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NO IMPORTA QUÉ VINCULE, SINO QUE VINCULE

NO IMPORTA QUÉ VINCULE, SINO QUE VINCULE

La lectura es algo personal. Cuando leemos, viajamos a mundos paralelos, sentimos emociones indescriptibles, nos adentramos en pieles ajenas y el papel trasciende los cinco sentidos.  Ese paseo a velocidad de crucero es, además, un momento de desconexión e introspección. Por eso es algo tan íntimo, porque nos permite conocer otras realidades, pero, sobre todo, nuestra verdadera realidad. Esa conexión con uno mismo, al igual que no lo consiguen todas las canciones, no lo consiguen todos los libros. En mi caso, la relación lector-libro es algo curiosa, ya que podría diferenciar dos etapas en ella.

Que la educación escolar implemente la lectura obligatoria tiene sus ventajas, obvio, como crear el hábito de lectura, mejorar el vocabulario o ganar en expresión. Sin embargo, también tiene sus inconvenientes como ver la lectura como tarea y no como ocio o placer. Precisamente, son estos inconvenientes los que arrastro en esta primera etapa en mi relación con la lectura. La educación primaria y secundaria me hicieron ver la lectura como un mero trámite teórico para la examinación posterior. Esta aversión hacia la lectura cambió, afortunadamente, en bachillerato. Mi profesor de euskera (lengua vasca), una vez más nos mandó lecturas obligatorias. Esta vez, sin embargo, en euskera (anteriormente, solo tenía como obligatorias lecturas en castellano). Ya tenía la lectura cruzada, y las expectativas con las que cogí el primer libro no fueron nada positivas, pero a medida que iba leyendo, notaba cómo se me cambiaba la cara, cómo mi cabeza entraba en la de los personajes, cómo en vez de leer las historias parecía que las viviera. Tanto fue así, que me llegué a emocionar, algo que nunca me había pasado antes ni pensaba que nunca me fuera a pasar. Desde entonces, cada vez que el profesor proponía una lectura opcional, yo la cogía sin ninguna duda ya que leer en euskera me hacía sentir, vivir, lo sentía mío, algo único a lo que pocos podíamos llegar, me sentí privilegiado. Fue increíble. Esta es la segunda etapa de mi relación con la lectura, donde por fin y sin siquiera buscarlo ni esperarlo pude vincularme al mundo de la lectura. Tras esta experiencia tan positiva con la lectura en euskera, probé con el castellano, pensando que una vez forjado el vínculo y voluntariamente, podría adentrarme también en los libros a través de otra lengua. Al probarlo, no pude sentir la lectura mía. Ni se acercaba a lo que me hacía vivir y sentir el euskera. En ese momento entendí lo que era el lazo lectura-lector.

No soy capaz de vivir todos los libros que leo ni me gustaría poder hacerlo. No sería ni me sentiría tan especial. Esa es la verdadera razón de la lectura, el lazo que se crea entre mente y papel vinculados por letras que te susurran al oído poniéndote los pelos de punta. A algunos les pasa con ciertos autores, a otros con tramas o tipologías. A mí, con el idioma. No importa en qué nos basemos para crear el vínculo, lo importante es crearlo. Animo desde mi experiencia a todo aquel que sienta que la lectura no es lo suyo, a buscar, a indagar y a no darse por vencido. Cuando menos te lo esperas, ahí aparece la puerta a TUS nuevos mundos. Descúbrela.

 Xabier Gutierrez Zamakona.

 

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