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Historia de la lectura

MUJERES LECTORAS A TRAVÉS DEL TIEMPO: EL MUNDO OCULTO DE LA LECTURA

MUJERES LECTORAS A TRAVÉS DEL TIEMPO: EL MUNDO OCULTO DE LA LECTURA

Durante siglos, la lectura fue un privilegio reservado a unos pocos. Entre esos pocos, rara vez estaban las mujeres. Hubo un tiempo (y no tan lejano) en el que una mujer con un libro entre las manos podía ser motivo de sospecha. Una mujer que leía era una mujer que se salía del guion, de lo “normal”, que no se conformaba. Porque leer no era solo seguir letras en una página: era entrar en otros mundos, pensar ideas peligrosas, imaginar finales distintos a los que ya habían sido escritos para ella.

Sin embargo, eso no impidió que muchas se abrieran paso entre páginas prohibidas, márgenes anotados en secreto y noches de lectura a escondidas. Leer, para muchas mujeres a lo largo de la historia, fue un acto de rebeldía silenciosa.

En la Edad Media, eran las monjas en los conventos quienes podían acercarse a los libros. Copiaban, iluminaban y leían textos religiosos, pero también encontraban en ellos un refugio. Más adelante, en los siglos XVII y XVIII, las mujeres comenzaron a aparecer como lectoras en retratos, novelas y testimonios. La imagen de una mujer con un libro podía parecer encantadora, pero también inquietante. ¿Qué pasaba por su mente? ¿Qué peligros podía esconder un libro leído por una mujer? ¿Qué ideas podría sembrar? La lectura femenina despertaba sospechas porque, en sí misma, era un cuestionamiento al orden establecido. Una mujer que lee es una mujer que piensa. Y una mujer que piensa, tal vez, deja de obedecer, de ser sumisa.

La lectura les dio palabras para nombrar su mundo, y también para cuestionarlo. Mary Wollstonecraft, al leer, descubrió la fuerza de sus ideas y encontró el valor para escribir sobre los derechos de las mujeres. Las hermanas Brontë crearon mundos intensos, llenos de emociones y tormentas interiores, pero tuvieron que esconderse detrás de nombres masculinos para ser tomadas en serio.

Gracias a esas lectoras del pasado, hoy en día las mujeres leen de todo y en todas partes: en bibliotecas públicas, en cafeterías, en la intimidad del hogar o en los márgenes de una jornada agotadora. Leen por placer, por trabajo, por estudio, por necesidad. Pero no debemos olvidar que, durante siglos, leer fue mucho más que aprender o entretenerse: fue abrir una puerta donde solo había muros.

Y aún hoy, cada vez que una mujer abre un libro y se sumerge en él, está honrando a todas esas maravillosas mujeres que lo hicieron posible. Y está escribiendo, sin saberlo, un nuevo capítulo de esa historia de amor, coraje y lucha.

Denisa Loredana Coman

AQUELLO QUE NO SE DICE AL INSTANTE

AQUELLO QUE NO SE DICE AL INSTANTE

Vivimos en la era de la inmediatez. Recibimos mensajes antes de tiempo, respuestas vacías que se escriben sin pensar, palabras automatizadas… ¿Qué lugar queda para la palabra consciente, para la intención real detrás de lo que decimos? Entre toda esta marea de mensajes instantáneos, escribir una carta casi parece anacrónico.

La escritura epistolar implica silencio, hacer una pausa consciente, reflexionar acerca de qué quieres transmitir al otro y elegir con cuidado las palabras. Las cartas permanecen y nos acompañan; podemos acudir a ellas, como quien regresa a una conversación que no se ha perdido con el paso del tiempo. No hay prisa en su escritura, nos ofrecen espacio. Un diálogo interno en el que llegas a conocer partes de ti que no conocías. En muchas ocasiones suponen una revelación. ¿Cuántas veces no has escrito algo que rondaba tu mente sin ser consciente de ello hasta que apareció sobre el papel? Sin duda, requiere de un acto de vulnerabilidad que muchas personas no están dispuestas a asumir, porque supone exponerse ante uno mismo y al lector.

A diferencia de los mensajes digitales, la escritura manual refleja nuestra personalidad. Todo en ella comunica, desde el trazo de la letra, a la elección del papel o el modo de entregar la carta. No hay correcciones instantáneas, dejamos constancia de todo lo que pensamos y no se pueden replicar. La carta es un recordatorio de que no todo tiene que decirse en tiempo real. La propia espera, tanto de quien escribe como de quien recibe la carta, le aportan significado. No se trata de decir todo al instante, sino de sentir de verdad lo que decimos.

Laura Padilla Pizarro

LA CENSURA

LA CENSURA

¿Qué se puede leer y qué no? ¿Y quién lo decide?

A lo largo de la historia, la lectura ha sido vigilada, controlada y, en muchos casos, prohibida. Desde siempre han existido personas, gobiernos, religiones o instituciones que han intentado decidir qué se puede leer y qué no, qué libros son “seguros” y cuáles son “peligrosos”. Aunque hoy no se quemen libros como en otros tiempos, la censura no ha desaparecido: simplemente se ha conseguido disimular. Ahora viene en forma de etiquetas de edad, de “recomendaciones” institucionales, de vetos en bibliotecas o de silenciamientos disfrazados bajo el nombre de “corrección”.

El argumento más común es la “protección”. Se dice que hay que proteger a los niños y adolescentes de ciertos contenidos que pueden ser “demasiado duros”, “confusos” o “inadecuados”. Pero habría que preguntarse: ¿protegerlos de qué exactamente? ¿De la realidad? ¿De las emociones fuertes? ¿O, tal vez, de las ideas incómodas? En nombre de esa protección, hay libros que no se leen en clase, que se retiran de las estanterías o que se etiquetan como no aptos para menores de cierta edad. ¿Eso no es, en esencia, censura? ¿Es realmente por proteger a los niños o es por temor a que desarrollen un pensamiento crítico alejado del pensamiento global?

La historia está llena de libros que han sido perseguidos por su capacidad de hacer pensar. Durante siglos, la Iglesia Católica elaboró un Índice de libros prohibidos, con obras que podían “dañar el alma” por su contenido ideológico, científico o literario. En el siglo XX, regímenes autoritarios como el nazismo o el franquismo prohibieron libros por considerarlos una amenaza a su poder, a su régimen. Y hoy, en pleno siglo XXI, aunque parezca increíble, seguimos viendo cómo en países como Estados Unidos se censuran libros en escuelas por hablar de racismo, de sexualidad o simplemente por mostrar puntos de vista que incomodan. Algunos de esos libros son: El cuento de la criada, Matar a un ruiseñor, o incluso la famosa saga de Harry Potter, que al menos en el ámbito cinematográfico es considerada apto para menores, incluso siendo los menores el público mayoritario de esta saga.

Pero no hace falta prohibir un libro para limitarlo. Las edades recomendadas, si bien pueden orientar, también pueden convertirse en un muro. ¿Por qué El diario de Ana Frank es “solo” para mayores de 14 años? ¿No es precisamente un libro que puede abrir los ojos, enseñar empatía y generar preguntas necesarias en lectores más jóvenes? A veces da la sensación de que el problema no está en lo que los libros dicen, sino en lo que los lectores pueden llegar a pensar después de leerlos.

Vivimos en una sociedad que habla mucho de libertad, pero que en la práctica pone muchas barreras a esa libertad cuando se trata de pensar por uno mismo y de cuestionar el pensamiento común. Se habla de fomentar el pensamiento crítico en las aulas, pero se nos dan textos ya filtrados, “seguros”, sin riesgo. Como si leer no fuera también enfrentarse a lo desconocido, a lo contradictorio, a lo que incomoda. La lectura, cuando es auténtica, no siempre es cómoda. Pero precisamente por eso es necesaria.

Leer no debería ser un privilegio, ni algo condicionado por la edad, el contexto o el miedo de otros. Debería ser un derecho libre, acompañado, sí, pero no limitado. Cada lector es distinto, y lo que a unos puede parecerles excesivo, a otros les puede dar herramientas para entender, para crecer, para resistir o incluso para desarrollar su propio pensamiento alejado del pensamiento común, global e incluso el llamado “correcto”. Al final, la verdadera pregunta no es si un libro es adecuado para ti, sino: “¿por qué alguien no quiere que lo leas?” Y, sinceramente, a veces esa es la mejor razón para leerlo.

Natalia Martínez Martínez

LA CENSURA DE LIBROS EN EL SIGLO XXI: ¿QUIÉN DECIDE LO QUE PODEMOS LEER?

LA CENSURA DE LIBROS EN EL SIGLO XXI: ¿QUIÉN DECIDE LO QUE PODEMOS LEER?

