EN AQUELLA SOLITARIA HABITACIÓN
Allí, en aquella solitaria habitación alejada de cualquier mundanal ruido, Alicia contempló las palabras de la Dra. Wyatt en silencio mientras observaba la pared que había frente a ella con la mirada perdida. Quizás, la mujer tenía razón. Quizás, esto la ayudaría a superar el dolor de su pérdida, el mismo que se había convertido en su compañero durante tanto tiempo, y el mismo que no había podido hacer desaparecer por mucho que le dijera la psicóloga con la que llevaba meses trabajando sin éxito alguno.
Biblioterapia.
Aquella palabra le ponía los pelos de punta cada vez que la escuchaba, pues el propio concepto de la misma significaba abrir una puerta a recuerdos que no hacían más que atormentar su mente con falsas esperanzas y promesas que se habían diluido con el tiempo. La misma palabra que representaba todo lo que su madre había sido y aquello que había dejado de ser tras aquel catastrófico accidente.
Linda Brown, escritora y editora querida por todos los que la conocían, había dejado un hueco imposible de llenar en el corazón de su hija, la misma que había crecido rodeada de libros e historias que llenaron su vida de alegría y relatos sobre mundos inesperados. La misma que guardó todo ejemplar que encontró en su casa en cajas y las guardó en el sótano bajo llave para no ser vistos otra vez.
Pero, quizás, pensó, era el momento de dejarlo ir. A lo mejor, era posible que aquello que había mantenido alejado de ella fuese, precisamente, la clave para superar la depresión y la angustia que oscurecían su vida cada día que pasaba. Posiblemente, la Dr. Wyatt estaba en lo cierto y debía enfrentarse a su miedo, ese en el que se habían convertido los libros desde la muerte de su madre, para superarlo por fin.
Con ello en mente, la joven se levantó del sillón y se dirigió a las escaleras que llevaban a ese lugar que no había pisado desde aquello, obligándose a sí misma a calmar el latido de su corazón mientras sus pies bajaban por los escalones y se detenían frente a la puerta de madera. Una vez allí, sus dedos la abrieron, temblorosos, y dieron pie al inicio de la recuperación de Alicia Brown.
En los meses siguientes a aquel día, la joven pasó infinitas horas sentada en su sillón, que había pertenecido a su madre antes que a ella, con un libro en la mano y una taza de café en la mesita que había junto a él, leyendo y recuperando sentimientos que ella había creído perdidos desde el fatídico accidente que acabó con la vida de Linda. Y, con el tiempo, Alicia incluso se decidió a escribir una novela que relatase la historia de aquello que la había llevado a recuperar la esencia de aquello que definía a las Browns, a ella y a su madre, y que no era otra cosa que el amor por los libros. Una novela que empezaba con las siguientes palabras:
En aquella solitaria habitación…
María del Valle Ibáñez.
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