"SI MUERO, DEJAD EL BALCÓN ABIERTO"
Dicen que una de las cosas que se deben hacer antes de morir es escribir un libro. Puede ser por el hecho de sentirse realizado o simplemente por tachar esa tarea de la “lista de cosas que hay que hacer en la vida”. Aunque yo siempre he pensado que va mucho más allá. Con un libro puedes dejar marcadas tus inquietudes, educar al lector y entretenerlo, pero, sobre todo, ser recordado. Los libros marcan, dejan huella o incluso pueden señalar el antes, el después o el fin de la existencia. Y si no que se lo digan a nuestro más recordado poeta, dramaturgo y prosista español de la Generación del 27, Federico García Lorca. Hoy estas palabras van dedicadas a él, un maestro del lenguaje cuya inquietud era ésa, ser recordado, aunque a su vez fuese la causa de su muerte, ya que por sus ideas políticas fue asesinado durante la Guerra Civil española. Un 19 de agosto de 1936. En Granada, su Granada.
Pero, la razón por la que quiero hablar de Lorca no es contar su historia, sino porque quiero destacar que pocos poetas escriben versos dedicados a amigos para que los lectores puedan tener constancia de esas personas. Y eso es algo que Lorca sí que hizo, pasar a un segundo plano y centrarse en su buen amigo y torero de profesión Ignacio Sánchez Mejías, a quien dedicó los siguientes versos que tanto he escuchado en boca de Enrique Morente y que nos podrían enseñar a todos un poco de solidaridad y humildad, máxime en estos tiempos que corren, en la que ambas cosas hacen tanta falta.
"No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.
Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos".
Federico García Lorca, Alma ausente (1935).
Gemma Soldevilla Jiménez.
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