LA ODISEA REAL DE UN ULISES LOCO (Una visión muy personal de
[…] y así lo ha de hacer el quiere alcanzar nombre de prudente y sufrido, imitando a Ulises, en cuya persona y trabajos nos pinta Homero un retrato vivo de prudencia y de sufrimiento, como también nos mostró Virgilio, en persona de Eneas, el valor de un hijo piadoso y la sagacidad de un valiente y entendido capitán, no pitándolo ni describiéndolo como ellos fueron, sino como habían de ser […].
Miguel de Cervantes Saavedra: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (I, 25).
Los niños que hemos vivido y crecido en Alcalá de Henares siempre hemos tenido presente la figura de Don Quijote y de su autor, Miguel de Cervantes. Con una sensación de orgullo por el hecho de ser de la misma ciudad en la que había nacido el escritor nos le imaginábamos pequeño, en pantalones cortos y corriendo por las mismas calles empedradas por las que lo hacíamos nosotros al salir del colegio. Y después, al hacerse mayor y quedarse manco, lo creíamos escribiendo El Quijote en un habitación iluminada por una vela, y que si paseabas por la calle Mayor podías ver a través de su ventana de luz anaranjada cómo lo hacía. O, al menos, eso era lo que le habíamos entendido al maestro que nos daba clase.
Por eso, desde una edad muy temprana he entrado en contacto con la obra cervantina, aunque la primera vez que “nos obligaron” a leerla se me hacía muy difícil mantener una continuidad, enterarme de lo que aquel hombre tan raro decía y hasta sostener el peso de aquel libro enorme e interminable. Era mucho más divertido verlo en televisión en forma de dibujos animados.
Con el paso de los años fueron varias las ocasiones en las que volví a leer El Quijote en el colegio y en el instituto. Pero cuando más partido le he sacado a su lectura ha sido ahora, que con el devenir de los años y los acontecimientos poseo otro concepto de la vida y un pequeño conocimiento de la cultura, la mitología y los textos clásicos, que Miguel de Cervantes tuvo tan en cuenta a la hora de escribir su obra.
Cuando a mitad de la narración se puede leer el párrafo antes reseñado en el que Alonso Quijano hace mención a Homero, a Ulises, a Virgilio, a Eneas y a la areté que todo hombre que se precie anhela alcanzar con toda su alma, uno no puede evitar darse cuenta de que Cervantes era un gran conocedor de la literatura clásica griega y latina.
Hay que tener en cuenta que para que Cervantes entrara en combate en la batalla de Lepanto tuvo que recibir educación e instrucción militar en alguna academia militar española, donde sin duda entró en contacto con La Iliada de Homero, ya que ésta era muy utilizada con ese propósito por estar cargada tanto de valores como de tácticas y prácticas militares.
Aparte de que Cervantes hubiese estudiado en Italia y fuera conocedor de los grandes escritores clásicos, es muy posible que cuando más estrechamente entró en contacto con las obras de éstos, con la cultura que vivieron y su mitología, fue en esta época de su vida en que ingresó en la milicia y en sus años de cautivo en Argel. ¡Largas son las tardes de viaje en un barco, y largos se hacen los años hecho prisionero!, donde pudo haberse empapado de obras como La Iliada, La Odisea o La Eneida.
Todo esto me hace pensar en si Miguel de Cervantes, al ponerse a escribir El Quijote, lo que buscaba era poder llevar a cabo un acto casi experimental y realizar la obra a imagen y semejanza de las homéricas y virgiliana, pero dentro de su marco contemporáneo. ¿Qué pasaría si Ulises o Eneas se dieran una vuelta por los pueblos de La Mancha a finales del siglo XVI? Pero, además, con este proyecto conseguía otro fin, y era el de ofrecerle a la sociedad española de esa época la oportunidad de poder leer, escuchar en la mayoría de los casos, las aventuras de esos héroes homéricos, pero de una manera más cotidiana y en un escenario en que les fuese fácil presentar a estos personajes a unos españoles que, en su mayoría, rozaban el analfabetismo y a los que nunca les sería posible tener acceso a las obras clásicas.
De este modo, y con ese fin, podría haberse gestado en un principio la obra cervantina. Pero, en un momento dado, Cervantes habría imaginado lo que hubiese ocurrido si alguien se presentase en cualquier pueblo manchego defendiendo altos y nobles valores renacentistas inspirados en los que defendía Ulises en La Odisea o en La Iliada. La reacción primera y más segura habría sido el asombro y la sorpresa, que llevarían después a la risa y, posteriormente, a la burla.
Por eso, aún necesitaba el autor acercar más a esos héroes y a los españoles del siglo XVI, y para ello utilizó a los personajes más conocidos de entonces, defensores de esos mismos valores durante todo el Renacimiento: los caballeros. Pocas personas eran las que no habían oído hablar sobre ellos o habían leído las hazañas que contenían las novelas de caballería, que en muy diferentes formas y bajo muy diversos títulos corrían por todo Occidente. Poco a poco, el experimento le iba llevando más hacia la comedia que hacia la majestuosidad de las obras clásicas, al tiempo que su personaje viraba más hacia la locura y la burla que hacia la heroicidad.
Parecía claro el efecto que El Quijote iba a tener en la sociedad contemporánea cervantina, pero lo curioso es cómo ese efecto ha llegado a la actualidad, a la sociedad del siglo XXI. Actualmente, cualquier persona sabe leer y escribir perfectamente, ha tenido una educación y ha accedido, gracias a la misma, a las obras clásicas. De alguna manera, obligada o motivada por el entusiasmo, ha leído La Odisea de Homero al igual que El Quijote. Ahora bien, ninguno de nosotros afirmaría que Odiseo o Ulises estaba loco, aún cuando sus amigos son convertidos en cerdos, tiene que enfrentarse a un gigante con un solo ojo y le atacan monstruos de los acantilados en forma de bellas mujeres que le intentan engañar con maravillosos cantos.
Pero, ¿qué afirman esas mismas personas cuando ven a Alonso Quijano enfrentarse a unos molinos que se han convertido en gigantes, o a un ejército de ovejas como hizo el héroe homérico Ayax? Claro está que su opinión es que este señor estaba loco. Parece que lo que marca la diferencia es el marco y la época en la que ocurren unos mismos hechos, protagonizados por unos personajes con comportamientos similares y que defienden unos mismos valores.
Con esto, Miguel de Cervantes da inicio al fin de los valores que se intentaban inculcar a los miembros de la alta sociedad renacentista, quienes creían poseer inspirados en esa antigüedad y esplendor clásicos, pero que, sin embargo, a la hora de ponerlos en práctica el resto de la población, nada tenían que ver con cómo lo hacía la nobleza. El hambre y las necesidades hacían imposible que este tipo de valores tuvieran importancia y, por tanto, sirvieran únicamente para la burla, la risa y para ridiculizar a aquellos que el escritor tuvo que aguantar y que le abandonaron en la indigencia.
Daniel Perrino López.
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