Blogia

AEDO

DISCORDIA POR EL ESPECIAL

DISCORDIA POR EL ESPECIAL

Hoy en día vivimos en una sociedad capitalista en la que el postureo puede más que el interés genuino. Cuando era pequeña era muy ingenua y pensaba que solo había un par de ediciones diferentes de cada libro. Evidentemente, al crecer me di cuenta de que no era así y me chocó mucho que se hicieran tantas ediciones diferentes de algunas obras en la misma editorial. Claro que esto, en su momento, tampoco me parecía un tema de tanta trascendencia.

Sin embargo, últimamente parece que leer se ha vuelto popular. Yo me acuerdo de que cuando estaba en el colegio y me quedaba leyendo en los recreos, el resto de niños me miraban fatal y me llamaban rara o friki. Ahora ya no es así, ahora todo el mundo lee. Y, por desgracia, cuando algo se pone de moda en España, hay gente de más que se sube al carro.

No puede ser que se haya vuelto tan frecuente que de cada libro popular se haga una edición especial. Plataformas como Instagram y TikTok fomentan el coleccionismo y la competencia. En el lanzamiento de un libro hay gente apostada frente a las tiendas horas antes de su apertura, lista para arrasar con las ediciones especiales (e ignorar las normales) en cuestión de horas. No puede ser que haya personas que, con toda la ilusión, hayan buscado la edición especial y no solo se encuentren con que está agotada, sino que, encima, vean cómo estas son revendidas en plataformas como Wallapop y Vinted a precios desorbitados.

Este fenómeno ocurre con infinidad de libros, entre ellos los que aparecen en la foto. Son los tres primeros tomos de la saga Empíreo de Rebecca Yarros, titulados Alas de Sangre, Alas de hierro y Alas de Ónix. Son ediciones especiales y la única diferencia entre estas y las ediciones normales de tapa dura son los cantos. Donde en una edición normal vemos el blanco de las hojas, en las ediciones especiales tenemos los cantos de colores y decorados con siluetas de dragones. Por este pequeño (aunque bonito) detalle, hay gente peleándose por el último ejemplar, o vendiendo una sola de estas ediciones por 50, 70 o 150 €. Las dinámicas de las ofertas no son ajenas al mundo del libro: en el caso de comprar dos, puedes encontrarlos por 200 €, mientras que, si deseas adquirir los tres, he llegado a verlos por más de 400 €.

Estos libros, cuyo precio de 25 € en la tienda yo ya consideraba caro, se vuelven totalmente inaccesibles en la reventa. Este fenómeno es muy curioso, porque solo pasa en España. En Italia, el mismo libro podría costar, en un formato caro, sobre 18 €, mientras que en nuestro país estos productos se encarecen por encima de la media de Europa, principalmente por la protección de los valores culturales del mercado del libro.

Personalmente creo es una lástima que para algunas personas las ediciones se hayan convertido únicamente en un producto de compraventa y que solo se valoren en función de cuánto dinero de ellas se pueda sacar. Es una pena, porque, para mí (y para muchos otros), relajarse y leer un buen libro es un grandísimo placer que, por los precios desorbitados de los últimos tiempos, no todo el mundo puede permitirse.

Carla Palacios

 

¿A QUIÉN NOS DIRIGIMOS CUANDO ESCRIBIMOS UN DIARIO?

¿A QUIÉN NOS DIRIGIMOS CUANDO ESCRIBIMOS UN DIARIO?

Hace un tiempo, mi familia y yo nos reunimos para celebrar el cumpleaños de mi primo. Le regalaron un cuaderno precioso, de tapa dura, con una portada decorada con motivos vintage, para que lo usara como diario. Él agradeció el obsequio, pues le encanta escribir (siempre dice que de mayor quiere publicar un libro), pero después de dar las gracias, dijo que el cuaderno era demasiado bonito: “total, en cuanto empiece a escribir en él, no voy a permitir que nadie lo vea”, añadió. 

Esto último se me quedó grabado en la cabeza toda la tarde. ¿Para qué escribe o para quién escribe mi primo en su diario? Al intentar dar respuesta a esta pregunta, una se encuentra primero reflexionando sobre sus propias experiencias. Por desgracia, esto no resultó fructífero en mi caso: a pesar de los múltiples intentos a lo largo de mi vida por empezar un diario, nunca he sido capaz de llevarlo a cabo durante más de tres días seguidos. Al comentarlo con más personas, me di cuenta de que esta es la experiencia general cuando se trata de redactar las propias memorias. Y es que, para la mayoría de la gente, escribir algo que nadie va a leer (a menudo, ni siquiera nosotros mismos) resulta un tanto absurdo.

Probablemente haya gente cuya opinión entre en conflicto con la afirmación anterior. Con ella, para nada se pretenden negar los beneficios terapéuticos que llevar un diario pueda tener. No obstante, para muchas personas, una característica intrínseca de lo escrito es su función última de ser leído. Si un texto no se lee, entonces carece de sentido.

Algo parecido se creía ya en la Antigüedad clásica, época en la que se tenía la concepción de que las producciones escritas cobraban vida únicamente cuando eran leídas. Esa lectura, además, se solía realizar en voz alta, pues la lectura en silencio se hacía complicada con un idioma como es el griego antiguo, escrito sin espacios ni pausas mediante la scriptio continua. Esta noción del texto otorgó al mismo un carácter “mágico”, en tanto en cuanto el propio objeto que contuviera el escrito debía “apoderarse” de quien lo leyera para convertirse así en algo, hasta cierto punto, animado (creencia de la que viene el concepto de los llamados objetos parlantes).

Hoy en día, hay algunos ejemplos que demuestran que esta concepción antigua no se ha perdido del todo. Uno de los más sonados, que seguro a más de un lector le viene a la cabeza, es el Diario de Tom Riddle, objeto clave en la famosa saga de literatura infantil Harry Potter, que consiste precisamente en un diario que adquiere vida a medida que es leído por otra persona. No es este, ni mucho menos, el único ejemplo. En la época contemporánea existen otros muchos diarios, tanto reales como ficticios, que demuestran que las memorias pueden tener un sentido más trascendental: el subversivo o político. Es el caso del famosísimo Diario de Ana Frank, o el cuaderno en el que hace sus anotaciones el protagonista de 1984, Winston. En esta obra, George Orwell expone de manera clara el poder que pueden tener los pensamientos y, por ende, los escritos que de ellos surgen (aunque sean, supuestamente, solo para nuestra vida privada). En este caso, en su diario el protagonista apela directamente a las personas del futuro que puedan llegar a leer lo que escribe, utilizándolo como una forma de comunicación con generaciones venideras.

Estos ejemplos demuestran que, quizás, no sea cierto que escribamos solo para el momento presente. Tal vez, cuando escribimos en nuestros diarios, tenemos, en el fondo, el anhelo de que nuestras historias sean descubiertas por alguien en el futuro o, incluso, por una versión mayor de nosotros mismos en un momento de reminiscencia. A lo mejor esperamos que, de algún modo, el paso del tiempo otorgue a nuestras memorias, que desde el presente nos parecen deslavazadas, una consistencia mayor. Pero, para ello, alguien tiene que leerlas.

Andrea Sánchez García

ÉRASE UNA VEZ UN LIBRO FELIZ

ÉRASE UNA VEZ UN LIBRO FELIZ

Yo era un libro feliz, como todos aquellos que descansaban en mis estanterías. Era un libro feliz, por “ser” y cumplir con mis funciones primigenias.

Era un libro leído, interpretado, apreciado. Ofrecía a mi dueño curioso una compañía muy especial, provocadora de placer. Si él en mí reposaba la mirada, el pensamiento meditaba y mi objetivo de existencia conseguía trascender. El grandísimo dislate de reducir a aquello que es, a “ser”.

Mi incontable familia –vecina de estanterías- me transmitía el sentido de existencia de mis ancestros, la manera y circunstancias en que se habían conformado y qué ojos y actitudes los habían de albergar. Cuán interés me suscitaba esa historia, esa relación tan pasiva y activa que unía a los de mi especie con los humanos.

Mis más cercanos libros mantenían procedencias sumamente distintas. Aquellos que, como yo, habían sido encontrados con incredulidad y sorpresa, o tras una incesante búsqueda de mi dueño. Aquellos que habían emigrado en forma de regalo hacia otros estantes y propietarios ajenos. Alguno que había cambiado de ostentador inintencionadamente, en los bancos tras esperar al tren... Claro está que el grueso de la familia aumentaba más que disminuía, por bienvenidos regalos, por acogidas temporales de amigos revestidos de sus correspondientes tejuelos.

