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CARTA A DON MIGUEL DE CERVANTES

CARTA A DON MIGUEL DE CERVANTES

Mi querido Don Miguel:

Cuántas veces te he querido escribir, mostrarte mi gratitud por tu inmortal Quijote, invitarte a disfrutar de las calles de nuestra tierra, las mismas que pisaron tus pies y en las que dejaste una huella imborrable. Súbete conmigo a Clavileño y sobrevolemos juntos estas letras que no son más que mi manera de darte las gracias.

Como de gente bien nacida es agradecer los beneficios que recibe, iniciemos el paseo  por tu ciudad natal, mi Alcalá de Henares. Qué recio y qué regio suena su nombre, suena a río, suena a sabios, y a Barroco, y a Renacimiento. Suena a medieval y a judío, a gloria pasada y a empujón de presente, a campo cercano y a industria, a monjas y soldados, a estudiantes y teólogos, a pecados de la carne en las migas de torrezno y en los suspiros de tuno, a almendra garrapiñada, a cardenales y obispos, a toga y sotana, a obrador y laboratorio, a universidad y a santos. Tantas y tantas palabras vienen a mi encuentro que, como tú dirías, la pluma es la lengua de la mente. Y ahora mi alma y mi corazón están pletóricos de alegría por poder ofrecerte este pequeño homenaje.

Empecemos por la vieja Universidad de Cisneros, por ese patio de las Tres Lenguas, donde he visto a la Reina (la de ahora, por supuesto), pisar la capa del tuno que adorna la cinta que una enamorada le bordó, muy cerquita de ese Paraninfo de la gloria donde, cada año, se entregan los premios que llevan tu nombre. Sus paredes, todavía, escuchan las más bellas palabras de Carlos Fuentes, de Alberti, de Vargas Llosa, de Delibes, de Cela, de Matute… Tú no los conoces, pero ellos son tus alumnos. Esos yesos dicen: "¡Cervantes, Cervantes, Cervantes…!". Me callo, alguien podría decirme: "¡no sigas osado, estás profanando el templo de los sabios!".

De patio en patio (Trilingüe, Filósofos, Santo Tomás de Villanueva, Aulas Viejas), hasta salir por esa maravilla del Plateresco, fachada de libro de arte, gesta de Condueños, puerta que custodia nuestro ser, como una reliquia, como un patrimonio, como un tesoro: nuestra Universidad, orgullo de patria y de pueblo, la que nos quitaron el siglo pasado, la que tuvo que volver, restaurada, porque era de justicia, porque los deseos se alimentan de esperanza.

El corazón de esta ciudad sigue latiendo en la otrora plaza del mercado, hoy también tu plaza, presidida por tu alta imagen, de fina estampa y lánguida pluma, cuya sombra da cobijo a miles y miles de niños que se enredan en las cadenas de la ilusión; y, desde arriba, contemplas cómo se encuentran los corazones de los jóvenes enamorados. A tu espalda, siguen erguidos los viejos colegios, desde donde vio Francisco de Quevedo los paisajes y las callejas de su Buscón, ahí donde Antonio de Nebrija concibió y parió la primera Gramática española. Entre ellos, resisten orgullosas las piedras de la Capilla del Oidor, que guardan tus llantos al recibir las aguas bautismales. A tu izquierda, el Corral de Comedias, el patio; todavía nos llega la algarabía, las risas de la cazuela y los duelos de los caballeros. En sus tablas, Lope de Vega alabó a don Quijote, ya quedaron atrás vuestras cuitas. El teatro, como bálsamo de Fierabrás, ha cicatrizado la herida que durante tanto tiempo ha supurado incomprensión.

Pero, vayamos al frente, pues nos aguarda la calle Mayor, como entonces, llena de judíos, musulmanes, cristianos y ahora de rumanos, de búlgaros, de polacos… Mil lenguas, mil culturas, mil religiones siguen moldeando con respeto sus columnas para mantener sólidos esos soportales bajo los que nos seguimos resguardando. Alegre, bulliciosa, incienso, música, ilusión, fiesta, eso y mucho más, sus adoquines saben gozar de la ventura cuando les viene y no se quejan si se pasa y los pasos nos llevan al centro de tu ser, al estar de tu niñez, a la que dicen tu primera casa, en la que naciste, y contigo todos nosotros, alcalaínos de ayer, de hoy y de siempre.

¡Pero, hagamos un descanso! Siéntate en este banco y comparte unos instantes con estos señores que el tiempo, y la mano del artista, han hecho bronce. Tú, al lado de Don Quijote; yo, al lado de Sancho. Si te parece, en el medio podemos hacer un hueco a Don Manuel Azaña, que desde el balcón de su casa sonríe pícaramente. Eso que escuchas al fondo es la voz de tu hermana Luisa, que en el convento del Carmen sigue rezando por ti y por nosotros. ¡Qué atrevimiento el mío, qué foto para el recuerdo! Cervantes y Azaña juntos en su banco, en su calle, en su Alcalá eterna.

Hemos llegado al final de la calle y también del camino. Una plaza donde un monumento sustituye a la picota que antaño le diera nombre: la de los Santos Niños, Justo y Pastor, que como tú, hicieron grande esta tierra. Ellos con su sangre regaron el Campo Laudable y lo hicieron fértil, para que después tú lo hicieras próspero. ¡Qué trilogía maravillosa! Allí, nos aguarda serena y sobria, la Magistral, elevando su torre como faro guía de un pueblo que en ella busca la salvación eterna. Sus frías piedras guardan con cariño a Cisneros, cardenal que Torrelaguna viera nacer. Nuestro tiempo, como el suyo, ya se acaban.

¡Oh, Alcalá! La vieja, la joven, la castigada, la de la Universidad, la de las tres culturas, la de todas las culturas, la del Medievo, la del Renacimiento, la del judío, la de Catalina de Aragón, la del almirante Colón, la de la vieja Puerta de los Burros y la de la mesa de Nebrija, la del ambiente del Buscón y la de la Santidad de San Diego. ¡Esa eres tú, Alcalá! Patrimonio Mundial, la ciudad de Cervantes, su ciudad, mi ciudad. ¡Tú, Alcalá!

Me despido, no espero de vuelta carta, tu respuesta ya la tengo y como más vale una palabra a tiempo que cien a destiempo  ¡gracias, mil gracias!

Un lector,

Bartolomé González Jiménez.

1 comentario

las lindas creepys daaaaa -

que linda tu cartixxxxx jajjajajajajaj jajaajajaj
xoxoxoxoxoxoxo
las lindas creepys