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¿CÓMO ENVEJECEN LOS LIBROS EN LAS ESTANTERÍAS DE CASA?

¿CÓMO ENVEJECEN LOS LIBROS EN LAS ESTANTERÍAS DE CASA?

Los libros van pasando de mano en mano, de padres a hijos. Muchas veces, cuando te los regalan, cuentan ya con esa madurez que uno puede notar en el color de sus hojas. Tienen muchas vidas y cada una de ellas es distinta. Cada libro tiene su propio tacto y su particular olor: algunos son suaves y otros, demasiado ásperos. También están los que no dicen nada, ni se muestran interesantes ante los ojos. Cuando los veo amontonados en cada una de las estanterías, tardo un tiempo en elegir, pues siento una atracción profunda hacia la palabra impresa.

Hay títulos que despiertan en mí todo tipo de sensibilidades. Entre ellos, uno en particular: el Libro de poemas de Federico García Lorca. No solo leo su poesía, sino que soy capaz de ver al hombre que la ha escrito a través de sus palabras. Me voy llenando de esa alegría y de la tristeza más embriagadora, y leo: “La pena de la tarde estremece a mi pena…”. Luego, cierro el libro e intento escribir, pero ya no soy capaz.

Creo que los libros van creciendo con nosotros, al igual que nuestros hermanos. Discutimos con ellos y hacemos las paces. Y, a veces, los olvidamos y los arrinconamos sobre una vieja balda. Algunos de estos libros no quieren separarse nunca de mí, pero yo he abandonado esa infancia y me encuentro en la juventud. Deben entender mi madurez y mi intelectualidad, que se manifiestan con otros gustos. Un libro que ha sido manoseado a lo largo del tiempo me revela que ha sido leído por muchos. Cuando lo abro por primera vez, tengo que tener cuidado con el desgaste de sus hojas.

Mi personalidad cambia con el paso del tiempo y las diferentes lecturas que llegan a mí. Los libros difíciles y complicados de entender son viejos sabios que viven su decadencia pero que expresan su valor. A estos procuro atenderlos mejor. Así habló Zarathustra de Friedrich Nietzsche, es un libro filosófico que me hace pensar, cuestionar y disfrutar…

Miro mis libros y observo a mis padres, y noto cómo todos van envejeciendo a la vez. Los libros que leían ellos, ahora me pertenecen y se convierten en mi familia. De ahí que mi pensamiento sea otro, mucho más crítico y expresivo. Compartir libros es una gran aventura, y, dispuesto a vivirla, pongo en las manos de mi padre El señor de los anillos de Tolkien. De esta forma, sus hojas escritas toman contacto con una generación distinta a la mía.   

Marcos Valbuena García

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