Blogia
AEDO

UN RINCÓN PARA EL RECUERDO

UN RINCÓN PARA EL RECUERDO

Si nos paramos a analizar qué es aquello que nos ha resultado más difícil en la vida, yo, sin duda, diría que lidiar con los recuerdos. Al abrir un baúl de recuerdos o al mirar álbumes de fotos, a todos nos invade la nostalgia. Pero ¿y qué me decís de los estantes de libros? ¿No es revelador que nos invada la misma sensación cuando encontramos un libro que leíamos de pequeños? De hecho, no es la misma sensación, sino una con una fuerza mayor. Y os diré por qué: la imaginación que nos despiertan los libros es mágica, nos permite viajar a otros mundos, meternos en la piel de otros personajes. Esta sensación es única y no nos la pueden generar ni las fotos ni otros objetos. Está reservada única y exclusivamente a los libros.

Pero la parte más difícil de enfrentarnos a los recuerdos es decidir a cuáles les vamos a reservar el poder de que nos vuelvan a transmitir fantasía y nostalgia, que nos vuelvan a trasladar a un mundo paralelo. Por lo tanto, ¿qué es lo que debemos conservar? Traté hace unas semanas, cuando ya había empezado la cuarentena, de vaciar la librería con mi hermano. Veréis, solo pudimos deshacernos de aquellos libros que, o no habíamos leído o no habían sido significativos para nosotros. Pretendíamos dejar muchos estantes libres, pero, en definitiva, lo único que pudimos hacer fue reordenar los estantes. Creo que hay dos tipos de personas: aquellas que consideran que con la tecnología se puede acceder a todo, es decir, que nos podemos deshacer de la mayoría de nuestros “inútiles” bienes conservados hasta ahora; y las personas que creen que la tecnología es baladí, que todo lo que realmente existe es aquello material y que, por tanto, debemos conservarlo todo.

Yo, personalmente, considero que es un craso error tratar de organizar nuestra vida en torno a la tecnología. Al pensar en nuestra vida y en nuestros recuerdos, debemos pensar desde nuestro corazón y desde nuestra memoria. Sobre todo, en lo que respecta a los libros. Es importante conservar los libros que, dentro de cinco, diez o veinte años, al abrirlos, nos generarán, al igual que lo han hecho hasta ahora, esa poderosa sensación mágica. Hay que permitir que, de cuando en cuando, nuestros libros nos trasladen a otros mundos y a otras épocas.

Carmen Cañabate Álvarez.

0 comentarios