CARTA A IAGO DE LA CAMPA
27 de febrero, 2019.
Querido Iago de la Campa,
Te escribo para contarte mi viaje a través de tus libros. Así pues, comencemos por el principio, te descubrí hace dos años, una etapa de mi vida complicada en la que necesitaba leer, sentirme identificada con algo o alguien, comprendida y acompañada. Twitter al principio era una opción, ahí te descubrí a ti, pero fue más tarde cuando empecé a hacer tus frases y textos un poco más míos, cuando me descubrí a mí. Entonces me di cuenta de lo que realmente necesitaba, un golpe de realidad, y así fue.
Viajes a Kerguelen fue el comienzo, en seguida cuando leí la contraportada supe que este iba a ser mi refugio, pero, además, hizo que me diese cuenta de que como bien dices “la vida hay que compartirla para que nos den más perspectivas, para ver el mundo a través de otros ojos, para que nos encuentren salidas cuando no tenemos ni puta idea de adónde ir”. No podía seguir cargando una mochila que cada vez era más grande pero que iba tocando fondo y decidí apoyarme en tu prosa, y es de lo mejor que he hecho en tiempo. Porque los cambios son necesarios y equivocarse también, y como con cada texto aprendí algo, con Cambios me animaste a elegir, a vencer ese miedo a la incertidumbre y a dejar a un lado la ignorancia. Que a veces dejarse llevar no es tan bueno y cometer errores sí que lo es. Y sí, los mejores cambios son aquellos que suceden sin que te des cuenta. Y sucedieron, aunque también me equivoqué, pero gracias, porque yo también tuve un mejor acierto por equivocación. Y al final, comencé a confiar en mí misma, porque merecemos todo lo bueno que nos pase, merecemos todo aquello que un día no tuvimos o que quizá nos quitaron. De forma resumida, así fue como sentí este libro, como una evolución en mí. No se trató de una lectura de seguido, sino de momentos, noches de domingo en las que necesitas fuerza para comenzar una nueva semana, pero también noches de sábados en las que cambié las fiestas con amigos por momentos conmigo.
Corazón y tiempo, la segunda parte, no podía esperar para leerlo, mis expectativas eran grandes y lo fueron aún más cuando lo acabé, aunque estos libros nunca acaban, es lo bueno. Su eternidad es lo que hace que tengan esa magia, la de cualquier tarde tonta en la que siempre puedes volver a ellos, porque sí, porque tú cuando escribes te sientes en casa, pero yo también cuando te leo. Este libro ha sido fundamental para valorar el tiempo, para saber con quién no perderlo y a quién regalárselo, para darme cuenta de que yo también necesito que me lo regalen, pero no cualquiera, porque hay quien no debería de irse nunca y lo hacen, pero para ello está el corazón, para retenerlos un poco más hasta que estemos preparados para soltarlos. Pero ahí está, la Problemática del corazón, porque no todo es positivo, siempre hay trabas en el camino, pero Que nadie nos saque del camino, y esto se me quedó grabado: “que nadie te estropee los sueños, nadie tiene derecho a hacerlo, ni siquiera tú mismo”. Y que idílico suena, eso dije cuando lo leí, la verdad, pero qué razón tienes y que pocas veces somos generosos con nosotros mismos.
Y te preguntarás a qué viene ahora toda esta reflexión tan repentina. La verdad, es algo que siempre había sentido desde que comencé a leerte, pero a veces surgen oportunidades y debemos lanzarnos a ellas, y yo tengo la oportunidad de escribirte, así que, aquí estoy. Basta de perder oportunidades, porque quién sabe, hay trenes que no pasan dos veces. Llegados a este punto, solo puedo darte las gracias, por saber reflejar todo lo que llevamos dentro. Y a pesar de que no te conozco, siento que sí, pues entre esas líneas también me veo a mí. Finalmente, necesito terminar con una de tus frases que quizá resume lo dicho:
Y aún así vamos a llevar este barco a casa,
vamos a arriesgarnos a intentar salvarnos,
vamos a arriesgarnos a ser felices todo el rato.
Vamos, vamos, voy.
Nos vemos pronto en Casi todo lo que tienes que saber (tú).
Sandra Jiménez.
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