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De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (tercera parte)

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (tercera parte)

A continuación, Pablo procede a contar el contexto detrás de la aparición de Eneas: que llegó sin previo aviso una noche de tormenta a la costa barcelonesa —nadie sabe cómo, por qué, ni de dónde exactamente—, y las difíciles pruebas por las que tuvo que pasar para que pudieran verificar su identidad, objetivo que solo alcanzaron las autoridades italianas, que procedieron a considerarlo protección de la República. Sin embargo, al haber sido encontrado en territorio español, se movieron hilos hasta conseguir que la entrevista tuviera lugar.

— La pregunta es: ¿y ahora qué? —comenta el historiador sin apartar la vista de su héroe—. ¿Qué va a pasar? ¿Piensan deportarlo a su lugar de origen? Y lo que es aún más inquietante, ¿cómo se hace eso? ¿Se viaja en el tiempo o se lo intenta introducir en un libro?

— Menudo panorama, sí. —Pablo mira de refilón a Eneas, que susurra confidencialmente con su escolta, antes de añadir—: Se me ocurre, y tal vez sea un poco precipitado, pero bueno, de perdidos al río, ¡que es hora de que Trancas y Barrancas se nos unan a esta extraña tertulia! —El público aplaude por inercia. Aparecen las hormigas moradas por el hueco de la mesa—. ¡Hola! Bueno, os quejaréis de la visita de hoy.

Pero a los insectos no les da tiempo ni de abrir la boca (metafóricamente hablando, claro). Nada más descubrirlos, Eneas pega un brinco en el sitio, suelta una maldición y acto seguido intenta aplastar con furia a las hormigas, que se esconden lo más rápido que pueden. Por desgracia, una de ellas es alcanzada: se escucha un alarido seguido de una blasfemia, y su cabeza se deforma con el golpe antes de recuperar su forma original. Cunde el pánico: Eneas se encarama a la mesa y se asoma al agujero, mostrándole al historiador una panorámica magistral de sus posaderas. Hacen falta hasta cuatro personas sin contar a Pablo y al escolta para bajarlo de ahí. Airado, Eneas está convencido de que esos “seres malignos” son otro enemigo más disfrazado, y exige una explicación. El escolta lo tranquiliza; solo entonces pide disculpas el héroe.

Trancas y Barrancas asoman la cabeza tímidamente.

— Hola, señor Eneas. Sentimos el susto —dice Trancas.

— Sí, mi cabeza lo siente mucho —añade Barrancas.

Tras escuchar las palabras del escolta, Eneas inclina el mentón en señal de aceptación. Esta vez las observa casi embelesado, con una curiosidad que roza lo rayano, pero en seguida acepta su presencia. Es alguien que cree en los dioses e incluso ha viajado en el tiempo, ¿qué son un par de insectos caricaturescos de ojos saltones y antenas gigantes en la vida de un hombre mitológico? La conversación sigue por otros derroteros hasta que las hormigas se interesan por la biografía del héroe.

Continuará en el próximo post...

Leyre I. Avilés Canalejo

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