Aunque solemos asociar la censura con tiempos pasados, a día de hoy, en pleno siglo XXI aún se prohíben libros. Y esto no ocurre solo en dictaduras, sino en países democráticos. En Estados Unidos, por ejemplo, más de 10.000 libros han sido vetados recientemente en escuelas y bibliotecas. Muchas veces por razones absurdas como temas considerados incómodos, como el racismo, la identidad de género o la sexualidad. Obras como To Kill a Mockingbird de Harper Lee, Maus de Art Spiegelman o Gender Queer de Maia Kobabe están en la llamada lista negra. Llevándolo a España, en municipios como Burriana, se han producido intentos de retirar libros de educación sexual y revistas en catalán de las bibliotecas públicas, alegando que su contenido era inapropiado o incluso pornográfico.

¿Nos están protegiendo o limitando? Quienes defienden la censura suelen decir que es por el bien de los jóvenes, para evitar que accedan a contenidos inapropiados. Pero nos da que pensar, ¿qué es realmente inapropiado?, ¿hablar de racismo, diversidad o sexualidad? En muchos casos, estas restricciones son más miedos o intereses ideológicos y políticos que una verdadera preocupación educativa.

Entonces, ¿cuál es el papel de los lectores y los docentes? En primer lugar, los profesores juegan un papel esencial, ya que al final son los encargados de educar a los futuros lectores y los que tienen la responsabilidad de formar personas capaces de entender los textos, debatirlos y sacar sus propias conclusiones. Y los lectores, por su parte, deben ejercer su libertad crítica, buscando siempre ampliar sus horizontes.

Por otra parte, personalmente creo que sí que debe existir una forma de regularizar lo que se lee en el colegio a temprana edad. Pero estamos hablando de regular, que no significa censurar. Es lógico que exista una selección de lecturas adecuada a la edad, y el desarrollo del niño. No todo libro es apropiado para cualquier momento, y ahí entra el criterio pedagógico. Pero esto no debe confundirse con imponer ideologías o evitar ciertos temas por incomodidad.

En conclusión, estos casos demuestran que, aunque la censura en España no es generalizada, sigue existiendo de forma puntual y a veces silenciosa. Es fundamental que lectores, docentes y bibliotecarios defiendan el acceso libre a la literatura. Porque leer también es un acto de libertad.

Aitana Flores Soriano

EL PODER TERAPÉUTICO DE LOS LIBROS

EL PODER TERAPÉUTICO DE LOS LIBROS

En medio de los desafíos cotidianos, a menudo buscamos refugio en la lectura como un medio para encontrar consuelo y sanación. Sin embargo, ¿alguna vez has considerado que la lectura puede ser más que una simple distracción? Resulta que sumergirse en el mundo de las palabras puede tener beneficios significativos para la salud, especialmente cuando se trata de enfrentar enfermedades. En esta entrada, exploraremos cómo la lectura puede ser un recurso valioso en la lucha contra diversas condiciones médicas, desde el estrés hasta la depresión y más allá.

En un mundo lleno de distracciones y tensiones constantes, encontrar momentos de calma puede ser un desafío. Sin embargo, la lectura ofrece una vía de escape que ayuda a reducir el estrés y la ansiedad. Al sumergirse en una narrativa absorbente, la mente puede desconectarse del caos del entorno y encontrar una sensación de tranquilidad. Estudios han demostrado que dedicar tiempo a la lectura puede disminuir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y promover una sensación de bienestar.

Mantener la mente activa es esencial para preservar la salud cerebral a lo largo de la vida. La lectura regular puede proporcionar un entrenamiento cognitivo invaluable al estimular diversas áreas del cerebro, como la memoria, la concentración y la creatividad. Además, se ha descubierto que el hábito de la lectura está asociado con un menor riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y el Parkinson. Al desafiar constantemente al cerebro con nuevas ideas y conceptos, la lectura ayuda a mantenerlo ágil y resistente al deterioro asociado al envejecimiento.

Sumergirse en las historias de otros ofrece una perspectiva única sobre experiencias y emociones que de otro modo serían difíciles de comprender. La lectura de ficción, en particular, ha demostrado fortalecer la empatía y la inteligencia emocional al ayudar a ponerse en los zapatos de personajes muy diversos y ver el mundo desde su perspectiva. Esta capacidad para conectar con los demás a través de la lectura puede fomentar relaciones más profundas y satisfactorias, así como aumentar el bienestar emocional general de la persona.

Por ello podemos decir que la lectura es mucho más que una simple actividad recreativa; es una herramienta poderosa que puede contribuir significativamente a nuestra salud y felicidad. Desde reducir el estrés y la ansiedad hasta preservar la salud cerebral y fomentar la empatía, los beneficios de sumergirse en las páginas de un libro son abundantes y transformadores. Así que la próxima vez que te sientas abrumado por la vida, considera refugiarte en el mundo reconfortante y enriquecedor de la lectura. Tu mente, tu cuerpo y tu alma te lo agradecerán.

Daniel Pejenaute

TODOS MERECEMOS PODER LEER. SOBRE LA ACCESIBILIDAD A LA LECTURA

TODOS MERECEMOS PODER LEER. SOBRE LA ACCESIBILIDAD A LA LECTURA

La lectura es un instrumento fundamental para nuestro desarrollo como seres humanos, no solo como herramienta de comunicación, sino también como catalizadora de la creatividad, ejercicio para la memoria, amplificadora de conocimiento y desencadenante de sentimientos. A lo largo de la historia, solo las élites han tenido la posibilidad de disfrutar plenamente de ella, aunque, gracias al paulatino proceso de alfabetización, es cada vez más accesible. No obstante, continúa habiendo un sector de la población que se enfrenta a barreras para poder disfrutar de la lectura en su forma tradicional. Como solución se han desarrollado distintas alternativas para facilitarles el acceso a todo tipo de textos.

Uno de los métodos de accesibilidad más conocidos es el braille, dirigido a personas con algún tipo de discapacidad visual. Es este un sistema táctil ideado por Louis Braille, que se inspiró en un método de lectoescritura empleado por militares en el siglo XIX. A pesar de ser tan conocido y usado en lugares y objetos cotidianos (ascensores, carteles, envases, etc.), cuando se trata de aplicar al ámbito del libro este sistema tiene múltiples desventajas. Al necesitar impresoras y soportes especiales, los libros en braille tienen un coste muy elevado y requieren un tiempo extenso de producción. Como consecuencia, estos libros son limitados y es complicado encontrar obras recientes o traducidas.

Con las nuevas tecnologías y la creación de los e-books y libros digitalizados, hacer los textos más accesibles se ha vuelto mucho más sencillo, rápido y asequible. Aunque los soportes digitales tengan un precio inicial elevado, los libros en este formato tienen precios notablemente más bajos que los analógicos, lo que a largo plazo resulta mucho más económico que leer en papel. Si tienen sistema de sonido, permiten la descarga de audiolibros o la instalación de programas que recitan el texto en voz alta, ya sean novelas, mensajes de texto o hilos de Twitter. Además, estos dispositivos ofrecen ventajas adicionales como traducciones instantáneas, ajustes de tamaño y fuente de la letra, así como diccionarios e hipervínculos incorporados en los textos que permiten una mejor comprensión. Estas posibilidades también facilitan la lectura a personas mayores, gente con dislexia y niños en proceso de aprender a leer.

En muy pocos años los soportes y formas de lectura han cambiado radicalmente, igual que lo ha hecho el mundo que nos rodea. A veces el cambio asusta o se rechaza, pero realmente es parte de la Historia de la lectura, en la que se pasó del rollo al códice, de este a la aparición de la imprenta y, ahora, a las pantallas. ¿Qué será lo siguiente? De momento, gracias a estas innovaciones, la lectura vuelve a abrirse camino en nuestras vidas, ya sea a través de la vista, el oído o el tacto. En un mundo tan rápido y confuso como el actual es fundamental que todos tengamos la posibilidad de refugiarnos temporalmente en el mundo de las letras, quietas en las hojas, pero llenas de vida.

Lucía Reviriego de las Heras

BIBLIOTECAS PÚBLICAS, UN BIEN COMÚN

BIBLIOTECAS PÚBLICAS, UN BIEN COMÚN

La historia de la lectura es tan inmensa como lo son los lectores que ha habido, hay y habrá. Leer es una actividad que nos ha acompañado a la especie humana desde que existimos sobre la tierra. Gracias a la lectura ha resultado posible la transmisión del conocimiento y la prosperidad y mejora de la sociedad. Aunque la manera en la que hemos leído y entendido la lectura no ha sido siempre la misma, pues diversos han sido los soportes, las motivaciones, el acceso, la relación entre libros y lectores, las técnicas y las tecnologías, desde que los textos tomaron forma material, fisicidad, siempre hemos sentido la necesidad de guardarlos, variando igualmente esos espacios de conservación, las bibliotecas, en cada época.

