Blogia

AEDO

LAS DISTINTAS FORMAS DE LEER

LAS DISTINTAS FORMAS DE LEER

* La versión extendida de este artículo se publicó también en mi blog personal.

Se dice que no hay nada como un buen libro —un libro analógico—. Pero hoy en día las maneras de leer son muy variadas y no sería correcto decir que la lectura en papel es simplemente mejor. Todas las formas de lectura —la física, la digital y la oral— tienen sus ventajas, sus desventajas y su lugar. Por ello, quiero dar un punto de vista equilibrado acerca de ellas y una visión para el futuro.

La lectura digital es normalmente la categoría menos prestigiosa, y entiendo bien el porqué. Sin embargo, es esencial destacar también su lado positivo. Lo más importante es que es la forma más accesible y flexible de leer. Mientras que un libro físico tiene unas formas fijas, se pueden cambiar fácilmente el tamaño del texto, la fuente y los colores de un texto digital. Por otro lado, estos textos se pueden hacer fácilmente accesibles al usar una lectura de voz electrónica o una máquina de braille. Un texto digital se puede compartir casi sin coste y sin dificultad a todas las personas del mundo, inmediatamente, y por eso los textos comunales como Wikipedia, Fandom y documentos compartidos pueden existir de una manera en la que no sería posible de forma física. Además, es muy fácil guardar y organizar el texto digital. Una tarjeta de memoria promedia puede almacenar más de 15 mil libros y se puede buscar fácilmente una palabra o frase, saltar directamente a una página, un capítulo, un título o una sección marcada, o copiar y guardar automáticamente una cita o una referencia, lo que ayuda mucho en el estudio profundo de un texto.

Sin embargo, hay importantes problemas. Todos conocemos la tensión ocular de las pantallas digitales: típicamente emiten su propia luz en vez de reflejar la que hay en el ambiente y mirar directamente estas luces causa que los ojos parpadeen alrededor de un 40% menos de lo normal. Los estudios muestran que cuando leemos así recordamos menos, lo que se explica también por las características físicas del texto. Un libro analógico tiene un diseño de portada, tamaño, texto... únicos, que nuestra mente ubica y comprende en función de su localización en el libro. En cambio, en la lectura digital a menudo usamos el modo deslizamiento (scroll) y casi siempre en los mismos dispositivos, lo que impide la creación de estas conexiones y reduce la concentración al leer. Una posible solución para la tensión ocular es el e-paper, que refleja la luz, normalmente por contener tinta física que se mueve bajo la pantalla en tiempo real para crear el texto. El problema es que por ahora tarda bastante en actualizar, y por eso se usa principalmente en tabletas particulares, pero va mejorando y se puede usar para cada vez más tareas.

El asunto que no va a resolver la tecnología es el tema del control. Podemos prestar, guardar, leer y anotar un texto físico de la manera que nos apetezca. Pero no siempre es tan sencillo en el mundo digital. Como ejemplo, si "compras" un libro de Kindle, solo puedes leerlo dentro de la aplicación de Kindle, y Amazon puede editar o borrarlo por control remoto, o simplemente dejar de existir algún día. Otro problema clave son las plataformas de redes sociales. Aunque son sin duda útiles y una revolución en nuestra capacidad de leer, tienen un lado muy oscuro a causa de la promoción de contenido de odio, negatividad y superficialidad, que suele generar más interacción, y por su profunda influencia en lo que leemos y difundimos en línea. Yo soy informático y no apoyo nada los sistemas cerrados y bajo el control de una sola empresa para su beneficio. Pero sé que podemos usar la tecnología para bien, como una herramienta liberadora para la gente, y creo que las formas abiertas de publicar información, basadas en estándares y formatos universales, son lo que deberíamos apoyar para que esto ocurra.

La lectura tiene una muy larga tradición de oralidad y me parece que los audiolibros y los podcasts son una continuación de esta. Al ser escuchados, se pueden "leer" de una forma más relajada, mientras se va caminando o viajando, o haciendo tareas repetitivas. Aunque no son tan adecuados para el estudio en profundidad, por ser más complejo cambiar entre secciones, releer y pausar para pensar acerca de una idea, y por la reducida velocidad, están muy bien para leer ampliamente sobre temas diferentes y para escuchar historias.

Empecé diciendo que no hay nada como un buen libro analógico. Pero espero que, con el avance de la tecnología y un cambio en cómo la usamos, la lectura digital pueda mejorar y facilitar la lectura. Sin embargo, creo que el libro físico y el audiolibro (leído por humanos) van a seguir vigentes durante mucho tiempo y que lo mejor es, precisamente, tener abiertas todas estas opciones.

James Heppell

VIDAS LECTORAS ENTRELAZADAS

VIDAS LECTORAS ENTRELAZADAS

* Esta reflexión es la parte final del trabajo académico “Autobiografía lectora” realizado en el marco de la asignatura Historia de la Lectura, consistente en realizar una entrevista a un/a lector/a nacido/a en el siglo XX. La persona entrevistada es Anna Katarzyna Zarychta (Polonia, 1977), madre de la autora.

Después de haber realizado y transcrito esta entrevista, puedo decir que he reflexionado acerca de varios temas. Lo primero, me ha parecido curioso ver cómo realmente a mi madre no le interesa la lectura tanto como yo pensaba que le interesaba. Al fin y al cabo, como durante toda la vida ha intentado inculcarme el hábito de leer, yo siempre había pensado que sus intentos eran, en el fondo, porque ella también lo solía hacer de joven o porque es algo que le gusta mucho, aunque ahora no la viera hacerlo demasiado por su falta de tiempo. Pero no, la realidad es que no le apasiona tanto como yo me imaginaba… algo que no habría sabido de no haberla entrevistado.

Otra cosa que he encontrado curiosa es que compartimos libro de la infancia favorito, pues el mío también es Lokomotiwa i inne wiersze de Julian Tuwim. Quizás precisamente porque recuerdo a mi madre leérmelo todos los días hasta que me aprendí de memoria los poemas infantiles de sus páginas, igual que ella. También compartimos el hecho de ser lectoras lentas, por lo que intuyo que procesamos las lecturas del mismo modo. Admito que es este hecho me hace sentirme bastante aliviada, pues pensaba que era algo que me pasaba solo a mí. Me gusta la idea de poder culpar su genética de esto. Otra cosa que nos une es nuestro eterno odio a la novela romántica y nuestro amor por Agatha Christie y las novelas de crímenes bien escritas.

Me ha parecido precioso poder ver cómo fue su infancia desde el punto de vista de los libros. Gracias a esta perspectiva he podido ponerme en la piel de una Anna de cinco años, malita pero contenta porque su abuelo le leía para que no sintiera tanto los síntomas del constipado.

Por otro lado, me he dado cuenta del papel fundamental que he tenido yo en su vida lectora, pues soy quien le regala libros por Navidad, quien almacena libros en su estantería –en espera a que llegue el verano y las tardes en la piscina del pueblo–, quien la obliga a entrar en librerías cuando viajamos y quien pasa horas hablando de lo bueno o malo que me parece un libro. Ella a veces me escucha, otras solo asiente y en ocasiones, al ver que su paciencia es escasa, decide darme veinte euros y decirme que me tome todo el tiempo que quiera para elegir mi libro de recuerdo, que mientras tanto ella se irá a tomar un café.  

