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Despertar

Despertar

Me sorprendo a mí misma conteniendo las lágrimas sobre las páginas de un libro que acabo de abrir. No es por la emoción que expresan las palabras impresas en estas hojas, sino por la emoción que despierta en mi interior al darme cuenta de varias cosas.

Soy capaz de sentir el tacto de las páginas en mis dedos, una textura rugosa, el papel es viejo. El libro huele bien, tiene unos cuántos años, debe poner la fecha en la primera página (en esta casa se acostumbra uno a escribir la fecha en la que se compró el libro, para acordarse siempre, es casi una tradición que habré de pasar a la siguiente generación de pequeños lectores...). 2008, se lee en la primera hoja, en tinta azul; la tinta de un boli Bic que parece que se ha desteñido un poco con el paso de los años.

Las tapas duras se sienten firmes, algo pesadas entre mis manos, pero me encantan. Las tapas duras son un lujo, me digo, sobre todo ahora que estos libros se están volviendo a poner tan caros...

Estoy leyendo La Sombra del Viento, y me doy cuenta de que presto atención a lo que Zafón intenta contarme en cada frase, en cada breve párrafo. Leo, atenta, devorando páginas, un hambre voraz que me hace querer saber qué pasará en la página siguiente, y en la siguiente, y en la que sigue a ésta... 

Y lo que me hace llorar es sentir. La simple sensación, el poder ser consciente de lo que mis manos están tocando y de lo que mis ojos están leyendo, que se procesa en mi cabeza sin divagar, sin empezar a soñar con otros mundos ajenos a este, ajenos al libro, soñar con mundos fantásticos que ojalá existieran más allá de mi imaginación sobredesarrollada.

Acostumbrada a que mis sentidos se hayan adormecido con los años, que mi vida se haya convertido en El Día de la Marmota y que mi único color haya sido el de sueños que me han robado la vida (o salvado, según se mire), darme cuenta de algo tan simple como estar presente se vuelve un regalo que seguramente no olvidaré, y que, desde ahora, tendré que relacionar con las palabras de un gran escritor y las vivencias de un joven Daniel Sempere. Tal vez este sea el nacimiento de un nuevo libro favorito… aún no puedo decirlo.

La capacidad de estar despierta, de atender, es algo que nunca creí que me devolvería mi mente. Parece que todo está volviendo a su sitio, aunque tal vez las piezas nunca vuelvan a encajar del todo, pero será suficiente mientras pueda leer sin perderme nunca más.

Naiara Lorente Merino

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