TESOROS ENCUADERNADOS, IMÁGENES INOLVIDABLES: EL ARTE INMORTAL DE LOS LIBROS
Desde la Antigüedad, los libros han sido venerados como objetos artísticos. Más allá de su contenido textual, su factura material nos habla de quiénes pudieron ser sus lectores y de las funciones que pudieron cumplir. Aquellos libros cuyas encuadernaciones resultan caras, resistentes y exquisitas y cuyas ilustraciones son ricas y de gran calidad, es evidente que no fueron leídos ni coleccionados ni conservados por cualquiera, sino que fueron propiedad de personas de cierta relevancia socioeconómica, política, religiosa y/o cultural. En este post vamos a centrarnos en estos dos elementos que han hecho y hacen de los libros verdaderas obras de arte.
La encuadernación de libros es un arte antiguo que combina habilidades técnicas con otras relacionadas con la creatividad y el diseño. Desde los manuscritos medievales hasta las obras contemporáneas, cada libro encuadernado cuenta una historia propia. A lo largo de los siglos, la encuadernación ha evolucionado reflejando los gustos estéticos y técnicas de cada período histórico. Durante la Edad Media, estaba principalmente ligada a la funcionalidad y la durabilidad. Los artesanos trabajaban minuciosamente con cuero y tela para elaborar cubiertas que protegieran los manuscritos de la humedad y el desgaste. Sin embargo, en el Renacimiento, la encuadernación comenzó a considerarse como una forma de expresión artística en sí misma. Los encuadernadores renacentistas, especialmente en ciudades como Venecia y Florencia, crearon cubiertas elaboradamente decoradas con herramientas doradas, cueros repujados y diseños ornamentales inspirados en la iconografía clásica y en los patrones decorativos imperantes en su tiempo. Más adelante, el Barroco llevó el rococó también a los libros, ornamentando aún más sus encuadernaciones al dotarlos de cubiertas de terciopelo, seda y brocado, decoradas con encajes, bordados y piedras preciosas. Tras un breve periodo en el que primaron estilos más simples y funcionales que reflejaban los gustos de la burguesía dieciochesca, con la llegada del siglo XIX tuvo lugar un resurgimiento del interés por el arte medieval y la artesanía más tradicional, dando ello lugar a una etapa esplendorosa para la encuadernación artística. Movimientos vanguardistas, como el Arts and Crafts y el Art Nouveau, abogaron por la integración de la decoración y el diseño en todos los aspectos y objetos de la vida cotidiana, incluidos los libros, transformando para siempre sus cubiertas.
Por lo que respecta al arte de la ilustración, la evolución que este experimentó a lo largo de los siglos fue, en muchas ocasiones, a la par de la vivida por las encuadernaciones. Desde los manuscritos iluminados de la Edad Media hasta las ilustraciones a todo color que poblaron los libros infantiles decimonónicos (y el resto en adelante) gracias al desarrollo de la litografía, las imágenes han enriquecido la experiencia de la lectura de millones de lectores. Tenemos constancia documental de la existencia de esta profesión, la del ilustrador de libros, desde la Grecia Clásica, pero fue a partir de la creación del códice cuando estos artesanos de la imagen trabajaron mano a mano con los autores, los libreros -luego impresores y editores- y los encuadernadores para crear libros que fueran tanto visualmente impactantes como narrativamente ricos. Las ilustraciones no solo complementan y amplifican el texto, añadiendo profundidad emocional y visual al contenido del libro, sino que también particularizan las obras, las dotan de significado e influyen notablemente en la lectura e interpretación que de ellas realizamos. Aunque la imagen ha tenido siempre mucho peso en el mundo del libro, y resultaría difícil establecer grados en función de las épocas, quizás sean los libros medievales y los libros electrónicos los que ostentan el protagonismo. En evidente por qué las ilustraciones fueron tan importantes en los primeros: sin ellas resultaba imposible, para la inmensa mayoría, “leer”. En la era digital, que es también la era de la imagen, las ilustraciones de los libros electrónicos ofrecen nuevas oportunidades creativas, permitiendo integrar elementos multimedia y efectos visuales dinámicos que enriquecen como nunca antes la experiencia de lectura. A través de la tecnología digital, los ilustradores pueden crear imágenes interactivas, animaciones y efectos visuales que van más allá de las limitaciones de la página impresa, desafiando las convenciones tradicionales de lo que constituye una ilustración en un libro.
Encuadernaciones e ilustraciones, por tanto, hacen posible que los libros transciendan su función como portadores de palabras. Los convierten en obras de arte de inmenso valor, pero también en testigos del ingenio y de la pasión de los seres humanos, fusionando la destreza técnica con la creatividad artística para crear objetos que deleitan los sentidos y alimentan la vista, sí, pero sobre todo el alma.
Mariam Arnanz Fernández-Gallardo
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