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AEDO

LA ÚLTIMA VEZ

LA ÚLTIMA VEZ

Yo tenía un vuelo programado, no sabía de su existencia, pero lo tenía. El día que recibí aquella notica estaba junto a Luna y Galia, mis mejores amigas desde que tengo memoria. Aquella notica cambió mi mundo, pero estuve semanas sin saber de su existencia, hacía mi vida normal, sin pensar en el futuro y a rienda suelta, como siempre.

Un par de meses antes, Bethany, la hija de Luna, había cumplido 3 años. Luna pasó un embarazo complicado, ser madre a los 17 no es fácil para nadie, pero desde que nació ese hermoso ser de luz todo cambió.  El día de su cumpleaños no supe que comprar y opté por comprarle El Soldadito de Plomo, no le hizo gracia, ella prefería… ella quería el Furby que tenía en mi habitación.  Yo era su tía, o «yía», como me llamaba ella.

Yo vivía con mis abuelos, con Victoria y David, hijos de mis abuelos, y Lucyana, hija de Victoria. Mi madre ya no estaba y había dejado la universidad, el marketing no era lo mío, opte por un año sabático. Luna estudiaba medicina y ya había empezado las practicas. A veces, se quedaba a hacer guardia en la clínica.

Un día Bethany se quedó a dormir conmigo, Luna tenía guardia. Recuerdo que cuando la dejó en mi casa Bethany llevaba un suéter rosa y un short diminuto, como ella. Luna me dijo que había puesto lo necesario y un libro por si la nena no dormía, no pensé que ese libro sería el que le compré. Aquel día note a Luna extraña, no solía dejarme a la nena cuando su madre estaba en casa, pero me dio igual, adoraba a Bethany.

Bethany se sentía tranquila y era normal, conocía a mi familia, todos los fines de semana Luna y ella iban a mi casa, éramos literalmente inseparables. Estaba poniéndole el pijama cuando me di cuenta del libro, lo dejé en mi mesita de noche y me llevé a la nena a cenar, mi abuela le había preparado una especie de papilla. Después de tomarse la papilla estuvo jugando con Lucyana en el salón hasta las 10 de la noche.

Era la hora de dormir y lleve a Beth a la habitación. Nos pusimos a ver Disney Channel Junior un rato. Beth tomo el libro de mi mesita de noche y dijo en su idioma «yee fofavoi». Estaba pidiendo que le leyera, pero no me apetecía leerle y seguimos viendo la tele, no sabía lo que eso significaría después.

Dos días después de aquello, estaba con Luna, Beth y Galia en mi casa. Tratábamos de animar a Galia porque no pasaba un buen momento, cuando de pronto recibí la llamada de mi madre, una llamada en la que literalmente me decía «te queda una semana en Lima, el viernes 21 tienes un vuelo a las 18 horas». Recuerdo que era una llamada privada, pero detrás de la puerta estaban mis dos mejores amigas y mi abuela y habían escuchado la conversación. No pude contener el llanto de las tres.

Aquella vez fue el último día que vi a mis dos mejores amigas. Aquella semana no paré de hacer cosas, aunque mi cabeza estaba en otro lado, ¿cómo procesar una idea así en tan poco tiempo? ¿Cómo iba a dejar a Lucyana? ¿Cómo iba a dejar a mis abuelos? ¿Cómo iba a dejar a Rocko? ¿Cómo se tomaría Rocko la noticia? ¿Seguiríamos juntos a distancia tras cinco años de noviazgo? La respuesta a esta última pregunta fue no. Pensaba en absolutamente todo, pero pensaba más en Beth, la vida de ellas no era fácil y siempre sentí la necesidad de protegerles. Esa semana pasó volando.

El libro que le compré a Beth se había quedado en mi habitación y no esperé hasta el día que me iba para ir a su casa y dejárselo, aquella vez fue la última vez que pude verle, estaba junto a su abuela. Era como si Beth supiese que no nos veríamos por un buen tiempo porque no me soltaba y no dejaba de llorar para que no me fuese, pero tuve que dejarla. Dejé a mi pequeña Beth en la ventana de su casa mientras yo me subía al coche.

La despedida de todos me dolió. Al llegar a Madrid no dejé de pensar en nadie, pero en especial en Beth, sobre todo en la vez que me pidió leerle El soldadito de Plomo. Debí leerle aquella vez. Hoy han pasado cuatro años de aquello y solo espero el día en que la vuelva a ver para leerle ese libro.

 

Arellis Carla.

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