Un libro abierto respira, se oxigena; ojos despiertos. Un libro cerrado, mente dormida.

Pensamientos librarios que me surgían al contemplar desde las maderas polvorientas a mi añorado dueño dando vueltas por la habitación, “estudiando” con el ordenador, leyendo noticias en su teléfono móvil, novelas fugaces y efímeras. ¿Pero es que no se daba cuenta?

Que leer así es un “visto y no visto”, que es volátil, que es insaciable (se diluye la emoción y la experiencia multisensorial emanantes de la actividad lectora); que es todo eso, pero, en el fondo, no es.

Yo permanezco en esencia igual, en apariencia quizás algo más viejo, e implorando la compasión de los pececillos de plata.

Soraya Nseir Rubio

EL PODER TERAPÉUTICO DE LOS LIBROS

EL PODER TERAPÉUTICO DE LOS LIBROS

En medio de los desafíos cotidianos, a menudo buscamos refugio en la lectura como un medio para encontrar consuelo y sanación. Sin embargo, ¿alguna vez has considerado que la lectura puede ser más que una simple distracción? Resulta que sumergirse en el mundo de las palabras puede tener beneficios significativos para la salud, especialmente cuando se trata de enfrentar enfermedades. En esta entrada, exploraremos cómo la lectura puede ser un recurso valioso en la lucha contra diversas condiciones médicas, desde el estrés hasta la depresión y más allá.

En un mundo lleno de distracciones y tensiones constantes, encontrar momentos de calma puede ser un desafío. Sin embargo, la lectura ofrece una vía de escape que ayuda a reducir el estrés y la ansiedad. Al sumergirse en una narrativa absorbente, la mente puede desconectarse del caos del entorno y encontrar una sensación de tranquilidad. Estudios han demostrado que dedicar tiempo a la lectura puede disminuir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y promover una sensación de bienestar.

Mantener la mente activa es esencial para preservar la salud cerebral a lo largo de la vida. La lectura regular puede proporcionar un entrenamiento cognitivo invaluable al estimular diversas áreas del cerebro, como la memoria, la concentración y la creatividad. Además, se ha descubierto que el hábito de la lectura está asociado con un menor riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y el Parkinson. Al desafiar constantemente al cerebro con nuevas ideas y conceptos, la lectura ayuda a mantenerlo ágil y resistente al deterioro asociado al envejecimiento.

Sumergirse en las historias de otros ofrece una perspectiva única sobre experiencias y emociones que de otro modo serían difíciles de comprender. La lectura de ficción, en particular, ha demostrado fortalecer la empatía y la inteligencia emocional al ayudar a ponerse en los zapatos de personajes muy diversos y ver el mundo desde su perspectiva. Esta capacidad para conectar con los demás a través de la lectura puede fomentar relaciones más profundas y satisfactorias, así como aumentar el bienestar emocional general de la persona.

Por ello podemos decir que la lectura es mucho más que una simple actividad recreativa; es una herramienta poderosa que puede contribuir significativamente a nuestra salud y felicidad. Desde reducir el estrés y la ansiedad hasta preservar la salud cerebral y fomentar la empatía, los beneficios de sumergirse en las páginas de un libro son abundantes y transformadores. Así que la próxima vez que te sientas abrumado por la vida, considera refugiarte en el mundo reconfortante y enriquecedor de la lectura. Tu mente, tu cuerpo y tu alma te lo agradecerán.

Daniel Pejenaute

RECUERDOS A TAPA DURA

RECUERDOS A TAPA DURA

Por las noches, cuando el frio se apodera de su casa, tan parecido al frio de las paredes blancas del asilo donde vive su abuela, la imagen de su querida Señora ronda en su cabeza. Bissy intenta no pensar en ella más de la cuenta, metida en la habitación del asilo, con los pies hinchados apretando las venas de sus piernas, así como la demencia creyéndose protagonista de su vida y la soledad del lugar avivando el ego de la ausencia. Se le crea un nudo en la garganta de solo pensarlo.

Al día siguiente, Bissy se dirige al cuarto de su abuela en el asilo. Está decidida a seguir adelante. Al llegar, encuentra a Isabel sentada en su silla junto a la ventana, mirando hacia afuera con una expresión perdida pero tranquila. Bissy se acerca y, con una sonrisa en el rostro, se inclina para darle un beso en la frente.

—Abuela, he encontrado algo maravilloso — le dice, intentando captar su atención. Isabel gira lentamente la cabeza y, aunque sus ojos reflejan confusión, Bissy siente una chispa de reconocimiento.

Saca un libro de su bolso, uno que había sido especial en su infancia. Era un libro que habían leído juntas muchas veces, con páginas desgastadas y cubiertas arrugadas. Bissy abre el libro y comienza a leer en voz alta, con la esperanza de evocar algún recuerdo en su abuela.

A medida que pasan las páginas, Isabel cierra los ojos, dejándose llevar por la cadencia familiar de la voz de Bissy. Poco a poco, algo en su semblante cambia y una suave sonrisa se dibuja en su rostro, como si los recuerdos estuvieran encontrando su camino de vuelta.

Después de un par de capítulos, Bissy descubre una pequeña nota que sobresale de una de las páginas. La saca con cuidado y, al abrirla, reconoce la letra temblorosa de su abuela. Con el corazón latiendo acelerado, comienza a leer en voz alta:

Querida Bissy,

Sé que mi memoria me está fallando, y hay días en los que no recuerdo ni los momentos más preciosos que compartimos. Pero quiero que sepas que, en lo más profundo de mi corazón, siempre estás presente. Este libro es un pequeño tesoro de nuestra infancia juntas, y aunque mi mente olvide, mi corazón siempre recordará.

Quiero que te lleves este libro y lo guardes como un símbolo de nuestro amor y de los momentos felices que compartimos. No dejes que la tristeza nuble tu vida, porque siempre habrá un rayo de sol detrás de cada nube. Sé fuerte, mi querida, y sigue adelante con la misma valentía y determinación que siempre has mostrado.

Recuerda siempre que te amo, y que, aunque mi mente pueda olvidar, mi alma siempre estará contigo.

Con todo mi amor,

Nana Isabel.

Bissy siente que el peso de sus preocupaciones se aligera un poco mientras lee. Entre recuerdos de infancia y fantasías infantiles, se deja envolver por la historia que comparte con su abuela. En ese momento, comprende que no hay nada más hermoso que ser parte de la historia de aquellos a quienes amamos.

Camila Reyes Rodríguez

ADICTOS AL "TRUE CRIME"

ADICTOS AL "TRUE CRIME"

En esta era del entretenimiento digital nos encontramos con el auge imparable de las series de true crime, aquellas que nos sumergen en los entresijos de los delitos reales más espeluznantes. Desde documentales como Conversaciones con asesinosLas cintas de Ted Bundy, hasta la actual serie El caso Asunta, pasando por distintos podcasts, estas producciones han capturado la atención del gran público, generando debates, teorías y una imparable necesidad de conocer más sobre los oscuros recovecos de la mente criminal.

Pero ¿qué es lo que nos atrae tanto de estas narraciones? La respuesta podría encontrarse en nuestra propia historia como seres humanos. Antes de la era de Netflix y los podcasts de true crime, existían unos escritos de temática similar que cautivaban a las masas: las coplas de ciego, que, a su vez, formaban parte del género conocido como literatura de cordel.

Las coplas de ciego eran relatos populares impresos en pequeños folletos y vendidos en las calles, que narraban crímenes reales, tragedias y sucesos sensacionales. Así como las series de true crime nos sumergen en los detalles más íntimos de los crímenes contemporáneos, las coplas de ciego ofrecían una ventana al lado oscuro de la sociedad en épocas pasadas. Se llegó, incluso a hacer adaptaciones de algunos de estos textos. ¿Quién no conoce la obra Bodas de Sangre de Federico García Lorca inspirada en el crimen de Níjar de 1928?

Pero esto no es todo, la conexión entre las series de true crime y las coplas de ciego va más allá de la temática compartida. Ambas formas de narrativa exploran la psicología humana, examinando las motivaciones detrás de los actos más atroces y, en muchos casos, dando lecciones de moralidad al receptor. Además, este tipo de relatos satisfacen una necesidad innata en las personas de acceder a narrativas impactantes y emocionantes, incluso morbosas. Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos hemos buscado historias que nos hagan reflexionar sobre nuestra propia condición, que nos mantengan al borde del asiento y que nos dejen con un sinfín de preguntas sin respuesta. Compartimos el deseo de entender lo inexplicable, de adentrarnos en lo desconocido y de encontrar un sentido en el caos que nos rodea.

