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THOT, EL MAESTRO DEL HOMBRE

THOT, EL MAESTRO DEL HOMBRE

Se encontraba Thot navegando por el Nilo, una lluviosa tarde en período de precipitaciones. Se contemplaba desde su barca un grupo de jóvenes muchachos que se encontraban refugiados dentro de una improvisada cabaña a la orilla del río. Éstos, estaban mirando hacia el lado oeste de la ribera del Nilo con evidentes signos de aburrimiento.

Apiadándose de estos jóvenes, Thot comenzó a pensar que debía de ayudarlos, debía crear algo para que los seres humanos pudieran pasar estos días de lluvia de manera más amena y distraída. Contactó con su compañera Uadyet, diosa de la tierra fértil y del papiro, y le pidió que hiciese crecer al lado de esos jóvenes una inmensa planta de papiro y que a cambio de esto, Thot (hasta el momento dios de la música y el tiempo) le compusiera la más bella canción jamás escuchada. La canción fue:

“Que llueva, que llueva,

la diosa de la cueva,

los pajaritos cantan,

las nubes se levantan.

¡Que sí! ¡Que no!

¡Que caiga un chaparrón!”

En honor al poder de fertilidad de Uadyet.

Se acercó entonces el dios Thot a los ociosos jóvenes y les dijo:

−       Cortad esta planta que acaba de brotar, secadla, y entrelazad las hebras. Por último, dejad secar el producto final.

A lo que éstos preguntaron:

−       ¿Y qué hacemos con el resultado de esa elaboración, dios Thot?

Thot se acercó al niño que le acababa de realizar la pregunta, y con un simple gesto, tocándole la frente con el dedo, le transfirió la capacidad de escribir sus pensamientos, con el objetivo de que pudiera plasmar historias en la hoja de papiro y después contárselas a sus amigos, para que, en días como aquel, gris y lluvioso, pudiera entretenerlos contándoles sus maravillosas historias.

Este gesto no era gratuito, el dios Thot les había legado la escritura a cambio de que a partir de ese momento, se le comenzara a venerar como el dios de la escritura junto a sus anteriores atribuciones divinas, y debían de transmitir ese regalo al resto de seres humanos a lo largo del tiempo.

Tras esto, se subió a su barca y navegando desapareció por el horizonte.

Irene Mansilla.

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