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CARTA A GLORIA FUERTES

CARTA A GLORIA FUERTES

Madrid, 19 de febrero de 2019

 

Querida Gloria, Gloria Fuertes:

Me aventuro a empezar esta carta con un «buenos días», porque imagino que allí arriba, en el cielo, siempre serán buenos. Acto seguido me presento, ya que mi nombre, a diferencia del tuyo, no es tan conocido por aquí abajo.

Me llamo Aurora Martínez y estudio segundo curso de la carrera de Humanidades y Magisterio en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), y soy, y lo digo de todo corazón, una gran admiradora.

Igual has podido ir trazando ya las líneas de convergencia entre tu y yo, o quizá todavía no; por ello hago eco de tan lindas e importantes palabras a las que regresaré más adelante: Humanidades, Magisterio, Madrid…

Empezaré pues por la primera, las Humanidades. La solución y a la vez el problema de todo y para todo. Tu único refugio, mi gran amor. La máxima expresión de tu arte, la vida en sí misma, las entrañas y el corazón del mundo; la más poderosa herramienta de disputa y de reconciliación. Las palabras, más concretamente tus palabras, esas que siempre supiste utilizar como llamamiento a la paz. Tus frases que acarician la retina de quien las lee. Tus rimas que abrazan. Tus poemas que abrasan. Tus libros que enamoran. Y efectivamente esto es una carta de amor. Una declaración por entero hacia tus letras, hacia la vida que con ellas aun das.

Incluso cuando todavía no sabía leer ya te leía, era mi madre quien con su dulce voz canturreaba tus versos y seguía con mi dedito la lectura de tus cuentos. Ahora que soy yo quien lee, me tomo la licencia de volver a empezar cada verso cuando siento no haberlo saboreado lo suficiente, haciendo así de tus poemas una interminable aventura.

Hay quien dice que tu poesía no rima, pero obviamente es porque no entienden de poetas. Tu métrica es de latidos, tú rima de emociones y es por eso que el alma de cualquier niño te entiende mejor que el más experimentado de los lectores. Aquí es cuando entra la segunda convergencia: el magisterio. La vida entendida como vocación, como pasión por las personas más pequeñas del planeta, por quien llora cuando le hieren y canta cuando no tiene razón alguna para llorar; por quien no se achanta ante lo desconocido y hace de tripas corazón cuando una situación le sobrepasa. Ese amor gigante por la infancia que impregna tantas de tus creaciones, esa ilusión por esconder lo que a simple vista se reconoce y por jugar y divertirte con las palabras. Gracias por enseñarme sin darte cuenta que no está mal sentir, que no es un delito jugar y que para nada la emoción es únicamente cosa de niños.

Ahora buceemos en el lugar, en esas seis letras que encierran tanto y ocupan tan poco: Madrid. Musa del artista, escenario de mil vidas y hogar de tantos gatos; ciudad eterna, ciudad que habito, que habitaste, que nos habita… Laberinto de infinitos rincones dormidos que piden a gritos ser despertados y revelar cada secreto guardado. Ese paisaje tan cosmopolita que como el fénix resurge siempre de sus cenizas, ese lugar que viste renacer y convertirse en capital de la gloria y del desastre. Ese Madrid con esas calles, que te prometo, que todavía lloran por ti. Esos árboles de Lavapiés que ya no saben a quién inspirar y esas luces de la Gran Vía que no brillan igual desde que no estás. Ese espacio tan amado y tan odiado, tan inmenso y diminuto, tan coherente y alocado. Ese lugar que nos une.

Hoy te escribe la niña que soñaba con tus tres reinas magas cada cinco de enero a la hora de dormir. La adolescente cuya moda fue no ir a la moda y que dudó si subirse al carro o comenzar a tirar de él. La joven a quien le comienzan a brotar las amapolas y que solo quiere tumbarse, mirar y acariciar sus rojas hojas; esa chica que es tan tú, feminista por convicción, luchadora por elección, pacifista y sentidora empedernida. La futura maestra que sin duda alguna leerá tus poemas y adivinanzas en clase para su alumnado y dejará, que décadas después, sigas abrazando los corazones de grandes y pequeños, corazones tranquilos y alborotados, dulces y salados.

Hoy te escribe mi más sincero yo, desde aquí abajo, por si algún día en un susurro del viento te llegasen mis palabras, mi admiración, o al menos una pequeña parte de esta gran pasión.

Aurora Martínez Hernando.

 

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