Así que, mientras nos sumergimos en la última temporada de nuestra serie de true crime favorita, o mientras hojeamos una antigua copla de ciego, recordemos que, en última instancia, somos aficionados a la exploración de la condición humana en todas sus facetas, incluso las más oscuras y perturbadoras. Y quizás, a través de estas historias, podamos arrojar un poco de luz sobre los rincones más sombríos de nuestra propia existencia.

Por último, pero no menos importante, para aquellos interesados en explorar más sobre las coplas de ciego y su impacto cultural, recomiendo el libro Ensayo sobre Literatura de Cordel de Julio Caro Baroja, una obra fundamental que arroja luz sobre esta fascinante forma de narrativa popular.

Teresa Trinidad

EL CANTO DE LA LIBERTAD: VERSOS DE CENSURA

EL CANTO DE LA LIBERTAD: VERSOS DE CENSURA

En el silencio de la tinta y el papel, una voz se alza valiente,

desafiando la oscuridad, por favor censura, ¡detente!

La lectura es un grito, libertad que no tarda,

un eco de la mente que entre la gente se descarga.

Versos y líneas tejen una resistencia que enardece,

frente al yugo opresor, que la libre expresión estrecha.

Son los libros barricadas donde el pensamiento crece,

donde la verdad se alza, y el alma se sabe hecha.

Lectores valientes, con coraje en sus manos,

devoran las palabras, actos puros de osadía.

Descubren en las páginas nuevos mundos arcanos,

que, a fronteras y tiranías, desafiantes, desafían.

No hay grillete, ni cadena que contenga el pensamiento,

ni el torrente de ideas que en los libros se resguarda.

La lectura es un viaje, un liberador cimiento,

que del miedo desenreda y la esencia nos ensancha.

Con cada palabra, con cada relato que se devora,

se reta al silencio, se quiebran los cerrojos.

En la lectura en voz alta, la verdad explosiona,

y el espíritu se refugia en libres versos y antojos.

Abramos entonces los libros, con voz firme y sonora,

y que el eco de la lectura del viento se haga parte.

En este desafío audaz, donde el coraje mora,

descubrí en cada letra un faro, la luz que en mi ser responde.

Eco errante

TODOS MERECEMOS PODER LEER. SOBRE LA ACCESIBILIDAD A LA LECTURA

TODOS MERECEMOS PODER LEER. SOBRE LA ACCESIBILIDAD A LA LECTURA

La lectura es un instrumento fundamental para nuestro desarrollo como seres humanos, no solo como herramienta de comunicación, sino también como catalizadora de la creatividad, ejercicio para la memoria, amplificadora de conocimiento y desencadenante de sentimientos. A lo largo de la historia, solo las élites han tenido la posibilidad de disfrutar plenamente de ella, aunque, gracias al paulatino proceso de alfabetización, es cada vez más accesible. No obstante, continúa habiendo un sector de la población que se enfrenta a barreras para poder disfrutar de la lectura en su forma tradicional. Como solución se han desarrollado distintas alternativas para facilitarles el acceso a todo tipo de textos.

Uno de los métodos de accesibilidad más conocidos es el braille, dirigido a personas con algún tipo de discapacidad visual. Es este un sistema táctil ideado por Louis Braille, que se inspiró en un método de lectoescritura empleado por militares en el siglo XIX. A pesar de ser tan conocido y usado en lugares y objetos cotidianos (ascensores, carteles, envases, etc.), cuando se trata de aplicar al ámbito del libro este sistema tiene múltiples desventajas. Al necesitar impresoras y soportes especiales, los libros en braille tienen un coste muy elevado y requieren un tiempo extenso de producción. Como consecuencia, estos libros son limitados y es complicado encontrar obras recientes o traducidas.

Con las nuevas tecnologías y la creación de los e-books y libros digitalizados, hacer los textos más accesibles se ha vuelto mucho más sencillo, rápido y asequible. Aunque los soportes digitales tengan un precio inicial elevado, los libros en este formato tienen precios notablemente más bajos que los analógicos, lo que a largo plazo resulta mucho más económico que leer en papel. Si tienen sistema de sonido, permiten la descarga de audiolibros o la instalación de programas que recitan el texto en voz alta, ya sean novelas, mensajes de texto o hilos de Twitter. Además, estos dispositivos ofrecen ventajas adicionales como traducciones instantáneas, ajustes de tamaño y fuente de la letra, así como diccionarios e hipervínculos incorporados en los textos que permiten una mejor comprensión. Estas posibilidades también facilitan la lectura a personas mayores, gente con dislexia y niños en proceso de aprender a leer.

En muy pocos años los soportes y formas de lectura han cambiado radicalmente, igual que lo ha hecho el mundo que nos rodea. A veces el cambio asusta o se rechaza, pero realmente es parte de la Historia de la lectura, en la que se pasó del rollo al códice, de este a la aparición de la imprenta y, ahora, a las pantallas. ¿Qué será lo siguiente? De momento, gracias a estas innovaciones, la lectura vuelve a abrirse camino en nuestras vidas, ya sea a través de la vista, el oído o el tacto. En un mundo tan rápido y confuso como el actual es fundamental que todos tengamos la posibilidad de refugiarnos temporalmente en el mundo de las letras, quietas en las hojas, pero llenas de vida.

Lucía Reviriego de las Heras

ESCRÍBENOS

ESCRÍBENOS

Escena 1. Medio Día. Habitación de Nikole.

(NIKOLE (16) está leyendo Veinte mil leguas de viaje submarino a NIKA (17), tumbado a su lado. Es un cuadro que se repite diariamente desde hace 4 años. El sol se cuela por la ventana, los pájaros pían y NIKA, tumbado boca arriba en la cama de NIKOLE, le hace sombra con la mano para que no se deslumbre y se interrumpa su lectura. El segundo chico, rubio, de ojos azules y sonrisa inquieta que irradia calor como el verano, tiene los ojos fijos en su libro, que sostiene con los brazos estirados mientras se apoya en NIKA, de ojos marrones y pelo negro como el carbón, como la noche, como el invierno. NIKOLE mira a su compañero y sonríe. El brillo en los ojos de ambos es innegable. Cierra el libro y se recuesta para mirar mejor a NIKA).

NIKOLE

¿Te está gustando?

(NIKA ríe y eso provoca que NIKOLE no pueda evitar hacerlo también).

NIKA

No.

(NIKOLE le da un pequeño golpe en el brazo).

NIKOLE

¡Nika!

NIKA

¿Qué?

NIKOLE

¿Por qué dejas que lo lea entonces?

NIKA

Porque te encanta, y porque me encanta escucharte mientras sonríes así. Cada vez que vas a llegar a tu parte favorita, o a una palabra que adoras, que te recuerda a algo, cuando aparece tu personaje favorito: El capitán Nemo, o ves los submarinos… Nuestra primera conversación ¿recuerdas?

(Ambos se miran y el tiempo se detiene. Los pájaros dejan de piar y el sol en la ventana ya no les molesta. Están demasiado concentrados el uno en el otro como para prestar atención a nada más).

NIKOLE

Recuerdo.

(Silencio de nuevo. Pero no es un silencio que estorba, que molesta, este silencio no es un impedimento. Es un grito que resuena a los cuatro vientos, que sale desde dentro de sus pechos, es un silencio a voces que dice: «¡Amor!»).

NIKA

No entiendo por qué te gusta tanto releer. ¿No te cansas?

NIKOLE

Por supuesto que no. Es… no lo sé. Me encanta hacerlo. No sé por qué. No sé si busco un final diferente, que algo cambie… creo que en realidad quiero volver a recordar las emociones que sentí la primera vez que lo leí. Como una fotografía o un retrato.

NIKA

¿Crees que nos olvidaremos?

NIKOLE

No, si me escribes en tu libro.

(NIKA ríe y NIKOLE aprovecha para poner su mano derecha en su mejilla).

NIKOLE

Estoy deseando ver qué cuentas de nosotros.

NIKA

¿Qué quieres que cuente? ¿Una historia como La Sirenita? ¿Un amor imposible por ser de especies diferentes, o de clases sociales diferentes, como Romeo y Julieta? Somos como ellos, Nikole.

NIKOLE

Pero no somos solo eso.

NIKA

Lo sé.

NIKOLE

Yo prefiero una como El patito feo, en la que el protagonista al final sí encontró su sitio.

NIKA

¿Dónde?

(NIKA se incorpora y NIKOLE frunce el ceño al ver sus ojos de invierno con tanto dolor).

NIKA

Nos queremos, Nikole, en pleno siglo XIX.

(NIKOLE también se incorpora y se acerca a NIKA).

NIKOLE

¿Y qué más da, Nika?

NIKA

Que somos horribles, antinaturales.

