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CARTA A LAURA GALLEGO

CARTA A LAURA GALLEGO

Estimada Laura:

Me llamo Juan Carlos, y soy estudiante del Doble Grado en Humanidades y Magisterio en Educación Primaria en la Universidad de Alcalá. Nunca me he considerado un lector nato, ya que cuando era pequeño no me gustaba leer, porque básicamente casi me obligaban. Leer cosas que no son de tu agrado no es una de las mejores formas para introducir a nadie en el mundo de la lectura. A medida que avanzaba en mis estudios, esas lecturas obligadas eran cada vez más aburridas, y más obligatorias, y siendo un adolescente ya no fui cogiendo cariño a eso del mundo de los libros. Es gracioso que en las escuelas y en los institutos tengan esa extraña manía de obligar a los alumnos a amar los libros porque sí, por obligación... ¿Quién decide amar a los libros? ¿Los profesores o los alumnos?

Cuando te vas haciendo mayor, la vida la vas entendiendo de otra manera, fijándote en cosas que antes no te fijabas, o descubriendo cosas que antes no te gustaban y empiezan, sin embargo, a gustarte. Eso es lo que me pasó a mí con la lectura hace exactamente un año. Es extraño que en la Universidad no te manden deberes, que no estén tan pendientes de ti como en el colegio o en el instituto, pero que te sigan mandado leer cosas aburridas... Sin embargo, a diferencia de cuando eres pequeño, puedes leer libros que te gusten, que te llamen la atención, esos libros que tú amas.

Todos esos años vacíos sin lecturas bonitas, sin ganas de leer, leyendo solamente los tweets que ponen tus amigos, se llenaron gracias a tus Memorias de Idhún. Me acuerdo perfectamente del día que compré el libro. Gran Vía, jueves después de clase. Mis compañeros y yo fuimos por casualidad a la Casa del Libro y comenté: “Tengo que leer más, voy a ver si veo un libro que me llame la atención, que mi madre me ha dado hoy dinero”. Y en la tercera planta encontré Memorias de Idhún en una edición de bolsillo.

Comencé a leer tu libro ese mismo día. Los viajes eternos de mi casa a la universidad se hacían mágicos con cada palabra del primer libro, La resistencia. Una semana fue lo que tardé en leerlo. Me pareció fantástico, mágico, lleno de aventuras, lleno de amor, lleno de ilusión. Nunca pensé que un libro para lectores de doce a dieciséis años me abriese los ojos para entender cómo leer me daba una imagen del mundo totalmente contraria a la que tenía.

Por eso te escribo esta carta, porque gracias a ese primer libro, a mis veinte años de edad, y a un parón lector de casi media vida, sentí ganas de leer y recuperé la ilusión por lo libros, ilusión que ahora se mantiene intacta cada vez que me regalan uno.

Es gracioso como un chico de veinte años sigue soñando con magia, sigue teniendo ganas de ir a esos mundos inexistentes, trasmitir a las futuras generaciones esa necesidad de leer, de no tener un vacío por dentro, porque cuando no tienes un buen libro que leer, sientes que te falta algo.

Hace un tiempo, se me ha metido en la cabeza querer ser profesor de Lengua en el colegio. No sé exactamente el tipo de maestro que llegaré a ser, pero tengo claramente el tipo de maestro que no me gustaría ser. Me pongo en un Juan Carlos del pasado, de cuando tenía diez años de edad, de esas obligaciones de tener que leer, de esos libros aburridos, y reflexiono sobre la importancia de descubrir nuevos mundos. Tengo la sensación de tener en mis manos la posibilidad de obrar un cambio, es como si tuviese la fórmula mágica de hacer un mundo mejor...

La importancia de que existan personas llenas de magia y de ilusión como tú, hace que otros tengamos ganas de crear algo mágico como Idhún, de que la palabra imposible se vuelva posible, de querer leer más y más para evadirnos de todo lo que nos rodea y encontrar en esa evasión el camino que queremos. No sé a dónde llegaré, si conseguiré mis metas algún día, pero si las consigo sé que le diré a mis alumnos: “Chicos, como lectura de este trimestre, vamos a leer Memorias de Idhún de Laura Gallego”.

Gracias, Laura, por abrirme los ojos a un nuevo mundo lleno de lecturas y por esa magia que, aunque no exista, es necesaria para vivir.

Un saludo,

Juan Carlos Gallardo Fernández

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