Teatro para minutos: Víctor
(Se abre el telón. Julio está sentado en silencio en la mesa del salón, leyendo un libro atentamente. Pasa algunas páginas con delicadeza hasta que unos pasos progresivamente fuertes se acercan a la puerta. Ésta se abre por la patada furiosa de Abril, quien entra hecha un basilisco. Julio se sobresalta, cierra el libro, se lo coloca en la espalda y rápidamente se levanta de la silla. Abril lo mira con rabia.)
- Abril: ¿Que has hecho? ¡Julio! ¡Contéstame de inmediato porque no es normal la que te podría liar!
- Julio (Alejándose lentamente y con una risa nerviosa): ¡Nada! Nada, ¿por qué? ¿de qué hablas? ¿qué... qué te sucede?
- Abril (Acercándose a Julio): Julio no te hagas el tonto que si te lo tengo que enseñar yo va a ser peor.
- Julio: De-de verdad que no sé a qué viene este jaleo y esa manera entrar por ca… ¡Abril, no!
- Abril (Abalanzándose sobre Julio): ¡AAAAHHHH!
(Abril lo persigue por el salón hasta que se detienen después de rodear el sofá unas cuantas veces)
- Julio (Con las manos levantadas y el libro en una de ellas): ¡Vale, vale, te lo explicaré! Pero deja de acecharme, por favor, o no te contaré nada.
(Abril se conforma a regañadientes y con la respiración aún agitada se sientan en el sofá. Julio pone el libro sobre sus rodillas y lo sujeta con fuerza entre las manos. Lo mira fijamente. Pasan un momento en silencio. Abril se echa a llorar)
- Abril: ¿De dónde lo has sacado Julio?
- Julio: Tengo derecho a quedármelo. Era nuestro, lo hicimos juntos. No me queda nada más. No tenía otra opción.
- Abril: Mírate las manos, por dios. ¿Cómo has podido? ¿De verdad pensabas que no me daría cuenta, que no adivinaría que has sido tú? ¡Después de todas las que os traíais cada vez que os juntabais! ¡Hemos salido del mismo vientre, Julio! ¡No me lo puedes ocultar!
- Julio: Tú no lo entiendes.
- Abril: Has profanado su tumba. Has revuelto las tierras bajo las que descansa. ¡Has abierto su ataúd! Julio, ¡por favor! ¿No te das cuenta de lo macabro que es?
- Julio (Llorando): ¡Era mi mejor amigo! ¡No hay derecho! ¡Miles y millones de personas horribles enferman y se curan cada día! Pero él... Yo debí... ¡Joder!
(Julio llora mientras Abril guarda silencio)
- Julio: ¿Sabes qué es este libro?
(Silencio. Abril niega despacio con la cabeza)
- Julio: Cuando teníamos ocho años empezamos a escribirlo después de la que armamos en la granja del tío Emilio, ¿te acuerdas? Nos castigaron tan fuerte que ésta era la única salida que teníamos para divertirnos. A partir de ese día escribimos todo lo que hacíamos juntos aquí. A veces incluso nos inventábamos las cosas para hacernos los héroes o por reírnos un rato. ¿Lo ves? ¡Es nuestra letra! Su letra...
- Abril: Julio, yo...
- Julio: Lo sé. Sé que deseó guardarlo consigo para siempre... Pero sé que él me entendería. Para nosotros era... Es mucho más que eso... Ya sabes... Un libro. De verdad que lo necesito, Abril, no puedo dejarlo ir. ¿Y si lo olvido todo? ¿Y si le olvido? No podría perdonármelo nunca.
(Julio coge las manos de Abril, que se ablanda por el discurso de su hermano)
- Julio: Entiéndeme, por favor, hermana. Sé que después de él solo tú puedes.
(Abril mira a Julio con seriedad):
- Abril: Tienes exactamente cuatro días. Copia todo lo que quieras, o lo que puedas. Pero si el domingo a las cinco de la tarde ese libro no está con quién lo reclamó, yo misma te lo arrancaré de las manos.
(Abril se levanta, se acerca a la puerta, mira a Julio una vez más antes de salir de la casa. Se cierra el telón).
Esther González Herrera
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