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CARTA PARA LA SRA. HANFF

CARTA PARA LA SRA. HANFF

Mi muy estimada Sra. Hanff:

Estos días me han propuesto que escriba una carta a un escritor o escritora que admire y con ello he encontrado la oportunidad de poder dirigirle a usted estas letras que llevaba tiempo queriendo enviarle, pero que, por diversas circunstancias, hasta ahora no las he podido redactar.

En primer lugar, deseo presentarme. Soy una mujer de edad madura y gran consumidora de lectura. No puedo pasar ante una librería sin pararme en los escaparates para ver qué nuevos títulos han salido, así que cuando voy a los grandes almacenes trato de pasar disimuladamente por el departamento de libros, que casualmente suelen estar puestos en la misma entrada del establecimiento, lo que me hace tener que torcer la cara para otro lado aunque mi cuerpo vaya en dirección recta.

Por casualidad cayó en mis manos su obra 84, Charing Cross Road. Permítame que le dé detalles del cuándo y del cómo de que esto pasara. Tengo una librería a la que habitualmente acudo para adquirir mis libros y hablando con su propietario, Javier, a quien pido mis libros a través del correo electrónico, no sé cómo sucedió, pero buscó y sacó una pequeña novela, con una portada muy atractiva y nos pusimos a hablar sobre ella. Yo no la conocía, pero el entusiasmo con que me detalló el argumento me animó a llevármela a casa, comenzando a leerla esa misma noche.

Qué gran sorpresa me fui llevando según avanzaba en la lectura. Qué gran trabajo consiguió hacer usted solo con el intercambio de las cartas que a través de 20 años llevaron a cabo sus protagonistas: el señor Fank Doel, trabajador responsable y meticuloso de la librería Marks & Co. de Londres, y la señorita Helene Hanff, norteamericana, amante de la lectura de ediciones especiales que no duda en escribir a otro continente para adquirir las obras que le interesan aunque sea en la etapa de la posguerra, con todas las dificultades que ello podía conllevar en las comunicaciones.

La relación entre ambos personajes que usted describe en su obra es admirable, pues a pesar de la larga correspondencia que llegaron a mantener nunca se conocieron. Pero lo que más me enterneció al leer 84, Charing Cross Road, fue su forma de reflejar una etapa durísima, en donde Europa estaba destruida por las bombas, un Londres con largas colas para hacerse con los alimentos necesarios para sobrevivir. Y de pronto, gracias a los libros, un grupo de buenas personas se ven beneficiadas por la llegada, en fechas muy importantes, desde Estados Unidos, de hermosas latas de jamón cocido, huevos para hacer sus bizcochos e incluso auténticos lujos como las medias de “cristal” que conseguían elevar por unos instantes la dignidad personal de muchos de sus protagonistas. 

Quisiera parafrasear sus propias palabras: “Yo viví aquello…” . Por mi edad tuve la suerte de no vivir un desastre como es la guerra, aunque los datos me llegaran por boca de mis propios padres. “Yo estuve allí…”. Visité Londres en varias ocasiones, pero la ciudad que encontré no tenía nada que ver con la descrita en su obra, aunque aún se encuentren comercios con el mismo aspecto antiguo que bien pudieran pasar por Marks & Co., Libreros. “Yo me emocioné…”. Totalmente, porque por primera vez en mis muchísimos años de lectora he terminado llorando de emoción al concluir su obra. Y la volveré a leer y estoy segura de que volveré a llorar ante tantos sentimientos como se desprenden en sus párrafos.

Reciba los más cordiales saludos de su mayor admiradora,

 Elisa Nuez Patiño.

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