de ciego y su impacto cultural, recomiendo el libro Ensayo sobre Literatura de Cordel de Julio Caro Baroja, una obra fundamental que arroja luz sobre esta fascinante forma de narrativa popular.

Teresa Trinidad

EL CANTO DE LA LIBERTAD: VERSOS DE CENSURA

EL CANTO DE LA LIBERTAD: VERSOS DE CENSURA

En el silencio de la tinta y el papel, una voz se alza valiente,

desafiando la oscuridad, por favor censura, ¡detente!

La lectura es un grito, libertad que no tarda,

un eco de la mente que entre la gente se descarga.

Versos y líneas tejen una resistencia que enardece,

frente al yugo opresor, que la libre expresión estrecha.

Son los libros barricadas donde el pensamiento crece,

donde la verdad se alza, y el alma se sabe hecha.

Lectores valientes, con coraje en sus manos,

devoran las palabras, actos puros de osadía.

Descubren en las páginas nuevos mundos arcanos,

que, a fronteras y tiranías, desafiantes, desafían.

No hay grillete, ni cadena que contenga el pensamiento,

ni el torrente de ideas que en los libros se resguarda.

La lectura es un viaje, un liberador cimiento,

que del miedo desenreda y la esencia nos ensancha.

Con cada palabra, con cada relato que se devora,

se reta al silencio, se quiebran los cerrojos.

En la lectura en voz alta, la verdad explosiona,

y el espíritu se refugia en libres versos y antojos.

Abramos entonces los libros, con voz firme y sonora,

y que el eco de la lectura del viento se haga parte.

En este desafío audaz, donde el coraje mora,

descubrí en cada letra un faro, la luz que en mi ser responde.

Eco errante

TODOS MERECEMOS PODER LEER. SOBRE LA ACCESIBILIDAD A LA LECTURA

TODOS MERECEMOS PODER LEER. SOBRE LA ACCESIBILIDAD A LA LECTURA

La lectura es un instrumento fundamental para nuestro desarrollo como seres humanos, no solo como herramienta de comunicación, sino también como catalizadora de la creatividad, ejercicio para la memoria, amplificadora de conocimiento y desencadenante de sentimientos. A lo largo de la historia, solo las élites han tenido la posibilidad de disfrutar plenamente de ella, aunque, gracias al paulatino proceso de alfabetización, es cada vez más accesible. No obstante, continúa habiendo un sector de la población que se enfrenta a barreras para poder disfrutar de la lectura en su forma tradicional. Como solución se han desarrollado distintas alternativas para facilitarles el acceso a todo tipo de textos.

Uno de los métodos de accesibilidad más conocidos es el braille, dirigido a personas con algún tipo de discapacidad visual. Es este un sistema táctil ideado por Louis Braille, que se inspiró en un método de lectoescritura empleado por militares en el siglo XIX. A pesar de ser tan conocido y usado en lugares y objetos cotidianos (ascensores, carteles, envases, etc.), cuando se trata de aplicar al ámbito del libro este sistema tiene múltiples desventajas. Al necesitar impresoras y soportes especiales, los libros en braille tienen un coste muy elevado y requieren un tiempo extenso de producción. Como consecuencia, estos libros son limitados y es complicado encontrar obras recientes o traducidas.

Con las nuevas tecnologías y la creación de los e-books y libros digitalizados, hacer los textos más accesibles se ha vuelto mucho más sencillo, rápido y asequible. Aunque los soportes digitales tengan un precio inicial elevado, los libros en este formato tienen precios notablemente más bajos que los analógicos, lo que a largo plazo resulta mucho más económico que leer en papel. Si tienen sistema de sonido, permiten la descarga de audiolibros o la instalación de programas que recitan el texto en voz alta, ya sean novelas, mensajes de texto o hilos de Twitter. Además, estos dispositivos ofrecen ventajas adicionales como traducciones instantáneas, ajustes de tamaño y fuente de la letra, así como diccionarios e hipervínculos incorporados en los textos que permiten una mejor comprensión. Estas posibilidades también facilitan la lectura a personas mayores, gente con dislexia y niños en proceso de aprender a leer.

En muy pocos años los soportes y formas de lectura han cambiado radicalmente, igual que lo ha hecho el mundo que nos rodea. A veces el cambio asusta o se rechaza, pero realmente es parte de la Historia de la lectura, en la que se pasó del rollo al códice, de este a la aparición de la imprenta y, ahora, a las pantallas. ¿Qué será lo siguiente? De momento, gracias a estas innovaciones, la lectura vuelve a abrirse camino en nuestras vidas, ya sea a través de la vista, el oído o el tacto. En un mundo tan rápido y confuso como el actual es fundamental que todos tengamos la posibilidad de refugiarnos temporalmente en el mundo de las letras, quietas en las hojas, pero llenas de vida.

Lucía Reviriego de las Heras