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HISTORIA DE UNA HISTORIA

HISTORIA DE UNA HISTORIA

Noté que unas manos temblorosas me agarraban y cogían para echarme un ojo. Sentí la fría sensación de presión sobre mí que, aunque no es muy coherente, adoraba. Tuve esa agradable sensación de que aquellas manos volcaban sobre mí toda su tristeza, desesperación y desahogo, como siempre habían hecho.

Tuve la curiosidad y, sin poder hablar, le pregunte qué le estaba pasando, pues hacía falta mediar palabras entre ella y yo para que empezase a desahogarse. Petra me abrazó contra su pecho mientras algunas lágrimas caían por sus mejillas sonrosadas de haber estado llorando antes. Me dio mucha pena verle pasarlo tan mal y le invité a que me contara lo que le había pasado.

Ella, poco a poco, me fue contando su día. Un chico de su clase, que le gustaba, se había acercado a ella y a su mejor amiga, Lorena. Petra se quedó muy quieta, pues tenía miedo de que se esfumara como la brisa en primavera y apenas respiró. Sin embargo, Lorena no se quedó callada y habló con él.

Petra se preocupó porque no le salían las palabras y, en cierto modo, intentó articular alguna, pero los nervios le habían secado la boca y la garganta. Además, allí, frente al chico, empezó a tener mucho calor y se dio cuenta de que sus mejillas se ponían coloradas. Ella intentó que su amiga dejara de hablar con él, pero lejos de conseguirlo presenció cómo Lorena, conocedora de su mayor secreto, se iba con aquel dulce y alegre muchacho, desapareciendo en la lejanía y dejándola a ella sola, triste y con la sensación de tener un hoyo en el pecho en el lugar donde debería estar su corazón.

En ese momento me confesó que yo era su mejor amigo, su mayor confidente, su mayor secreto, y que el día que yo me acabara, no encontraría otro diario mejor.

Carmen García Terriza.

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