UNA CARTA PARA ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY
Sr. Antoine De Saint-Exupéry
Soy Laura Berzal, una Principita de 20 años a la que le hace mucha ilusión poder comunicarse con usted y agradecerle en primera persona la gran lección de vida que nos ha dado a cada uno/a de los/as lectores de su libro. Sé que todos/as los que lo hemos leído guardamos un trocito de él en nosotros/as.
No sé cuántas veces he leído su libro, pero sí sé que es el primero que guardo en mi memoria. Me lo regaló mi abuelo cuando era pequeña y hasta hace unos años, no comprendí la gran lección de amor que me estaba proporcionando. En cuanto lo recibí, me encontré cautivada por la sencillez y el valor de sus ilustraciones. Y es justo por ello, por lo que he decidido que yo tampoco quiero ser una persona grande, así que he cogido mis ceras de colores y he querido plasmar lo que sentía. No soy muy buena dibujando, pero no quería olvidarme de lo verdaderamente importante. Las personas grandes siempre necesitan explicaciones para entenderlo todo, así que sé que para usted van a ser innecesarias.
Recuerdo que desde pequeña he pensado que El Principito era una carta de amor que se encontraba escondida en un cuento para niños/as. Ahora sé que también es una alegoría a la imaginación, pero sobre todo a la vida. A lo verdaderamente importante. Es un relato que refleja el conflicto existente entre la claridad de los niños/as y los problemas de los adultos. De hecho, es un libro que está formado por cada uno de nosotros/as. En algún momento de nuestra vida todos/as hemos sido El Principito, pero ¿eso implica que después todos/as seremos “personas grandes”? Y lo más importante, ¿todos/as seremos como aquellas “personas grandes”?
A medida que vamos creciendo, nuestra “imaginación” disminuye, de modo que acabamos conociendo únicamente aquello que podemos ver, sentir o tocar. No somos capaces de ver más allá. Sin darnos cuenta nos convertimos en eso que tanto odiábamos de pequeños/as, eso que jurábamos que nunca seriamos. De repente, el raciocinio de los adultos se apodera de nosotros/as y únicamente nos limitamos a ver la vida de dos maneras posibles, o blancas o negras.
Antoine, sé que usted entenderá el peligro de este asunto, y en parte le escribo para expresarle mi miedo. Como usted sabrá, la experiencia que nos convierte en personas independientes y adultas nos amenaza poco a poco con eliminar de nuestra percepción aquello que consideramos posible o imposible. Nos hace sumergirnos en un mundo lleno de cosas que, hasta entonces, no nos parecían importantes, privándonos del poder disfrutar de los pequeños detalles. Nos hace decir adiós a nuestra imaginación y debemos actuar siempre con raciocinio, apariencias y explicaciones. Pero Antoine, yo sé que en determinadas ocasiones no tiene nada de malo imaginarse un elefante dentro de una boa en vez de un simple sombrero. Y eso me hace preguntarme, ¿qué podemos hacer para tratar de mantener lo verdaderamente importante?
Sin darnos cuenta estamos construyendo un mundo en el que priman las cifras, el egoísmo, las apariencias y la avaricia. Estamos rodeados de monarcas, hombres de negocios, y de bebedores, pero de muy pocos zorros, rosas y Principitos. Y como bien sabemos, esto es un como baobab, si no se arranca a tiempo esta manera de vivir y pensar, ya no será posible deshacernos de ella, pues invadirá todo el planeta.
Imagino que, conociendo el planeta en el que vivimos, pensará que por poco que nos guste, esto es algo normal. Habitamos en un mundo en el que para sobrevivir, tenemos que estar pendientes de las cifras, del tiempo y de ser personas lo suficientemente serias para encajar en este sistema. Eso también lo sé yo, créame. Pero el problema no reside ahí. Para que se imagine la gravedad del asunto, tan solo le diré que mucha gente ni si quiera conoce el significado del término “domesticar” y mucho menos todo lo que implica. ¿No es algo realmente serio? Solo se conocen las cosas que se domestican, y las personas grandes ya no tienen tiempo de pararse a conocer nada. Ni si quiera tienen paciencia para hacerlo.
Es por esto por lo que estoy preocupada, Antoine. No sé qué clase de sociedad estamos dejando a las generaciones futuras. Me preocupa que los niños/as que están por venir, se encuentren rodeados de personas preocupadas por ser y formar a ciudadanos ejemplares. En lugar de únicamente dejarles ser. Ser, que sencillo y que difícil al mismo tiempo. Deberíamos observar más a los niños/as, a veces solo ellos/as tienen la solución. Citando una frase extraída de su libro: Solo los niños aplastan sus narices contra los cristales, solo los niños/as saben lo que buscan. Tienen suerte.
No sé qué sociedad estaremos dejando, lo que si sé es que todos/as los lectores de este libro tratamos de vivir el día a día a través de los ojos del Principito. Es muy bonito ver como un libro puede cambiar tanto nuestra perspectiva sobre algo tan importante como es la vida. Gracias Principito, gracias, Antoine. Gracias por hacerme valorar aún más si cabe cada puesta de sol, y por agradecer cada día más a las rosas y zorros que he ido encontrando. Es cierto eso de que lo esencial es invisible a los ojos.
Gracias por la lección, la llevaré allá donde vaya.
Ha sido un placer ponerme en contacto con usted y compartir esta pequeña reflexión. Gracias por su tiempo.
Un saludo,
Laura Berzal Gómez.
PD: Nunca he estado en el desierto de África, pero sé que cada uno/a de nosotros/as encontrará a su propio Principito. Hasta entonces, nos conformaremos con estrellas, estrellas que saben reír.
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