MUJERES LECTORAS A TRAVÉS DEL TIEMPO: EL MUNDO OCULTO DE LA LECTURA

Durante siglos, la lectura fue un privilegio reservado a unos pocos. Entre esos pocos, rara vez estaban las mujeres. Hubo un tiempo (y no tan lejano) en el que una mujer con un libro entre las manos podía ser motivo de sospecha. Una mujer que leía era una mujer que se salía del guion, de lo “normal”, que no se conformaba. Porque leer no era solo seguir letras en una página: era entrar en otros mundos, pensar ideas peligrosas, imaginar finales distintos a los que ya habían sido escritos para ella.
Sin embargo, eso no impidió que muchas se abrieran paso entre páginas prohibidas, márgenes anotados en secreto y noches de lectura a escondidas. Leer, para muchas mujeres a lo largo de la historia, fue un acto de rebeldía silenciosa.
En la Edad Media, eran las monjas en los conventos quienes podían acercarse a los libros. Copiaban, iluminaban y leían textos religiosos, pero también encontraban en ellos un refugio. Más adelante, en los siglos XVII y XVIII, las mujeres comenzaron a aparecer como lectoras en retratos, novelas y testimonios. La imagen de una mujer con un libro podía parecer encantadora, pero también inquietante. ¿Qué pasaba por su mente? ¿Qué peligros podía esconder un libro leído por una mujer? ¿Qué ideas podría sembrar? La lectura femenina despertaba sospechas porque, en sí misma, era un cuestionamiento al orden establecido. Una mujer que lee es una mujer que piensa. Y una mujer que piensa, tal vez, deja de obedecer, de ser sumisa.
La lectura les dio palabras para nombrar su mundo, y también para cuestionarlo. Mary Wollstonecraft, al leer, descubrió la fuerza de sus ideas y encontró el valor para escribir sobre los derechos de las mujeres. Las hermanas Brontë crearon mundos intensos, llenos de emociones y tormentas interiores, pero tuvieron que esconderse detrás de nombres masculinos para ser tomadas en serio.
Gracias a esas lectoras del pasado, hoy en día las mujeres leen de todo y en todas partes: en bibliotecas públicas, en cafeterías, en la intimidad del hogar o en los márgenes de una jornada agotadora. Leen por placer, por trabajo, por estudio, por necesidad. Pero no debemos olvidar que, durante siglos, leer fue mucho más que aprender o entretenerse: fue abrir una puerta donde solo había muros.
Y aún hoy, cada vez que una mujer abre un libro y se sumerge en él, está honrando a todas esas maravillosas mujeres que lo hicieron posible. Y está escribiendo, sin saberlo, un nuevo capítulo de esa historia de amor, coraje y lucha.
Denisa Loredana Coman
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