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Querida Elvira, hoy te escribo yo a ti

Querida Elvira, hoy te escribo yo a ti

Querida y estimada Elvira:

Me presento, mi nombre es Inma, desde hace años soy una lectora tuya y una gran admiradora de todo lo que haces: es por eso que quería escribirte esta carta en agradecimiento a todo lo que significas para mí.

Quisiera empezar diciendo que contigo pude descubrir que la poesía también tenía nombre de mujer, que no teníamos que ser sólo musas (aunque también las podíamos tener) y que cuando lo necesitara iba a poder estar armada de tus versos y de los que poco después yo empezaría a escribir.

Al igual que tú, soy un poco tímida y en ocasiones escribir las palabras era la única forma que tenía para sacarlas de mí. A veces me pasaba (más veces de las que pudiera admitir) que no las encontraba y era porque ya las habías escrito tú.

Leerte era y es, poner rima a esos ruidos del interior que no tienen nombre, abrazar a mis mayores cuando no los podía ver, ser libre, desnudarme de los demás, soltarme el pelo y que no importara, creer en el amor, en el amor sin miedo, vivirlo sin que duela, gritarlo, llorarlo, creer que algún día aquella orilla sería mía, decirle adiós al frío pero sin despedirme de mí.

Me enseñaste que el amor no es solo idilio o corazones rotos no correspondidos, sino que también es acompañarse, vivirse en el otro, cumplir los sueños de su mano, besar lento e incluso a veces irse, elegirse.

Aprendí que las emociones también pueden salir de nosotras y que no hay que arrepentirse jamás de sentir.

Elvira, tu poesía es un lugar seguro al que ir, fue un sitio donde empezar a quererme, donde empecé a creer que podía y donde nunca estoy sola, son recuerdos, son momentos donde poder ser.

Ojalá nunca dejes de vivir con tu sensibilidad, con la sencillez, con la palabra justa, tu bonita forma de ver el mundo y romperlo a viva voz cuando hay que cambiarlo.

Con el tiempo he podido darme cuenta de que la admiración no es solo a tus letras, sino que también lo es a ti, eres modelo e inspiración constante.

Gracias por ser como eres, y conseguirlo, y sobre todo por compartirte y darnos esa parte de ti en tus textos. Nos has abierto el camino a muchas poetas que venimos después y en ti hemos podido encontrar el reflejo en el que quizás algún día nos podamos mirar.

No quiero despedirme, pero tengo que terminar esta carta, gracias infinitas. Ojalá mi carta te llegue y con ella el pedacito de mí que se han llevado estas palabras.

Un abrazo,

Inmaculada Martín Lobato.

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