Lo último con lo que me quedo, y lo que sé que ha sido más emotivo para ella durante la entrevista, fue el hecho de hablar del abuelo, pues falleció el pasado mes de diciembre y mientras hablaba sobre su padre, que siempre fue quien más leyó y escribió en mi familia, vi cómo se le aguaban los ojos recordando con una sonrisa la época en la que estaba sano y con nosotros. Hacía mucho que no hablábamos del abuelo porque es un tema bastante duro para ella, ya que mantenían una estrecha relación, y esto me sirvió para descubrir o redescubrir facetas de él que o bien no sabía o no recordaba porque en su momento me parecieron minucias, pero que, durante la entrevista, he visto que ahora se han convertido en datos o detalles que retratan muy bien quién fue.

En definitiva, creo que este taller reflexivo ha sido el más personal de todos los que hemos hecho a lo largo del curso, ya que me ha permitido de alguna forma conocer un poco más a la persona que más quiero, mi madre. He podido saber su opinión sobre ciertos asuntos, historias de su infancia, de su adolescencia y un poco más de la vida de mis abuelos. Por eso, este es seguramente el taller reflexivo que más me ha movido por dentro.

Patricia Zarychta

EL ARTE DE REDESCUBRIR AL QUE CREÍAS CONOCER

EL ARTE DE REDESCUBRIR AL QUE CREÍAS CONOCER

* Esta reflexión es la parte final del trabajo académico “Autobiografía lectora” realizado en el marco de la asignatura Historia de la Lectura, consistente en realizar una entrevista a un/a lector/a nacido/a en el siglo XX.

Realizar esta entrevista ha sido una experiencia mucho más profunda de lo que imaginaba. Al principio lo vi como un simple trabajo para clase, pero conforme íbamos hablando y me iba contando con tanta naturalidad y cariño su relación con los libros, sentí que se abría una puerta a su mundo interior que yo, a pesar de conocerlo desde siempre, no había explorado.

Escuchar cómo su madre le leía cuentos antes de dormir, o cómo ahora él ha repetido ese gesto con sus hijas, me gustó. Me hizo pensar en lo poderosa que puede ser la lectura como puente entre generaciones, como un acto de amor silencioso que deja huellas. Me di cuenta de que los libros, en su caso, no solo han sido una fuente de conocimiento, sino también un refugio, una rutina compartida y una forma de conectar con los suyos.

También me sorprendió la calma con la que hablaba de su rutina actual: levantarse temprano, coger la bici, ir hasta la playa y leer allí. Esa parte me pareció preciosa, como un pequeño ritual de cuidado propio, un momento íntimo para empezar el día con claridad. Me hizo pensar en cómo muchas veces decimos que no tenemos tiempo para leer, pero en realidad se trata de encontrar ese rincón del día donde nos demos el permiso de parar.

A través de sus respuestas, también reflexioné sobre mi propia relación con la lectura. A veces la veo como una obligación más, sobre todo dentro del contexto académico. Pero al hablar con A., entendí que leer puede volver a ser un acto de placer, de conexión con uno mismo y con el mundo. Me hizo recordar un gusto por la lectura que nunca tuve de niña, ya que entonces la veía como una obligación. Ahora, me inspiró a conectar con ella de forma libre, sin presiones ni imposiciones. Lo más bonito de todo fue sentir que, aunque esta entrevista surgió por una tarea, terminó siendo una conversación sincera entre dos familiares que se quieren, que comparten recuerdos y ahora también, historias de lectura. Fue como redescubrir a alguien a quien ya conocía, pero desde otra mirada.

Este trabajo me ha dejado una sensación muy especial: la de querer seguir haciendo preguntas, no solo para un trabajo, sino por el simple deseo de conocer más y mejor a los que me rodean. Y, por supuesto, la de volver a los libros con más cariño y menos prisa.

Elegí entrevistar a mi primo porque siempre me ha intrigado conocer más sobre su infancia y sus gustos personales. Aunque me han dicho que le gusta la lectura, quería descubrirlo por mí misma y entender realmente qué es lo que le apasiona.

He sentido que cada respuesta de A. abría una pequeña puerta a su mundo, y eso me ha despertado las ganas de seguir explorando, de seguir preguntando, de seguir conectando. Me he dado cuenta de que todos tenemos historias que merecen ser contadas, y que a veces solo hace falta alguien que quiera escucharlas. También fue una forma de escucharme a mí misma: de descubrir que me interesa comprender, conectar, y que hacer preguntas es una herramienta muy poderosa para lograrlo.

Como bien dice Alberto Manguel en Una historia de la lectura, “leer, casi tanto como respirar, es nuestra función esencial”. Esta experiencia me ha recordado que la lectura, al igual que la conversación, es una forma fundamental de conexión: con los demás, con el mundo, y también con uno mismo.

Gracias a esta asignatura de Historia de la Lectura, he logrado sentirme cómoda e inspirada nuevamente con la lectura. Me ha permitido revivir ese vínculo con los libros, pero desde una nueva perspectiva. He podido expresar lo que la lectura me hace sentir, algo que no había logrado antes, y todo esto me ha permitido disfrutar de una manera más personal y libre.

Leyla Akalai Acdhi

LA LUZ EN LA VENTANA

LA LUZ EN LA VENTANA

Hay libros que nos transforman, libros que nos interpelan, que parece que dialogan con nosotros, que no olvidamos. Hay libros, en definitiva, que son como un amigo que nos aconseja y acompaña. En mi caso, creo que ese libro sería Rojo, blanco y sangre azul, de Casey McQuinston.

Esta novela romántica relata la historia de amor entre dos hombres. Uno de ellos es el heredero al trono del Reino Unido y el otro es el hijo de la presidenta de los Estados Unidos. Determinadas situaciones los llevarán a pasar tiempo juntos y desarrollarán su amor con bastantes altibajos mientras se dan cuenta de las vueltas que puede dar la vida. Recuerdo la ternura que me provocó el momento en el que ambos se confiesan por primera vez su amor, de una forma que hemos visto representada en varias historias conocidas y que me pareció muy real, al estar un personaje borracho y triste.

Uno de los principales sentimientos que me despertó la obra podría decirse que fue una envidia sana, ya que yo nunca he llegado a experimentar algo similar a lo que ocurre en sus páginas. Aunque, obviamente, es ficción y las cosas no suelen ser como se representan en este tipo de obras, sí que me gustaría estar en algunas de las situaciones en las que se ven los personajes. También destacaría la emoción, ya que su historia pasa por bastantes baches que hacen que no sepas muy bien cómo va a acabar, ya que muchas historias de categoría LGTBIQ+ suelen tener un final bastante negativo.

