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De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (séptima parte)

De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (séptima parte)

La cámara deja de hacer zoom cuando Pablo toma la palabra. Eneas acaba de explicar que lo último que recuerda es despedirse de su madre para regresar al barco antes de sumergirse en un angustioso vacío y ser escupido aquí, dondequiera que eso sea, cuando el presentador decide que ha llegado el momento de contarle al héroe sobre el mundo real.

— Lo justo es que también tú sepas un poco de nosotros. Sabemos que te han explicado que estás en un futuro bastante lejano, y todo lo que te rodea es una ciencia maravillosa. Nos ha dicho un pajarito que admiras la vida cómoda que llevamos, pero no todo lo que reluce es oro aquí. —Mira al frente, hacia el público—. Por eso, esta noche, nuestros dos acompañantes van a jugar a un juego muy especial. Se llama “Tú tienes, yo tengo”. ¿Cómo se dice en latín? Tu habes, ego habeo. De acuerdo, queda bien y todo. Por turnos, una vez cada uno, debéis nombrar una de las dificultades a las que os hayáis enfrentado, para ver si son equiparables o no. —Se gira hacia el historiador—. A ti te pido que intentes no llevarlo a lo personal; hablas en nombre de la población española. Bien: ¿estáis preparados? Empieza nuestro invitado de honor, Eneas.

Eneas menciona la peste.

— Esa es fácil —dice el historiador, y cita al archiconocido COVID-19.

— Una pandemia que dura ya más de dos años —asiente el presentador cuando el público se serena—. Se transmite por el aire, lo que nos ha obligado a estar encerrados en casa, a guardar las distancias y a pasar mucho tiempo con la mitad de la cara cubierta, ¿no es así?

Eneas lanza una exclamación de comprensión, y comenta algo que arranca una carcajada tanto del escolta como del historiador.

— Pregunta que si por eso llevamos tapaculos en la boca —dice el historiador entre lágrimas de risa. Su turno es el siguiente—. La guerra de Ucrania.

Eneas hace un gesto despectivo con la mano; se está divirtiendo una barbaridad.

— Guerra de Troya. Mmmm… Ah, la harpía Celeno.

El historiador duda. Se toma su tiempo.

— ¿La caída del SEPE? —dice al fin, y Pablo lo da por bueno.

— ¡Escila y Caribdis! —se adelanta el héroe.

— Pues a ver, no me queda otra que mencionar a Filomena.

A Eneas le encanta la idea de imaginar Madrid cubierta de nieve.

— La erupción del volcán Cumbre Vieja —continúa el historiador.

— El Averno —replica el de la Eneida con voz ronca.

— ¿La ley Celaá? —aventura el experto.

Cuando a Eneas le explican lo que es, responde:

— La manzana de la discordia.

Una vez el público deja de reír, el presentador proclama al héroe vencedor de la mini competición. A modo de agradecimiento, el troyano asiente, y, ni corto ni perezoso, dice que los problemas del siglo XXI le dan dolor de cabeza, aunque parecen cuentos de niños.

Entonces la música cambia, y entra trotando en el plató un hombre risueño de gesto expresivo. Es Marron, el encargado de la sección de ciencias del programa. En esta ocasión no aparece con nada especial, solo con un discreto libro que lleva bajo el sobaco para poder agitar la mano en dirección a las cámaras y al público. Ese libro es, ni más ni menos, que la Eneida.

Continuará en el próximo post...

Leyre I. Avilés Canalejo

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