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LECTURAS EMPÁTICAS

LECTURAS EMPÁTICAS

Los lectores, además de leer, escriben. Quizás no todos, pero seguramente la gran mayoría de ellos lo haya intentado en alguna ocasión o lo hará en un futuro no muy lejano, creedme. Somos humanos. Tememos al cambio. Pero a veces nos arriesgamos. Intentamos ser transparentes o quizás mostrar algo que no somos realmente. Autoengañarnos. ¿Autoengañarnos? Mmmmmmmmmmm, quizás no sea precisamente esta la palabra que estoy buscando... A veces, queremos ser esos héroes de los cuentos que salvan vidas de otros; esas princesas que quieren ser princesas por ellas mismas sin tener que casarse con un príncipe azul; esa Kika Superbruja o ese Harry Potter que se mueven por arte de magia -nunca mejor dicho-; esa Lucy que un día atraviesa un simple armario de madera y aparece en Narnia; ese Peter Pan que vive en el mundo de "Nunca Jamás" y que nunca jamás crecerá ni volverá a la realidad; esa Caperucita Roja de los hermanos Grimm que un día se rebela y decide defenderse sola (¿acaso hay una historia con más versiones que ésta?); o esa persona en la que Pablo Neruda (por ejemplo) inspira sus poemas…

Hay tantas posibilidades en el mundo de la lectura que muy difícil elegir quién quieres ser, de qué te quieres disfrazar hoy, qué lectura será la más gratificante en un momento determinado de tu vida… Es verdaderamente increíble la manera en la que los lectores nos dejamos llevar por la imaginación o cómo los autores consiguen cautivar nuestros pensamientos (depende de cómo lo quieras expresar o pensar). De lo que sí estoy segura es de que la lectura empática es algo real, demasiado real. Con poco que sientas, ya imaginas. Pero, cuidado, tampoco es cuestión de imaginar en exceso... Es entonces, cuando te emocionas leyendo, cuando viajas a sitios en los que nunca has estado antes gracias a las palabras, cuando te das cuenta de que la primavera es más colorida que como se la pinta en los cuadros y que los inviernos son más cálidos si estás al lado de la persona adecuada. Allí, bien situado, en perspectiva diagonal, unos ojos se cruzan accidentalmente con otros, los tuyos con los míos, los míos con los tuyos... Allí, tú o yo cambiamos de vida, cambiamos la vida del otro. La mía y la tuya. La tuya y la mía. O tal vez sólo la mía... Qué irónico sería decir que tú existes y que yo me hallo escribiendo para un ser real. No sé cómo lo hago, pero siempre acabo escribiéndote a ti. Ser inexistente que seguro que existes.

¿Os dais cuenta? Como os decía antes, los lectores leen, y cuando leen empáticamente se meten en el cuerpo y en el alma de los personajes que el autor crea, describe y da vida. Se meten tanto en ese papel del otro que no es el suyo, en una existencia que no es la suya, que en ocasiones piensan que todo está pasando, y lo escriben, como me acaba de pasar a mí, bien para sí mismos, bien para esos seres de papel. Escribir a alguien que tú crees que existe, pero que en realidad no, es algo mágico, porque te brinda la oportunidad de ser quien quieres ser, de escribirte (hacerte) ante otro, aunque ese otro sólo exista en tu interior. Sin duda, la empatía y la imaginación te hacen crecer. Crezcamos (soñemos) con cada lectura que hagamos.

Andrea García Ortiz

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