No llegaría a decir que el libro ha cambiado mi vida, pero sí que lo veo como una lectura que te hace desear estar en el lugar de los protagonistas y que te lleva a fantasear con cómo sería tu vida si experimentases lo mismo que los personajes. A su vez, te hace sentir o pensar cosas que quizás no te habías replanteado, como el qué haría yo si estuviera en esa situación. ¿Haría lo mismo que ellos?, ¿seguiría otro camino?, ¿sería un buen novio? Lo que te hace madurar si no has pasado por esas preguntas antes y ver el mundo de otras maneras o con otras perspectivas.

Imagino que a algunas personas las llevará a ver la vida de una forma más fantasiosa, mientras que a otras las traerá a la realidad. En mi caso, confieso estar en el primer grupo… sin dejar de sentir, cuando llegué finalmente a la última página, cierta decepción de lo que es y será la realidad en sí.

Roberto Simón Guillén Coto

UN ALTO EN EL CAMINO

UN ALTO EN EL CAMINO

Si tuviera que elegir el libro que más me ha conectado a nivel emocional y empático en los últimos tiempos, este es, sin lugar a dudas, El regalo de Eloy Moreno. Desde la primera página, sentí que no solo leía una historia ajena, sino que alguien me hablaba directamente a mí, a mis miedos y frustraciones. Fue una lectura que me hizo detenerme, mirar hacia dentro y cuestionarme cosas que solía evitar. Es un libro que no solo me conmovió, sino que me interpeló profundamente, haciendo que la lectura se convirtiera en una experiencia sentimental. 

El regalo narra la historia de una persona que, de manera inesperada, se ve obligada a hacer un alto en el camino. Su vida, dominada por la rutina, el estrés y la desconexión con lo esencial, da un giro cuando pierde su coche y termina viajando con un guitarrista desconocido hacia un lugar enigmático llamado “la Isla”. Durante este viaje forzado, el protagonista comienza a reencontrarse con aspectos de sí mismo que había olvidado o dejado atrás: su infancia, sus sueños, los vínculos auténticos y la belleza de lo cotidiano. Ya en la Isla, conoce a distintos personajes que representan formas alternativas de vivir, lo que lo lleva a cuestionarse su modo de vida y a abrirse a una nueva mirada del mundo. El regalo es una metáfora sobre la importancia de detenerse, escuchar y reconectar con lo que realmente importa. Más que una simple narración, es una invitación a despertar, a recuperar la ilusión y a valorar lo esencial que, muchas veces, dejamos de lado por vivir con prisa. 

Uno de los momentos que más me impactó fue cuando el protagonista sufre el robo de su coche y, a lo largo del día, ve cómo le arrebatan también el resto de sus pertenencias. Esta secuencia tiene una gran carga simbólica, porque se conecta con el final del libro de una manera profunda. Si nada de esto hubiera ocurrido, si el protagonista no hubiera experimentado ese golpe de realidad, probablemente no habría sido capaz de hacer el cambio que necesitaba.

Después de leerlo, se lo recomendé inmediatamente a una amiga muy cercana con la que suelo hablar de libros. A los pocos días ella también lo había leído, y recuerdo que nos pasamos horas discutiendo sobre él. Fue una conversación muy sincera, en la que salieron temas personales que normalmente no tocamos. Después de leerlo también lo comenté con mi primo, que me lo había prestado. Fue una conversación muy honesta, hacía mucho que no nos sincerábamos tanto.   

Creo que El regalo no solo cambió mi forma de leer, sino también mi forma de mirar la vida. Me ayudó a frenar en un momento en que todo iba demasiado rápido. Me empujó a recuperar pasiones olvidadas, a valorar más el presente, a pasar tiempo con las personas que quiero sin esperar a que “haya tiempo”. Me enseñó, o más bien me recordó, que vivir no es solo cumplir con obligaciones, sino también disfrutar, sentir, estar presente. Fue, como su título indica, un verdadero regalo. 

Marta Justicia Rodríguez

 

UN LIBRO QUE ME HA CAMBIADO LA VIDA: "CRIAR CON SALUD MENTAL"

UN LIBRO QUE ME HA CAMBIADO LA VIDA: "CRIAR CON SALUD MENTAL"

Criar con salud mental de la escritora María Velasco es un libro que habla de la importancia de cuidar la salud mental tanto de los hijos como de los padres. La autora aborda temas tan importantes como las necesidades emocionales que pueden tener los niños, la construcción de apegos seguros o el manejo de conflictos cotidianos en el entorno familiar.

Leí el libro a mediados del año 2024, en un momento importante para mí: acababa de nacer mi hermano pequeño. Mi nuevo hermanito, mis numerosos primos pequeños y mi vocación docente provocaron que me interesara muchísimo. Como hermana y prima, sabía que quería ayudar a que crecieran en un entorno estable y empático y, como futura docente, deseaba que mis futuros alumnos puedan crecer con confianza, amor propio y autoestima.  

Leerlo me generó sentimientos encontrados, me hizo recordar mi infancia y reflexionar sobre cómo me criaron. Me di cuenta de que mi madre, sin saberlo, aplicó varios de los consejos del libro: siempre estuvo atenta a nuestras necesidades emocionales, fomentando un apego seguro que hoy nos permite confiar en ella y ser independientes. Aunque hubo dificultades durante la adolescencia, mis padres hicieron todo lo posible para que mi hermano y yo creciéramos felices, incluso cuando ya no estaban juntos.

Al terminar el libro, lo comente con mi padre y mi tía, a los que, al tener niños pequeños, creí que les vendría bien leer este libro. Nada me gustaría más que mis familiares puedan saber cómo criar a sus niños de la mejor manera posible para que lleguen a ser en el futuro personas seguras y responsables.

La lectura de Criar con salud mental ha tenido un gran impacto en mí. Ya que me hizo replantear las creencias sobre la crianza, valorar más las emociones y priorizar el vínculo con los niños por encima de la obediencia. Me ayudó a poder sanar aspectos personales y a prepararme para ser una adulta y futura madre más consciente y comprensiva con mis hijos.

Ainoha Plasencia Barrantes

¿CÓMO ENVEJECEN LOS LIBROS EN LAS ESTANTERÍAS DE CASA?

¿CÓMO ENVEJECEN LOS LIBROS EN LAS ESTANTERÍAS DE CASA?

Los libros van pasando de mano en mano, de padres a hijos. Muchas veces, cuando te los regalan, cuentan ya con esa madurez que uno puede notar en el color de sus hojas. Tienen muchas vidas y cada una de ellas es distinta. Cada libro tiene su propio tacto y su particular olor: algunos son suaves y otros, demasiado ásperos. También están los que no dicen nada, ni se muestran interesantes ante los ojos. Cuando los veo amontonados en cada una de las estanterías, tardo un tiempo en elegir, pues siento una atracción profunda hacia la palabra impresa.

Hay títulos que despiertan en mí todo tipo de sensibilidades. Entre ellos, uno en particular: el Libro de poemas de Federico García Lorca. No solo leo su poesía, sino que soy capaz de ver al hombre que la ha escrito a través de sus palabras. Me voy llenando de esa alegría y de la tristeza más embriagadora, y leo: “La pena de la tarde estremece a mi pena…”. Luego, cierro el libro e intento escribir, pero ya no soy capaz.