NIKOLE

Pero nos queremos. ¿Acaso crees que ocurre todos los días?

(NIKA sonríe y NIKOLE lo hace también).

NIKOLE

Escríbenos, Nika. La gente no puede hacer como si esto no existiera. Hazlo por nosotros, para no morir del todo si decidimos hacerlo por amor.

NIKA

Te lo prometo, y ya sabes que yo siempre cumplo mis promesas.

(NIKOLE asiente y NIKA le toma de la mejilla para besarlo).

Adriana Verdejo Domínguez 

"EL LECTOR": MEMORIA HISTÓRICA, ANALFABETISMO Y LECTURA

"EL LECTOR": MEMORIA HISTÓRICA, ANALFABETISMO Y LECTURA

En 2008 se estrenó El lector, una película dirigida por Stephen Daldry basada en la novela homónima del escritor Bernhard Schlink.

Ambientada en la Alemania de la posguerra, se trata de una cinta realmente interesante no solo por el contexto histórico en el que se desarrolla su trama, sino también por explorar temas y emociones tan profundas y universales como la culpa, la vergüenza o el secreto a través de una conmovedora y trágica historia de amor, la de sus protagonistas, Michael Berg y Hanna Schmitz.

Daldry nos narra la vida de Michael en varias etapas, comenzando en 1958, cuando es un estudiante de Derecho. En este momento es cuando entabla contacto con Hanna, una mujer misteriosa y considerablemente mayor que él. Durante su breve pero intensa relación, Michael descubre que Hanna disfruta enormemente cuando él le lee en voz alta, lo que se acaba convirtiendo en un ritual entre ellos. Sin embargo, todo lo que juntos (y al margen del mundo real) han construido termina abruptamente cuando Hanna desaparece sin dejar rastro.

Años después, cuando Michael está realizando las prácticas de su carrera, debe asistir a un juicio y ve a Hanna entre los acusados. Al parecer, Hannah había trabajado como guardiana en un campo de concentración nazi. A lo largo del juicio, Michael descubre que es analfabeta, lo que, sin duda, podría haber cambiado la sentencia, ya que su incapacidad para leer y escribir le eximen, en cierto modo, de haber participado consciente y voluntariamente en los crímenes del nazismo de los cuales se le acusa. Hanna carga con la culpa, a pesar de que se demuestra que no sabe leer cuando se le entregan como prueba y se le pide que los lea en voz alta unos informes que supuestamente ella misma había redactado ordenando la ejecución de varios prisioneros.

El lector revela, como lo hacen pocas películas recientes, la importancia de la lectura y parte de la historia de esta. Resulta conmovedor ver cómo en un momento en el que la propaganda nazi lo inundaba todo, ocultaba información, censuraba libros, perseguía a intelectuales, quemaba bibliotecas e impedía el progreso de la sociedad alemana y casi del mundo entero, leer fue un arma de resistencia clave para miles de personas y el único medio de conocer la verdad.

La atención que se presta al analfabetismo va más allá de la denuncia del acceso desigual a la cultura entre hombres y mujeres, o entre clases sociales, que ha existido a lo largo de la historia, pues ser analfabeto en esta película representa mucho más que la falta de habilidad para leer o escribir, simboliza una barrera emocional y ética que impide a los personajes enfrentarse a su pasado y también a ellos mismos.

Por otro lado, El lector nos permite reflexionar en torno a los modos en los que se puede leer, incluso sin estar alfabetizado o, dicho de otro modo, a la inmensidad de tipos de lectores que existen. Hannah es analfabeta, pero lee escuchando leer a Michael. Asimismo, el acto de leer se nos muestra como un acto íntimo, capaz de unir a dos personas completamente distintas por su edad, su nivel sociocultural, sus ideas, sus aspiraciones, etc., y al tiempo como un acto de poder, pues quedan expuestas y a la vista de todos las barreras que el analfabetismo impone en la vida de Hanna, afectando este a sus decisiones morales y a las consecuencias legales de sus actuaciones, y también a su manera de entender el amor, de amar y de ser amada.

Finalmente, El lector aborda de una manera tan magistral como delicada la complejidad de la memoria histórica, mostrando cómo las generaciones posteriores al Holocausto han luchado y luchan por comprender tal horror y porque se haga justicia. En esto, la cultura escrita juega también un papel fundamental. Hace falta saber leer e interpretar los documentos conservados para evitar versiones únicas de la historia y llegar a la verdad, y hace falta preservar los recuerdos de las víctimas y honrar su memoria inscribiéndola en placas, monumentos, etc., que reparen el daño sufrido y dignifiquen sus nombres. A ello contribuye, sin duda, esta extraordinaria película que todos/as deberíamos ver.

Paula Manzanero Marcos

BIBLIOTECAS PÚBLICAS, UN BIEN COMÚN

BIBLIOTECAS PÚBLICAS, UN BIEN COMÚN

La historia de la lectura es tan inmensa como lo son los lectores que ha habido, hay y habrá. Leer es una actividad que nos ha acompañado a la especie humana desde que existimos sobre la tierra. Gracias a la lectura ha resultado posible la transmisión del conocimiento y la prosperidad y mejora de la sociedad. Aunque la manera en la que hemos leído y entendido la lectura no ha sido siempre la misma, pues diversos han sido los soportes, las motivaciones, el acceso, la relación entre libros y lectores, las técnicas y las tecnologías, desde que los textos tomaron forma material, fisicidad, siempre hemos sentido la necesidad de guardarlos, variando igualmente esos espacios de conservación, las bibliotecas, en cada época.

En las civilizaciones antiguas, como Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma, las bibliotecas se ubicaban en palacios y en templos, y solo se permitía en ellos la entrada a la élite, que, a su vez, fue la que inició una moda que todavía está presente en nuestros días, la del coleccionismo de libros o bibliofilia, la cual constituía un claro signo de distinción socioeconómica. Estas bibliotecas, privadas o públicas, reflejaban el poder y la ideología de los gobernantes y de las gentes pudientes, y en ellas se operaba una selección consciente del patrimonio bibliográfico y documental, además de desarrollarse en algunos casos también importantes debates intelectuales y trabajos filológicos o de fijación textual. Ahí están, para demostrarlo, los conocidísimos ejemplos de la Biblioteca de Nínive, de la Biblioteca de Guiza, de la Biblioteca de Alejandría o de la Biblioteca del Pórtico de Octavia.

Hubo que esperar muchos siglos para que las bibliotecas dejaran de ser propiedad o usufructo de unos pocos y abrieran sus puertas a todos los públicos. Sin duda, en ello tuvieron mucho que ver factores tan determinantes como el desarrollo de la imprenta, la nueva manera de entender la biblioteca que trajo consigo el pensamiento ilustrado o el aumento de la alfabetización -que inició su andadura en Europa en el siglo XV y que no dejó de crecer hasta el XX-. Fue hacia mediados del siglo XVIII cuando nacieron las primeras bibliotecas públicas, en el sentido en el que hoy entendemos este concepto. Desde 1770 en adelante proliferaron las llamadas bibliotecas de préstamo urbanas, pensadas para las clases populares, y a ellas les siguieron en el XIX las bibliotecas escolares, las bibliotecas fabriles, las parroquiales, las reunidas por partidos y sindicados políticos, o las instaladas por el Estado en parques y jardines con el fin de que la lectura pudiera llegar a todos/as.

Cuantas más bibliotecas públicas iban apareciendo, más igualitaria se fue tornando la sociedad, hasta llegar al momento en el que nos encontramos hoy, en el que la biblioteca es un lugar abierto a todos los ciudadanos y un espacio perfectamente reconocible en casi todas las ciudades del mundo que, más allá de ofrecer libros de manera gratuita a los lectores, promueve y desarrolla infinidad de servicios sociales, culturales y educativos para todas las edades, y de un tiempo a esta parte, numerosos recursos digitales y electrónicos.

La nueva era de la comunicación y de la tecnología, de la globalidad y de la multimedialidad, ha conllevado cambios sustanciales en lo que hasta hace nada entendíamos por biblioteca: en el personal que la atiende, en las funciones que cumple, en la forma en la que en ella se distribuyen los libros y los espacios para leer, en el espacio (ya no solo físico) que ocupa, etc. Esta evolución vertiginosa de nuestro mundo, a la que no escapa la lectura, nos invita a reflexionar sobre el futuro de las bibliotecas como proveedores de contenido y servicios, y como bien común, pero también a no olvidar que no en todas partes los libros están al alcance de todos, al igual que a poner de relieve cómo la brecha digital genera desigualdades obvias en el acceso a la lectura (y en tantos otros aspectos) que han de combatirse tanto desde los poderes públicos como desde la ciudadanía, por más que las responsabilidades de unos y de otra no sean las mismas.

