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CARTA A ITALO CALVINO

CARTA A ITALO CALVINO

Estimado Sr. Calvino:

 

Me pongo en contacto con usted para expresarle mi más sincera admiración por su obra El barón rampante. Me ha parecido genial cómo, bajo un aspecto sencillo -el cuento de un niño travieso y respondón, que tras una rabieta se sube a un árbol y se niega a bajar-, ha conseguido plantear todo un sinfín de preguntas acerca de la vida, las normas, la moral o la libertad. Porque eso es lo que personalmente aprecio de un libro: que me haga dudar, que sea una puerta abierta al debate, tanto con los demás como, sobre todo, conmigo mismo. No puede ni imaginar cómo desconfío de aquellos autores de los que solamente puedo sacar una gran, clara y evidente conclusión. No voy a negar que éstos pueden ser también interesantes, sobre todo si vemos cómo influyeron en su tiempo o si los comparamos con otros, pero sigo siendo fan de aquellos que encierran las comparaciones dentro de sí mismos.

Y es que la vida de Cosimo, que usted narra de principio a fin en El barón rampante, es tan irracional, pero a la vez tan lógica, que obliga a reflexionar sobre la vida real: sobre quién soy, quién quiero ser, qué camino (o rama) escoger -la establecida, una más rebelde, ¿es mejor una que otra o no son tan opuestas?-. Yo tengo mi visión. La persona que me recomendó su libro tiene otra muy distinta y supongo que encontraré tantas versiones como lectores hayamos compartido su obra.

Me despido de usted con la firme promesa de volverle a escribir (espero que para felicitarle de nuevo) una vez lea las otras dos obras que conforman la trilogía de Nuestros antepasados, estoy hablando, cómo no, de El vizconde de mediado y El caballero inexistente. Ya las he encontrado en la Biblioteca de la Facultad donde estudio, en la Universidad de Alcalá, y creo que me atreveré con la edición en italiano. Siempre se pierden matices con las traducciones y para un idioma que conozco no estaría mal que lo pusiese en práctica. Vaya, no tenía que habérselo comentado, ahora me siento un poco mal por no haberle escrito en su propia lengua.

Le deseo lo mejor y vuelvo a darle las gracias por hacerme disfrutar a la vez que filosofar y por concederme un poco de su tiempo leyendo estas humildes líneas. Solamente me queda esperar que la carta llegue sin problemas. No sé cómo funcionará la Posta italiana del Más allá, pero como funcione igual que la del Más acá, será mejor contactar con usted por teléfono.

 

Un saludo,

Javier Fernández.

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