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CARTA A ANTONIO MACHADO

 

A Antonio Machado 

Estimado Don Antonio Machado:

Mi nombre es Sergio Haro Daganzo, y soy un estudiante más de 2º curso del Doble Grado en Humanidades y Magisterio de Educación Primaria que se imparte en la Universidad de Alcalá, y que ha decidido escribirle una carta en el marco de una actividad desarrollada para la asignatura de Historia de la lectura.

Usted se educó en la Institución Libre de Enseñanza y conservó gran amor a sus maestros: Giner de los Ríos, el imponderable Cossío, Caso, Sela, Sama, Rubio y Costa. Creo que debe saber que el esfuerzo de la Institución Libre de Enseñanza por la educación integral y por promover, desde la cultura artística hasta las ciencias, un mundo mejor, se personifican y materializan en nuestro Grado.

Comenzaré remarcando la enorme casualidad que supone que esta carta lleve por fecha un 22 de febrero, el mismo día que usted nos abandonó hace 78 años, dejándonos, eso sí, una herencia literaria monumental, que abarca desde su intimismo simbolista y romántico, hasta su contemplación casi taoísta de la existencia, pasando por una poesía de gran compromiso humano.

Usted es una lección de dignidad política, ya que murió, en el exilio, sin renunciar a las ideas políticas republicanas y al respeto de las normas democráticas. Además, usted fue, en cierta medida, visionario de la situación que vivimos hoy: “se miente más que se engaña: y se gasta más saliva de la necesaria... Si nuestros políticos comprendieran bien la intención de esta sentencia ahorrarían las dos terceras partes por lo menos de su llamada actividad política”. Siempre me gustó ver cómo se mostró extremadamente crítico contra los malos políticos, como en su carta a Ortega y Gasset: “Barrer de la arena política a una pandilla de políticos ineptos e inmorales sería siempre una obra santa que debe aconsejarse al pueblo”.

Descubrí su poesía una primavera, hace siete años, con Campos de Castilla. Como un don singular de la condición humana y como expresión de la energía interior de la conciencia, la lengua encarna con usted dimensión que entraña una manera de percibir y expresar el sentido de la belleza profunda. Un caudal de palabras y conceptos que refieren la percepción de lo real, el testimonio de nuestra capacidad de reflexión y el poder de nuestra creatividad.

El Logos de Heráclito, que entendía la palabra como lenguaje y como concepto, o el Logos de san Juan evangelista, en cuya concepción aludía a la Divinidad, finca la visión profunda de la palabra en sus poemas. Pero, no es sino en la "Saeta al Cristo de los gitanos", donde se hunden las raíces de mi admiración hacia su figura y su arte. Con su descripción de la saeta y de la Semana Santa, mostrando su rechazo al culto, tan extendido en su pueblo andaluz, al Cristo dramático de la Pasión, clavado en la cruz y padeciendo una terrible agonía; sustituyéndolo por la imagen del Jesús que anduvo en la mar.

A la popularidad del poema, contribuyó mucho la versión musical que del mismo hizo el cantautor catalán Joan Manuel Serrat. Es por ello que he de decir que, en palabras de Góngora, “en mi aposento otras veces una guitarrilla tomo, que como barbero templo y como bárbaro toco. Con esto engaño las horas, en los días perezosos”.  "La Saeta" es la única pieza musical que siempre interpretaré siguiendo mis latidos, con cada nota, con cada palabra, en cada verso, tu voz y la mía, en cada acorde, en cada rima. Y qué decir de la versión de Camarón aportando la voz desgarrada con jondura.

Acabaré diciendo que han pasado 78 años, pero su legado sigue vivo. Antonio Machado, es usted -cual olmo seco- nuestro poeta nacional, del que más versos se leen y se cantan. Es para España lo que Paul Valéry para Francia. Sobre todo, un claro referente moral, dado su ejemplo cívico y su decidida apuesta por la educación y por la ciencia para regenerar aquella España corrupta de la Restauración. Pidió cultura y trabajo, como hacemos nosotros a día de hoy. Y nos dijo: "aprended a distinguir los valores falsos de los verdaderos y el mérito real de las personas bajo toda suerte de disfraces". Y como acaban sus versos en “A un olmo seco”, así acabaré yo mi carta:

"Antes que el río hasta la mar te empuje

por valles y barrancas,

olmo, quiero anotar en mi cartera

la gracia de tu rama verdecida.

Mi corazón espera

también, hacia la luz y hacia la vida,

otro milagro de la primavera".

 

¡Simplemente gracias!

Sergio Haro Daganzo

P. D. Invito a quienes queráis a escuchar algunos temas del espectáculo audiovisual "Antonio Machado: su voz y su mirada", de Dante Areal y Pablo Guiducci: https://www.youtube.com/watch?v=e-uEKU0K8NU

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