Alba Jara Manzano

LEER EN PAPEL

LEER EN PAPEL

En nuestra era digitalizada, rodeados como estamos constantemente de pantallas iluminadas, es fácil olvidarse de la belleza de adentrarse en las páginas de un libro impreso y de las sensaciones que de ello se desprenden. Sentir el peso del libro en las manos, el olor del papel (nuevo o viejo), de su suavidad o de su aspereza, de la emoción de abrir y cerrar el soporte, escuchar el paso de una página a otra, de anotar en los márgenes o en el interlineado aquello que nos viene a la mente al leer, de marcar con un punto de lectura (sea cual sea este) el lugar por el que hemos de proseguir esta… En este mundo tan cambiante, tan ruidoso, tan agitado, tan líquido e inmaterial, leer en papel es algo que debemos reivindicar y practicar.

La lectura es una experiencia intelectual y sensorial, y ese proceso físico que leer implica cuando tenemos ante nosotros un libro impreso dota de significado también a la misma y nos permite comprender su milenaria historia, que no es sino la historia de todos los lectores, desde los que por vez primera pasaron las páginas de los códices del Imperio romano hasta los que gustan de buscar entre las estanterías de las librerías o los anaqueles de las bibliotecas hoy los libros que se sumarán a su bagaje personal y/o profesional.  

Frente a la lectura que realizamos en los ordenadores y los dispositivos electrónicos, la  lectura en papel nos aleja de las abundantes y repetitivas distracciones modernas y de la celeridad del mundo digital. Leer en papel es un acto que nunca podrá imitar la tecnología, porque no hay refugio sereno o cálido tras una fría y movediza pantalla; solo lo hay y podrá haberlo en las páginas de los libros, en donde el bullicio o el caos no tienen cabida, y entre las que resulta posible evadirse de las realidades (también de las virtuales) y encontrarnos con nosotros/as mismos.

Lucía Guerrero Ávila

TODO ESTÁ EN LOS LIBROS

TODO ESTÁ EN LOS LIBROS

En los estantes se alzan, catedrales del saber,

libros que pacientes esperan a quien desee aprender.

Son tesoros rescatados, son historias por contar.

Si en tus manos los coges, nueva vida encontrarás.

 

Un libro es un universo, un mundo por explorar,

donde los sueños son libres y el alma puede volar.

Sus relatos entretejen la pasión y la emoción,

y el lector allí se pierde; fuerte late su corazón.

 

Las palabras son su música, las frases su danzar,

el que lee, feliz viajero, ha de dejarse llevar.

Océanos de fantasía, montañas de reflexión,

en cada nueva lectura siempre hay una lección.

 

Que los libros sean faros en las noches de ignorancia,

que guíen a quienes los  leen por senderos de enseñanza.

Que sus páginas sean puentes firmes hacia el entendimiento

y nos ayuden a encontrar nuestro digno sustento.

 

En cada página escrita, el autor deja su marca,

sus sueños, sus alegrías, sus penas y su esperanza.

Al bucear entre ellas, cada lector halla un eco,

que sopla libre en su alma y lo hace más completo.

 

Que cada libro leído sea un paso hacia la libertad,

una semilla de cambio en la vasta humanidad.

Que las palabras nos unan en un abrazo fraternal,

que la lectura sea siempre acto de amor universal.

 

María Gregorio García

LECTURA CON PATAS: NUESTROS AMIGOS CANINOS NOS AYUDAN A LEER

LECTURA CON PATAS: NUESTROS AMIGOS CANINOS NOS AYUDAN A LEER

En 1973, Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron acuñaron en su libro La reproducción el concepto de “capital cultural”, entendido como la acumulación y transmisión de saberes, símbolos y lenguaje, mediante diversos agentes, entre los que destaca el núcleo familiar. Pese a la importancia que le otorgan a la familia, los autores consideran que esta no determina por completo el capital cultural de una persona, sino que es esta misma la que puede desarrollarlo a lo largo de su existencia a partir de las decisiones que tome, de las relaciones que teja o de las vivencias que atesore.

Cada niño, al iniciar su etapa escolar, ya lleva consigo sus saberes y experiencias, y, evidentemente, estos son únicos y distintos a los de los demás compañeros de clase. Los niños y adolescentes que tienen un capital cultural bajo son más vulnerables y necesitan de una mayor atención y ayuda. Todo esto tiene su reflejo, por ejemplo, en su contacto con los libros, sus hábitos de lectura o su comprensión lectora. Son numerosos los programas que existen que tratan de fortalecer ese nexo con los libros y la lectura o que animan a leer a estos niños y jóvenes, y que consiguen que ninguno se quede atrás. Muchos de estos programas se desarrollan a través de la música, como el proyecto #LunáTICos, están aquellos que se promueven a gran escala, como los financiados por el Ministerio de Cultura y Deporte, tales como #LecturaInfinita, y también los hay que resultan ser completamente originales y que surgen de iniciativas particulares, como el de Reading Education Assitance Dogs (READ) España, “Perros y Letras”, del que trata este post (https://www.perrosyletras.com/). 

Se trata este de un programa que cuenta ya con unos cuantos años a sus espaldas, pues nació en 1999 en Estados Unidos gracias a una organización llamada Intermountain Therapy Animals (ITA), cuyo objetivo es contribuir a mejorar la vida de las personas a través de la interacción con los animales. Entre sus actividades, la de desarrollar o fortalecer las habilidades lectoras con la ayuda de perros adiestrados que leen con quienes participan en el mismo es una de las que más difusión han tenido a nivel internacional, estando presente y practicándose hoy en múltiples países del mundo, como Australia, Sudáfrica, Canadá, Alemania, Francia, Italia y España.

Aunque “Perros y Letras” se dirige sobre todo a la infancia y a la adolescencia, también está pensado para la tercera edad. Se divide, por ello, en dos proyectos, “Mayores muy conectados” y “Leer para crecer en igualdad”. Este último no solo está enfocado en niños y adolescentes en situaciones vulnerables, sino que también atiende a otros alumnos con necesidades educativas especiales.

Ambos proyectos tienen una regularidad semanal, pero divergen en los espacios en los que se llevan a cabo. Aunque no es extraño encontrarlos en bibliotecas, librerías, centros sociales y culturales dependientes de las municipalidades, fundaciones de diferente tipo o centros de ocio, como, por ejemplo, Micropolix (San Sebastián de los Reyes, Madrid), lo habitual es que tengan lugar en residencias de mayores, en el caso de “Mayores muy conectados”, o en los colegios e institutos que lo solicitan, en el de “Leer para crecer en igualdad”.

Los centros educativos participantes destacan la gran mejora de los niños y jóvenes que el programa consigue en diversos aspectos, como el ritmo de lectura en voz alta, el nivel de comprensión de lo que leen, el incremento en el interés y, por ende, en la motivación hacia la lectura, en particular, y el estudio, en general, o el aumento en la seguridad y la confianza en sí mismos, lo que repercute satisfactoriamente en su grado de socialización.

“Perros y Letras” tiene especial éxito entre los más pequeños porque, además de compartir tiempo con su compañero “peludo” de lectura, este no les juzga y, cuando cometen algún error o se trastabillan, solo les mueve la pata para que se den cuenta de ello y, acto seguido, les dedican una mirada bonachona y complaciente.

Por su parte, las familias están encantadas de que sus hijos lean y de que la lectura constituya para ellos una terapia tan eficaz. También resaltan la excelente conducta de los perros y la alegría que estos despiertan en los niños, ya que ese día de la semana van mucho más contentos al cole porque saben que podrán pasar un rato con ellos. Les acaban cogiendo mucho cariño y aprenden a comprenderlos y a cuidarlos.

Obviamente, todas las iniciativas que conduzcan a la adquisición del hábito lector y que aumenten el amor por la lectura siempre van a ser más que bienvenidas. En el caso de “Perros y Letras” lo es con mayor motivo si cabe, porque no solo revierte en igualar las oportunidades de futuro del alumnado y en mejorar su rendimiento académico, independientemente de su situación socioeconómica y de sus problemas o necesidades concretas, sino que, además, fomenta el respeto hacia los animales. No es de extrañar, por tanto, que hayan sido numerosos los reconocimientos que READ España ha tenido, entre ellos el Premio a la Innovación Social que en 2018 le otorgó la Obra Social de “La Caixa”.