En las civilizaciones antiguas, como Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma, las bibliotecas se ubicaban en palacios y en templos, y solo se permitía en ellos la entrada a la élite, que, a su vez, fue la que inició una moda que todavía está presente en nuestros días, la del coleccionismo de libros o bibliofilia, la cual constituía un claro signo de distinción socioeconómica. Estas bibliotecas, privadas o públicas, reflejaban el poder y la ideología de los gobernantes y de las gentes pudientes, y en ellas se operaba una selección consciente del patrimonio bibliográfico y documental, además de desarrollarse en algunos casos también importantes debates intelectuales y trabajos filológicos o de fijación textual. Ahí están, para demostrarlo, los conocidísimos ejemplos de la Biblioteca de Nínive, de la Biblioteca de Guiza, de la Biblioteca de Alejandría o de la Biblioteca del Pórtico de Octavia.

Hubo que esperar muchos siglos para que las bibliotecas dejaran de ser propiedad o usufructo de unos pocos y abrieran sus puertas a todos los públicos. Sin duda, en ello tuvieron mucho que ver factores tan determinantes como el desarrollo de la imprenta, la nueva manera de entender la biblioteca que trajo consigo el pensamiento ilustrado o el aumento de la alfabetización -que inició su andadura en Europa en el siglo XV y que no dejó de crecer hasta el XX-. Fue hacia mediados del siglo XVIII cuando nacieron las primeras bibliotecas públicas, en el sentido en el que hoy entendemos este concepto. Desde 1770 en adelante proliferaron las llamadas bibliotecas de préstamo urbanas, pensadas para las clases populares, y a ellas les siguieron en el XIX las bibliotecas escolares, las bibliotecas fabriles, las parroquiales, las reunidas por partidos y sindicados políticos, o las instaladas por el Estado en parques y jardines con el fin de que la lectura pudiera llegar a todos/as.

Cuantas más bibliotecas públicas iban apareciendo, más igualitaria se fue tornando la sociedad, hasta llegar al momento en el que nos encontramos hoy, en el que la biblioteca es un lugar abierto a todos los ciudadanos y un espacio perfectamente reconocible en casi todas las ciudades del mundo que, más allá de ofrecer libros de manera gratuita a los lectores, promueve y desarrolla infinidad de servicios sociales, culturales y educativos para todas las edades, y de un tiempo a esta parte, numerosos recursos digitales y electrónicos.

La nueva era de la comunicación y de la tecnología, de la globalidad y de la multimedialidad, ha conllevado cambios sustanciales en lo que hasta hace nada entendíamos por biblioteca: en el personal que la atiende, en las funciones que cumple, en la forma en la que en ella se distribuyen los libros y los espacios para leer, en el espacio (ya no solo físico) que ocupa, etc. Esta evolución vertiginosa de nuestro mundo, a la que no escapa la lectura, nos invita a reflexionar sobre el futuro de las bibliotecas como proveedores de contenido y servicios, y como bien común, pero también a no olvidar que no en todas partes los libros están al alcance de todos, al igual que a poner de relieve cómo la brecha digital genera desigualdades obvias en el acceso a la lectura (y en tantos otros aspectos) que han de combatirse tanto desde los poderes públicos como desde la ciudadanía, por más que las responsabilidades de unos y de otra no sean las mismas.

Alba Jara Manzano

TESOROS ENCUADERNADOS, IMÁGENES INOLVIDABLES: EL ARTE INMORTAL DE LOS LIBROS

TESOROS ENCUADERNADOS, IMÁGENES INOLVIDABLES: EL ARTE INMORTAL DE LOS LIBROS

Desde la Antigüedad, los libros han sido venerados como objetos artísticos. Más allá de su contenido textual, su factura material nos habla de quiénes pudieron ser sus lectores y de las funciones que pudieron cumplir. Aquellos libros cuyas encuadernaciones resultan caras, resistentes y exquisitas y cuyas ilustraciones son ricas y de gran calidad, es evidente que no fueron leídos ni coleccionados ni conservados por cualquiera, sino que fueron propiedad de personas de cierta relevancia socioeconómica, política, religiosa y/o cultural. En este post vamos a centrarnos en estos dos elementos que han hecho y hacen de los libros verdaderas obras de arte.

 La encuadernación de libros es un arte antiguo que combina habilidades técnicas con otras relacionadas con la creatividad y el diseño. Desde los manuscritos medievales hasta las obras contemporáneas, cada libro encuadernado cuenta una historia propia. A lo largo de los siglos, la encuadernación ha evolucionado reflejando los gustos estéticos y técnicas de cada período histórico. Durante la Edad Media, estaba principalmente ligada a la funcionalidad y la durabilidad. Los artesanos trabajaban minuciosamente con cuero y tela para elaborar cubiertas que protegieran los manuscritos de la humedad y el desgaste. Sin embargo, en el Renacimiento, la encuadernación comenzó a considerarse como una forma de expresión artística en sí misma. Los encuadernadores renacentistas, especialmente en ciudades como Venecia y Florencia, crearon cubiertas elaboradamente decoradas con herramientas doradas, cueros repujados y diseños ornamentales inspirados en la iconografía clásica y en los patrones decorativos imperantes en su tiempo. Más adelante, el Barroco llevó el rococó también a los libros, ornamentando aún más sus encuadernaciones al dotarlos de cubiertas de terciopelo, seda y brocado, decoradas con encajes, bordados y piedras preciosas. Tras un breve periodo en el que primaron estilos más simples y funcionales que reflejaban los gustos de la burguesía dieciochesca, con la llegada del siglo XIX tuvo lugar un resurgimiento del interés por el arte medieval y la artesanía más tradicional, dando ello lugar a una etapa esplendorosa para la encuadernación artística. Movimientos vanguardistas, como el Arts and Crafts y el Art Nouveau, abogaron por la integración de la decoración y el diseño en todos los aspectos y objetos de la vida cotidiana, incluidos los libros, transformando para siempre sus cubiertas.

Por lo que respecta al arte de la ilustración, la evolución que este experimentó a lo largo de los siglos fue, en muchas ocasiones, a la par de la vivida por las encuadernaciones. Desde los manuscritos iluminados de la Edad Media hasta las ilustraciones a todo color que poblaron los libros infantiles decimonónicos (y el resto en adelante) gracias al desarrollo de la litografía, las imágenes han enriquecido la experiencia de la lectura de millones de lectores. Tenemos constancia documental de la existencia de esta profesión, la del ilustrador de libros, desde la Grecia Clásica, pero fue a partir de la creación del códice cuando estos artesanos de la imagen trabajaron mano a mano con los autores, los libreros -luego impresores y editores- y los encuadernadores para crear libros que fueran tanto visualmente impactantes como narrativamente ricos. Las ilustraciones no solo complementan y amplifican el texto, añadiendo profundidad emocional y visual al contenido del libro, sino que también particularizan las obras, las dotan de significado e influyen notablemente en la lectura e interpretación que de ellas realizamos. Aunque la imagen ha tenido siempre mucho peso en el mundo del libro, y resultaría difícil establecer grados en función de las épocas, quizás sean los libros medievales y los libros electrónicos los que ostentan el protagonismo. En evidente por qué las ilustraciones fueron tan importantes en los primeros: sin ellas resultaba imposible, para la inmensa mayoría, “leer”. En la era digital, que es también la era de la imagen, las ilustraciones de los libros electrónicos ofrecen nuevas oportunidades creativas, permitiendo integrar elementos multimedia y efectos visuales dinámicos que enriquecen como nunca antes la experiencia de lectura. A través de la tecnología digital, los ilustradores pueden crear imágenes interactivas, animaciones y efectos visuales que van más allá de las limitaciones de la página impresa, desafiando las convenciones tradicionales de lo que constituye una ilustración en un libro.

Encuadernaciones e ilustraciones, por tanto, hacen posible que los libros transciendan su función como portadores de palabras. Los convierten en obras de arte de inmenso valor, pero también en testigos del ingenio y de la pasión de los seres humanos, fusionando la destreza técnica con la creatividad artística para crear objetos que deleitan los sentidos y alimentan la vista, sí, pero sobre todo el alma.

Mariam Arnanz Fernández-Gallardo

SINTIENDO LAS PALABRAS: LA HISTORIA DEL BRAILLE

SINTIENDO LAS PALABRAS: LA HISTORIA DEL BRAILLE

A lo largo de la asignatura de Historia de la lectura hemos aprendido cómo han existido diversos tipos de lectores, cómo han desarrollado estos distintas capacidades y características que definen y diferencian sus formas de leer y de relacionarse con los libros, cuáles han sido los soportes que a lo largo de los siglos se han empleado para escribir y leer, y cómo su materialidad ha influido en los modos de lectura, o en qué medida han evolucionado los sistemas de escritura desde que nacieron los primeros en Egipto y en Mesopotamia y hasta que las letras de hoy en día se han codificado en lo que llamamos bitios (o bits).

