Escritura sobre lectura
Leo mis emociones.
Leo habitaciones.
Leo desilusiones.
Te leo leyéndome.
A veces me canso de leer, de no encontrar mi libro.
A veces no leo, me pongo a correr.
A veces me pierdo de página.
A veces me cuesta volver.
Leo todos los días.
Pero no leo “todos los días”.
También leo ingredientes o libros de texto.
Leo y me encuentro.
Leo y me pierdo.
¿Dónde estoy? No sé, no lo recuerdo.
Leo y pasa el rato.
Leo y se detiene el tiempo.
Leo lo que escribo.
Escribo, y leo a la vez.
Leo mares de pena.
Lloro mares de pena.
Leo desde la ignorancia.
Leo sin concordancia.
Leo hasta la hora de cenar.
Entonces, me pongo a bailar.
No siempre que quiero leo.
Y, a veces, leo cuando no quiero.
Muchas veces me olvido de lo que leo.
Otras veces dibujo lo que leo.
También leo dibujos.
Los colores, los leo.
Las formas, las veo.
Leo pentagramas con notas y silencios. Leo silencios. Leo silenciosamente.
A veces leer me hace reír.
Leer, otras veces, me duele.
Pero rara vez me suelo arrepentir de leer.
Lo escrito es siempre más paciente que el que lee.
Nunca la página de un libro se ha enfadado conmigo.
Y lo agradezco. Se lo agradezco. Te lo agradezco.
El tiempo, ahora, también lo leo.
La lluvia borra lo que escribo.
El sol, en cambio, lo fija, aunque no tenga sentido.
A veces, echo de menos leer, como echo de menos al que quiero.
Leo lo que piensas mientras lees esto. Y no sé si lo estás leyendo. No lo doy por supuesto.
Elisa Mercedes López Canalejo
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