Irene Peñalver Sanz

VIAJE AL INFINITO

VIAJE AL INFINITO

Mi primer viaje fue a un lugar mágico y misterioso, lleno de princesas y hadas, de flores que desprendían aromas que no podías encontrar ni en el más exótico de los jardines, de ogros con aliento oxidado por el tiempo y el rencor, y pequeñas criaturas que rozaban mi piel con su vuelo fugaz y ligero. Recorrí estas tierras acompañada por un pequeño ratón que decía ser escritor, muy temeroso de todo lo exterior, pero con el mayor espíritu aventurero que he encontrado jamás.

De esto han pasado ya demasiados años y, de alguna manera, aquel extraño ratón dejó de invitarme a sus viajes. Su última invitación llegó justo en aquel horrible momento en el que descubrí lo que era sufrir por amor, o, mejor dicho, cuando entendí que, con un lenguaje anticuado y palabras tiernas, el amor más puro podía llevar a la más grave de las tragedias. ¿Acaso puede alguien librar a los enamorados de despedirse con sangre, dejándose en su inevitable final hasta el último aliento?

Aunque estaba segura de que jamás podría recuperarme de aquello, llegó entonces cierto chico con gafas y una cicatriz en la frente para enseñarme que, entre todo ese dolor que podía sentir en la mundanidad del día a día, todavía existía un pasadizo secreto a un mundo lleno de magia, donde podías ser como quisieras ser. En ocasiones, nos encontramos por el camino con personas que no nos respetan tal y como somos, pero es justo ante estas personas cuando debemos defender nuestros valores, mantenernos seguros en ellos. Esta es la única manera de llegar a entender cuál es nuestro propósito en este (u otros) mundos.

Un tiempo después de mi rescate, me di cuenta de que mis amigos estaban viajando a lugares más serios, más tangibles, más de… Sí, más de adultos. A pesar de que yo disfrutaba de mis viajes con aquella gente extraña que habitaba los libros que leía, algo en mí me dijo que quizá debería emprender otros rumbos. Así fue como acabé en una tierra remota llamada Macondo, donde viví por primera vez con una familia muy diferente a la mía, con costumbres distintas y aficiones dispares. Pude conocer lo que eran la guerra, el hambre, la necesidad. Entendí el odio, el amor, la tristeza, el sentido de pertenencia y el sentimiento del apátrida, y volví a mi casa en aquel largo tren cuyo recorrido parecía no acabar nunca y cuyo destino parecía ir marcándose a merced del paso del tiempo.

Los libros, como si se tratase de un gran consejero o la personificación del futuro que nos aguarda, me han preparado para vivir sintiendo al máximo, para exprimir cada vivencia hasta que sobren adjetivos para definirla.

María García Flores

TESOROS ENCUADERNADOS, IMÁGENES INOLVIDABLES: EL ARTE INMORTAL DE LOS LIBROS

TESOROS ENCUADERNADOS, IMÁGENES INOLVIDABLES: EL ARTE INMORTAL DE LOS LIBROS

Desde la Antigüedad, los libros han sido venerados como objetos artísticos. Más allá de su contenido textual, su factura material nos habla de quiénes pudieron ser sus lectores y de las funciones que pudieron cumplir. Aquellos libros cuyas encuadernaciones resultan caras, resistentes y exquisitas y cuyas ilustraciones son ricas y de gran calidad, es evidente que no fueron leídos ni coleccionados ni conservados por cualquiera, sino que fueron propiedad de personas de cierta relevancia socioeconómica, política, religiosa y/o cultural. En este post vamos a centrarnos en estos dos elementos que han hecho y hacen de los libros verdaderas obras de arte.

 La encuadernación de libros es un arte antiguo que combina habilidades técnicas con otras relacionadas con la creatividad y el diseño. Desde los manuscritos medievales hasta las obras contemporáneas, cada libro encuadernado cuenta una historia propia. A lo largo de los siglos, la encuadernación ha evolucionado reflejando los gustos estéticos y técnicas de cada período histórico. Durante la Edad Media, estaba principalmente ligada a la funcionalidad y la durabilidad. Los artesanos trabajaban minuciosamente con cuero y tela para elaborar cubiertas que protegieran los manuscritos de la humedad y el desgaste. Sin embargo, en el Renacimiento, la encuadernación comenzó a considerarse como una forma de expresión artística en sí misma. Los encuadernadores renacentistas, especialmente en ciudades como Venecia y Florencia, crearon cubiertas elaboradamente decoradas con herramientas doradas, cueros repujados y diseños ornamentales inspirados en la iconografía clásica y en los patrones decorativos imperantes en su tiempo. Más adelante, el Barroco llevó el rococó también a los libros, ornamentando aún más sus encuadernaciones al dotarlos de cubiertas de terciopelo, seda y brocado, decoradas con encajes, bordados y piedras preciosas. Tras un breve periodo en el que primaron estilos más simples y funcionales que reflejaban los gustos de la burguesía dieciochesca, con la llegada del siglo XIX tuvo lugar un resurgimiento del interés por el arte medieval y la artesanía más tradicional, dando ello lugar a una etapa esplendorosa para la encuadernación artística. Movimientos vanguardistas, como el Arts and Crafts y el Art Nouveau, abogaron por la integración de la decoración y el diseño en todos los aspectos y objetos de la vida cotidiana, incluidos los libros, transformando para siempre sus cubiertas.

Por lo que respecta al arte de la ilustración, la evolución que este experimentó a lo largo de los siglos fue, en muchas ocasiones, a la par de la vivida por las encuadernaciones. Desde los manuscritos iluminados de la Edad Media hasta las ilustraciones a todo color que poblaron los libros infantiles decimonónicos (y el resto en adelante) gracias al desarrollo de la litografía, las imágenes han enriquecido la experiencia de la lectura de millones de lectores. Tenemos constancia documental de la existencia de esta profesión, la del ilustrador de libros, desde la Grecia Clásica, pero fue a partir de la creación del códice cuando estos artesanos de la imagen trabajaron mano a mano con los autores, los libreros -luego impresores y editores- y los encuadernadores para crear libros que fueran tanto visualmente impactantes como narrativamente ricos. Las ilustraciones no solo complementan y amplifican el texto, añadiendo profundidad emocional y visual al contenido del libro, sino que también particularizan las obras, las dotan de significado e influyen notablemente en la lectura e interpretación que de ellas realizamos. Aunque la imagen ha tenido siempre mucho peso en el mundo del libro, y resultaría difícil establecer grados en función de las épocas, quizás sean los libros medievales y los libros electrónicos los que ostentan el protagonismo. En evidente por qué las ilustraciones fueron tan importantes en los primeros: sin ellas resultaba imposible, para la inmensa mayoría, “leer”. En la era digital, que es también la era de la imagen, las ilustraciones de los libros electrónicos ofrecen nuevas oportunidades creativas, permitiendo integrar elementos multimedia y efectos visuales dinámicos que enriquecen como nunca antes la experiencia de lectura. A través de la tecnología digital, los ilustradores pueden crear imágenes interactivas, animaciones y efectos visuales que van más allá de las limitaciones de la página impresa, desafiando las convenciones tradicionales de lo que constituye una ilustración en un libro.

Encuadernaciones e ilustraciones, por tanto, hacen posible que los libros transciendan su función como portadores de palabras. Los convierten en obras de arte de inmenso valor, pero también en testigos del ingenio y de la pasión de los seres humanos, fusionando la destreza técnica con la creatividad artística para crear objetos que deleitan los sentidos y alimentan la vista, sí, pero sobre todo el alma.

Mariam Arnanz Fernández-Gallardo

SINTIENDO LAS PALABRAS: LA HISTORIA DEL BRAILLE

SINTIENDO LAS PALABRAS: LA HISTORIA DEL BRAILLE

A lo largo de la asignatura de Historia de la lectura hemos aprendido cómo han existido diversos tipos de lectores, cómo han desarrollado estos distintas capacidades y características que definen y diferencian sus formas de leer y de relacionarse con los libros, cuáles han sido los soportes que a lo largo de los siglos se han empleado para escribir y leer, y cómo su materialidad ha influido en los modos de lectura, o en qué medida han evolucionado los sistemas de escritura desde que nacieron los primeros en Egipto y en Mesopotamia y hasta que las letras de hoy en día se han codificado en lo que llamamos bitios (o bits).

Sin embargo, no todos los libros ni todos los géneros ni tampoco todos los lectores han recibido un tratamiento igualitario por parte de quienes se dedican a estudiar y a historiar la lectura. Entre esos lectores menos atendidos por la historiografía, generalmente marginados en los manuales académicos y en las obras especializadas, nos encontramos, por ejemplo, con las personas ciegas.

