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REFLEXIÓN PERSONAL EN TORNO A LA PELÍCULA FAHRENHEIT 451, DE FRANÇOIS TRUFFAUT (1966).

REFLEXIÓN PERSONAL EN TORNO A LA PELÍCULA FAHRENHEIT 451, DE FRANÇOIS TRUFFAUT (1966).

Para un espectador de 2018, sin referencias previas sobre esta película, lo primero que llama la atención es su estética futurista que se percibe en elementos como los trajes de los bomberos, el tren elevado, la pantalla interactiva, que conviven con otros objetos que a día de hoy ya consideramos trasnochados como el tipo de teléfonos, los archivadores metálicos o la indumentaria y peinados de las mujeres. Me surge entonces la duda sobre qué elementos eran actuales para el espectador de 1966 y cuales asociaba al mundo del futuro.

Tras este primer impacto visual, los temas tratados resultan, absolutamente vigentes o más bien atemporales. El estado autoritario que controla a los ciudadanos y hace de ellos entidades impersonales con la justificación de conseguir un «mundo feliz» está ampliamente presente en la literatura y en la historia. Fahrenheit 451, trata la quema de libros como una actuación asociada al control de los poderes autoritarios, pero también muestra otras formas de control. La pantalla mural representa el control estatal de los medios de comunicación limitando los contenidos a aquellos que ensalzan la imagen del estado-familia, que aporta al ciudadano todo lo que precisa y le protege contra el sufrimiento, pero a la vez anula su individualidad y borra sus referencias al pasado personal o colectivo. El entretenimiento ofrecido tiene una sospechosa tendencia a igualar a la audiencia en el desconocimiento y la incultura. El programa televisivo que se puede ver en la película recuerda sorprendentemente a los actuales «realities» que fingen introducirse en el ámbito privado de los espectadores y darles una participación en las situaciones presentadas, pero que están absolutamente manipulados para conseguir mayor audiencia o para crear la imagen de la sociedad que desea el medio.

La pérdida de individualidad como pérdida de libertad se muestra de diversas formas en la película. La sociedad dirigida rechaza todo lo diferente. Las viviendas son modulares, bien en bloques que recuerdan a la unidad habitacional, realizada por Le Courbusier en Marsella entre 1947 y 1952 por encargo del estado francés, o viviendas unifamiliares alineadas construidas también por repetición de un módulo. La vivienda de Clarisse es, sin embargo, un reflejo de su personalidad. Es diferente a todas las de su entorno, parece una casa de cuento y no tiene antena de televisión, lo que extraña y casi asusta a sus vecinos. Aunque no se indica claramente cuál es el motivo de la expulsión de Clarisse de su trabajo en el colegio, es evidente que tiene que ver con una manera distinta de comportarse con los niños y con unas opiniones que difieren de las generalmente aceptadas y asustan a sus compañeros.

Respecto al control específico de la lectura, la película es una clara alusión a las quemas de libros que han tenido lugar en distintos momentos de la historia y en distintos ámbitos culturales, siempre con el objetivo de restringir la libertad de pensamiento. La más cercana temporalmente y con la que se ha identificado la película es la quema de libros realizada en 1933 en Alemania por miembros del partido nazi. La persecución sistemática de los libros se muestra en la película como una herramienta eficaz para eliminar el pensamiento individual y conseguir una población cuyas referencias procedan únicamente de las consignas del estado dominante. Los elementos de resistencia a este dominio tienen también una apariencia histórica. Los rebeldes deben pasar desapercibidos en su entorno y formar parte de una red de apoyos personales que les permita escapar u ocultarse si son denunciados. El refugio de los perseguidos en el bosque, en la naturaleza, podría ser un símbolo del peligro que suponen frente a esta naturaleza las estructuras rígidas de los estados, y su tendencia a derivar en autoritarismos.

Por último, el mantenimiento de los libros en la memoria parece un guiño a periodos en los que grandes civilizaciones como la egipcia o la griega usaron ese «soporte» para sus obras. Los rebeldes confían en el carácter cíclico de la historia que traerá nuevos tiempos en que los libros que ellos han conservado en la memoria puedan estar al alcance de toda la sociedad.

Susana Martín Zaforas.

 

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