Las normas de las bibliotecas en la Guerra Civil: no dar libros deprimentes al herido y tampoco inmorales o antirreligiosos
El Archivo Histórico Provincial de Huesca saca a la luz una curiosa documentación procedente de la Biblioteca Pública sobre el programa “Lecturas de soldado”. Este programa estaba basado en la importancia de no dar, durante la contienda bélica, libros deprimentes al herido, ni obras de medicina que tuvieran relación con sus dolencias, o que fueran inmorales o antirreligiosas, o de política contraria al régimen. Además, cada libro devuelto debía “someterse a los rayos de sol y el aire durante el tiempo posible, pues esto es el mejor sistema de desinfección”. Estas son las curiosas reglas que regían el programa “Lecturas de soldado” que desarrollaron las Bibliotecas de Frentes y Hospitales durante la Guerra Civil española y que ha querido sacar a la luz el Archivo Histórico Provincial de Huesca para conmemorar el Día Internacional de las Bibliotecas.
Según explican, durante el conflicto, en el bando franquista se estableció un sistema de préstamo de libros a soldados destinados en los frentes a heridos de guerra ingresados en hospitales que también se organizó en Huesca durante los dos años que duró el cerco.
Procedente del fondo de la Biblioteca Pública, el Archivo Histórico Provincial de la ciudad conserva la documentación de este programa y las normas por las que se regía. También se pueden conocer los títulos que se leían, gracias al “Registro general de obras de la Biblioteca circulante para hospitales”. Gracias a este registro, se sabe, además, que continuamente tenían que dar de baja libros por las constantes evacuaciones y por los ataques en el frente.
Dentro de este programa, se recolectaron libros mediante donaciones de ciudadanos con destino a “Nuestra gloriosa marina de guerra”, de los que también hay listados en el Histórico Provincial oscense. Se conservan las relaciones con los lotes de libros que se enviaban por la provincia -al hospital de Binéfar, al del Casino de Huesca, al de Ayerbe- y a las posiciones del mismo frente de Huesca a la “guarnición de la torre de la Catedral” o a la “posición del Manicomio”.
Se guardan, asimismo, las facturas por la compra de librerías y de libros, incluso de la colocación de cristales en los muebles de los hospitales que los almacenaban. Y, por último, se puede conocer también a través de las papeletas de pedido de estas bibliotecas, qué soldados los leyeron, a qué se dedicaban antes de serlo, y, en el caso de los heridos, el número de cama en la que convalecieron.
Aitana Márquez Pérez
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