¿No han leído los ciegos acaso? ¿Cómo ha sido su relación con los textos en las distintas épocas históricas? ¿Cómo han hecho frente a su discapacidad y han logrado acceder a la lectura y a la escritura en cada momento? Todas estas (y otras) preguntas son las que me hice al observar esta falta de atención hacia las personas ciegas en la Historia de la lectura y sobre las que me informé para poder ofrecer en este blog algunas respuestas al respecto.

En el pasado, como en cualquier otro aspecto de la vida, la relación de las personas ciegas con la lectura si no imposible fue muy difícil, problemática y complicada. Durante siglos su falta de visión las marginó de la cultura, pero también de la sociedad, siendo, incluso, esclavizadas o demonizadas. Consideradas como incapaces e inútiles, se las negaba reiteradamente el acceso a la educación y también el ejercicio de determinadas profesiones y, por ende, la ocupación de ciertos puestos o cargos públicos, manteniéndose siempre lejos de las esferas de poder y confinándose al ámbito privado.

Sin embargo, todo esto no quiere decir que antes de que se inventaran sistemas adaptados de lectura y de escritura para las personas ciegas estas no aprendieran a leer y a escribir o no leyeran ni escribieran. Aunque rudimentarios y limitados, inventaron sus propios métodos y estrategias para acceder a la lectura y a la escritura, sirviéndose, por ejemplo, del marcaje en relieve de letras o de símbolos en objetos cotidianos, o sirviéndose de otras personas que les leyeran o que escribieran en su nombre. Desarrollaron, además, una capacidad de memoria muy superior a la de otros lectores, siendo capaces, como revelan muchas obras literarias antiguas y modernas, y numerosos testimonios, de aprenderse libros enteros de arriba abajo.

Con el paso del tiempo, comenzaron a surgir sistemas de escritura y lectura destinados a las personas ciegas. Uno de los primeros intentos documentados fue el alfabeto en relieve diseñado por Vatentin Haüy, un educador francés que fundó en 1784 la primera escuela para ciegos en París, el Instituto Real de Jóvenes Ciegos. Este alfabeto, compuesto por letras de grandes dimensiones que se imprimían en relieve, permitía que los alumnos las tocaran y reconocieran con facilidad. Aunque el alfabeto en relieve de Haüy fue un gran avance para la educación de las personas ciegas, su costosa producción lo hizo poco eficaz y no permitió su difusión a gran escala.

Otra iniciativa memorable fue la protagonizada por Charles Barbier, un oficial militar también francés que inventó un sistema táctil de lectura y escritura llamado Écriture Nocturne o "escritura nocturna", tras ser solicitado para ello por el mismísimo Napoleón Bonaparte, quien andaba empeñado en crear un código secreto para que sus los soldados pudieran comunicarse de noche (en silencio y sin luz) sin ser advertidos o avistados por el enemigo. Se trataba de una cuadrícula de cartón de seis por seis casillas con una serie de puntos que se correspondían con las letras y los sonidos del alfabeto francés. Se requerían al menos doce puntos para representar un solo símbolo/sonido. Su dificultad (los soldados tardaban mucho en aprender a manejarlo y cometían continuos errores) hizo que los mandos militares lo rechazaran rápidamente.

Aunque el de Barbier fue un sistema pensado para el Ejército, y no para las personas ciegas, hoy en día está fuera de toda duda de que inspiró a Louis Braille para crear su método, que sigue siendo en la actualidad el más conocido y utilizado.

A causa de un accidente sufrido a los tres años, Braille perdió la vista cuando contaba tan solo con cinco, pero, aun así, fue un gran y destacado alumno. Aprendió, al parecer, a leer y a escribir con el sistema de Haüy, pero enseguida se dio cuenta de que los caracteres en relieve empleados por este no eran muy adecuados para el tacto, por lo que se basó en el sistema de Barbier, reduciendo los puntos a seis, y organizándolos en dos columnas de tres filas. De esta forma logró simplificar la lectura y el aprendizaje no solo de las letras/palabras, sino también de los números, de los signos de puntuación y de hasta las notas musicales. Así nació en torno a 1825 el sistema Braille.

El Braille se difundió como la pólvora desde Francia a numeroso países de todo el mundo en las décadas posteriores a su creación. No fue el único que en su momento tuvo éxito, pues en 1845 apareció, por ejemplo, la letra Moon Type. Su inventor, William Moon, un impresor y activista británico, dedicó buena parte de su vida a ayudar a las personas ciegas. Similar al de Haüy, este sistema de escritura modificaba y simplificaba las letras del alfabeto empleado por aquel, que se imprimían igualmente en relieve, pudiendo ser reconocidas fácilmente mediante el tacto. Fue utilizado sobre todo por personas que desarrollaban ceguera con el tiempo (que no nacían ciegas) y que se habían acostumbrado desde niños o jóvenes, o ya de adultos, a dicho tipo de letra y al mencionado alfabeto.

Gracias a todos estos creadores y benefactores, y a muchos más cuyas aportaciones no se pueden repasar en este breve post, millones de personas ciegas han podido acceder a la educación y a la lectura, mejorando notablemente su calidad de vida.

Salma Toto Dalia

UN VISTAZO A LA ERA DIGITAL DE LA LECTURA

UN VISTAZO A LA ERA DIGITAL DE LA LECTURA

En las últimas décadas hemos sido testigos de grandes transformaciones en el mundo del libro y de la lectura debido a la expansión de las nuevas tecnologías, un fenómeno que refleja la interacción dinámica entre la revolución digital y la cultura literaria contemporánea. Desde la popularización de los e-readers hasta la proliferación de audiolibros y podcasts, la lectura digital constituye otro modo de leer que está, a su vez, remodelando la manera en la que nos relacionamos con los libros (analógicos o no) y el modo en el que interpretamos aquello que leemos. La introducción en nuestro día a día de nuevos dispositivos electrónicos para leer ha generado, por otro lado, una nueva forma de consumir los textos que dista mucho de la lectura tradicional, alterando la fisiología del lector, pero también las normas que durante siglos han guiado la actividad lectora.

Como afirmó, entre otros, el escritor Neil Gaiman, “los libros son los amigos más silenciosos y constantes; siempre están ahí cuando los necesitas”; pero lo cierto es que esa relación intrínseca entre la constancia y la lectura que definía bien a los lectores de antaño ha pasado ya a la historia. La lectura en pantalla se caracteriza por ser, precisamente, inconstante, más fragmentada, menos concentrada y profunda. Ello lleva aparejado un procesamiento cognitivo cada vez más superficial, que se está trasladando a la lectura realizada sobre papel (no es que leamos menos, es que leemos peor o no entendemos lo que leemos). Por si esto ya no fuera suficientemente preocupante, nuestra susceptibilidad a las noticias falsas, los sesgos y los prejuicios se amplifica por el exceso de confianza en nuestras habilidades lectoras en el mundo internauta, donde todo parece ser posible, donde todo está al alcance de la mano, donde todo es fácil y rápido de comprender y de adquirir (material y simbólicamente hablando).

Los nuevos formatos de lectura, como los audiolibros, ofrecen alternativas que se adaptan a nuestros estilos de vida cada vez más estresados y ocupados. El audiolibro redefine la relación entre el lector y el texto, enfatizando la oralidad y la interpretación del narrador. Esta evolución plantea cuestiones nodales en la Historia de la lectura, como las distintas modalidades lectoras que en cada época predominan. Aunque desde hace varios siglos ya, la lectura silenciosa e individual es la protagonista, tendencias en auge, como esta de consumir audiolibros, ponen en jaque su milenario reinado.

A pesar de todo lo dicho, cabe insistir en un aspecto positivo de la revolución lectora digital, que es la democratización del acceso a la lectura, una utopía que hasta nuestros días no ha podido hacerse realidad (salvando las diferencias derivadas de la “brecha digital”). La digitalización de los textos no solo ha extendido la lectura a todos los públicos, sino que, además, ha permitido que haya más autores/as o, dicho de otro modo, que una mayor diversidad de voces encuentre audiencia, promoviendo así la inclusión y empoderando a comunidades marginadas que ahora ya sí que pueden compartir y visibilizar su historia, sus historias.

En el ámbito educativo, la integración de la lectura digital presenta desafíos y oportunidades al mismo nivel. La alfabetización en la era digital no se limita a la habilidad de leer y escribir, sino que implica la adquisición de otras competencias complejas, como las de navegación, evaluación crítica de la información y producción o diseño y gestión de contenido multimedia. La enseñanza debe adaptarse para que las nuevas generaciones, pero también aquellas generaciones que no son nativas digitales, aprendan y cultiven estas nuevas habilidades y sepan hacer uso de ellas en un entorno vertiginoso y cambiante.

