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AEDO

ENTRE LIBROS

ENTRE LIBROS

"...ese tiempo especial que circula por las bibliotecas municipales, como un

caminante solitario entre los árboles del bosque".

John Berger.

 

John Berger describe a la perfección en tan pocas palabras la sensación que te inunda cada día en la Biblioteca. Habla de un tiempo especial, que parece que envuelve a todos los que allí se reúnen, pero quizás lo que más me llamaba la atención a mí era el silencio. Un silencio agradable, reconfortante, lleno de paz, como si no existiera el exterior tras las puertas de cristal de la entrada. Tan solo las estanterías plagadas de libros, todos los que iban allí cada día a sumergirse en los textos, lectores empedernidos, opositores concentrados en su estudio, y todos los compañeros, personal de limpieza y bibliotecarios, creo que, en determinados momentos, aun sin darnos cuenta, todos participábamos de esa atmósfera sosegada cada mañana.

Era agradable comenzar a reconocer algunas caras, según pasaban los días; los mismos que habían venido el día anterior a llevarse un par de ejemplares volvían al siguiente a la sala de lectura, o quizás a llevarse algún otro libro. A veces se hacía inevitable comenzar a imaginar qué les habría llevado allí a cada uno, pero cada cual, por sus motivos, todas esas personas estaban unidas por una sola cosa: los libros. En este tiempo en que Internet parece ir haciéndose con el monopolio de nuestro entretenimiento y tiempo de ocio, los libros siguen teniendo el gran poder de mover a tantas personas, de edades y condiciones tan diversas. Me sorprendió, no voy a mentir, pensé que la Biblioteca estaría mucho menos concurrida de lo que realmente estaba.

Pero sin duda alguna, no fue el silencio apacible ni la cantidad de gente movida por la lectura lo que más me llevo de mi paso por la Biblioteca Municipal. Fue algo que tampoco esperaba encontrar allí. Me sorprendió enormemente la gran labor social que allí se estaba llevando a cabo. Era en la sala reservada a la Hemeroteca donde, cada día sin excepción, llegaban varias personas en situaciones difíciles, desfavorecidas, muchas de ellas sin hogar. Allí llegaban muy temprano, nada más abrir y se quedaban hasta el último momento, ojeando revistas, utilizando los ordenadores de mesa que proporciona la Biblioteca, o, la mayoría de ellos, leyendo el periódico. Pronto me di cuenta de que la Biblioteca formaba un papel esencial en la vida de estas personas, funcionaba como lugar en el que poder pasar las horas de sus largos días, quizás la única forma que tienen de acceder a la información diaria de lo que ocurre en el mundo, o de evadirse de su propia situación. La Biblioteca les sirve de refugio en invierno, cuando hace demasiado frío para estar en la calle, y en verano cuando el sol de mediodía impide sentarse en los bancos de la Plaza Cervantes.

También a ellos les llegaba el silencio tan característico de la Biblioteca, y me gustaría pensar que les proporciona un lugar agradable donde permanecer. Porque a pesar de que la educación necesaria para poder leer, el gusto por la lectura o el tener cierto nivel cultural no es, por desgracia, algo accesible para todas las personas en nuestra sociedad, la Biblioteca sí es un lugar que abre sus puertas a todos y todas, un refugio para muchos, de una u otra manera.

 

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