LOS PROCESOS QUE NOS LLEVARON A LEER
La lectura es una actividad ligada al ser humano, sin embargo, es mucho más joven que este. Su aparición modificó radicalmente nuestra historia como especie, tanto que la aparición de la escritura es el hecho que nos hace saltar de la Prehistoria a la Historia, transformando la cultura de forma radical.
Según un estudio publicado por el neurocientífico francés Stanislas Dehaene, los humanos que inventaron la escritura fueron capaces de hacerlo gracias a lo que él bautiza como «reciclado neuronal». Dehaene afirmaba que nuestra capacidad para reconocer palabras se nutre, evolutivamente hablando, del antiguo sistema del reconocimiento de los objetos.
Es más, al igual que la capacidad de nuestros antepasados para distinguir entre el depredador y la presa con un simple vistazo recurría a una capacidad innata para la especialización visual, nuestra capacidad para reconocer las letras y las palabras tal vez permita suponer la existencia de una capacidad más innata todavía de especialización de la especialización.
La investigadora Maryanne Wolf, autora del libro Cómo aprendemos a leer, va más allá y afirma que el cerebro de los primeros lectores hubiese explorado procesos neuronales más antiguos, concebidos en su origen no solo para el sentido de la vista sino para llegar a ser capaces de relacionar ésta con las funciones lingüística y conceptual. Por ejemplo, para poder reconocer de inmediato una huella interpretando que indica peligro.
Cuando nuestro cerebro se enfrentó por primera vez a la lectura dispusimos de tres ingeniosos principios: la capacidad para establecer nuevas conexiones entre estructuras preexistentes; la capacidad para crear áreas especializadas exquisitamente precisas de reconocimiento de patrones de información; y la habilidad para aprender a recoger y relacionar la información.
Los científicos cognitivos de la Universidad de Pittsburg hallaron 3 grandes regiones cerebrales comunes empleadas en todos los sistemas de escritura, se basaron en un reciente análisis conjunto de 25 estudios de imágenes cerebrales de lectores de diferentes idiomas. La primera: el área temporoccipital (que incluye el locus hipotético del «reciclado neuronal» para la lectura y la escritura), que nos facilitan la visualización de cualquier escritura que leamos. La segunda: la región frontal que rodea el área de Broca, que nos especializa en dos aspectos diferentes: en los fonemas de las palabras y en su significado. La tercera: la región multifuncional que abarca el lóbulo temporal superior y los lóbulos parietales adyacentes inferiores, que nos facilitan el procesar los elementos fonéticos y semánticos.
Adrián Aragonés.
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