Creo que los libros van creciendo con nosotros, al igual que nuestros hermanos. Discutimos con ellos y hacemos las paces. Y, a veces, los olvidamos y los arrinconamos sobre una vieja balda. Algunos de estos libros no quieren separarse nunca de mí, pero yo he abandonado esa infancia y me encuentro en la juventud. Deben entender mi madurez y mi intelectualidad, que se manifiestan con otros gustos. Un libro que ha sido manoseado a lo largo del tiempo me revela que ha sido leído por muchos. Cuando lo abro por primera vez, tengo que tener cuidado con el desgaste de sus hojas.

Mi personalidad cambia con el paso del tiempo y las diferentes lecturas que llegan a mí. Los libros difíciles y complicados de entender son viejos sabios que viven su decadencia pero que expresan su valor. A estos procuro atenderlos mejor. Así habló Zarathustra de Friedrich Nietzsche, es un libro filosófico que me hace pensar, cuestionar y disfrutar…

Miro mis libros y observo a mis padres, y noto cómo todos van envejeciendo a la vez. Los libros que leían ellos, ahora me pertenecen y se convierten en mi familia. De ahí que mi pensamiento sea otro, mucho más crítico y expresivo. Compartir libros es una gran aventura, y, dispuesto a vivirla, pongo en las manos de mi padre El señor de los anillos de Tolkien. De esta forma, sus hojas escritas toman contacto con una generación distinta a la mía.   

Marcos Valbuena García

LA ROSALÍA

LA ROSALÍA

A veces escuchamos canciones que resuenan en todo el mundo. Las cantamos, conocemos al intérprete, pero no sabemos que hay detrás de ellas.

El Roman de Flamenca es una novela de autor anónimo del siglo XIII, que se desarrolla en Francia. En ella se narra como la bella Flamenca es prometida a Archimbaud en un matrimonio de conveniencia. Por desgracia, cuando la madre de Flamenca informa a Archimbaud de que su hija es deseada por muchos hombres, este, llevado por sus celos, la encierra en una torre. Solo se le permite salir para ir a misa, donde conoce a Guillem, un caballero que quiere rescatarla. Se las ingenian para verse a escondidas y surge el amor. El tema principal de la obra son los celos.

Esta historia, anónima y desconocida, es en la que se basa “El mal querer” (2018), disco de la famosísima cantautora española Rosalía, que ha dado la vuelta al mundo. Todos conocemos alguna de sus canciones, pero quizá ignorábamos que, como muchas otras, vienen de un libro.

CAP. 3. CELOS: PIENSO EN TU MIRÁ

ROMAN FLAMENCA 

CELOS 

Por su gran sufrimiento se retorcía las manos,

y poco le faltaba para romper a llorar.

Y no veía el momento

de ir al encuentro de su mujer

a su habitación para zurrarla

 

Me da miedo cuando sale’

Sonriendo pa’ la calle

Porque todo’ pueden ve’

Los hoyuelitos que te salen 

 

CAP. 8. ÉXTASIS: DI MI NOMBRE

ROMAN FLAMENCA

DI MI NOMBRE

Ojos, boca, manos no cesan,

sino que el uno al otro se besan y se estrechan.

Nada finge uno a otro,

sino que toda duda

ha desaparecido entre ellos,

Y hazme rezar sobre tu cuerpo

y en la esquina de tu cama

y en el último momento

dime mi nombre a la cara

y en el último momento

dime mi nombre a la cara

Miguel Ángel Sanz García

MUJERES LECTORAS A TRAVÉS DEL TIEMPO: EL MUNDO OCULTO DE LA LECTURA

MUJERES LECTORAS A TRAVÉS DEL TIEMPO: EL MUNDO OCULTO DE LA LECTURA

Durante siglos, la lectura fue un privilegio reservado a unos pocos. Entre esos pocos, rara vez estaban las mujeres. Hubo un tiempo (y no tan lejano) en el que una mujer con un libro entre las manos podía ser motivo de sospecha. Una mujer que leía era una mujer que se salía del guion, de lo “normal”, que no se conformaba. Porque leer no era solo seguir letras en una página: era entrar en otros mundos, pensar ideas peligrosas, imaginar finales distintos a los que ya habían sido escritos para ella.

Sin embargo, eso no impidió que muchas se abrieran paso entre páginas prohibidas, márgenes anotados en secreto y noches de lectura a escondidas. Leer, para muchas mujeres a lo largo de la historia, fue un acto de rebeldía silenciosa.

En la Edad Media, eran las monjas en los conventos quienes podían acercarse a los libros. Copiaban, iluminaban y leían textos religiosos, pero también encontraban en ellos un refugio. Más adelante, en los siglos XVII y XVIII, las mujeres comenzaron a aparecer como lectoras en retratos, novelas y testimonios. La imagen de una mujer con un libro podía parecer encantadora, pero también inquietante. ¿Qué pasaba por su mente? ¿Qué peligros podía esconder un libro leído por una mujer? ¿Qué ideas podría sembrar? La lectura femenina despertaba sospechas porque, en sí misma, era un cuestionamiento al orden establecido. Una mujer que lee es una mujer que piensa. Y una mujer que piensa, tal vez, deja de obedecer, de ser sumisa.

La lectura les dio palabras para nombrar su mundo, y también para cuestionarlo. Mary Wollstonecraft, al leer, descubrió la fuerza de sus ideas y encontró el valor para escribir sobre los derechos de las mujeres. Las hermanas Brontë crearon mundos intensos, llenos de emociones y tormentas interiores, pero tuvieron que esconderse detrás de nombres masculinos para ser tomadas en serio.

Gracias a esas lectoras del pasado, hoy en día las mujeres leen de todo y en todas partes: en bibliotecas públicas, en cafeterías, en la intimidad del hogar o en los márgenes de una jornada agotadora. Leen por placer, por trabajo, por estudio, por necesidad. Pero no debemos olvidar que, durante siglos, leer fue mucho más que aprender o entretenerse: fue abrir una puerta donde solo había muros.

Y aún hoy, cada vez que una mujer abre un libro y se sumerge en él, está honrando a todas esas maravillosas mujeres que lo hicieron posible. Y está escribiendo, sin saberlo, un nuevo capítulo de esa historia de amor, coraje y lucha.

Denisa Loredana Coman

DE CÓMO LA LECTURA ME AYUDÓ EN MI VIDA

DE CÓMO LA LECTURA ME AYUDÓ EN MI VIDA

Javier era un adolescente de 20 años que vivía en el centro de Madrid. Ya iba por su segundo año de carrera de universidad; había elegido las Humanidades por su amor y afición a las letras. De hecho, cuando tenía 10 años se pasaba las tardes de verano en la buhardilla de la casa de sus abuelos leyendo a todo tipo de autores como Jules Verne, Lorca y Antonio Machado, así como diversos géneros de lectura. Sin embargo, sus favoritos eran, sin duda alguna, los grandes clásicos como Homero, Virgilio o Séneca.