En conclusión, los cambios en los patrones de lectura en la era digital plantean interrogantes sobre la calidad de la experiencia lectora y la evolución de la cultura escrita que no pueden ser pasados por alto por quienes nos interesamos por la Historia del leer. Si bien las nuevas tecnologías han democratizado el acceso a los textos, y ello es digno de celebrar por todo lo alto, también debemos examinar críticamente cuáles son sus límites e implicaciones en nuestra capacidad de concentración, comprensión y participación en el mundo de las letras y en el mundo en general.

Mar Martín Domínguez

¿ES LA MÚSICA POESÍA O LA POESÍA ES MÚSICA?

¿ES LA MÚSICA POESÍA O LA POESÍA ES MÚSICA?

La música se ha considerado a lo largo de la historia algo distinto a la literatura, como otra arte, como otra forma de expresión. Sin embargo, ha estado siempre ligada, como esta, a la tradición y a la cultura, facilitando la comunicación y contribuyendo a la socialización del ser humano. Es bien sabido que un poema leído o recitado no es recordado igual que un poema cantado; el ritmo y la melodía juegan un papel crucial para la memoria. De esta forma, han sido muchos los poemas que han llegado a nuestros días gracias al acompañamiento de la música, o a su musicalización, sin la necesidad de que nuestros ancestros tuviesen las facultades de la lectura y/o de la escritura. De hecho, la palabra utilizada como símil de poesía lírica alude directamente al instrumento de la lira, bien conocido en la Antigüedad como aliado de los aedos y ampliamente usado en la Edad Media por juglares y poetas para acompañar a la recitación de los versos.

Tanto en la Grecia antigua como en el periodo medieval (y no solo) la música era indispensable para la danza, el teatro y la poesía. Así, cuando no se podía expresar con las palabras todo lo que se necesitaba, era la música lo que ayudaba a alcanzar ese objetivo. Esta es una honrosa función que ha mantenido hasta nuestros días, donde las notas son capaces de provocarnos y hacernos comprender sentimientos que las letras no pueden muchas veces trasladarnos o explicar.

Cabe pensar que, como muchos críticos literarios afirman que está ocurriendo con la literatura, no tengamos hoy obras musicales de la talla de Imagine de John Lennon, Nací en el Mediterráneo de Joan Manuel Serrat, La vie en Rose de Édith Piaf, etc., por no hablar de las creadas por los grandes compositores “clásicos”. Hoy en día las letras de las canciones no “se sujetan” por sí mismas. Y sí, es cierto esto en parte. Existen numerosas canciones con rimas fáciles, sin muchos artificios compositivos y que simplemente están destinadas a divertir a quien las escucha, rozando la ridiculez.

Es llamativo, sin embargo, que esta crítica relacionada con la falta de calidad o de profundidad se dirija fundamentalmente a la música contemporánea, hacia géneros como el pop o el reguetón. Hay, incluso, quienes se refieren a ellos como la “decadencia de la música”. Pero esta forma de componer no es en absoluto nueva, siempre ha existido. Por no irnos muy lejos en el tiempo, pensemos, por ejemplo, en el Dj Chimo Bayo y su exitoso Así me gustan a mí que tantas pasiones desató en la España de la década de los 80.

Contrariamente, nuestra generación presenta grandes letristas, como es el caso de Taylor Swift, una de las cantantes más aclamadas de las últimas dos décadas. En la obra de Swift encontramos álbumes ensalzados por los más entendidos debido a su complejidad lírica, como es el caso de su octavo disco, Folklore, donde apela al recuerdo de esas historias y de esas personas -sus fatídicos amores- que no quiere olvidar o que se olviden. Este disco, al que luego siguió Evermore, con la misma estética, muestra cómo los jóvenes actualmente no estamos tan alejados de la literatura como muchos se creen y vuelve a poner sobre la mesa el debate de si la composición musical debe ser concebida o no como una composición literaria o, dicho de otro modo, si escuchar una canción es o puede ser como leer un texto.

¿Leer un disco es leer poesía? Pues en muchos de los casos me atrevería a afirmar que sí lo es. Algo de verdad debe de haber en esta afirmación porque si no, es evidente que no tendríamos a Bod Dylan con un Premio Nobel de Literatura en la estantería de su casa. Pese a que la música siempre ha estado ligada a la poesía, hoy en día las tornas han cambiado, y nos encontramos justamente con el caso contrario, que la poesía está vinculada a la música o que poesía y música son (o pueden ser) una o la misma cosa. No toda la música que consumen los jóvenes es necesariamente mala, hay muchos, en los que me incluyo, a quienes nos gusta leer complejidades compositivas. Hoy en día, la música es una de las principales fuentes de transmisión cultural con la que contamos, como antiguamente pudieron serlo otras artes. Dejémonos llevar por el sentimiento y permitamos que cada persona decida qué género musical quiere escuchar, de la misma manera que lo que importa es leer y no lo que leemos. Al fin y al cabo, en la diversidad está la riqueza.

Diego Torrero Vadillo

LA GENERACIÓN "Z" SÍ QUE LEE. SOBRE LA SUPUESTA PÉRDIDA DEL HÁBITO DE LECTURA EN LOS JÓVENES

LA GENERACIÓN "Z" SÍ QUE LEE. SOBRE LA SUPUESTA PÉRDIDA DEL HÁBITO DE LECTURA EN LOS JÓVENES

Durante mis años como lectora algo que no he parado de escuchar es cómo los jóvenes ya no tenemos interés en leer, porque las nuevas tecnologías se han llevado toda nuestra atención. He visto como mi generación, la llamada generación “Z”, era tachada de ignorante, de poco curiosa, de pasota y desinformada. Sin embargo, frente a esta lluvia de críticas, leyendo el otro día eldiario.es me encontré con una noticia de Mariona Jerez, titulada “La literatura tiene futuro entre la generación Z: Hay una comunidad enorme de lectores y escritores jóvenes”, respaldada por datos y estadísticas actuales, que nos muestra que un elevado porcentaje de la juventud (casi un 75% según el Informe de hábitos de lectura y compra de libros de la Federación de Gremios de Escritores de España) lee en su tiempo libre: https://www.eldiario.es/catalunya/literatura-futuro-generacion-z-hay-comunidad-enorme-lectores-escritores-jovenes_1_11303486.html

Como podemos ver, sí que hay, por tanto, un gran grupo lector joven en la actualidad, pero lo que pasa es que, a nosotros, los jóvenes, nos han intentado obligar a lo largo de nuestro proceso educativo a leer libros que no nos interesaban. ¿Alguien pensó alguna vez en preguntar a los niños y adolescentes qué querían leer? A más de uno le resultará familiar el momento en el que el o la docente entraba en clase y sin preguntar o explicar nada te mandaba de lectura obligatoria un libro que a ti como joven ni te iba ni te venía, propiciando que le cogieras animadversión al hecho mismo de leer.

Entonces, ¿qué leemos los jóvenes de hoy? Pues leemos de todo. Si bien es verdad que las novelas de fantasía o ciencia-ficción son, entre los adolescentes, las que más éxito tienen, muchos se sorprenderían al ver cómo los de tratados filosóficos o los libros de poesía se agotan con facilidad, porque también los compramos quienes se supone que no leemos. Leemos de todo porque elegimos qué leer, no hay una imposición. Si hay algo que caracteriza a la juventud es que no le gustan las imposiciones. Por ello lanzo desde aquí una propuesta muy fácil de llevar a las escuelas y centros escolares: en vez de que los y las docentes elijan los libros que su alumnado ha de leer, les pido que hablen con sus alumnos y alumnas sobre sus preocupaciones, intereses y sueños, y que, en función de ello, les ofrezcan una lista de libros que se ajusten a ellos, además de que, si corresponde, puedan aceptar propuestas de los propios estudiantes, que pueden ser igual de útiles e interesantes que las suyas.

Como conclusión final, quisiera decir que los grupos literarios que se generan en torno a las redes sociales, como Booktok o los Booktubers, son el foco donde miles de lectores, de edades parecidas, se juntan para discutir obras y sagas que han despertado en ellos pasiones. Son lugares, aunque virtuales, donde podemos ver a ese alto porcentaje del que habla el artículo de Mariona Jerez interactuando a partir de sus lecturas, y que demuestra que los jóvenes lectores estamos aquí, que sí que leemos y que, incluso, lo hacemos mucho más que nuestros padres. Con una mejora del ánimo a la lectura en la escuela, podemos llegar a ser todavía más los jóvenes lectores y asegurar que las generaciones venideras desarrollen un genuino interés por la lectura, manteniendo así vivo uno de los hábitos más bonitos y saludables que hemos desarrollado como sociedad a lo largo de nuestra milenaria historia.

Paula González Guerra