Sin embargo, no todos los libros ni todos los géneros ni tampoco todos los lectores han recibido un tratamiento igualitario por parte de quienes se dedican a estudiar y a historiar la lectura. Entre esos lectores menos atendidos por la historiografía, generalmente marginados en los manuales académicos y en las obras especializadas, nos encontramos, por ejemplo, con las personas ciegas.

¿No han leído los ciegos acaso? ¿Cómo ha sido su relación con los textos en las distintas épocas históricas? ¿Cómo han hecho frente a su discapacidad y han logrado acceder a la lectura y a la escritura en cada momento? Todas estas (y otras) preguntas son las que me hice al observar esta falta de atención hacia las personas ciegas en la Historia de la lectura y sobre las que me informé para poder ofrecer en este blog algunas respuestas al respecto.

En el pasado, como en cualquier otro aspecto de la vida, la relación de las personas ciegas con la lectura si no imposible fue muy difícil, problemática y complicada. Durante siglos su falta de visión las marginó de la cultura, pero también de la sociedad, siendo, incluso, esclavizadas o demonizadas. Consideradas como incapaces e inútiles, se las negaba reiteradamente el acceso a la educación y también el ejercicio de determinadas profesiones y, por ende, la ocupación de ciertos puestos o cargos públicos, manteniéndose siempre lejos de las esferas de poder y confinándose al ámbito privado.

Sin embargo, todo esto no quiere decir que antes de que se inventaran sistemas adaptados de lectura y de escritura para las personas ciegas estas no aprendieran a leer y a escribir o no leyeran ni escribieran. Aunque rudimentarios y limitados, inventaron sus propios métodos y estrategias para acceder a la lectura y a la escritura, sirviéndose, por ejemplo, del marcaje en relieve de letras o de símbolos en objetos cotidianos, o sirviéndose de otras personas que les leyeran o que escribieran en su nombre. Desarrollaron, además, una capacidad de memoria muy superior a la de otros lectores, siendo capaces, como revelan muchas obras literarias antiguas y modernas, y numerosos testimonios, de aprenderse libros enteros de arriba abajo.

Con el paso del tiempo, comenzaron a surgir sistemas de escritura y lectura destinados a las personas ciegas. Uno de los primeros intentos documentados fue el alfabeto en relieve diseñado por Vatentin Haüy, un educador francés que fundó en 1784 la primera escuela para ciegos en París, el Instituto Real de Jóvenes Ciegos. Este alfabeto, compuesto por letras de grandes dimensiones que se imprimían en relieve, permitía que los alumnos las tocaran y reconocieran con facilidad. Aunque el alfabeto en relieve de Haüy fue un gran avance para la educación de las personas ciegas, su costosa producción lo hizo poco eficaz y no permitió su difusión a gran escala.

Otra iniciativa memorable fue la protagonizada por Charles Barbier, un oficial militar también francés que inventó un sistema táctil de lectura y escritura llamado Écriture Nocturne o "escritura nocturna", tras ser solicitado para ello por el mismísimo Napoleón Bonaparte, quien andaba empeñado en crear un código secreto para que sus los soldados pudieran comunicarse de noche (en silencio y sin luz) sin ser advertidos o avistados por el enemigo. Se trataba de una cuadrícula de cartón de seis por seis casillas con una serie de puntos que se correspondían con las letras y los sonidos del alfabeto francés. Se requerían al menos doce puntos para representar un solo símbolo/sonido. Su dificultad (los soldados tardaban mucho en aprender a manejarlo y cometían continuos errores) hizo que los mandos militares lo rechazaran rápidamente.

Aunque el de Barbier fue un sistema pensado para el Ejército, y no para las personas ciegas, hoy en día está fuera de toda duda de que inspiró a Louis Braille para crear su método, que sigue siendo en la actualidad el más conocido y utilizado.

A causa de un accidente sufrido a los tres años, Braille perdió la vista cuando contaba tan solo con cinco, pero, aun así, fue un gran y destacado alumno. Aprendió, al parecer, a leer y a escribir con el sistema de Haüy, pero enseguida se dio cuenta de que los caracteres en relieve empleados por este no eran muy adecuados para el tacto, por lo que se basó en el sistema de Barbier, reduciendo los puntos a seis, y organizándolos en dos columnas de tres filas. De esta forma logró simplificar la lectura y el aprendizaje no solo de las letras/palabras, sino también de los números, de los signos de puntuación y de hasta las notas musicales. Así nació en torno a 1825 el sistema Braille.

El Braille se difundió como la pólvora desde Francia a numeroso países de todo el mundo en las décadas posteriores a su creación. No fue el único que en su momento tuvo éxito, pues en 1845 apareció, por ejemplo, la letra Moon Type. Su inventor, William Moon, un impresor y activista británico, dedicó buena parte de su vida a ayudar a las personas ciegas. Similar al de Haüy, este sistema de escritura modificaba y simplificaba las letras del alfabeto empleado por aquel, que se imprimían igualmente en relieve, pudiendo ser reconocidas fácilmente mediante el tacto. Fue utilizado sobre todo por personas que desarrollaban ceguera con el tiempo (que no nacían ciegas) y que se habían acostumbrado desde niños o jóvenes, o ya de adultos, a dicho tipo de letra y al mencionado alfabeto.

Gracias a todos estos creadores y benefactores, y a muchos más cuyas aportaciones no se pueden repasar en este breve post, millones de personas ciegas han podido acceder a la educación y a la lectura, mejorando notablemente su calidad de vida.

Salma Toto Dalia

UN VISTAZO A LA ERA DIGITAL DE LA LECTURA

UN VISTAZO A LA ERA DIGITAL DE LA LECTURA

En las últimas décadas hemos sido testigos de grandes transformaciones en el mundo del libro y de la lectura debido a la expansión de las nuevas tecnologías, un fenómeno que refleja la interacción dinámica entre la revolución digital y la cultura literaria contemporánea. Desde la popularización de los e-readers hasta la proliferación de audiolibros y podcasts, la lectura digital constituye otro modo de leer que está, a su vez, remodelando la manera en la que nos relacionamos con los libros (analógicos o no) y el modo en el que interpretamos aquello que leemos. La introducción en nuestro día a día de nuevos dispositivos electrónicos para leer ha generado, por otro lado, una nueva forma de consumir los textos que dista mucho de la lectura tradicional, alterando la fisiología del lector, pero también las normas que durante siglos han guiado la actividad lectora.

Como afirmó, entre otros, el escritor Neil Gaiman, “los libros son los amigos más silenciosos y constantes; siempre están ahí cuando los necesitas”; pero lo cierto es que esa relación intrínseca entre la constancia y la lectura que definía bien a los lectores de antaño ha pasado ya a la historia. La lectura en pantalla se caracteriza por ser, precisamente, inconstante, más fragmentada, menos concentrada y profunda. Ello lleva aparejado un procesamiento cognitivo cada vez más superficial, que se está trasladando a la lectura realizada sobre papel (no es que leamos menos, es que leemos peor o no entendemos lo que leemos). Por si esto ya no fuera suficientemente preocupante, nuestra susceptibilidad a las noticias falsas, los sesgos y los prejuicios se amplifica por el exceso de confianza en nuestras habilidades lectoras en el mundo internauta, donde todo parece ser posible, donde todo está al alcance de la mano, donde todo es fácil y rápido de comprender y de adquirir (material y simbólicamente hablando).

Los nuevos formatos de lectura, como los audiolibros, ofrecen alternativas que se adaptan a nuestros estilos de vida cada vez más estresados y ocupados. El audiolibro redefine la relación entre el lector y el texto, enfatizando la oralidad y la interpretación del narrador. Esta evolución plantea cuestiones nodales en la Historia de la lectura, como las distintas modalidades lectoras que en cada época predominan. Aunque desde hace varios siglos ya, la lectura silenciosa e individual es la protagonista, tendencias en auge, como esta de consumir audiolibros, ponen en jaque su milenario reinado.

A pesar de todo lo dicho, cabe insistir en un aspecto positivo de la revolución lectora digital, que es la democratización del acceso a la lectura, una utopía que hasta nuestros días no ha podido hacerse realidad (salvando las diferencias derivadas de la “brecha digital”). La digitalización de los textos no solo ha extendido la lectura a todos los públicos, sino que, además, ha permitido que haya más autores/as o, dicho de otro modo, que una mayor diversidad de voces encuentre audiencia, promoviendo así la inclusión y empoderando a comunidades marginadas que ahora ya sí que pueden compartir y visibilizar su historia, sus historias.