Su familia lo miraba con una expresión de desdén, dado que todos ellos se habían dedicado a la medicina, pero Javier no cesó por ello en su afán de leer. Desde su sillón en la buhardilla viajaba a la Grecia y Roma clásicas para aprender cuanto podía de aquellos mundos que a él le parecían fascinantes. Fue un viaje iniciado de la mano de sus tíos maternos: fueron ellos quienes le enseñaron todo acerca de la lectura y sus etapas, cómo variaba el estilo del libro, su tipología y encuadernación, e incluso la evolución de las bibliotecas desde la Antigüedad hasta su tiempo. Gracias a ellos pudo descubrir qué era lo que más le atraía.

Adentrarse de lleno en la lectura de estos libros y mundos pasados le ayudó a trazar su camino y a elegir asignaturas tan importantes para él como Latín, Historia Medieval e Historia de la lectura, así como Cultura Clásica y Literatura.

Rodrigo Parra Vicente

EL COMIENZO

EL COMIENZO

¿Quién no se ha preguntado alguna vez qué hubo antes del Bing Bang? Y es que los comienzos, de todo lo que nos atrapa, secundan misterios. El comienzo tiene ese arranque, indescifrable, que dibuja un trazo continuo hacia un nuevo eslabón, seguido de otro. Construimos una secuencia desde un punto de partida que conocemos y caminamos hacia lugares aventurados para recalar en una fantasía.

Vemos lo que queremos ver. En ocasiones, creemos vislumbrar un sombrero, cuando en realidad es una serpiente que ha devorado un elefante. Olemos lo que queremos oler. Al entrar, el olor a almendras amargas nos recuerda los amores contrariados. Conocemos lo que nos enseñan, como cuando nunca hemos visto el hielo y nuestro padre nos lleva a conocerlo. Nos inquietamos cuando nuestro casero solitario se comporta en su soledad como un vecino que nos puede llegar a agitar.

Construimos una casa en un gran valle, al pie de la empinada ladera de una colina junto a un burbujeante arroyo y queremos viajar, en vez de hacer turismo, porque el viajero no pertenece más a un lugar que al siguiente y los turistas aceptan su propia civilización. Volvemos sobre el mito del eterno retorno. Lo que desaparece para siempre, no retorna; es nuestra propia sombra y nada significa. No tiene peso. Es leve.

Somos el resultado de un recorrido cuyo testimonio de fe descansa en los libros que nos visitan y se van. Del Origen de los Tiempos a la Insoportable Levedad del Ser, volvemos al punto de partida, para reaparecer como El Principito tras visitar planetas. En Tiempos del cólera Macondo nos abraza y avanzamos sobre los Pilares de la Tierra. Después de habernos sobrevivido, descendemos de Cumbres Borrascosas para detenernos y acabar bajo El Cielo Protector del desierto del Sáhara. 

Cuando empezamos un libro, volvemos a terminar.

Cuando terminamos un libro, volvemos a empezar.

 

Alan Salgado

 

SUBRAYADO EN AMARILLO FOSFORITO

SUBRAYADO EN AMARILLO FOSFORITO

Era un día de verano como cualquier otro. Sin nadie con quien quedar y muerto de aburrimiento en mi habitación, decidí que era buena idea limpiar y tirar algunas cosas que ya no usaba mientras escuchaba algo de música.

Tras una hora recogiendo y jugando con los objetos antiguos que me iba encontrando, mientras bailaba al ritmo de canciones pop estadounidenses, encontré mi viejo diario, un cuaderno de tamaño A5 con las tapas negras decoradas con detalles blancos y cerrado “herméticamente” por una endeble goma.

Pensé en si debería de abrirlo o no. “¿Las cosas que vería me traerían buenos recuerdos? ¿O sufriría al revivir mis vivencias pasadas? Supongo que vale la pena descubrirlo...”

Pasé la polvorienta portada y me encontré con unas notas escritas con muy mala letra. El diario abarcaba desde el momento en el que empecé a escribir esporádicamente cuando tenía 8 años hasta los 13 a 14, cuando dejé de tener tiempo libre, por lo que era normal que las primeras páginas no tuvieran la mejor caligrafía.

Fui hojeando rápidamente frases del diario: “10/11/2012. Hoy jugué solo en el patio, sigo sin conseguir amigos”, “14/3/2013. Ha sido mi cumpleaños, pero solo lo he celebrado con papá y mamá en casa…”. “25/9/2013. He conseguido una amiga, voy a estar con Carol siempre ahora”. “19/2/2014. Carol no me habla y se junta con otras personas. Creo que le dije algo que le sentó mal”. “9/9/2014. Vuelvo a empezar solo el colegio tras un verano como los demás”.

Era increíblemente triste. Además, había subrayado todas las palabras que me hacían sentir mal, no sé muy bien por qué. “Sabía que no tendría que haberlo abierto…pero…, creo que mejoraba…”. Algo encendió una luz en mí durante esa época.  

18/4/2015. Ayer conocí a Marcos. Me ha caído muy bien. Ojalá podamos ser amigos”. “23/4/2015. Marcos me presentó a sus amigos, por fin me siento feliz”.  “3/8/2015. Me encanta pasar tiempo con Marcos y la forma en la que me trata, hace mucho que no me siento así”. “23/12/2015. Hoy he ido a esquiar por primera vez. La madre de Marcos nos invitó a los dos. Ojalá todos los días fueran como este”. “15/3/2016. Ha sido mi cumple, y Marcos me ha regalado un juego de mesa. Hace 5 años que no me regalan nada, me he sentido especial”.7/10/2016. Hoy le he invitado a mi casa para jugar a con mi Wii U, creo que nunca se me había pasado el tiempo tan rápido”. “28/2/2017. Cada vez tengo más claro que solo me lo paso bien con él, quizás pueda pensar que soy suficiente para él”. “17/4/2017. Hoy le dije a Marcos lo que sentía por él. Me rechazó por ser yo mismo”. “24/6/2017. Sigo pensando en él y me he vuelto a aislar en casa… Creo que lo mejor será dejar de escribir”.

Esta sensación de nuevo… Un nudo en la garganta al cerrar el diario. Algún día dejará de dolerme que me pase lo mismo una y otra vez. Igualmente, dejaré el cuaderno en el cajón, no quiero despedirme de ese sentimiento y sus recuerdos todavía.

Conseguí a alguien que me hacía estar feliz. Pero lo perdí…, como siempre, por intenso.

Roberto Simón Guillén Coto

AQUELLO QUE NO SE DICE AL INSTANTE

AQUELLO QUE NO SE DICE AL INSTANTE

Vivimos en la era de la inmediatez. Recibimos mensajes antes de tiempo, respuestas vacías que se escriben sin pensar, palabras automatizadas… ¿Qué lugar queda para la palabra consciente, para la intención real detrás de lo que decimos? Entre toda esta marea de mensajes instantáneos, escribir una carta casi parece anacrónico.

La escritura epistolar implica silencio, hacer una pausa consciente, reflexionar acerca de qué quieres transmitir al otro y elegir con cuidado las palabras. Las cartas permanecen y nos acompañan; podemos acudir a ellas, como quien regresa a una conversación que no se ha perdido con el paso del tiempo. No hay prisa en su escritura, nos ofrecen espacio. Un diálogo interno en el que llegas a conocer partes de ti que no conocías. En muchas ocasiones suponen una revelación. ¿Cuántas veces no has escrito algo que rondaba tu mente sin ser consciente de ello hasta que apareció sobre el papel? Sin duda, requiere de un acto de vulnerabilidad que muchas personas no están dispuestas a asumir, porque supone exponerse ante uno mismo y al lector.

