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LEER SERÁ EN EL FUTURO UN ACTO DE REBELDÍA

LEER SERÁ EN EL FUTURO UN ACTO DE REBELDÍA

La frase que conforma el título de este artículo es una cita de Alberto Manguel, escritor, traductor y editor argentino-canadiense. Una de sus obras más aclamadas es Una historia de la lectura (Buenos Aires, 1948), en la que recrea el mundo del libro, la lectura y de los grandes autores que han protagonizado la Historia de la Lectura. En una entrevista para el diario nacional español El País, Manguel afirma que el ser humano podría ser definido como un animal lector: “Creemos que el mundo natural hay que descifrarlo. Vivimos en esa paradoja: saber por un lado que este mundo no tiene ningún sentido y preguntarnos el porqué de las cosas".

Sin duda, para él la respuesta a cualquier duda está en los libros, y lamenta profundamente que el libro haya perdido el prestigio que tenía hace décadas: "Las calidades que tiene la tecnología, por razones económicas, son las que nuestra sociedad pone por delante. Hace cincuenta años la biblioteca estaba en el centro de la sociedad, nadie discutía que leer era importante, pero el capitalismo salvaje actual no puede permitirse un consumidor lento. La literatura, en cambio, requiere lentitud, requiere que te detengas, que reflexiones, que nunca alcances una conclusión. Nunca puedes saber si Don Quijote está loco o no. Como sociedad tenemos que decir que el acto intelectual es importante. No puedes pedir a un adolescente que lea cuando le estás diciendo que toda actividad que no te dé una ganancia inmediata y visible es inútil. Creo que no existen seres humanos no lectores. En la sociedad actual es como si fuésemos misioneros de una religión en la que la iglesia central ya no cree".

Los libros no han sido precisamente una de las herramientas que el poder haya requerido, más bien lo contrario, y de haber estado en el poder se han utilizado como medio de control de la población (Bibliotecas de la Roma Imperial). El hecho de que haya existido la censura –que, en parte, sigue presente hoy en día- es lo que le otorga al libro ese carácter de libertad de expresión, de conocimiento, algo que no ha sido precisamente de buen gusto para aquellos que gustan de una sociedad sumisa. Como alega Manguel, para un político siempre será más fácil gobernar ante un “pueblo idiota”, que no razone, que no piense en lo que le están diciendo. Y aunque la palabra “censura” respecto al libro nos suene a tiempos remotos, Manguel aclara que aún en la actualidad, la censura sigue presente: "El editor cuya vocación era la literatura ya no puede trabajar de la misma manera porque tiene que conseguir un provecho financiero, y eso elimina el 90% de la literatura. Si Borges se presentase hoy con un nuevo libro no podría publicarlo. Ahora un editor se fija en las ventas anteriores de ese autor y si el anterior no se ha vendido, no se publica. Esta situación se complica porque ahora también son los compradores para las grandes superficies los que deciden. En el mundo anglosajón, a la mesa del editor se sienta el crítico, el gerente y ese comprador que opina sobre el libro, y si aceptan sus condiciones compra 50.000 ejemplares, que, además, puede devolver. Estamos en esa situación y las consecuencias serán catastróficas".

Es entonces cuando Alberto Manguel habla de la lectura como un “acto de rebeldía”: "Siempre lo ha sido. Primero porque se valora la acción y no la inacción y porque conduce a la reflexión, y eso siempre es peligroso. Y porque a través de la lectura empezamos a conocer quiénes somos. En el futuro, leer será no sólo un acto de rebeldía, sino también un acto de supervivencia. Si como lectores nos resignamos a que nos impidan leer la buena literatura nos vamos a condenar a ser menos humanos. Es un riesgo que, por supuesto, no podemos correr. Ya estamos al borde de la catástrofe porque hemos destruido el mundo natural y ahora estamos haciendo todo lo posible para destruir el mundo intelectual. Hay que actuar ahora. Pero ahora quiere decir hoy".

Enlace a la entrevista: 

https://elpais.com/diario/2007/01/13/cultura/1168642803_850215.html

 

Astrid Castro.

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