LA BALLENA AZUL
Pasando por la travesía del Carmen, en una de sus estrechas bocacalles se encontraba un universo mágico de mi infancia que recuerdo con mucho cariño. Nunca imaginé que esa pequeña librería llamada «La Ballena Azul» iba a convertirse en mi rincón favorito de la ciudad. Recuerdo perfectamente la expectación que tenía la primera vez que entré. Las paredes estaban llenas de estanterías con libros, que en aquel momento me parecían inmensos edificios. A la derecha una mesa y varias sillas de colores pequeñas, a la izquierda un mostrador con una gran ballena pintada en azul y, finalmente, el olor tan característico de esa librería. No esperaba que aquel hombre con camisa de cuadros que se encontraba detrás del mostrador me presentaría, entre otros muchos, a uno de mis grandes amigos de la infancia que me acompañaría durante cinco maravillosos años: Gerónimo Stilton.
Una vez al mes mi madre me llevaba a la librería al salir del colegio junto a mi bocadillo de chocolate. Allí, pasaba media tarde decidiendo en qué mundos me adentraría en ese mes. Siempre dudaba entre ir a visitar Ratonia o Fairy Oak, en ser Tea Stilton, Kika Superbruja o una gemela Periwinkle y esta gran indecisión conseguía que acabara saliendo de la tienda con cuatro libros en esa bolsa de papel. Para sorpresa de todos, siempre los acababa terminando antes de que terminase el mes: era un auténtico ratón de biblioteca. Cada vez que me sumergía en esas maravillosas aventuras olvidaba lo que ocurría a mí alrededor.
En «La Ballena Azul» descubrí mi pasión por la lectura, aprendí a cuidar los libros y a darles la posición que muchos niños no les daban. Asimismo, tuve regalos maravillosos como primeras ediciones, libros viejos, con más de treinta años que guardaban para niñas como yo, y que aún conservo con mucho cariño. Aquel pequeño comercio de barrio me acompañó durante los mejores momentos de mi infancia.
Ángela García Sánchez.
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