En el ámbito educativo, la integración de la lectura digital presenta desafíos y oportunidades al mismo nivel. La alfabetización en la era digital no se limita a la habilidad de leer y escribir, sino que implica la adquisición de otras competencias complejas, como las de navegación, evaluación crítica de la información y producción o diseño y gestión de contenido multimedia. La enseñanza debe adaptarse para que las nuevas generaciones, pero también aquellas generaciones que no son nativas digitales, aprendan y cultiven estas nuevas habilidades y sepan hacer uso de ellas en un entorno vertiginoso y cambiante.

En conclusión, los cambios en los patrones de lectura en la era digital plantean interrogantes sobre la calidad de la experiencia lectora y la evolución de la cultura escrita que no pueden ser pasados por alto por quienes nos interesamos por la Historia del leer. Si bien las nuevas tecnologías han democratizado el acceso a los textos, y ello es digno de celebrar por todo lo alto, también debemos examinar críticamente cuáles son sus límites e implicaciones en nuestra capacidad de concentración, comprensión y participación en el mundo de las letras y en el mundo en general.

Mar Martín Domínguez

EL OTRO LEGADO DE CISNEROS: LA BIBLIA POLÍGLOTA COMPLUTENSE

EL OTRO LEGADO DE CISNEROS: LA BIBLIA POLÍGLOTA COMPLUTENSE

La Biblia Políglota es uno de los testimonios más relevantes del humanismo renacentista cristiano y uno de los mayores monumentos tipográficos de la imprenta española del siglo XVI. Se trata de la primera edición impresa de una traducción en varias lenguas de la Biblia, proyecto iniciado por el Cardenal Cisneros en la ciudad de Alcalá de Henares. Para que este proyecto pudiera hacerse realidad fueron necesarios dos fenómenos que en este tiempo se interrelacionaron enormemente: la creación y expansión de la imprenta y el desarrollo del humanismo.

Durante el siglo XV se produjo una revolución inicialmente silenciosa en Europa, impulsada por el desarrollo de una importante innovación tecnológica en la producción libraria: la imprenta de tipos móviles de Johannes Gutenberg. La impresión de libros trajo consigo un notable incremento de las tasas de alfabetización de la sociedad bajomedieval y altomoderna. Gracias a la aceleración del proceso de producción se difundió más y mejor la lectura, y gracias a la disminución del precio de los libros se amplió y diversificó el público lector.

Por otra parte, durante el siglo XVI se produjo un cambio de mentalidad significativo que tuvo como protagonista al Humanismo renacentista. El desarrollo de los Studia Generalis y el afán por recuperar las formas clásicas por parte de los humanistas dio lugar no solo a grandes obras artísticas, sino también a una importante producción bibliográfica en la que la traducción de las obras fundamentales del saber permitió que estas y sus autores fueran conocidos, a lo largo de la historia, por numerosos lectores.

En este contexto y bajo el proyecto de reforma cisterciense y el ideal del humanismo cristiano, la Biblia Políglota se nos aparece ante nuestros ojos como un símbolo de la universalización del conocimiento. Con el objetivo de crear una Biblia rigurosamente fiable y contrastada con los testimonios y manuscritos previos, Cisneros reunió en torno a sí a un grupo de eruditos, filósofos y humanistas conocedores del hebreo (Alfonso de Zamora), del griego (Hernán Núñez de Guzmán) y del latín (Antonio de Nebrija) para publicar completas las Escrituras Sagradas en estas y en otras lenguas, como, por ejemplo, el arameo o el caldeo.

El Cardenal realizó seis volúmenes en los que introdujo una traducción latina interlineal del griego, un diccionario hebreo-latino e índices onomásticos y gramaticales de esas tres lenguas, lo que resulta prodigioso y novedoso para su tiempo. Por otra parte, encargó la impresión a Arnaldo Guillén de Brocar en 1514, impresor afamado en la época por sus diseños de tipos bellos y sencillos, su maquetación clara y su esmerada estampación. Aunque la edición se terminó en 1517, la obra no fue aprobada por el papa León X hasta 1520.

La Biblia Políglota se caracteriza por ser una gran proeza técnica y por su incomparable belleza. Se trata de un incunable que presenta una flamante disposición del texto, organizado en tres columnas con cada traducción correspondiente en cada plana; además, la parte inferior de dada página se divide en otras dos columnas, con la traducción en caldeo y la correspondiente en latín. En cuanto a los tipos móviles, Brocar todavía utilizaba la gótica redonda, pero fundió por primera vez nuevos caracteres griegos, caldeos y hebreos de gran perfección para poder acometer el reto cisneriano.

Para concluir, cabe mencionar que la Biblia Políglota fue admirada (y lo sigue siendo) por la maestría en la corrección textual de los manuscritos originales y la creación de tipos-modelo. Impulsó las traducciones y ediciones de la Biblia en toda Europa (baste con citar la de Amberes, de 1576, o la de Heidelberg, de 1586). En España supuso una contribución cultural y religiosa sin precedentes, que sirvió para propagar el poder de su promotor y el prestigio de nuestra Universidad de Alcalá, por aquel entonces llamada "Complutense". 

Helena Fernández Gil

INSTRUIR DELEITANDO EN EL SIGLO XIX: LA ENTRADA EN LA ESCUELA DE LA INFANCIA Y DE LA LECTURA INFANTIL

INSTRUIR DELEITANDO EN EL SIGLO XIX: LA ENTRADA EN LA ESCUELA DE LA INFANCIA Y DE LA LECTURA INFANTIL

Durante el siglo XIX se incorporaron tres grandes grupos de lectores al mundo del libro: las mujeres, el proletariado y el público infantil. En este post nos vamos a centrar en cómo afectó la incorporación a la lectura del público infantil a las mejoras en la educación.

En el contexto de la industrialización se va a dar un gran cambio en la sociedad, pues se va a pasar de una sociedad absolutista a una más liberal, en la que se va a introducir, gracias a la Revolución francesa, el término “ciudadano” (abandonándose el de “vasallo”). Esto supone la sustitución de la sociedad estamental por la sociedad que clases, que va a tener unas nuevas necesidades y a presentar características diversas.

Es en este marco histórico de finales del siglo XVIII e inicios de la contemporaneidad, cuando surgen los sistemas educativos nacionales, cuyo objetivo será la formación de buenos ciudadanos y, con ello, la consecución de una igualmente buena mano de obra. Por toda Europa, sobre todo en Inglaterra, van a aparecer filántropos preocupados por la educación que van a fundar escuelas, como Joseph Lancaster o Robert Owen. En España, por ejemplo, se va a promulgar la Constitución de 1812, que constituye el primer texto legislativo que regula la enseñanza en nuestro país, estableciendo los principios de uniformidad y universalidad en la educación.

Todas estas novedades son inseparables de la entrada en escena en la Historia de la lectura de la infancia como sujeto lector. Los editores decimonónicos van a elaborar materiales de lectura destinados a los niños por vez primera, teniendo en cuenta sus posibilidades de lectura y sus gustos lectores, haciendo gala del lema del “instruir deleitando”. Aunque no faltaron las obras de entretenimiento, las publicaciones se enfocaron principalmente en la enseñanza, proliferando a partir de este momento manuales escolares sobre las materias que configuraban el currículo de aquel entonces.

De esta manera, con el gran impulso que recibe la Educación Primaria se abre un nuevo nicho de venta de libros que va a ser muy importante (de hecho, lo sigue siendo en nuestros días) y, al mismo tiempo, la llegada a las aulas del libro escolar va a provocar importantes cambios en las prácticas educativas, porque estos eran libros laicos y van a empezar a desbancar a los libros religiosos, como la Biblia, que eran los que hasta ese momento se habían empleado para enseñar a los más pequeños. Además, al adaptar los libros a los gustos y las necesidades de los niños se logra fomentar el gusto por la lectura -desde entonces esta de animar a leer es una de las principales tareas de la escuela- y se favorece la adquisición de conocimientos diversos e indispensables para la vida diaria.

Además, estos primeros libros escolares son el reflejo de cómo en esta época se desarrolla un interés por estudiar cómo aprenden y se desarrollan los niños y cómo se les puede ayudar y guiar en su desarrollo y aprendizaje. Es decir, muchos pedagogos idean y ponen en práctica ahora sus teorías educativas y las vuelcan, además de en tratados y revistas pedagógicas, en las páginas de estos manuales escolares. Al margen de las tendencias y propuestas propiamente educativas, no podemos olvidar que es en el siglo XIX cuando, al compás de la escolarización masiva, se deje de concebir al niño como un adulto en miniatura y se trate de entenderle como lo que es, un ser independiente con gustos, necesidades y preocupaciones propias.

