YO VOY SOÑANDO CAMINOS... CARTA A DON ANTONIO MACHADO
Estimado D. Antonio:
Yo sabía de Vd. desde que era pequeño, cuando iba con mis padres a Burgos en el autobús y parábamos en Soria al subir la cuesta que lleva al centro, justo en la curva que hay enfrente del Instituto del que Vd. fue profesor de francés. Hacíamos el viaje casi todos los años y siempre parábamos en el mismo sitio “a echar un bocao”, que decía mi padre. Mientras almorzábamos comentaba: “Mira, pequeño, ahí enseñaba D. Antonio Machado”.
De tanto repetirlo mi padre, se me quedó su nombre y, cuando en mi Instituto nos enseñaron sus poemas, me empeñé en conocer más profundamente quién era Vd. Y sí que lo he intentado, aunque, seguramente, no lo he conseguido.
He recorrido, con sus poemas, las tierras de Alvargonzález. He subido a la Laguna Negra y una vez, en pleno verano, hasta la crucé a nado. Le puedo asegurar que, cuando iba por la mitad, me entró una especie de sensación como si, desde el fondo, alguien me atrajese. Incluso tuve miedo; pero me sobrepuse y logré llegar a la orilla. "A ver si me va a pasar a mí lo que a los hijos de Alvargonzález”, me dije; pero no, sólo era una sensación.
Bajando por el río Revinuesa, en el pueblo de Vinuesa, casi siempre me comía un par de truchas pescadas allí mismo. Hay una placa que recuerda su paso por aquellas tierras.
En Soria he visitado varias veces los arcos de San Juan del Duero, he paseado desde San Polo a San Saturio, me he detenido junto al olmo seco (al que “con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verdes le han salido”) y se me ha pasado el tiempo sin pensar, sólo sintiendo que estaba leyendo su poema, sin leerlo, de tanto como lo he leído. El Duero sigue remansado a lo largo del paseo, descuide D. Antonio.
Recuerdo, en estos tiempos de crisis, su terrible profecía: “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios: una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Que no se cumpla, D. Antonio.
Y ya en mi tercera (o cuarta, no sé) edad sólo aspiro a que, cuando me llegue el momento de partir, me encuentre “ligero de equipaje, como los hombres de la mar”.
Pero, mientras tanto, aquí me tiene Vd., en Alcalá, estudiando Humanidades, donde, cuando guste, será siempre bienvenido. Y que sepa que en la primera planta de la Facultad está su foto, y que sale bastante favorecido, con su sombrero y su esbozo de sonrisa que tanto le caracteriza.
Un abrazo y hasta siempre.
Fernando Ibáñez Martínez.
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MªJesús García conde -