VIDAS LECTORAS ENTRELAZADAS

* Esta reflexión es la parte final del trabajo académico “Autobiografía lectora” realizado en el marco de la asignatura Historia de la Lectura, consistente en realizar una entrevista a un/a lector/a nacido/a en el siglo XX. La persona entrevistada es Anna Katarzyna Zarychta (Polonia, 1977), madre de la autora.
Después de haber realizado y transcrito esta entrevista, puedo decir que he reflexionado acerca de varios temas. Lo primero, me ha parecido curioso ver cómo realmente a mi madre no le interesa la lectura tanto como yo pensaba que le interesaba. Al fin y al cabo, como durante toda la vida ha intentado inculcarme el hábito de leer, yo siempre había pensado que sus intentos eran, en el fondo, porque ella también lo solía hacer de joven o porque es algo que le gusta mucho, aunque ahora no la viera hacerlo demasiado por su falta de tiempo. Pero no, la realidad es que no le apasiona tanto como yo me imaginaba… algo que no habría sabido de no haberla entrevistado.
Otra cosa que he encontrado curiosa es que compartimos libro de la infancia favorito, pues el mío también es Lokomotiwa i inne wiersze de Julian Tuwim. Quizás precisamente porque recuerdo a mi madre leérmelo todos los días hasta que me aprendí de memoria los poemas infantiles de sus páginas, igual que ella. También compartimos el hecho de ser lectoras lentas, por lo que intuyo que procesamos las lecturas del mismo modo. Admito que es este hecho me hace sentirme bastante aliviada, pues pensaba que era algo que me pasaba solo a mí. Me gusta la idea de poder culpar su genética de esto. Otra cosa que nos une es nuestro eterno odio a la novela romántica y nuestro amor por Agatha Christie y las novelas de crímenes bien escritas.
Me ha parecido precioso poder ver cómo fue su infancia desde el punto de vista de los libros. Gracias a esta perspectiva he podido ponerme en la piel de una Anna de cinco años, malita pero contenta porque su abuelo le leía para que no sintiera tanto los síntomas del constipado.
Por otro lado, me he dado cuenta del papel fundamental que he tenido yo en su vida lectora, pues soy quien le regala libros por Navidad, quien almacena libros en su estantería –en espera a que llegue el verano y las tardes en la piscina del pueblo–, quien la obliga a entrar en librerías cuando viajamos y quien pasa horas hablando de lo bueno o malo que me parece un libro. Ella a veces me escucha, otras solo asiente y en ocasiones, al ver que su paciencia es escasa, decide darme veinte euros y decirme que me tome todo el tiempo que quiera para elegir mi libro de recuerdo, que mientras tanto ella se irá a tomar un café.
Lo último con lo que me quedo, y lo que sé que ha sido más emotivo para ella durante la entrevista, fue el hecho de hablar del abuelo, pues falleció el pasado mes de diciembre y mientras hablaba sobre su padre, que siempre fue quien más leyó y escribió en mi familia, vi cómo se le aguaban los ojos recordando con una sonrisa la época en la que estaba sano y con nosotros. Hacía mucho que no hablábamos del abuelo porque es un tema bastante duro para ella, ya que mantenían una estrecha relación, y esto me sirvió para descubrir o redescubrir facetas de él que o bien no sabía o no recordaba porque en su momento me parecieron minucias, pero que, durante la entrevista, he visto que ahora se han convertido en datos o detalles que retratan muy bien quién fue.
En definitiva, creo que este taller reflexivo ha sido el más personal de todos los que hemos hecho a lo largo del curso, ya que me ha permitido de alguna forma conocer un poco más a la persona que más quiero, mi madre. He podido saber su opinión sobre ciertos asuntos, historias de su infancia, de su adolescencia y un poco más de la vida de mis abuelos. Por eso, este es seguramente el taller reflexivo que más me ha movido por dentro.
Patricia Zarychta
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