REFLEXIONES SOBRE LA LECTURA EN LA ERA DIGITAL
Nunca me había parado a pensar en la historia de la lectura. Lo que hoy conozco como un proceso íntimo y solitario no ha sido así a lo largo de nuestra cultura, tanto por la forma de leer, por sus contenidos y por el acceso a los libros. Gracias a la entrevista realizada por el diario digital de la Universidad de Alcalá al profesor D. Antonio Castillo Gómez sobre la lectura (http://portalcomunicacion.uah.es/diario-digital/entrevista/leemos-mas-leemos-mejor?n=6), he podido reflexionar sobre cuál es el momento en el que se encuentra el lector contemporáneo.
Me considero una lectora frecuente, mis lecturas van desde las más banales, como la etiqueta de un producto, a las de entretenimiento, actualidad y/o académicas. Entre mi círculo más cercano hay lectores frecuentes, habituales (sólo leen en determinados momentos, como vacaciones), y no lectores (personas que saben leer pero no practican el acto de leer).
La revolución de internet ha proporcionado un acceso rápido y a mayor escala de la cultura. Además, en la actualidad, con los teléfonos inteligentes tenemos todo lo que deseamos a golpe de pulgar. La información nunca ha estado tan disponible como hoy la conócenos. ¿Este medio favorece que haya nuevos lectores? Sí y no, si bien es cierto como indica el profesor Castillo, que se ha producido un aumento de la lectura y casi todas pasan por las modalidades digitales: desde redes sociales, blogs y libros electrónicos a periódicos. Pero, ¿realmente se lee? En mi caso, a veces voy leyendo la prensa camino de la universidad en mi teléfono o si veo una noticia que me interesa en alguna red social busco más información, pero lo considero una lectura banal, ya que suelo estar pendiente de las cosas que pasan a mi alrededor. Una vez leí en un libro que los periódicos son la mayor mentira del mundo occidental porque la información se edita para un futuro cuando ya es pasado. Era aquella época en la que para tener un periódico en las manos había que esperar una noche. No hace ni treinta años de eso, tener un periódico en las manos y mancharse las manos de tinta o que tu madre usara los periódicos viejos los domingos para cubrir la paella. Con esto no quiero decir que estoy en contra de la era digital, ni mucho menos, ya que gracias a ella estoy conectada con otros tipos de lenguaje.
El artículo hace una buena reflexión, la lectura digital es menos reflexiva, y no sólo porque la información se actualiza de manera vertiginosa, sino porque un proceso que requiere concentración se encuentra constantemente interrumpido o se diversifica la atención más fácilmente hacia otros sitios (por ejemplo, en los soportes digitales casi siempre hay publicidad en los laterales) y por tanto es menos introspectiva. Estoy de acuerdo, y siempre desde mi experiencia, en que algunos de mis libros están escritos, subrayados o con notas que hacen referencia a dónde los leí o qué sentí. Algunos de ellos incluso tienen algún dibujo. Tener un libro en la mano es experimentar con uno mismo. Puede que estés con esa ansia de ver qué va a pasar, o que te sientas identificado con la historia o algún personaje, debatir con el propio autor si estás o no de acuerdo, o darte cuenta de que llevas un rato leyendo y estás en un diálogo contigo mismo y no tiene nada que ver con lo que tus ojos estaban viendo. Es una sensación tangible. Puedes volver a sentir la textura del papel y situarte donde lo habías dejado.
Considero que una sociedad que no valora leer está en peligro. Leer es importante, es el vehículo que tenemos para desarrollar un pensamiento critico. Requiere de un momento con uno mismo y en soledad (tan poco habituados en la actualidad). Se necesitan buenas guías que te sugieran qué libros pueden ser interesantes según el momento en el que estés (escuela, familia y amigos). La imposición de leer no funciona, porque por lo general nos mueven más las cosas que nos dan placer o están prohibidas. Tanto en mayores como en pequeños, la lectura se fomenta viendo a alguien con un libro y hablándole sobre lo que viene escrito en él, reuniéndose en torno a este objeto, a veces deseado o a veces prohibido, que provoca por un lado, intimidad, y por el otro, el contacto con nuestros semejantes.
Andrea Castro Iglesias
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