Paula Santana García

La importancia de la lectura para el desarrollo de la ciudad más avanzada de su tiempo: Roma

La importancia de la lectura para el desarrollo de la ciudad más avanzada de su tiempo: Roma

La lectura desempeñó un papel fundamental en la antigua Roma, sirviendo como piedra angular para el desarrollo intelectual y cultural de la sociedad del momento. Desde los primeros días de la República Romana hasta la cúspide del Imperio Romano, la palabra escrita tuvo una enorme importancia, moldeó las mentes de sus ciudadanos/as e influyó en la trayectoria del conjunto de la sociedad romana. Bajo este contexto, en este ensayo se pretende explorar la importancia de la lectura en la antigua Roma, resaltando su especial impacto en la educación, el entretenimiento y la difusión del conocimiento.

En la antigua Roma, la lectura estaba principalmente asociada con la educación y los estudios intelectuales. La capacidad de leer y escribir se consideraba esencial para aquellos que buscaban participar en la vida pública, política y en el gobierno del país. Las familias romanas adineradas contrataban tutores privados, conocidos como pedagogos, para instruir a sus hijos en el arte de la lectura y de la escritura. Este currículo incluía el estudio de literatura, filosofía, retórica e historia latina y griega. Los niveles de alfabetización variaban entre las diferentes clases sociales, pues mientras que la élite romana tenía acceso a una amplia educación, los ciudadanos comunes, especialmente los esclavos y los libertos, tenían pocas o ningunas oportunidades de adquirir habilidades de lectoescritura. No obstante, a medida que el imperio se expandía, se reconoció cada vez más la importancia de su educación, lo que llevó al establecimiento de escuelas públicas en áreas urbanas con el fin de formar las clases sociales más bajas en los conceptos básicos de lectura y escritura.

Los libros tenían un valor inmenso en la antigua Roma, tanto como herramientas de aprendizaje como fuentes de entretenimiento. Eruditos y filósofos romanos compilaban obras sobre diversos temas, en muchas ocasiones expropiándoselas a pueblos conquistados como griegos o egipcios, incluyendo libros de poesía, historia, filosofía y ciencia. Estas obras eran posesiones altamente valoradas, a menudo guardadas en bibliotecas privadas y compartidas entre círculos intelectuales, donde el libro cumplía una función social que simbolizaba un determinado estatus dentro de la comunidad.

Autores romanos como Cicerón, Livio y Séneca produjeron obras maestras que moldearon el tejido cultural e intelectual de la Roma de su tiempo. En sus obras no solo reflejaban la sociedad, sino que también influían en los valores, creencias e ideales del pueblo romano. La lectura de estos textos permitía interactuar con ideas profundas, desafiar normas establecidas y ampliar sus horizontes intelectuales.

La lectura no se limitaba a entornos privados. La lectura pública desempeñaba también un papel fundamental en la difusión del conocimiento y en el fomento de un sentido de comunidad. Autores destacados a menudo realizaban lecturas públicas de sus obras en las calles romanas, atrayendo a grandes audiencias ansiosas por escuchar sus palabras de boca de sus creadores. Pero también estas lecturas públicas brindaban la oportunidad de diálogo, debate y compromiso intelectual entre los ciudadanos, permitiendo el intercambio de ideas y perspectivas.

Las bibliotecas, conocidas como bibliotecae, surgieron como centros de actividad intelectual en la antigua Roma. Estas instituciones públicas albergaban una vasta colección de rollos y libros, haciéndolos accesibles a un público más amplio. Las bibliotecas se convirtieron en lugares de encuentro para eruditos, estudiantes e intelectuales, fomentando una cultura de aprendizaje e intercambio intelectual.

La lectura no se limitaba únicamente a fines académicos, sino que también servía como fuente de entretenimiento en la antigua Roma. Los romanos abrazaron diversos géneros literarios, incluyendo poesía, obras de teatro y narrativas épicas. Las recitaciones públicas de poesía y las representaciones teatrales atraían a grandes audiencias y proporcionaban un medio de ocio y evasión.

Las obras de renombrados poetas como Virgilio, Ovidio y Horacio cautivaban a los lectores con su habilidad para contar historias, ingenio y profundidad emocional, donde sus creaciones literarias eran una ventana abierta para descubrir diferentes aspectos de la sociedad romana, su historia y mitología, estimulando la imaginación y evocando una gran variedad de emociones.

En definitiva, la lectura en la antigua Roma tenía un inmenso poder e influencia, permeando todos los aspectos de la vida romana. Jugó un papel crucial en la educación, permitiendo a las personas adquirir conocimiento, agudizar su intelecto y participar activamente en la vida pública. Los libros proporcionaron una plataforma para el intercambio intelectual y cultural, dando forma a los valores y aspiraciones de la sociedad. Ya sea para su educación o simplemente por puro entretenimiento, la lectura fue en Roma una fuerza transformadora que enriqueció la vida del pueblo romano y contribuyó al legado de su civilización. Por ello no es de extrañar que, siendo el pueblo más avanzado en niveles de alfabetización y lectura de su tiempo, también lo fuesen en casi todos los demás aspectos sociales, pues cuanto más se lee, más inteligente uno se vuelve.

 

Gregorio Pedro Utrilla Fornals

El poder de la lectura: cómo la alfabetización cambió el mundo del libro

El poder de la lectura: cómo la alfabetización cambió el mundo del libro

La alfabetización y la expansión de la escuela en Europa en el siglo XIX fueron un momento clave en la Historia de la lectura. En este período, la educación formal comenzó a expandirse y se hicieron esfuerzos para enseñar a la población a leer y escribir. Esto tuvo un gran impacto en la forma en que la gente consumía información y cómo se desarrollaba la cultura.

Antes del siglo XIX, la educación formal era principalmente una preocupación de la élite. La mayoría de la población europea no tenía acceso a la educación y muchos/as no sabían ni leer ni escribir. En algunos casos, la iglesia católica o las instituciones religiosas proporcionaban educación básica, pero esto era raro y limitado. Así pues, la alfabetización era vista como algo al acceso de unos pocos y no como un derecho universal. Sin embargo, a medida que la Revolución Industrial comenzó a transformar la sociedad europea, se hizo evidente que se necesitaba una fuerza laboral educada para satisfacer las demandas de la industria. Además, los movimientos de reforma social comenzaron a exigir una mayor igualdad de oportunidades educativas para todos los ciudadanos/as. Esto llevó a una serie de reformas educativas en toda Europa y América del Norte, que culminaron en la creación de los sistemas escolares públicos en muchos países. Estos sistemas educativos se centraron en la enseñanza de habilidades básicas como la lectura y la escritura, así como en la educación cívica y moral de los más pequeños/as. Asimismo, la creciente necesidad de material de lectura y libros de texto para las escuelas y el público en general llevó a innovaciones importantes en la producción de libros y a una mayor accesibilidad para la población.

En 1836, el profesor William Holmes McGuffey publicó el primer libro de su serie de lectores, que se convirtió en un éxito inmediato en todo el país. Estos libros de lectura graduados, que incluían lecturas bíblicas y textos clásicos, se utilizaron ampliamente en las escuelas y hogares estadounidenses durante más de un siglo. La serie de McGuffey Readers reflejaba la idea de que la educación debería estar disponible para todos los ciudadanos/as, y que los libros de texto eran una forma importante de difundir el conocimiento y la educación. Los libros fueron diseñados para ser asequibles, con precios bajos y un formato compacto y fácil de transportar. Además, fomentaban la moralidad y el patriotismo, valores que se consideraban importantes para el desarrollo de la sociedad estadounidense del momento.

Por lo tanto, la serie de McGuffey Readers ejemplifica muy bien cómo la expansión de la educación y la alfabetización pública y de masas en el siglo XIX impulsó la producción y la accesibilidad de los libros, y cómo los libros de texto se convirtieron en una parte importante de la instrucción y la cultura populares en todo el mundo.

Leire Pascual Huarte

¿Libros impresos o digitales? El tira y afloja de la lectura en el siglo XXI

¿Libros impresos o digitales? El tira y afloja de la lectura en el siglo XXI

Con la llegada de la tecnología a nuestro día a día, muchos aspectos de nuestras vidas han cambiado de la noche a la mañana. Una de esas transformaciones es de la que me gustaría hablar hoy: la confrontación que tenemos entre qué tipos de libros queremos leer, ¿digitales o impresos? Hay gente que tiene clara su postura, otra que se muestra más indecisa, mientras que otros/as, con tal de poder leer, ya son felices, sin importar qué método empleen para ello. Es por ello que este artículo vamos a presentar distintas razones para ayudar al lector/a actual a que escoja cuál es el soporte de lectura que mejor se adecúa a sus preferencias.

El libro digital está de moda entre las nuevas generaciones, ya que, según la mayoría de sus usuarios, es un soporte más práctico y cómodo, además de ser popularmente conocido como el método de lectura más adecuado a nuestros tiempos. Las ventajas más destacables de la lectura digital son las siguientes:

- Es un soporte más cómodo y fácil de transportar.

- Es más accesible, muchas lecturas se encuentran en internet y son gratuitas.

- Son más fáciles de encontrar, si un libro goza de exclusividad, en algunas librerías no estará disponible, en cambio en internet siempre existirán unidades.

