De la importancia de la escritura y la lectura: reflexión a través del decimotercer viaje de Eneas (novena parte)
Tiempo después, cuando ya están todas las cámaras desenchufadas y la mayoría de las luces apagadas, tras infinidad de angustiosas llamadas telefónicas, cuando el staff del progrma se marcha contrariado a casa y las hormigas ya descansan en su cama, uno de los más rezagados entre el público, un magnate excéntrico apasionado del programa, se dirige a Pablo Motos con un efusivo saludo.
— Una representación espléndida, maravillosa—confiesa con una sonrisa de oreja a oreja—. Pero ¿por qué el cambio de formato?
Aún contrariado, Pablo lo mira, sin terminar de comprender.
— Te aseguro que ese era el auténtico Eneas.
El magnate lo palmea un par de veces en la espalda, con aire condescendiente.
— Claro, claro. En fin, un espectáculo de lujo, quiero el nombre del actor y su currículum. Le espera una brillante carrera por delante, eso desde luego.
Agotado, Pablo inspira hondo. Está pálido, y lo único que le apetece es irse a su casa a dormir.
— Oye —continúa el hombre—, ¿y lo de los efectos especiales…?
Y sigue los pasos de Pablo mientras este abandona el plató.
Se apagan las luces.
FIN…
Leyre I. Avilés Canalejo
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