LA VERDAD SOBRE LA TITANOMAQUIA
Corría el siglo III d. C. en Nimes, una localidad situada en la zona de la Galia que pertenecía por aquel entonces al Imperio Romano. Allí vivía Admes, un joven estudioso y pensador de unos veinte años de edad. Toda su vida y su carrera estudiantil se regía por el legado religioso que procedía de la Antigua Grecia. El Imperio Romano no sólo adoptó su religión, sino también su literatura, intentado emular su forma de hacer escritura.
Admes, sin embargo, siempre sintió gran admiración por el conocimiento y el origen de la religión politeísta que reinaba en el Imperio, y sobre el cómo el dios dominante sobre todas las cosas, Zeus, había llegado al poder. Hasta aquel entonces se sabía, gracias a los escritos, que Cronos (hijo de Urano y Gea) destronó a su padre para lograr el poder absoluto sobre el Universo. Pero, ¿entonces cómo llegó Zeus al poder? Se sabía que tuvo lugar la Titanomaquia, cuando los dioses olímpicos y los titanes se enfrentaron en dos bandos por el control total. La historia que Admes y el resto de la civilización latina sabían era que, en la batalla, ambos bandos se lanzaban rocas y trozos de montañas hasta que finalmente Zeus logró el poder con la ayuda del resto de dioses.
Sin embargo, Admes no estaba satisfecho con esa información, pues creía que faltaban datos, que algo más ocurrió en la Titanomaquia para que Zeus lograra dicho poder. Es por ello que comenzó a investigar. Rastreó bibliotecas y bibliotecas, pero nada de información, por lo que decidió acudir al “Templo de Cronos” situado a unos 700 km de Nimes, ya que creía que allí encontraría más información sobre su derrota. Tras un largo camino, una vez allí consigue hablar con el Sacerdote mayor del Templo, que se negó en rotundo a ayudar al joven. Pero tras una larga insistencia y tras hacer ver al Sacerdote mayor que sus intenciones eran buenas, fue llevado a una sala oscura y profunda del templo, donde nadie más podía pasar a excepción de dicho Sacerdote. Allí fue guiado hasta una estantería, vieja y roñosa con una serie de códices. El Sacerdote denominó a la estantería como “la estantería de los libros prohibidos”, y dio total libertad a Admes para leerlos. Tras más de 12 horas buscando y leyendo, no encontró nada. A punto de tirar la toalla y agotado por la situación, se incorporó para volver a colocar todos los libros que había cogido. Ahí fue cuando encontró uno, llamado Τιτανομαχία. En ese momento y sin pensárselo dos veces decidió leerlo, pues estaba seguro que podría encontrar más información de la que se sabía por todo el Imperio Romano.
Al acabar su lectura, pudo confirmar sus sospechas, Zeus logró el poder gracias a la astucia de su madre, Rea. El libro decía que Rea, ante la situación en la que se encontraba el mundo y decidida a que su hijo Zeus ganara, decidió intentar pactar con alguien partidista de Cronos, por lo que acudió a negociar con Gea. En un primer momento Gea sospechaba de las intenciones de su hija, pues deseaba que Cronos siguiese en el poder. Pero Rea, con gran astucia y labia, le propuso un pacto de paz, pues consideraba que aquella batalla solo traería desgracias para todos. Gea estaba de acuerdo en eso, pero sin embargo no iba a dar su brazo a torcer para que su nieto Zeus llegase al poder. Rea, astuta y consciente del pensamiento de Gea, le propuso que la guerra acabase si Zeus y Cronos compartiesen el poder del universo entre ambos. Gea y Rea quedaron en convencer a ambas partes de que la mejor opción para el universo era la unión de los dioses olímpicos con los titanes y así conseguir parar de alguna forma la batalla.
Pero lo que Gea no sabía eran las intenciones de Rea, pues su único objetivo era que Zeus llegase al poder y destronara a su padre. Si recordamos la profecía que le mencionó Urano a Cronos era que “sus propios hijos, se aliarían con el enemigo, para así destronarle”. Y ¿Quién era el enemigo de dioses y titanes? Pues unas criaturas inmortales y por tanto imperfectas, que solo traían a las divinidades dolores de cabeza, es decir, los seres humanos.
Mientras Gea hablaba con su hijo, el cual se negó en rotundo a una negociación con los olímpicos, pero su madre le convenció de que seguramente la mejor opción para preservar el poder sería compartirlo con Zeus, pues ella estaba segura de que la profecía se cumpliría. Cronos habló con sus hermanos, los cuales, cansados de luchar, accedieron al pacto. Por lo que Cronos estaba dispuesto a hablar con Zeus y así mantenerse en el poder.
Sin embargo, Rea bajó a escondidas de nuevo al mundo de los mortales, y allí comenzó a hablar con Corintio, el rey de una civilización griega. Ella le convenció para que sus habitantes les ayudaran en el destronamiento de Cronos, y a cambio, si Zeus ganaba, obtendrían algo. No fue nada difícil, pues los hombres y mujeres del mundo vivían descontentos con los titanes, pues abusaban de su poder sobre ellos. La labor de estos hombres y mujeres era conseguir distraer la atención de los titanes, pues ellos seguían estando bajo su poder. Una vez que estuviesen distraídos, los dioses olímpicos aprovecharían el momento para ganar terreno en la batalla.
Tras las negociaciones con Gea y Corintio, Rea acudió a su hijo Zeus para comentarle lo sucedido. Ante esto, Zeus se sorprendió por la astucia y la valentía de su madre por acudir a dichos encuentros. Por lo que ese mismo amanecer, los hombres y mujeres, siguiendo el plan establecido por Rea, distrajeron a los Titanes simulando una batalla en la que masacraban los templos y estatuas dedicados a ellos. Ante esta situación, Cronos y el resto de Titanes que lo apoyaban cesaron en su batalla de lanzar piedras y observaron cómo los hombres destrozaban todo. Esto produjo gran enfado en ellos, hasta tal punto que desviaron toda su atención hacia los mortales mientras que planificaban cómo castigarles por tal hecho.
Este fue el instante en el que los dioses olímpicos aprovecharon para lanzar a la vez todo el monte Tirano sobre los titanes. Ante tal impacto, todos ellos quedaron sepultados bajo los escombros del monte haciendo que ninguno de ellos pudiese salir. Por lo que los dioses olímpicos lograron ganar la Titanomaquia y Zeus se proclamó como el dueño y señor del Universo. Tras esto, Zeus les prometió a los hombres y mujeres que no abusaría de su poder por haberle ayudado, haciendo que así mejoraran sus condiciones en la tierra.
Por lo que, tras esta lectura, Admes verificó que no solo la Historia de su religión estaba incompleta, sino que la sociedad o los eruditos conocedores de la historia real no quisieron hacer saber la gran importancia que tuvo Rea en la victoria de los dioses. Algo totalmente esperado, pues por aquel entonces la figura de la mujer se encontraba en un segundo plano tras el hombre. Por lo que no era digno decir que el dios supremo del Olimpo había logrado todo su poder gracias a una mujer. Tras esto, Admes decidió hacer pública toda la información que había recogido en la Biblioteca prohibida del Templo de Cronos. Ante tal hallazgo, Admes se convirtió en uno de los eruditos más importantes de su época, fundando así una biblioteca en Nimes con más de mil libros que le habían donado de la Biblioteca prohibida de Cronos, para que así toda la sociedad romana pudiese leer dichos textos.
Marta Navas Ajenjo
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