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CARTA A ALBERTO VÁZQUEZ FIGUEROA

CARTA A ALBERTO VÁZQUEZ FIGUEROA

¡Buenas, Don Alberto Vázquez Figueroa!:

Uno de los últimos libros que leí suyos fue Tuareg, y créame, me hizo ver cómo en algunos pasajes del libro aparecen los obstáculos que, en determinados momentos de la vida, se le presentan a las personas, y cómo éstas deben sobreponerse a ellos, ya que el ser humano, creo yo, está hecho para responder ante el sufrimiento y los grandes retos.

Para el Tuareg es primordial la familia, con quien vive en el desierto, así como lo es para las personas en general. A sus huéspedes los trataba también como si fueran de su familia, tal y como se demuestra cuando se entera de que los franceses han matado a uno de sus huéspedes y él promete vengar su muerte. Y le digo esto para enlazarlo con la otra parte de esta carta que le remito. Porque la familia te ayuda, te aconseja, en fin, lo es todo, pero ¿y los amigos? Los amigos son como los huéspedes para los Tuareg: muchas veces hay que tratarlos como si fueran de la familia, ya que están ahí tanto para lo bueno como para lo malo. Y como el jefe de los Tuareg, que pone en juego su vida para vengarse de los franceses, así habrá que hacer con los verdaderos amigos, estar ahí también, defenderles y protegerles siempre.

Al igual que describe usted cómo el Tuareg tiene que pasar las distintas penurias y adversidades en el desierto y cómo se las ingenia conociendo el terreno para sobreponerse a todo el ejército de los franceses engañándoles y consiguiendo llegar a la ciudad, en la vida hay también retos que hay que ir superando con esfuerzo y tranquilidad… Durante este último lustro es cuando más ha cambiado mi vida, puesto que he tenido que hacer frente al fallecimiento de mi padre hace cinco años por un cáncer fulminante. En estos años me he sobrepuesto a eso y a mucho más. Y en diciembre de 2007 operaron a mi madre de otro cáncer con éxito, pero a primeros de febrero de 2008 la tuvieron que volver a operar de urgencia por otras complicaciones y falleció. Mi madre era la que siempre me acompañaba de un sitio a otro. Aunque la vida es dura (como lo fue en otro sentido la del Tuareg) y todavía me está costando reponerme, me levanto y me digo: «Algunos sueños se han truncado, sí, pero entre otras cosas intentaré conseguir la mayor autonomía posible por mí y para que se sientan orgullosos todos los que me rodean y me apoyan». Y con esto no quisiera parecer una víctima.

Me gustaría darle algunos detalles más. Siempre he sido feliz y lo soy, pero con todo esto me empecé a dar cuenta realmente de mis limitaciones y de las consecuencias que conllevaba no tener a mis padres, como el hecho de que tenga que depender para pequeños detalles de una tercera persona. Y esto me lleva a otro tipo de pensamientos relacionados con la discapacidad, porque cuando estás en la etapa de niño no te das cuenta de estas cosas y en la adolescencia es cuando ya te vas percatando de que no puedes seguir el ritmo de otras personas. Cuando piensa uno en todas esas cosas es cuando se viene un poco abajo y se frustra consigo mismo, como a mí me ha pasado.

Se preguntará usted porque le cuento todo esto, pues bien, me ha parecido interesante relacionar algunos aspectos de su libro con las cosas imprevistas que puede depararle la vida a una persona. Por eso siempre intento tener una sonrisa, pues eso ayuda a sentirse mejor, a intentar hacer cada día más amistades y superarse cada día más y más, ya que la vida no deja de ser una carrera que nunca termina.

Para terminar, y aprovechando para despedirme, le quería dar las más sinceras gracias por darme la oportunidad de escribirle esta carta y mostrarle en ella mis sentimientos, así como por encontrar un hueco, espero, para leerla. Tendría que agradecer tanto que no sabría como pagarlo, pero lo resumo en dos líneas: MI HERMANA, que sin ella habría estado bloqueado durante mucho tiempo, y tanta y tanta gente que por fortuna la tengo ahí. Todos ellos son la razón por la que cada día me levanto con una sonrisa (aunque a veces sea difícil) y vivo y disfruto de cada momento.

Reciba un cordial saludo,

Daniel Archilla.

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