MI LUGAR
Cuando era pequeña odiaba leer. Se me hacía tedioso, horrible y, casi siempre, una experiencia que no quería repetir. Cada vez que me mandaban un libro en el colegio evitaba a toda costa leerlo. Cualquiera que me conozca se quedaría bastante asombrado con esta anécdota, pues los libros son un factor muy importante en mi vida. Que la lectura se convirtiera en algo fundamental fue gracias a lo que a mí me gusta llamar «Mi lugar».
Mis abuelos tienen una casa en el campo que para mí es mi segundo hogar. He pasado la mayoría de dias de fiesta y veranos de mi vida en ella. Al igual que muchas de las viviendas de nuestros abuelos, carece de ordenadores o de Internet, por lo que si no hacía bueno y no se podía utilizar la piscina, había pocas cosas con las que entretenerse. El salón es bastante amplio, tiene dos sofás colocados a modo de «L» cerca de una ventana que da al huerto de la casa y en el lado opuesto de la estancia hay otro sofá pegado a otra ventana por la que se puede ver el campo y las montañas.
Un día mi primo que vivía bastante cerca me trajo un libro para que estuviese entretenida, aunque no me gustase leer. Decidí ponerme en el sofá que da al campo y quedé asombrada por la luz que entraba por la ventana. Las horas transcurrieron y permanecí enfrascada en la lectura, cosa que nunca imaginé que pasaría. Mi familia tiende a hacer vida en el porche de la casa, por lo que no tenía que preocuparme por ningún tipo de ruido o interrupción. Aquel sofá se convirtió en mi lugar, el rincón en el que leer se volvió maravilloso y donde me pasé el resto de veranos leyendo.
Hasta ese momento, siempre había leído en mi cama, algo bastante común y cómodo, pero con varios inconvenientes. Mi casa está situada en una plaza, mucha gente se congrega en los bancos, alrededor del parque y siempre hay niños corriendo seguidos por los gritos de padres preocupados porque sus hijos no vayan detrás del balón que, de algún modo, ha acabado en la carretera colindante. En general, el ruido siempre ha sido un factor que ha hecho que leer en mi propia casa fuese algo incómodo o que tuviese que depender de la música para poder concentrarme.
A día de hoy puedo leer en más sitios como mi habitación, pero sigo necesitando la música de fondo. Llevo sin poder ir a casa de mis abuelos desde este verano y es posible que incluso pierda «Mi lugar», pues se está negociando su venta. Pero incluso si en el futuro ya no puedo estar allí, nunca perderé la sensación y el amor por la lectura que algo tan simple como un espacio con buena iluminación y silencio me otorgaron.
Sandra Gómez Ortiz.
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