LA HISTORIA DE TU VIDA
Me dolía la vista de estar con el móvil, pero supongo que era el único entretenimiento que me quedaba. Realmente solo había encendido la pantalla para ver la hora, pero vi una notificación de WhatsApp y acabé en Twitter y sin estar muy segura de qué hora marcaba el reloj. Debería ocupar mi mente en algo más enriquecedor, leyendo un libro, por ejemplo, como diría mi madre. Aunque, al fin y al cabo, revisar las noticias en el móvil es leer. Sacudí la cabeza con la intención de que el pensamiento se desvaneciera, como si alguien fuera a escucharlo.
Al reflexionar sobre una lectura más intensa, mi vista se dirigió rápidamente a la estantería, buscando ayuda entre los lomos de los libros. Fue un vistazo rápido ya que, inmediatamente, miré hacia un rincón de la habitación, con la mirada perdida y soltando poco a poco el hilo de mis pensamientos. Pero un destello de la imagen que acababan de recoger mis ojos relampagueó en mi subconsciente haciendo que, aun con la mirada en ninguna parte, frunciera el ceño extrañada. Hay un libro descolocado, era la idea que retumbaba en mi cabeza. Enfoqué mis ojos de nuevo y observé la estantería. Ahí estaba, uno de los libros se adelantaba al resto, saliéndose de la perfecta formación en la que estaban los demás. No es que sea una obsesa del orden, pero esa estantería estaba intacta desde hacía tiempo, ya que son historias de una época pasada y que no han vuelto a suscitar mi interés.
Me acerqué para colocarlo, pero al observarlo de cerca, no reconocí el lomo. Era oscuro y no tenía título, tampoco autor. Pensé que era debido a que se había caído la cubierta, pero cuando lo cogí para inspeccionarlo, un sudor frío resbaló por mi nuca. En el centro, una sola inscripción: La historia de tu vida, por María Mata. Debía ser una broma, yo nunca había escrito un libro y tampoco había tenido la intención de hacerlo. Lo abrí intrigada. No había editorial ni fecha de edición, tan solo un par de páginas en blanco y tras ellas, el primer capítulo: 31 de julio del 2000, once y media de la noche, Ana María nota el líquido amniótico resbalar por su pierna…. Lo cerré inmediatamente, asustada, con el corazón desbocado y el sonido de la sangre circulando en mis oídos, dejándome sorda. Es cierto, es la historia de mi vida. Cuando el pavor irracional se disipó, llegaron a mi mente preguntas a borbotones. ¿El final estaría escrito o habría páginas en blanco?, si lo estuviera, ¿me atrevería a leerlo? Conocía la respuesta a la última cuestión: no, no lo leería. No sabría decir si por miedo o porque siempre había tenido la extraña certeza de que el destino no existía y que la vida era azar. Sin embargo, me sorprendía descubrir que no habría tenido esas reparaciones leyendo la historia de un personaje ficticio, ya que siempre deseaba conocer el final, por muy doloroso que fuera cerrar una historia.
Otra duda me asaltó, ¿No es demasiado corto? Lo estudié con la mirada, llegando a la conclusión de que en esa misma estantería había libros más extensos que el que sujetaba entre mis manos. Un sentimiento pesaroso me invadió, no he vivido lo suficiente. Pero no me dejé tumbar por el pensamiento, sino que, reformulé la cuestión, ¿a caso la vida de una persona cabe en un solo libro? Al fin y al cabo, una vida no es una sucesión de acontecimientos dispuestos uno tras otro, tampoco las personas se hacen solas. No creo que existiera un libro capaz de albergar todas las conversaciones que han influido en un individuo, tampoco los pensamientos acerca de las películas que ha visto o las canciones que ha escuchado. ¿Un libro capaz de albergar los sentimientos que nos llevan a realizar ciertas acciones y que ni nosotros mismos sabemos describir? Tampoco uno que hable de las amistades que nos definen o los libros que hemos leído. La vida no es un concepto que se pueda acotar o definir en páginas y si lo fuese, debería ser digital, donde, en la historia de una persona existieran links a otras vidas, libros, historias e incluso canciones que definieron un momento en concreto.
María Mata Rey.
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