CARTA A CARLOS RUIZ ZAFÓN
A Carlos Ruiz Zafón.
Hola Carlos, después de pensarlo mucho he decidido que la mejor manera de empezar esta carta es presentándome. Me llamo María, tengo diecinueve años y estudio el segundo año del Doble Grado de Humanidades y Magisterio en la universidad de Alcalá de Henares. La carta forma parte del primer trabajo de una de las asignaturas que curso este cuatrimestre, Historia de la Lectura. La idea es intentar hacer que llegue a tus manos, teniendo la esperanza de que si la recibes decidas contestar. Me resulta paradójico imaginarte leyendo algo que yo haya escrito, pero también me hace sentir muy ilusionada. Supongo que el último detalle importante que debes saber de mí antes de entrar en materia es que me declaro una gran admiradora, hasta el punto de que te seguiría leyendo aunque decidieses publicar un libro de cocina.
Tú no lo sabes, pero nos conocimos hace ya varios veranos, cuando una tarde de julio, en el jardín de casa de mi abuela, abrí Marina por primera vez. No sé si podrás creerme o no, pero juro que en cuanto leí ese “Marina me dijo una vez que sólo recordamos lo que nunca sucedió” tuve claro que no iba a poder dejar el libro hasta que lo terminara. No voy a intentar describirte la sensación de quedarse atrapado dentro de un libro y no poder dejar de pensar en él, porque no podría hacerlo mejor de lo que tú lo has hecho ya. Al día siguiente a esa misma hora había ya acabado de leerlo. Desde este primer encuentro he leído con ansia todo lo que tienes publicado. Ojalá pudieses hacerte una idea de la cantidad de horas que me has tenido en vilo frente a una de tus novelas, a ratos con una sonrisa, a ratos con cara de sorpresa y a ratos entre lágrimas; pero siempre disfrutando. Pocas cosas me hacen más feliz que seguir a tus personajes por las calles de Barcelona, viendo cómo reconstruyen las historias de otros y cómo construyen las suyas propias. Consigues con las descripciones que haces que les dibuje en mi cabeza con un detalle que no deja de sorprenderme.
Podría halagar tu escritura a lo largo de varias páginas sin inmutarme, pero seguramente no voy a poder decirte nada que no te hayan dicho ya en algún momento, porque para algo eres uno de los escritores en español más leídos del mundo, que merecido lo tienes. Según iba repasando los tres mil borradores anteriores de la carta me he dado cuenta de que seguir señalando lo evidente convertiría mi carta en impersonal, por lo que, después de darle muchas vueltas, he decidido que voy a terminar la carta explicando cómo acabé de leer tu último libro.
Son aproximadamente las dos de la mañana, y llevo con el libro desde las siete de la tarde de ayer, como siempre se me ha hecho tarde y mañana tengo que levantarme para ir a clase, pero me da igual. Cuando leo que Daniel no es hijo biológico del señor Sempere (el mejor padre del mundo, por cierto) mis ojos se vuelven vidriosos y me entran unas ganas terribles de llorar. No puedo parar de leer, necesito saber cómo acaba la historia que me acompaña desde hace más de cinco años. Por otra parte soy consciente de que la despedida va a ser triste para mí. Llego a la última página y me doy cuenta de que hace rato que mi cara está algo mojada. Cierro el libro y me despido del Cementerio de los libros olvidados.
Muchas gracias por todo.
María López Martín.
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