A diferencia de los mensajes digitales, la escritura manual refleja nuestra personalidad. Todo en ella comunica, desde el trazo de la letra, a la elección del papel o el modo de entregar la carta. No hay correcciones instantáneas, dejamos constancia de todo lo que pensamos y no se pueden replicar. La carta es un recordatorio de que no todo tiene que decirse en tiempo real. La propia espera, tanto de quien escribe como de quien recibe la carta, le aportan significado. No se trata de decir todo al instante, sino de sentir de verdad lo que decimos.

Laura Padilla Pizarro

LA CENSURA

LA CENSURA

¿Qué se puede leer y qué no? ¿Y quién lo decide?

A lo largo de la historia, la lectura ha sido vigilada, controlada y, en muchos casos, prohibida. Desde siempre han existido personas, gobiernos, religiones o instituciones que han intentado decidir qué se puede leer y qué no, qué libros son “seguros” y cuáles son “peligrosos”. Aunque hoy no se quemen libros como en otros tiempos, la censura no ha desaparecido: simplemente se ha conseguido disimular. Ahora viene en forma de etiquetas de edad, de “recomendaciones” institucionales, de vetos en bibliotecas o de silenciamientos disfrazados bajo el nombre de “corrección”.

El argumento más común es la “protección”. Se dice que hay que proteger a los niños y adolescentes de ciertos contenidos que pueden ser “demasiado duros”, “confusos” o “inadecuados”. Pero habría que preguntarse: ¿protegerlos de qué exactamente? ¿De la realidad? ¿De las emociones fuertes? ¿O, tal vez, de las ideas incómodas? En nombre de esa protección, hay libros que no se leen en clase, que se retiran de las estanterías o que se etiquetan como no aptos para menores de cierta edad. ¿Eso no es, en esencia, censura? ¿Es realmente por proteger a los niños o es por temor a que desarrollen un pensamiento crítico alejado del pensamiento global?

La historia está llena de libros que han sido perseguidos por su capacidad de hacer pensar. Durante siglos, la Iglesia Católica elaboró un Índice de libros prohibidos, con obras que podían “dañar el alma” por su contenido ideológico, científico o literario. En el siglo XX, regímenes autoritarios como el nazismo o el franquismo prohibieron libros por considerarlos una amenaza a su poder, a su régimen. Y hoy, en pleno siglo XXI, aunque parezca increíble, seguimos viendo cómo en países como Estados Unidos se censuran libros en escuelas por hablar de racismo, de sexualidad o simplemente por mostrar puntos de vista que incomodan. Algunos de esos libros son: El cuento de la criada, Matar a un ruiseñor, o incluso la famosa saga de Harry Potter, que al menos en el ámbito cinematográfico es considerada apto para menores, incluso siendo los menores el público mayoritario de esta saga.

Pero no hace falta prohibir un libro para limitarlo. Las edades recomendadas, si bien pueden orientar, también pueden convertirse en un muro. ¿Por qué El diario de Ana Frank es “solo” para mayores de 14 años? ¿No es precisamente un libro que puede abrir los ojos, enseñar empatía y generar preguntas necesarias en lectores más jóvenes? A veces da la sensación de que el problema no está en lo que los libros dicen, sino en lo que los lectores pueden llegar a pensar después de leerlos.

Vivimos en una sociedad que habla mucho de libertad, pero que en la práctica pone muchas barreras a esa libertad cuando se trata de pensar por uno mismo y de cuestionar el pensamiento común. Se habla de fomentar el pensamiento crítico en las aulas, pero se nos dan textos ya filtrados, “seguros”, sin riesgo. Como si leer no fuera también enfrentarse a lo desconocido, a lo contradictorio, a lo que incomoda. La lectura, cuando es auténtica, no siempre es cómoda. Pero precisamente por eso es necesaria.

Leer no debería ser un privilegio, ni algo condicionado por la edad, el contexto o el miedo de otros. Debería ser un derecho libre, acompañado, sí, pero no limitado. Cada lector es distinto, y lo que a unos puede parecerles excesivo, a otros les puede dar herramientas para entender, para crecer, para resistir o incluso para desarrollar su propio pensamiento alejado del pensamiento común, global e incluso el llamado “correcto”. Al final, la verdadera pregunta no es si un libro es adecuado para ti, sino: “¿por qué alguien no quiere que lo leas?” Y, sinceramente, a veces esa es la mejor razón para leerlo.

Natalia Martínez Martínez

EL CÍRCULO DE SAFO

EL CÍRCULO DE SAFO

Normalmente se dice que la lectura evoca a los sentimientos. Aunque yo pienso que los sentimientos también pueden evocar a la lectura ya que puedes seleccionar tus lecturas según tus experiencias y vivencias. Cada lectura y sentimiento es personalizado, único y diferente al resto. No es igual leer, por ejemplo, La Educación Sentimental de Flaubert si estás viviendo un amor imposible o leer Fahrenheit 451 de Ray Bradbury en un contexto como el actual, con el creciente número de obras que están siendo censuradas.

Yo considero por ello que la escritura es un método para que estos sentimientos no mueran y perduren a través del tiempo. Que fluye hacia otras personas, acercando cada vez más el significado de sentimiento y lectura, convirtiéndolo en historia. Por ello siempre suelo recordar este poema de la poetisa Safo de Lesbos, ya que, aunque esta vivió hace más de 2700 años, puedes sentir sus mismas emociones e incluso continuar sus versos, entrelazando el pasado con el presente, inspirando de nuevo una y otra vez, siendo un círculo que no se rompe al igual que el círculo de la lectura que se influencia de la historia de esta misma.

Me parece igual a los dioses ese

hombre que ahora está frente a ti sentado,

y tu dulce voz a tu lado escucha

mientras le hablas

y tu amable risa; l cual, te juro,

en mi pecho el alma saltar ha hecho:

pues te miro apenas y mis palabras

ya no me salen

se me queda rota la lengua y, suave,

por la piel un fuego me corre al punto,

por mis ojos ya nada veo, y oigo

solo un zumbido,

me destila un frío sudor y entera

un temblor me apresa, y cual la paja

amarilla estoy y mi muerte siento

poco alejada.

Pero todo habrá que sufrirlo,

incluso si mis cartas no llegan,

si lees los fragmentos de otros poemas

y aún te llega mi colonia.

Se me queda rota la pluma tras cada palabra

y creo que aún te veo en la novela romántica,

ante mis ojos hay una historia mil veces repetida

aún si intento parecer antigua.

En las censuras, en el creer saber,

en las páginas rasgadas,

en la muerte de lo que destruyeron,

o por esa joven Heloisa que todos ansiaban.

En las quemas o en el miedo,

en tablillas de arcilla, o en algún silencioso misterio,

en las reuniones, aún si son clandestinas,

en todos los rincones de la literatura,

en la oratoria o en internet si se revoluciona.