- Compartir estos libros es mucho más fácil, ya que solo basta con un botón para recomendarlo a toda la gente que quieras.

Frente al nuevo libro digital, el libro impreso, el de toda la vida, acompaña a varias generaciones de la familia, nunca pierde su magia y nos permite tener entre nuestras manos algo que nuestros antepasados también tenían. A pesar de no ser la elección principal de muchos de los lectores modernos, el libro impreso sigue generando mucho impacto en la sociedad y es preferido por otra gran parte de los lectores. A continuación, os dejo algunas de sus principales ventajas:

- Son más visuales y atractivos. A la hora de elegir qué hacer en nuestros ratos libres o qué libro leer, los libros impresos nos llaman fácilmente la atención y consiguen atraparnos más fácilmente, mientras que el libro digital hay que buscarlo por Internet.

- Se pueden conservar mejor, ya que siempre es mejor lugar una estantería que un disco duro, además de que así podemos apreciar con la vista todo lo que hemos leído.

- Cansa menos a la vista. Para leer un libro físico, basta con la luz natural o artificial para poder leerlo pero, en cambio, con un libro digital no debemos pasar horas y horas leyendo ya que cansa la vista y puede ocasionar problemas en nuestra visión.

- Conectamos mejor con la lectura y a veces nos enteramos mejor, ya que en un dispositivo en el que se lean libros digitales nos pueden llegar otro tipo de notificaciones que nos distraigan en nuestra lectura.

En el debate que genera esta difícil elección, hay algunos argumentos que pesan más que otros, pero en realidad hay uno que prima por encima de todos: la opinión del lector/a. Esta elección recae en cada uno de nosotros quienes deberemos decidir si seguir la tradición, o subirnos al tren de la innovación.

Rafael Fernández Valdepeñas

La historia de la imprenta y su evolución

La historia de la imprenta y su evolución

Mis compañeros/as de clase y yo pudimos realizar una visita al Museo de Artes Gráficas de la Universidad de Alcalá, donde pudimos apreciar algunas de las diferentes máquinas que se han ido usando a lo largo de los años para la impresión de documentos. Es por esto que voy a realizar un breve recorrido sobre la evolución de la imprenta, ya que ha sido uno de los inventos más revolucionarios de la Historia del libro y de la lectura, marcando un antes y un después y cambiando por completo la forma de producción de los libros.

Antes de que existieran las imprentas, los libros se copiaban a mano, lo que dificultaba la tarea de crear varios ejemplares de un mismo libro, ya que esta era una tarea costosa y laboriosa, por lo que el acceso a la cultura escrita estaba restringido a una escasa proporción de la población. Los primeros síntomas de impresión llegaron de China en torno al siglo VI d.C., gracias a la llegada de la xilografía. Con el paso del tiempo, esta técnica de impresión se fue perfeccionando hasta que, en el año 1040, se empezaron a desarrollar las primeras técnicas tipográficas, surgiendo así la impresión con tipos móviles realizada, en un primer momento, con moldes de arcillas. Pero estos tipos de arcilla eran muy frágiles, por lo que años más tarde se comenzaron a hacer de madera para mejorar la calidad de la impresión.

Pero si tenemos que destacar un momento clave en la invención de la imprenta, tenemos que hablar del año 1440, momento considerado como el año de la invención de la imprenta a manos de Johannes Gutenberg, quien logró introducir la imprenta en Europa gracias a sus moldes móviles de letras hechas de plomo fundido. De este modo, el proceso de impresión fuese mucho más rápido y menos costoso, permitiendo reproducir textos en serie. El primer libro que imprimieron fue un ejemplar de la Biblia, conocido como “la Biblia de Gutenberg”.

Pero otro momento clave para la evolución de la imprenta fue la revolución industrial. Gracias a la mecanización del proceso, surgió la primera rotativa de la historia datada en el año 1847 en Estados Unidos. Las rotativas supusieron un gran avance a la hora de agilizar el proceso, ya que las máquinas contaban con unos grandes cilindros que permitían una alimentación continua de papel en la prensa, llegando a imprimir hasta ocho mil copias por hora.

Unos años más tarde, en 1875, apareció la impresión en offset, aunque su adaptación a papel no se dio hasta 1904. Esta impresión, que sigue utilizándose hoy en día, resultó un gran avance al permitir realizar grandes tiradas. Esta impresión se basa en un método de impresión y repulsión entre el agua y las sustancias grasas. En ella se transfiere la tinta mediante una placa a una goma y a la superficie de impresión. Diez años después del nacimiento de esta impresión surgió la linotipia, estas máquinas tenían un funcionamiento similar a las máquinas de escribir, ya que el texto se componía pulsando las diferentes teclas con las letras. Esta impresión ayudó a mecanizar el proceso, ya que los tipógrafos no tenían que escribir el texto a mano.

Por último, podemos destacar la impresión láser, que surgió en 1971 y que consiste que, en a partir de un láser y tinta en polvo, se transfiere la imagen al papel. Esta impresión supuso que se pudiesen imprimir 20.000 líneas por minuto y dio lugar a la impresión de forma autónoma. Esta derivó a la impresión digital, que surgió en 1991, pudiendo imprimir a partir de un archivo digital.

Por todo ello, la evolución de la imprenta nos habla del papel que esta ha jugado en nuestras vidas, siendo sin duda un invento de gran ayuda para aumentar la producción y mejorar la calidad de los libros y, con ello, la mayor, mejor y más rápida circulación de la cultura escrita entre todas las personas, sin distinciones de ningún tipo, dispuesta a seguir evolucionando y adaptarse a los nuevos métodos de impresión y nuevas máquinas que surjan para ayudarnos en nuestro día a día.

Carmen Donoso Santos

Los quioscos en peligro de extinción

Los quioscos en peligro de extinción

Hace no tantos años, la única forma de leer las noticias y de estar al tanto de lo que sucedía a nuestro alrededor eran los periódicos impresos, que solían comprarse en los quioscos de prensa, muy habituales en todas las ciudades. A día de hoy, las nuevas tecnologías y los periódicos digitales han robado el puesto a estos quioscos, convirtiéndolos en establecimientos en peligro de extinción. Estos lugares de venta y circulación de periódicos, revistas y libros de bajo coste han sido de máxima importancia en los años ochenta y noventa y es por eso que, varios lugares de España, como Valladolid, Murcia o Barcelona, están levantando proyectos para evitar su desaparición y cierre.

Los primeros quioscos en España surgieron a mediados del siglo XIX, pero estos no estaban dedicados a la prensa, pues no fue hasta años más tarde cuando el diario El noticiero Universal abrió el primer quiosco de prensa en la ciudad de Barcelona. Esta revolución fue criticada por muchos y no era vista como algo que fuera a producir beneficios, puesto que los periódicos eran generalmente entregados a las puertas de las casas. Poco a poco estos lugares se fueron convirtiendo en parte esencial en la vida social de las ciudades, donde la gente acudía diariamente para hacerse con la información del día, libros de precios muy asequibles y revistas de todo tipo, convirtiéndose en el punto de información y tiempo libre de los ciudadanos/as de todas las clases sociales y edades de cualquier ciudad del país.

El número de quioscos en nuestro país ha descendido más de un 44% en los últimos diez años debido al cambio de hábitos en los lectores/as de prensa. Un quiosco a la semana es cerrado definitivamente en España, y es por eso que este sector está reclamando al Gobierno ayudas públicas para evitar que las persianas de estos espacios históricos bajen para siempre. Estos establecimientos no han conocido una buena época desde la crisis económica del 2008, ya que, con la llegada de la pandemia de COVID-19 y el confinamiento, la enorme inflación actual o la crisis del papel, todo ello ha despertado entre los dueños de estos locales la necesidad de reinventarse para poder sobrevivir.

Por desgracia, cada vez es menos común ver publicaciones impresas en los quioscos. En su lugar, estos han optado por implementar cajeros automáticos, productos artesanales, souvenirs de la ciudad e incluso productos digitales. La complicación de cerrar los quioscos también es un factor que hace que sigan abiertos, puesto que son los propios dueños los que, tras cerrar el local, deben deshacerse del quiosco haciendo que muchos trabajadores cumplan su jornada a pesar de tener pérdidas.

En general, es muy evidente el rapidísimo ritmo de progreso que estamos teniendo en los últimos años en cuanto a lo que la lectura se refiere. En mi opinión, no podemos evitar seguir el ritmo que marca la sociedad, pero también tenemos que hacernos cargo de nuestras raíces y cuidar y conservar bonitas tradiciones como lo son los quioscos de prensa que todos recordamos en nuestras infancias.

