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Homenaje a las mujeres campesinas

Homenaje a las mujeres campesinas

Cuando en clase hemos visto el acceso de la mujer al mundo del libro y a la lectura, debido a la mayor alfabetización que tiene lugar a partir del siglo XIX en toda Europa, no podía quitarme de la cabeza la imagen de mi abuela, una mujer agricultora, que no recibió educación ninguna y que aprendió con dificultad las primeras letras, lo justo para valerse, pues sus tareas eran sacar adelante la casa y trabajar en el campo como uno más.

La lucha por la alfabetización emprendida desde principios del siglo XX en el mundo rural no ha llegado a su culmen hasta hace apenas unas decenas de años. Por ello, desde el blog de la asignatura Historia de la lectura quiero rendir un homenaje a esas mujeres campesinas que, como mi abuela, apenas consiguieron aprender a leer ni a escribir o que ni siquiera tuvieron esa oportunidad. Y lo hago con este poema que alguien escribió y que comparto con vosotros con todo mi cariño.

Mujer que saborea el trigo en el campo amargo,
la que sonríe en las esquinas del campesino ebrio,
la de las casitas de piedra que le regaló el tiempo,
a la que el cielo le niega sus estrellas,
la de las entrañas vaciadas en la noche de los golpes,
la que no tiene derecho de verse hermosa.

Mujer campesina de la tierra ajena,
la que un día, cual paloma triste, la arrancaron de su tierra,
la que recoge la lluvia en sus noches tristes,
la que ama la vida sólo en luceros,
la que carece de derechos porque nació en otro tiempo,
la que juega con muñecas en sus niños hambrientos.

Mujer que conocí en días de viento,
y que quise enseñarle el abecedario del alma,
en escuelas de esteras refugiadas en miserias,
con sus hijos a la espalda y sus ojos negros.
Quise hacer milagros con sus manos toscas,
pero nunca escribió su alma porque estaba vacía.

Apenas aprendió a escribir su nombre en las piedras,
quise que alzara su rostro para mirar el cielo,
pero bajaba la mirada, saboreando la tierra.

Yo sé que su cosecha de cansancio era ajena,
que el hombre malo doblegaba su espalda,
no había derechos que defender en su alma,
porque sólo tristezas respondía callada.

Mujer campesina de mis versos de impotencia,
para ti no hay escuela que te saque de la ignorancia.
Yo moría en las tardes junto a tu río,
y lavaba mi silencio para llorar contigo.
Mujer campesina de los tiempos fríos,
yo sé que un día vencerás tu pena.

Juan Jesús G. C.

1 comentario

Isabel -

Gracias, J.J., por sentir de esa manera. Tienes una sensibidad exquisita.