En lo que leo o en lo que todavía no está sobre el papel

en lo que siento o en lo que ya no veo,

creo que te encuentro, pero siempre tendré que sufrirlo,

incluso si todavía queda perdido o destruido,

incluso si aún es perseguido,

aún si mis versos evocan.

 

Aún si tu imagen se difumina con la de otros

aún si dedican de nuevo este poema,

no siempre será el mismo.

 

Aleia

LA CENSURA DE LIBROS EN EL SIGLO XXI: ¿QUIÉN DECIDE LO QUE PODEMOS LEER?

LA CENSURA DE LIBROS EN EL SIGLO XXI: ¿QUIÉN DECIDE LO QUE PODEMOS LEER?

Aunque solemos asociar la censura con tiempos pasados, a día de hoy, en pleno siglo XXI aún se prohíben libros. Y esto no ocurre solo en dictaduras, sino en países democráticos. En Estados Unidos, por ejemplo, más de 10.000 libros han sido vetados recientemente en escuelas y bibliotecas. Muchas veces por razones absurdas como temas considerados incómodos, como el racismo, la identidad de género o la sexualidad. Obras como To Kill a Mockingbird de Harper Lee, Maus de Art Spiegelman o Gender Queer de Maia Kobabe están en la llamada lista negra. Llevándolo a España, en municipios como Burriana, se han producido intentos de retirar libros de educación sexual y revistas en catalán de las bibliotecas públicas, alegando que su contenido era inapropiado o incluso pornográfico.

¿Nos están protegiendo o limitando? Quienes defienden la censura suelen decir que es por el bien de los jóvenes, para evitar que accedan a contenidos inapropiados. Pero nos da que pensar, ¿qué es realmente inapropiado?, ¿hablar de racismo, diversidad o sexualidad? En muchos casos, estas restricciones son más miedos o intereses ideológicos y políticos que una verdadera preocupación educativa.

Entonces, ¿cuál es el papel de los lectores y los docentes? En primer lugar, los profesores juegan un papel esencial, ya que al final son los encargados de educar a los futuros lectores y los que tienen la responsabilidad de formar personas capaces de entender los textos, debatirlos y sacar sus propias conclusiones. Y los lectores, por su parte, deben ejercer su libertad crítica, buscando siempre ampliar sus horizontes.

Por otra parte, personalmente creo que sí que debe existir una forma de regularizar lo que se lee en el colegio a temprana edad. Pero estamos hablando de regular, que no significa censurar. Es lógico que exista una selección de lecturas adecuada a la edad, y el desarrollo del niño. No todo libro es apropiado para cualquier momento, y ahí entra el criterio pedagógico. Pero esto no debe confundirse con imponer ideologías o evitar ciertos temas por incomodidad.

En conclusión, estos casos demuestran que, aunque la censura en España no es generalizada, sigue existiendo de forma puntual y a veces silenciosa. Es fundamental que lectores, docentes y bibliotecarios defiendan el acceso libre a la literatura. Porque leer también es un acto de libertad.

Aitana Flores Soriano

EL REFUGIO DE LOS LIBROS

EL REFUGIO DE LOS LIBROS

En una casa en la ciudad de Berlín, Noa se arrodillaba en la ventana de su pequeño ático. Los últimos rayos de sol de ese día se filtraban a través de las persianas, iluminando los bordes ya desgastados y amarillentos de su libro favorito. Aún recuerda cuando se lo regalaron, antes de que toda esa barbaridad hubiese empezado. Se lo había leído más veces de las que podía contar con los dedos de sus pequeñas manos; era su tesoro más preciado.

Noa tenía nueve años. El mundo en el que ahora vivía se había convertido en un lugar horrible. Todos los rostros alegres que antes veía habían desaparecido, la calle que cruzaba feliz todos los días para ir al colegio ahora le aterraba y el canto de los pájaros que escuchaba por las mañanas se había transformado en el sonido de las bombas. La guerra lo había cambiado todo.

El parche amarillo en forma de estrella, bordado en su abrigo, era un recordatorio de que ya no era una niña como las demás. Ahora sus amigos y amigas la ignoraban, como Greta y Hans, con los que en el patio del colegio jugaba a saltar a la comba. Sin embargo, ahora cuando los veía en la calle, Greta bajaba la mirada y Hans se daba la vuelta como si no la conociera. En la escuela los profesores la trataban con desprecio, pero lo que más le dolía eran los gritos de los soldados que al verla le gritaban: “¡Judía!”, como si esa palabra fuese la única que la definía.

Pero cuando la noche caía sobre Berlín, Noa se refugiaba en su rincón del ático. Con su libro entre las manos, las palabras se convertían en su único refugio, el único lugar donde podía escapar de la horrible realidad que la rodeaba.

Hoy, como cada noche, abría las páginas de aquel libro. La historia de una princesa que vivía en un castillo lejano la envolvió en un abrazo. En su mente, todos aquellos gritos de los soldados se convirtieron en las risas de los niños y niñas que habitaban en su palacio, y la oscuridad de la guerra desapareció en los jardines de aquel reino lejano. Era en aquellos instantes cuando Noa se olvidaba de su estrella amarilla y del miedo que vivía cada día.

Sus padres la miraban desde el piso de abajo, y, aunque no se unieran a ella, la entendían. Intuían que los libros tienen un poder que la oscuridad de aquella guerra no podía tocar. Aunque el mundo fuese cruel y su futuro cada vez más incierto, Noa sabía que dentro de esas páginas nada podría alcanzarla. Así, en el mundo de su libro favorito, Noa era quien quería ser: una pequeña princesa que no tenía miedo y que era muy feliz en su reino.

Lucía Díez Castillo

LAS HUELLAS DE MI BIBLIOTECA

LAS HUELLAS DE MI BIBLIOTECA

Una biblioteca es algo muy personal, es un reflejo de nuestra identidad, de nuestros intereses, experiencias y aspiraciones. A través de los libros que poseemos en ella, dejamos huellas de nuestras preocupaciones y momentos vitales. Si en un futuro alguien encontrara mi biblioteca seguramente podría intuir varios aspectos de mi vida.

En mis estanterías algunos géneros destacan de manera evidente, mostrando lo que es de especial interés para mí. Encontramos libros como Ana Karenina de Lev Tolstói, Cumbres borrascosas de Emily Brontë u Orgullo y prejuicio de Jane Austen, que manifiestan mi apreciación hacia los grandes clásicos de la literatura.

Desde la perspectiva profesional, mi biblioteca refleja un interés por la educación y la enseñanza, lo que confirma mi formación en el Doble Grado de Humanidades y Magisterio de Educación Primaria. Novelas como Nada de Carmen Laforet o La ladrona de libros de Markus Zusak, muestran un trasfondo educativo y social, así como mi firme creencia en la literatura como herramienta esencial para la enseñanza y reflexión en el aula. Además, títulos como Una habitación propia de Virginia Woolf, entre otros, manifiestan mi sensibilidad hacia cuestiones de género y mi cierta preocupación por que se realce la importancia de la voz femenina en la literatura, pero sobre todo en la sociedad.