June Igartua García

Hagamos que los libros sean accesibles

Hagamos que los libros sean accesibles

Las nuevas tecnologías nos han abierto muchísimas puertas: podemos reservar vuelos, hacer la compra, comprar ropa y accesorios, ver películas… La lista de posibilidades es infinita. La problemática de esto es que, al igual que a nosotros nos ha abierto puertas, a nuestros mayores les han dejado fuera de ellas.

Somos una generación de la que popularmente se dice que hemos nacido con un IPhone en la mano. No quiero decir que esto sea un problema, simplemente que los tiempos han cambiado muy rápido y no nos hemos tomado el tiempo suficiente para que nuestros abuelos/as nos sigan el ritmo.

El placer de leer es inamovible, sin importar la generación, pero la forma de leer sí que ha cambiado. Las ventajas que nos ofrece leer en digital son amplias: ahorras espacio, dinero, puedes llevar multitud de libros allá donde vayas en un mismo dispositivo, que éste además sea muy manejable… Pero si la tarea de descargar estos libros al ebook puede resultar complicada para muchos de nosotros/as, más aún lo es para nuestros abuelos y abuelas.

Por esta razón, he querido hacer una lista de proyectos o páginas web donde descargar libros es una tarea muy fácil para todos/as, además de que todas las opciones expuestas a continuación ofrecen multitud de obras gratuitas a elección del propio autor/a:

1. Amazon. Esta plataforma es muy conocida para todos/as. Nos ofrece una biblioteca bastante amplia en la que descubrir infinidad de obras para leer en formato digital. Descargar libros desde Amazon es relativamente sencillo. Para ello lo primero que debemos hacer es comprarlo (hay muchísimos títulos gratuitos) en la tienda, para luego abrir la aplicación de Kindle en el libro electrónico, pinchar en “Biblioteca”, tocar en la portada de la obra y entonces ésta comenzará a instalarse.

2. Europeana. Este proyecto se puso en marcha en 2008 y está considerado como la gran Biblioteca Digital Europea. Da acceso a más de 58 millones de obras, tanto libros, músicas y videos. Es tan sencillo como entrar en la plataforma y darle al icono de la flechita hacia abajo, “Descargar”, y ya lo tendríamos.

3. Project Gutenberg. Se trata de una de las páginas de más renombre para la descarga de libros de forma gratuita y legal. En esta plataforma podemos tanto descargar libros cómo leerlos en línea.

4. Literanda. Esta plataforma nos ofrece un amplio catálogo, de alrededor de 60 mil ejemplares en formatos para libros electrónicos, Kindle y PDF. La mitad de su contenido es completamente gratuito y el proceso para descargar una obra es simple: basta con buscar la obra y hacer click sobre ella y la descarga comenzará enseguida.

5. La Casa del Libro. Esta tienda de libros tan reconocida en España nos ofrece su versión digital y la opción de descargar libros gratuitos en ebooks, con la única condición de crearnos una cuenta en la página de la Casa del Libro.

Lucía Gómez López

Una pequeña “fanzinoteca” alcalaína

Una pequeña “fanzinoteca” alcalaína

Por una calle cercana a la plaza de los Santos Niños de Alcalá de Henares, la calle Tercia, nos encontramos una tienda de segunda mano llamada “La Sostenible”. Entre ropa y otros objetos de segunda mano, descubrimos una pequeña fanzinoteca. ¿Qué es esto? Pues se trata de una biblioteca que recopila fanzines autopublicados o de editoriales independientes que en algún momento fueron donados o comprados por nosotras. A modo de definición, un fanzine es un formato con el que cualquier persona puede plasmar sus inquietudes creativas o comentar temas que le interesan, aunque es difícil de definir ya que hay una gran variedad. Empezamos a conseguir fanzines a través de un buzón hecho con una caja de zapatos, donde la gente que quería los metía y automáticamente pasaban a formar parte de la colección. Así, aunque el formato fanzine no es nuevo, hacemos que más gente lo conozca y se acerque a él hoy en día.

Junto la dueña de la tienda, Belén, veíamos la necesidad de dar a conocer este formato en la periferia, ya que normalmente los eventos de artistas y creadores de fanzines casi siempre se celebraban en el centro de Madrid. De este modo, Irene, una antigua alumna de Humanidades de la UAH; Clara, actual estudiante de Bellas Artes en la UCM; y yo, otra Irene, pero con el apodo de Kimo (antigua estudiante de la escuela pública de arte Arte Diez), decidimos ponerla en marcha. En la fanzinoteca hay fanzines de tamaños y temáticas variadas: perzine (fanzines personales), políticos, de ilustración, de fotografía y formativo. Como ya adelantaba, muchas categorías. Incluso, algunos ejemplares tienen ya bastantes años.

Actualmente, es Belén quien se ocupa de controlar qué fanzines salen o entran. ¿Cómo? Clara diseñó unos carnets de fanzinoteca donde hay que incluir tu nombre, teléfono, correo y… animal favorito. Además, formamos un documento excel para nuestro registro interno donde apuntamos cada fanzine nuevo que entra, si lo ha tomado alguien prestado, quién, etcétera.

En la fotografía que acompaña este texto, aparece una lámina que la dueña de “La Sostenible” encontró, un cartel curioso y aparentemente antiguo que puso junto a la fanzinoteca. Dice así: HAI EXCOMUNION RESERVADA A SU SANTIDAD CONTRA CUALESQUIERA PERSONAS, QUE QUITAREN, DISTRAXEREN, O DE OTRO QUALQUIER MODO ENAGENAREN ALGUN LIBRO, PERGAMINO, O PAPEL DE ESTA BIBLIOTHECA, SIN QUE PUEDAN SER ABSUELTAS HASTA QUE ESTA ESTÉ PERFECTAMENTE REINTEGRADA.

Con ello, queremos llamar la atención para que, aunque sean fanzines, la gente tenga presente la importancia de tratarlos con cuidado, ya que sigue siendo un formato igual de válido que un libro (tal y como lo conocemos).

Rodríguez Sánchez, Irene 

Del lector/a, al autor/a

Del lector/a, al autor/a

Cuando los lectores/as nos paramos a pensar si podemos modificar el rumbo de la escritura de un autor/a, nos preguntamos hasta qué punto un escritor/a tiene en cuenta a su público a la hora de desarrollar su obra.

Con esta publicación esperamos responder brevemente a esta pregunta, aunque no es del todo sencillo, ya que los lectores y el autor no siempre tienen pensado el mismo camino para la obra que se está escribiendo. No obstante, basándonos en experiencias reales podemos afirmar que hoy en día es frecuente que el autor/a tome algunas ideas de sus lectores/as haciendo encuestas públicas, leyendo las cartas que les envían con sugerencias o incluso repartiendo entre su círculo cercano un avance para recolectar opiniones sobre el desarrollo de la historia y poder tener un punto de vista externo a la obra.

En el caso de la escritura de sagas, el lector/a tiene una gran importancia en el aporte de ideas para que el autor/a introduzca en el siguiente volumen algunas ideas que han aportado sus lectores/as mediante interacción con el autor/a. No obstante, la variedad de lectores/as es tan amplia que no siempre resulta posible introducir todas sus sugerencias, además de que evidentemente los escritores/as tienen también su propia opinión y siempre van a replicar con estricta rigurosidad las peticiones de sus fans, pues deben mantener viva su libertad de escritura.

Realizando estas interacciones entre lectores y autores, se pretende no solo recolectar ideas, sino también intentar desarrollar la novela adaptándola a los gustos de los lectores/as sin perder la esencia de la idea original. Este es el caso de aplicaciones móviles como Episode - Choose Your Story o Choices: Stories You Play, donde dentro del desarrollo de la historia original, es el propio lector/a el que elige su camino en la obra, es decir en esta aplicación de historias al estilo cómic semi-animado, el lector/a es el centro de la historia, lo que lo hace el elemento más importante para su desarrollo tanto por su opinión como por las posibles decisiones a tener en cuenta en la historia por el autor/a.

En estas aplicaciones disponibles tanto en Android como en IOS existen diferentes temáticas en las historias, pero al estar centradas en un público adolescente, la mayoría de ellas son románticas, de fantasía y suspense con algunos toques de thriller. El lector/a independiente de la temática que desee leer tiene control de las decisiones de apariencia de su protagonista así como las decisiones que se toman a lo largo de la trama, teniendo estas un papel de suma importancia para el desarrollo de la obra y la relación con los demás personajes, siendo al final el protagonista de la historia la personificación de lector/a y de sus decisiones, dando a entender al lector/a que sus decisiones tienen tanto consecuencias positivas como negativas.

Podemos por tanto afirmar que el lector/a siempre es una influencia para los autores/as, especialmente en los casos de la escritura de sagas y de las aplicaciones móviles que permiten interactuar con el autor/a de la obra que se está escribiendo y sugerir decisiones dentro de la historia o ayudar en su desarrollo, con la aportación de ideas.

Rodrigo Díez Callejas