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AEDO

SOLO UN CAPÍTULO MÁS

SOLO UN CAPÍTULO MÁS

Estaban a punto de descubrirla, no se me ocurría cómo iba a conseguir escapar de aquello y tenía ganas de averiguarlo cuanto antes. No podía pensar en nada más. Llevaba todo el día dándole vueltas y por fin había llegado el momento.

«Helga se quedó inmóvil, sabía que el más mínimo ruido que hiciera significaría su final. Oyó cómo entraron en la cabaña y empezaron a rebuscar sin cuidado alguno entre todas sus pertenencias, lo que no les servía lo echaban al fuego de la chimenea que parecía hacerse cada vez más grande, les daba igual, estaban quemándolo todo, solo buscaban una cosa, y ella lo tenía. Si esos hombres conseguían arrebatarle las páginas clave que había arrancado descubrirían dónde se hallaba la isla y lo que en su interior se escondía antes que ella, pues ellos tenían el resto del libro. No podía ver nada de lo que pasaba arriba, la alfombra de piel en la que se recostaba de pequeña cubría el suelo, pero podía escuchar los pasos que avanzaban sobre ella, los tenía encima. Recuerda cuando su padre le enseñó la trampilla, “nunca se sabe” le dijo, pero ahora pensaba que él sí sabía. Se les oía enfadados, no habían encontrado lo que buscaban, quizá se vayan ya, pensó Helga, pero eso habría sido demasiado fácil.

Entonces dejó de oírse ruido, de repente todo quedó tranquilo y en silencio, pero su corazón latía más fuerte que nunca, tanto que pensaba que la iba a delatar. Una minúscula ráfaga de luz entró desde arriba, habían retirado la alfombra, iban a bajar. La trampilla se abrió y vio cómo dos hombres bajaban lentamente las escaleras, con las manos en sus espadas, dispuestos a utilizarlas en cuanto vieran que estaba ahí abajo. Helga aguardó, paciente, escondida detrás de la escalera, a que hubieran bajado, estaba en desventaja numérica y debía ser rápida si no quería que la pillaran. Apenas se veía con claridad entre la oscuridad de la estrecha y larga habitación que quedaba bajo la trampilla, pero divisó las siluetas de los dos hombres, que parecía que la llenaban entera. Esperó a que estuvieran lo más alejados posible de la escalera para salir de su escondite y empezar a subirla con la rapidez que caracterizaba al dios Hermóðr, cuando se dieron la vuelta para ir tras ella. Mientras subía, uno de ellos llegó a agarrarle el tobillo con la mano, mientras el otro subía detrás de este. Helga le atizó una patada en el brazo lo suficientemente fuerte para que se le doblara y perdiera el equilibrio cayendo sobre su compañero, consiguiendo el tiempo suficiente para terminar de subir y cerrar la trampilla. Pero cuál fue su sorpresa al descubrir que arriba no estaba sola, dos hombres más, y por supuesto Einar, le sonreían haciéndola comprender que había quedado atrapada. Parecía que los dioses no estaban de su lado esa noche. O sí.»

—¡LA CENA ESTA LISTAAAA!

«—Parece que no tienes otra opción que darnos las páginas, querida.

Siempre había odiado esa voz. Sabía que, aunque les diera las páginas iban a matarla igual, pues ya sabía demasiado y solo era un estorbo para ellos. Observó su casa, todo revuelto, todo destrozado, habían arrojado los libros que había conseguido al fuego, incluso el primero que le regaló su padre y con el que aprendió a leer.

—Me parece que no, Einar —y tras pronunciar estas palabras se sacó las páginas arrugadas del pecho de la camisa y las lanzó al fuego mientras todos observaban cómo se consumían.»

—¿No me has oído? He dicho que la cena está lista

—Si mamá, ya voy.

«Ya no podían matarla, no siendo la única que conocía el contenido de esas páginas, ahora la necesitaban y no podían hacer nada contra ello.»

Me moría de ganas de saber si la jugada de Helga había funcionado, pero mi madre me había llamado ya dos veces y tenía que ir, así que cerré el libro, coloqué el marcapáginas y lo dejé en la mesilla para luego seguir, no podía pensar en otra cosa.

 

Paula Lesaola Palacios.

 

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