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RECUERDOS RELATADOS

Después de recorrer todo Ponterville durante una larga tarde, estaba muy cansada. Subí a mi habitación y me puse el pijama. No entendía cómo las figuritas de madera de mi padre decoraban toda la casa, ni tampoco entendía esa sensación de que hubiera alguien más en ella. Decidí tumbarme en la cama e intentar dormir. Pero fue inútil, muchas preguntas galopaban por mi cabeza a paso firme pidiendo respuestas sin saber que éstas, a su vez, formulaban más y más preguntas.

De pronto, algo rebotó en el cristal de la ventana despertándome de todas mis dudas. Me levanté y anduve hacia el ventanal. No había nada. Abrí la ventana intentando descubrir qué había sido. Nada. Sentí el frío rozándome en la rostro, esa salada brisa marina acariciaba mi cara y me hacía sentir relajada. Observé el océano, enorme y profundo, bello pero a la vez oscuro, tan oscuro que era incapaz de sumergirme en él. En la orilla vi cómo una pareja jugueteaba con las pequeñas olas que llegaban hasta ella, reían y eran felices, parecían despreocupados, simplemente tenían que hacerse feliz el uno al otro. Nada más. Más allá, en la lejanía del mar, vislumbré un barco pequeño que se iluminaba una y otra vez por la potente luz de un faro.

Decidí cerrar la ventana para que no entrase el frío y cogí la linterna de mi maleta. Abrí la puerta y comencé a bajar las escaleras. Todo estaba a oscuras y se podían oír los ronquidos de algunos inquilinos. Un ruido similar al de la ventana se oyó en la planta baja. El miedo empezó a apoderarse de mí. Bajé el último escalón cuando la puerta de la cocina se cerró de golpe. Pensé en volver a mi habitación, pero pude ver la ventana del salón abierta y el baile de las cortinas moviéndose al mismo compás que el aire que entraba. Eso había sido la causa de que la puerta se cerrase. El ruido volvió a sonar detrás de mí, haciéndome sentir un calor en la nuca, como un suspiro. Me giré y vi la abierta la puerta de la habitación donde mi padre construía sus figuritas de madera. Estaba iluminada. El ruido volvió a sonar, procedía de allí. Paso a paso tembloroso intenté llegar hasta la sala. mis piernas se movían sin que mi cerebro enviase esa señal, sentía la necesidad de ir, como si una fuerza me llevara hasta allí. Llegué hasta la puerta, el ruido se intensificaba y mi respiración cada vez era más potente y rápida. Comencé a explorar la habitación, pero la luz se apagó. Moví la linterna de lado a lado viendo montones de cajas, pero la linterna también se apagó. Me quedé quieta, cerré los ojos muy fuerte sintiendo el temblor de todo mi cuerpo. El sonido cambió produciendo un lloriqueo. Chillé. Abrí los ojos y empecé a correr, pero me tropecé con una de las cajas y caí al suelo junto a ellas. Miré al frente y lo vi. Me miraba. De repente aquel ser se quedó inmóvil a la vez que la bombilla del techo alumbró la sala de nuevo.

Gemma Soldevilla Jiménez.

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