Un género que también me apasiona es el thriller y el misterio; de hecho, ocupa un espacio muy importante en mi biblioteca, destacando a Jöel Dicker, uno de mis escritores favoritos del momento, con libros como La verdad sobre el caso Harry Quebert. Además, encontramos otras obras de misterio como Los renglones torcidos de Dios de Torcuato Luca de Tena, que muestran un gusto por el suspense y la complejidad de la naturaleza humana a través de los giros inesperados y las historias bien construidas.

Por último, la novela histórica también tiene un lugar relevante en mi biblioteca, como se puede observar en títulos como Sin novedad en el frente de Erich Maria Remarque y La enfermera de Auschwitz de Mario Escobar. Estos manifiestan mi curiosidad hacia los acontecimientos del pasado y su impacto trascendental en la humanidad, así como una sensibilidad hacia los relatos de lucha y resiliencia.

En resumen, mi biblioteca personal no muestra simplemente mis gustos literarios, sino que también es un reflejo de mi identidad. A través de sus páginas, se puede distinguir a una estudiante que será futura docente, con inquietudes intelectuales y sus propios valores, los cuales han guiado su vida, y su manera de comprender el mundo. A pesar de que cada persona vive la lectura de una forma distinta, para mí, los libros son mucho más que una simple distracción, son una huella de mi recorrido personal.

Mercedes San Miguel González

¿CRECEMOS PARA LEER O LEEMOS PARA CRECER?

¿CRECEMOS PARA LEER O LEEMOS PARA CRECER?

Leer implica descubrirse a uno mismo, descubrir el mundo que nos rodea a través de la lectura. Leer, casi tanto como respirar, es nuestra función esencial. Desde la antigüedad, la lectura y la escritura han sido fundamentales para la vida. En el Antiguo Egipto, solo una minoría de la población tenía acceso a la alfabetización y los escribas pasaban por un proceso de formación especializado. Así como los escribas egipcios dedicaban años al estudio para dominar la lectura y la escritura, nosotros también crecemos a través de los libros. Desde que somos pequeños, aprendemos a leer para comunicarnos, para entender el mundo que nos rodea y para cumplir con las exigencias de la sociedad.

Sin embargo, hay una pregunta que va más allá de la simple adquisición de esta capacidad: ¿leemos solo porque crecemos y nos vemos en la necesidad de hacerlo, o es la lectura la que nos permite evolucionar, expandir nuestra mente y crecer? Leer no es solo descodificar palabras; es adentrarse en mundos nuevos, cuestionar ideas, conocer otras perspectivas y, sobre todo, desafiar nuestra propia forma de pensar. Los libros nos permiten viajar en el tiempo, explorar universos inalcanzables y comprender realidades distintas a la nuestra.

Cada libro que leemos deja una huella en nuestra mente y en nuestro corazón, moldeando nuestra forma de ver el mundo y de interactuar con él. En la infancia, la lectura suele ser una actividad obligatoria, parte del proceso de aprendizaje escolar. Sin embargo, conforme crecemos, descubrimos que la lectura también puede ser un acto de placer y crecimiento personal. Hay quienes ven los libros como simples herramientas académicas y quienes los consideran puertas a nuevas dimensiones del conocimiento. Leer es como viajar a mundos desconocidos sin necesidad de moverte de tu asiento.

Hemos podido observar que, en los últimos años, ha surgido una tendencia a romantizar la lectura, presentándola como una actividad casi mágica, asociada a imágenes idílicas de lectores con tazas de café, estanterías repletas de libros y momentos de absoluta tranquilidad. Esto hace que quienes no ven la lectura como algo especial se sientan motivados y la disfruten, dejando de verla como una tarea aburrida para convertirla en un momento de aprendizaje y entretenimiento. Hay lectores que, al igual que sus precedentes humanistas, organizan su propio studiolo, un espacio de lectura donde se pueden seleccionar obras o explorar lecturas placenteras, entre otras tareas, y en el que el silencio y la soledad adquieren un valor esencial.

Algo en lo que rara vez nos paramos a pensar, pero que nos define al leer, son las emociones que la lectura nos despierta, como cuando los personajes nos hacen reír o nos transmiten sus deseos sintiéndonos identificados, o cuando nos conmovemos por una trágica historia ante un final inesperado o, simplemente, la satisfacción, o a veces nostalgia, de cerrar las últimas páginas de un libro que anhelabas terminar.

A todos los que me estáis leyendo desde este maravilloso blog, os animo a seguir descubriendo el inmenso poder que tiene la lectura y dejaros descubrir por ella. Que cada libro os inspire, os enseñe y os haga crecer, no solo en el tiempo, sino también en conocimiento. Leer, casi como respirar, es algo natural, esencial y lleno de vida.

Leyla Akalay Acdhi

ENTRE EL JUICIO Y LA LECTURA

ENTRE EL JUICIO Y LA LECTURA

Estimada Milena Busquets,

Mi nombre es Laura Padilla Pizarro, estudiante de la Universidad de Alcalá. Recientemente leí su novela También esto pasará, y siento la necesidad de expresarle mi admiración y cómo esta conmovedora historia me ha hecho reflexionar y cuestionarme en ciertos aspectos.

Si pasas de puntillas por este libro, el camino fácil es juzgar a Blanca, su comportamiento y sus decisiones, dejándote llevar por tus propias experiencias. Eso mismo hice yo inconscientemente en algún punto del libro. No obstante, al adentrarme en sus inseguridades y miedos, comprendí que Blanca es una mujer que tuvo que crecer rápidamente en un mundo que exigía mucho de ella, desde niña. No solo es hija y madre, es una mujer aún en la búsqueda de su identidad. El mayor reto de Blanca en su vida fue lograr tener el respeto y la admiración de su madre, una validación que no llegó a ser del todo tangible. De modo que, tras la muerte de esta se encuentra desorientada. A las mujeres nos educan para complacer a los demás, pero ¿qué sucede cuando tratamos de vivir por y para nosotras mismas? A menudo nos sentimos perdidas.

Otro aspecto que me ha llamado la atención ha sido la forma en la que la protagonista encuentra paz en la naturaleza. Un refugio que no hace preguntas ni espera nada de ella. Allí solo es parte del paisaje, no es una pieza fundamental en él. No depende de ella su supervivencia. Seguirá ahí, con o sin su presencia.

Por último, agradecerle una reflexión que forma parte de mí desde que Blanca dijo: “Siempre he pensado que los que dicen «te quiero mucho», en realidad te quieren poco, o tal vez añaden el «mucho», que en este caso significa «poco», por timidez o por miedo a la contundencia de «te quiero», que es la única manera verdadera de decir «te quiero». El «mucho» hace que el «te quiero» se convierta en algo apto para todos los públicos, cuando, en realidad, casi nunca lo es.”

Con ella, invita a reflexionar sobre cómo damos por hecho el significado de las palabras y, en ocasiones, matizamos lo que queremos decir. Creemos que así ganan valor cuando lo cierto es que decir «te quiero» es una declaración tan pura que no necesita ser cuantificada.

Ojalá haya podido transmitirle con esta carta mi respeto y admiración por su novela.

Atentamente,

Laura Padilla Pizarro