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AEDO

ALFONSINA STORNI

ALFONSINA STORNI

―Déjame sola: oyes romper los brotes, ―leía Sofía en alto, con voz triste y melancólica.

―te acuna un pie celeste desde arriba

y un pájaro te traza unos compases

para que olvides. Gracias... Ah, un encargo;

si él llama nuevamente por teléfono

le dices que no insista, que he salido... ―Y con lágrimas en los ojos, Sofía cerró el libro y se quedó sentada, quieta, pensando en lo que acababa de leer.

― ¿Qué te pasa? ―Le preguntó con tono de preocupación Martina.

― ¿A mí? Nada. Estaba leyendo.

―No me mientas, Sofía, no sabes. ― Martina miró fijamente el libro que Sofía tenía entre sus manos. ― ¿Es esto por lo que lloras? Cuéntame de qué va.

Y después de un largo suspiro Sofia comenzó a hablar.

―Es el último poema que escribió Alfonsina Storni, Me voy a dormir. Dos días después de publicarlo se suicidó arrojándose al mar.

― ¿Se suicidó? ¿Por qué? ―Martina preguntó, pero conocía perfectamente la historia.

Sofía no lo recordaba, pero esa misma historia que estaba a punto de contar la escucharon por primera vez en una clase de Literatura Universal juntas, donde se conocieron.

―No tuvo una vida fácil que digamos... Era pobre, su padre alcohólico, su marido se suicidó. A ella le detectaron esquizofrenia, un cáncer de mama y numerosas depresiones. Por eso acabó suicidándose y en este poema lo anuncia, pero nadie fue capaz de darse cuenta. ― Sofía no era capaz de terminar la frase. Una ola de emociones le abordó y rompió a llorar.

―Ya está, Sofía. ―Le dijo Martina mientras le abraza fuertemente. ―Vamos a hacer otra cosa para que te despejes, venga.

Martina sabía que Sofía se quedaba muy afectada cada vez que leía algo de Alfonsina, pero esa vez fue diferente. Esa vez a Sofia no se le había pasado tan rápido como otras veces, pero tuvo una idea que podía encantar a Sofía.

(Dos semanas más tarde)

― ¿Qué haces? ¿Dónde vas con una mochila? ¿Y las sillas? ¿Te vas?

― Nos vamos. ― Dijo Martina con un pañuelo en la mano, y con un gesto le indicó que se lo tenía que poner en los ojos.

― Si, bueno… No, Martina, dime a dónde vamos.

Después de mucha cabezonería de Sofía, Martina consiguió meterla en el coche con los ojos vendados. Aunque Sofía se sintió un poco incomoda, confiaba plenamente en Martina. Cuando se iban acercando al destino, Martina puso una canción.

― ¿Qué es esto, Martina? Vaya canción...

― Cállate y escucha la letra. ― Martina subió la canción, estaba sonando Alfonsina y el mar de Mercedes Sosa. ―Ya puedes quitarte el pañuelo, hemos llegado.

Cuando se lo quitó, Sofía se lanzó a Martina. Después de un largo abrazo le miró a los ojos, llenos de lágrimas y le preguntó que por qué estaban ahí. Mientras caminaban por la playa, Sofia se dio cuenta de que estaban en el Mar de la Plata. Cuando, por fin, terminaron de andar, se pararon delante de una estatua. Sofía, perpleja, preguntó:

― ¿Por qué me has traído aquí, Martina?

― Porque quería regalarte algo y no he encontrado un lugar mejor para dártelo que este.

Martina sacó de su mochila un paquete y se lo dio. Por la forma, Sofía ya se podía imaginar qué era. Cuando lo abrió sus pensamientos se volvieron realidad. Los libros que nunca había podido conseguir, la biografía de Alfonsina e incluso libros que no llegaron ni a ser editados, ahora eran suyos. Ese momento se convirtió en el más especial que la pareja vivió junta jamás.

 

Andrea Alba López

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