LEER EN PAPEL
En nuestra era digitalizada, rodeados como estamos constantemente de pantallas iluminadas, es fácil olvidarse de la belleza de adentrarse en las páginas de un libro impreso y de las sensaciones que de ello se desprenden. Sentir el peso del libro en las manos, el olor del papel (nuevo o viejo), de su suavidad o de su aspereza, de la emoción de abrir y cerrar el soporte, escuchar el paso de una página a otra, de anotar en los márgenes o en el interlineado aquello que nos viene a la mente al leer, de marcar con un punto de lectura (sea cual sea este) el lugar por el que hemos de proseguir esta… En este mundo tan cambiante, tan ruidoso, tan agitado, tan líquido e inmaterial, leer en papel es algo que debemos reivindicar y practicar.
La lectura es una experiencia intelectual y sensorial, y ese proceso físico que leer implica cuando tenemos ante nosotros un libro impreso dota de significado también a la misma y nos permite comprender su milenaria historia, que no es sino la historia de todos los lectores, desde los que por vez primera pasaron las páginas de los códices del Imperio romano hasta los que gustan de buscar entre las estanterías de las librerías o los anaqueles de las bibliotecas hoy los libros que se sumarán a su bagaje personal y/o profesional.
Frente a la lectura que realizamos en los ordenadores y los dispositivos electrónicos, la lectura en papel nos aleja de las abundantes y repetitivas distracciones modernas y de la celeridad del mundo digital. Leer en papel es un acto que nunca podrá imitar la tecnología, porque no hay refugio sereno o cálido tras una fría y movediza pantalla; solo lo hay y podrá haberlo en las páginas de los libros, en donde el bullicio o el caos no tienen cabida, y entre las que resulta posible evadirse de las realidades (también de las virtuales) y encontrarnos con nosotros/as mismos.
Lucía Guerrero Ávila
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